LiadrekMis manos todavía temblaban cuando entré a mi habitación, incrédulo de lo que había hecho. ¿Cómo pude pedirle un tiempo a la mujer que tanto me costó conquistar?¡Era absurdo!Me apreté el cabello y, por primera vez en mi vida, maldije. Fuerte y audible, con el dolor fluyendo en cada profanación.Y me derrumbé. Caí de rodillas al suelo, con el corazón sangrando y la impotencia obstaculizando el ritmo regular de mi respiración.—¡Soy un imbécil! —despotriqué en mi contra, airado y desesperado.Entonces el arrepentimiento me acarició con sutileza, hasta que el peso de mis últimas acciones me empezó a aplastar y, entonces, lo entendí: Laurel tenía razón en todo.Me sentí una escoria.—Yo te fallé... —reconocí, mortificado, y de momento tuve el impulso de correr hacia ella y pedirle perdón.Necesitaba decirle lo mucho que la amaba, que nadie era más importante que ella en mi vida, que haría lo que fuera para recuperar su confianza.¿Por qué tuve que hacerle esto?—Primero le fallé
LaurelNo fui capaz de enfrentar a Liadrek hoy, así que decidí no ir a desayunar. En su lugar, vine al taller y me puse a leer los libros antiguos sobre los Woses.Necesitaba pistas...Ayayay... Quizás estaba siendo paranoica, pero no había otra explicación.Si mis sospechas eran ciertas, entonces Liadrek corría peligro. Su poder era su debilidad y su pasado, una prisión.Me senté para no tumbar nada, pues mis manos temblaban de una manera que me impedía sostener cualquier cosa. Hice varias inhalaciones y exhalaciones para calmarme, pero era imposible.Había tanto en mi cabeza y corazón que sentía que me asfixiaba. Por un lado, estaba el dolor por el comportamiento de Liadrek y nuestra posible ruptura; y por el otro, la amenaza de ese poder espejo que me atacó anoche.¿Y lo peor? Que, si alguien era capaz de utilizar dicha habilidad, entonces ese chiquillo estaba vulnerable...Ay, debía protegerlo...Él siempre fue tan sensible y apasionado...Otro suspiro...No pude evitar recordar a
LiadrekBusqué a Laurel por toda la casa, pero no la encontré. Necesitaba explicarle por qué era incorrecto que estuviéramos juntos, pero mi lobo gruñía dentro de mí cada vez que lo sugería.Suspiré, porque mi cabeza era un desastre.—Liadrek... —La voz de Dariela me sobresaltó, y de forma instintiva tomé un porte defensivo, como si ella fuera una amenaza.No, era lo contrario; era ella mi protegida. Mi deber era cuidarla, pero...¿De qué o quién?Ella se me lanzó encima, buscando refugio en mi calor. No pude corresponderle. En su lugar, me aparté de repente, como si ella me repeliera.¡Qué locura!—¿Qué te pasa, Liadrek? ¿Te da pena que te vean? —Su última pregunta me hizo mirar por los alrededores. Fue cuando noté que estábamos en el patio.¿Cómo llegué hasta aquí?—¿De qué hablas? No está bien el contacto entre nosotros… Laurel...—¿Qué? Me dijiste que me protegerías y que yo sería la única mujer en tu vida. ¿Por qué la mencionas a ella?¿Qué?—No recuerdo haberte dicho eso... —sus
¿Mi Alfa rogándome que salve a su amante y a su hijo?Soy una loba wosa, eso significa que tengo habilidades por encima de un licántropo común. Mi más preciado poder es el de curación. Soy capaz de sanar heridas que nuestro cuerpo licántropo no puede restaurar, quitar el veneno de la sangre, entre otras curaciones.El problema es que me debilito cuando uso dicha habilidad. Y esa fue la razón por la que decidí dejar a mi esposo, el alfa de la manada Zafiro.Todavía el dolor de su traición está impregnado en mis huesos y mi loba llora nuestra desdicha con rabia y sed de venganza.Aún duele recordar...—¡Zebela! —Sentí un estremecimiento cuando su voz autoritaria me despertó en medio de la noche. Por un momento me emocioné al escucharlo porque había regresado a casa.«Pasará la noche conmigo», celebré en mis pensamientos mientras saltaba de la cama contenta. Me cercioré de no estar desaliñada y le sonreí al espejo porque mi piel tenía ese brillo especial que adquirimos las lobas cuando e
