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Sergio regresó al auto, su rostro empapado por las lágrimas, sus ojos hinchados y rojos, como si la angustia misma se hubiera apoderado de él.La ira lo envolvía, pero también un dolor profundo que no sabía cómo manejar.—¡A casa, ahora mismo! —ordenó, su voz quebrada, como si cada palabra fuera una carga.Los hombres que lo acompañaban no dudaron ni un segundo, obedecieron con rapidez, conscientes de que algo oscuro se cernía sobre su jefe. No había espacio para preguntas, solo para hacer lo que se le pedía.Al llegar a su mansión, la atmósfera en el aire era densa, cargada de presagio.Sergio no perdió tiempo.Precipitadamente, preparó sus maletas, vació la caja fuerte de todo el dinero en efectivo que poseía, y con una determinación feroz, solicitó su avión privado.Necesitaba regresar a Cirna Gora, pero esta vez, iba a hacerlo en secreto. Nadie sabía que regresaba. Nadie lo esperaba, o al menos, eso creía él.Una sonrisa fría se asomó en sus labios mientras observaba el retrato de
La música envolvía el aire, las risas se mezclaban con las melodías suaves y alegres.El jardín estaba lleno de una vibrante alegría, como si el sol mismo se hubiera detenido un poco más para contemplar la felicidad que emanaba de cada rincón.Todos aplaudían, brindaban y sonreían por los recién casados.Era un momento de celebración, una nueva etapa, un nuevo comienzo.Pronto, la fiesta comenzó a tomar vida propia.La pareja protagonista, Marfil e Imanol, tomaron el centro de la pista para bailar su primer vals como esposos.La pista de baile, brillando bajo las luces suaves, reflejaba la armonía que se respiraba en el ambiente.Ellos danzaban juntos, entrelazados por la música y por el amor que parecía envolverlos como un delicado manto.Bailaban lentamente, sus cuerpos moviéndose al ritmo de la melodía, sus palabras al oído eran susurros dulces y promesas de amor eterno.Los besos tiernos que se compartían parecían detener el tiempo, dejando atrás el mundo para solo existir ellos d
Marfil e Imanol se despidieron de todos.Subieron al coche, sus manos entrelazadas, y comenzaron a conducir hacia el mar Adriático, donde las olas susurraban promesas de libertad.La luna brillaba en el cielo, bañando de un color plata y blanco.Estaban tan emocionados, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos.Pronto llegaron al muelle.El crucero que los esperaba era todo lo que Marfil había soñado, un palacio flotante de lujo y elegancia, rodeado de vida y alegría.Pero, a pesar de la multitud, solo se veían el uno al otro.Se dirigieron a su camarote, no cualquiera, sino el especial para luna de miel.Marfil se sintió como una princesa, con un vestido nuevo que la hacía sentir más viva que nunca, pero también vulnerable, porque sabía que algo muy importante debía decir.Imanol la acompañó hasta la puerta del camarote.Un empleado les sonrió y los dejó entrar.Marfil quedó en silencio por un momento al ver cómo el lugar estaba decorado con rosas rojas, velas y luces su
La madrugada llegó en silencio, envolviendo la habitación con una calma casi inquietante.Marfil se despertó lentamente, con el corazón agitado, como si un peso invisible presionara su pecho.Respiró hondo, sintiendo el frío del amanecer que se acercaba.Se levantó con cuidado para no despertar a Imanol, que dormía a su lado, ajeno a los tormentos que recorrían su mente.Con manos temblorosas, se puso el vestido de dormir.Se acercó al balcón, dejando que la brisa fría acariciara su rostro.El cielo estaba plagado de estrellas, brillando con una intensidad que la deslumbró. La luna nueva, blanca y serena, se alzaba sobre el mar oscuro.El mar… frío, lejano, como la verdad que estaba a punto de soltar.La oscuridad de las aguas reflejaba su incertidumbre, su miedo a lo que vendría. Pero no podía seguir viviendo así, atrapada en su secreto.Sabía que debía decirle todo, finalmente.El peso de la culpa y el secreto la aplastaban.De repente, sintió unas manos cálidas rodeando su cintura
