Capítulo 3

La noche arreció y Oleika sentía mucho más frio, la jaula estaba llena de mujeres lobas, a pesar de estar en horribles condiciones, seguramente eran más fuertes que ella.

De manera discreta se acercó a la loba que tenía a su lado y en cuanto tocó su piel un escalofrío satisfactorio la recorrió.

Después de sentir que casi se congelaba un poco de calor era solo una esperanza en medio de tanto dolor.

Pero el descanso duró poco, un golpe fuerte la hizo que se impactara de lleno con uno de los barrotes que tenía a su lado.

— ¡Ah! — Gritó ella ante el dolor del impacto.

— Aléjate de mí— ordenó la loba, quien a pesar de encontrarse en las mismas condiciones que ella, siendo una esclava, amarrada de manera humillante, la veía con superioridad.

— te… tengo fri… frio— tartamudeó la chica.

— ¡Silencio!- Gritó uno de los guardias que custodiaban la jaula.

Un momento después Oleika apretó los dientes para no gritar, acababa de recibir una cubeta con agua helada como castigo, si sentía que le dolía la piel de lo helada que estaba la noche, estando mojada dudaba mucho que pudiera durar viva mucho tiempo, el frio se había colado tan profundo que le dolían hasta los huesos.

Al girar la vista a la mujer loba solo alcanzó a ver que ella también había sido bañada con agua helada y la veía con rabia en los ojos y los colmillos expuestos, un claro mensaje de “cuídate que en cuanto tenga oportunidad me las pagas”

Oleika se encogió lo mejor que pudo, aunque las oleadas de viento frio no ayudaban mucho, entre tanto su cuerpo en algún momento cayó rendido ante las condiciones.

 Ya había perdido la cuenta de los días que habían pasado hasta que una mañana abrió los ojos de manera brusca cuando le dieron una patada en la espalda para hacerla despertar.

— ¡Levántate!— Gritó  el comerciante, — que nada de esto es gratis, debes pagar tu estadía.

Oleika se sentía débil, tenían tiempo que no probaban bocado de alimento, y tomaban agua muy lo largo  y las lobas más fuertes se la quitaban para ellas mismas, por lo que al querer bajarse de la jaula perdió el equilibrio y cayó sobre uno de los guardias.

— ¡Maldita mugrosa!— gritó el guardia aventándola de manera brusca al suelo.

— ¡Oye no dañes la mercancía! — Lo regañó el comerciante, aparentemente el jefe  de todos ellos.

Oleika apenas y fue consiente que la llevaban arrastrando dentro de una especie de local.

Se encontraba detrás de una imitación de escenario, y comprendió todo al escuchar voces de hombres fuertes y ebrios del otro lado.

“Yo quiero una”

“Ahora me faltan un par de piernas para jugar”

“Quiero una linda lobita para cazar”

“Se me antoja una que me la chupe con ganas”

Cada comentario hacia que Oleika se sintiera más y más pequeña y débil.

Las esclavas iban pasando de una en una, a lo que alcanzaba a escuchar ella, la subasta comenzaba en quinientos dólares, y de ahí sólo subía.

Aullidos de dolor y ruidos de golpes ensordecedores era lo que más lograba identificar Oleika desde donde se encontraba.

— Te toca pequeña— Dijo uno de los guardias tomándola por los brazos para arrojarla al escenario, no sin asegurarse que las cadenas estaban bien agarradas a un aro fundido al suelo.

— Esta es una pequeña adquisición— Gritó el comerciante— Es silenciosa, no molesta, buena para correr y además de todo creo que jamás ha sido tocada por nadie. Pueden darle una noche que jamás olvidara— La voz lasciva y llena de dobles intenciones puso a Oleika  la piel de gallina. — Ese cabello rojo seguro está en todo su cuerpo y sólo quien se la lleve lo descubrirá.

Empezaron a escucharse risas y vítores entre todos los presentes.

— Comencemos por quinientos dólares.

— ¡Yo!— Comenzó a escucharse, y muchos otros le sucedieron.

— Quinientos treinta— Gritó otro.

— ¿Alguien ofrece quinientos cuarenta?—Gritaba emocionado el comerciante.

Hasta que  con el monto de mil dólares ganó un lobo que se veía aterrador de cabello cobrizo y barba larga, cuerpo grueso y mirada peligrosa.

— ¡Vendida!

Lo único que alcanzó a ver Oleika fue como era tratada como mercancía y que su vida valía solo unos cuantos billetes.

No se defendería, no tenía fuerza ni energía, la jalaron fuera de la vista de los demás y su ahora “dueño” la miró como si fuera un objeto al que hay que revisar si no está defectuoso.

— Que se transforme. — ordenó lanzándola al suelo en medio del amplio lugar detrás del  escenario.

— ¿Cómo? — Preguntó el comerciante impresionado era la primera vez que pedían algo así.

— La quiero cazar, que pelee por su vida, que luche, quiero escuchar su corazón latir con la adrenalina de saber que su tiempo se termina— Los ojos de su ahora dueño brillaron ante lo que se imaginaba— quiero que se transforme.

— Haz lo que te dice — Ordena el comerciante, pero ella se queda en ese mismo lugar sin hacer movimiento alguno, solo cambiando la mirada entre ellos nerviosa.

Una patada, dos… tres patadas y se hace un ovillo en un intento por cubrirse de los horribles golpes que estaba recibiendo.

En un momento de desesperación grita.

— ¡No tengo loba! ¡No tengo loba!

Los golpes ceden, pero las discusiones no.

— Ya la compró no hay devoluciones. — Dice el comerciante seguro, lavándose las manos y dándose media vuelta.

Pero el comprador extiende su mano y sólo atasca las garras en el pecho del comerciante en un aviso de lo que está próximo a hacer.

— Quiero mi dinero, ahora— Ruge de manera amenazante.

Ella se aleja un poco más deseando desaparecer de su vista,  pero alcanza a ver cómo le entrega el dinero con la mano temblorosa.

En cuanto el comprador se va el comerciante grita al mismo tiempo que escupe sangre.

— ¡Mátenla!

— No… por… favor…— quiere defenderse pero las palabras salen como un susurro, sin fuerza.

“¿Podré salir con vida de esto? ¿Llegará alguien a rescatarme? ¿Será mi final? ¿Por qué me sucede esto? ¿Que hice  para merecer lo que me está sucediendo?”

Fueron los últimos pensamientos de Oleika para quedar en la inconciencia.

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