Las lobas wosa somos consideradas una bendición en las manadas, un tesoro invaluable que todos desean tener. Nuestro corazón noble nos convierte en la presa perfecta de cualquier cazador ambicioso y malvado.Dolió saber que eso fui para Roan. Un trofeo que usó a su conveniencia.Tras vivir la horrible experiencia de perder a mi cachorro, estuve inconsciente por varios días donde me mantuve soñando con Roan y todos los momentos que tuvimos juntos.Mis sueños eran mis recuerdos...—Señora Zebela, ya despertó —La voz de la mucama hizo que terminara de abrir los ojos. Me los froté para recuperar claridad en mi visión.—Me duele la cabeza... —me quejé.—Le traje un analgésico. Debe comer, aunque sea un pedazo de fruta antes de ingerir el medicamento, ya que no ha comido nada en tres días. Mire, le traje su ensalada de frutas de todas las mañanas —dijo Lidia con voz suave. Pese a que ella era una empleada que solo hacía su trabajo, era la única persona que no me miraba con desprecio en la m
El silencio reinó en el pasillo mientras Roan esperaba por una explicación. Me pareció irónico, dado que era yo quien debía estar demandando una.—Esta insolente fue a molestar a tu hijo y se atrevió a faltarnos el respeto. —Fue Greta quien rompió el silencio porque yo no fui capaz de articular palabras. ¿Por qué no pude siquiera moverme? Odié ser tan cobarde.—Zebela, ¿qué sucede? —ignoró a su madre y se dirigió a mí con una calma no muy propia de él. ¿Será que se sintió culpable por todo el daño que me estaba haciendo?—R-Roan... —Fue lo único que pude expresar antes de estallar en llantos.¡Qué patética! Me sentía un ser inútil en ese momento.—Ven conmigo. —Él se me acercó y me cargó entre sus brazos, como si justo acabara de descubrir mi fragilidad. Por supuesto, la joya de mi suegra empezó a pelear detrás de él.—Necesito hablar con mi esposa a solas —le dijo Roan como si ella no estuviera a punto de sufrir un colapso, acto seguido, le cerró la puerta de mi habitación en la cara
Allí estaba yo, acurrucada en una orilla de la lujosa pared, sentada en el piso frío y pulido mientras me abrazaba las piernas y lloraba mi desdicha.—¿Cómo te llamas? —me preguntó él con su voz imponente de alfa, pese a que todavía no había sido nombrado como tal, pero Roan lo llevaba en la sangre. Estaba tan asustada que solo sollocé—. No te haremos daño, chiquilla. ¿Acaso no te salvamos de esos rufianes?Por primera vez desde que fui traída a esta manada, miré a Roan a los ojos. En ese entonces, él tenía veinticinco años y yo solo era una cachorra adolescente; sin embargo, su belleza cargada de misterio y peligro me prendó y ese día supe que mi corazón estaría ligado al suyo.Lo amé en secreto por dos años en los que tuve que verlo ser feliz con su mate. Traté de no pensar en él y decidí ignorar cuánto lo amaba. No me alegré para nada cuando ella murió, en especial porque verlo destrozado me ponía muy triste.—Zebela, hace un año perdí a mi pareja y tú ya tienes la edad suficiente
Después de que regresé de mi paseo, entré a la ducha y me di un largo baño donde pensé mejor en mi futuro. Cada segundo que transcurría, la idea de dejar la manada me parecía menos descabellada y una solución a mi desdicha.—Te dejaré libre, Roan. Podrás ser feliz con tu nueva familia... —dije mientras lloraba. Me permitiría ese último momento de debilidad, lloraría por Roan esta vez para no volverlo hacer más. Es lo que esperaba. Sabía que él no se merecía mis lágrimas, pero era mi manera de sanar.Tras un baño reparador, decidí ponerme un vestido fresco y dejarme el cabello mojado porque no tenía ánimo para secarlo. El estómago me ardía a causa de la falta de ingesta de comida, por lo que fui a la cocina a comerme una fruta.—Hasta que te dignas en salir de esa habitación, holgazana —espetó mi suegra cuando entró en la cocina. Supuse que se estaba quedando en la casa por más tiempo del que solía hacer debido al cachorro.Me giré en su dirección, pero verla con el hijo de Roan en bra