«Mi esposo me engaña», Ariana Torrealba temblaba.Sus manos apenas podían sostener el teléfono móvil, mientras su corazón latía con fuerza, golpeando su pecho como un tambor de guerra.Su respiración era errática, entrecortada, y una sensación de ardor le recorría la garganta.Sus ojos, abiertos de par en par, estaban fijos en la pantalla, en esas palabras que parecían puñales clavándose directo en su alma.«¿Sabes que tu esposo está en mi cama? Hoy no llegará a dormir, querida socia, puedes esperarlo, yo lo voy a atender muy bien.»Los dedos de Ariana resbalaron sobre la pantalla mientras se desplazaba por los mensajes, su visión nublada por las lágrimas que corrían sin control por sus mejillas.Y entonces vio las fotos.Su esposo, Sergio Torrealba, dormía en una cama que no era la suya.Su rostro relajado, su brazo enredado en el cuerpo de otra mujer, abrazándola con la misma ternura con la que tantas veces la abrazó a ella.Esa mujer... Ariana la reconoció de inmediato.Lorna.Gere
Ariana despertó con los ojos hinchados y la garganta seca. No había dormido bien, pero tampoco esperaba hacerlo. Su corazón estaba destrozado.Tomó su teléfono de la mesita de noche con manos temblorosas.Apenas lo desbloqueó, la pantalla se iluminó con una nueva notificación. No estaba preparada para lo que vio.Un video.Con un nudo en el estómago, presionó "reproducir". Sus pupilas se dilataron, el aire abandonó sus pulmones y un dolor punzante le atravesó el pecho.Ahí estaba Sergio, su esposo, el hombre al que le entregó su amor y su confianza… con otra mujer.No eran simples caricias ni besos robados.No, aquello era crudo, brutal, una confirmación de lo que ya sospechaba, pero que en el fondo deseaba no fuera real.Ariana sintió arcadas.Soltó el teléfono y corrió al baño, cayendo de rodillas junto al inodoro.Vomitó bilis, el vacío en su estómago solo hacía más doloroso el espasmo.Lágrimas calientes caían sin control mientras apretaba los puños contra el suelo frío de mármol.
—¡Respóndeme, Ariana! —gritó Sergio, sacudiéndola con fuerza.Ariana sintió miedo.No era la primera vez que discutían, pero algo en sus ojos… algo en su expresión… la hizo estremecerse. Había furia, desesperación, pero también algo más oscuro, algo que la puso en alerta.«Si le digo que me iré, ¿qué pasará? No… no puedo hacerlo ahora. Nuestra despedida debe ser limpia. No quiero peleas, no quiero escuchar sus excusas. No hay disculpas para lo que me hizo.»Tomó aire, obligándose a mantener la calma.—¿De qué hablas? —preguntó con voz controlada—. Hoy acompañé a Miranda con una abogada. Tiene problemas serios con su esposo… ella va a divorciarse.El agarre de Sergio se aflojó al instante. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero lo que más resaltó en su rostro fue el alivio.—¿Miranda…? —susurró, parpadeando.Por un segundo, temió haber dejado entrever demasiado.Ariana lo notó. Su mirada afilada lo perforó con sospecha.—¿Y por qué crees que yo pediría el divorcio, Sergio? —preguntó c
Al día siguienteAriana observó a su esposo salir de casa como lo hacía cada mañana.Desde la ventana, lo vio subir a su auto con la misma calma de siempre, como si todo siguiera igual, como si la traición no existiera.El nudo en su garganta se hizo más fuerte, y apenas el coche desapareció por la calle, ella tomó aire y salió con el chofer rumbo a casa de Miranda.Cuando llegó, su amiga ya la esperaba con el ceño fruncido y los brazos cruzados.Pero en cuanto la vio, su expresión se transformó en pura compasión.—¡Ariana! —susurró, extendiendo los brazos.Ariana corrió hacia ella y la abrazó con todas sus fuerzas, aferrándose como si ese abrazo pudiera sostener los pedazos de su alma rota.—No puedo creerlo —susurró Miranda, con el enojo y la incredulidad marcados en su voz—. Si no hubiera visto esas fotos con mis propios ojos, jamás habría pensado que él te engañaría. Siempre fue el esposo perfecto… y ahora…Las lágrimas de Ariana rodaron sin control.—No sé qué pasó… Nos perdimos…