Sujetó mi barbilla y la manipuló para que pudiera recibir su boca cómodamente. Me estremecí cuando su lengua repasó mis dientes, estaba experimentando, probando, tomándose su tiempo para conocer todo el interior de mi cavidad bucal. Sus propios dientes encontraron divertido mordisquear mis labios y fue cuando mi sumisión terminó.
—¿No te gusta? —preguntó nervioso cuando me alejé de su boca.
—Demasiado diría yo —respiré ruidosa.
Tiré de su cuerpo hacia mí mientras retrocedía hacia el escritorio, me subí sobre él y abrí mis piernas para traerlo más cerca de mí, sonriéndole con nada más que lujuria. Quería quitarle la ropa, sentir su piel contra la mía, quería que experimentara todo lo que quisiera conmigo.
No siguió esperando, volvió
Tomas.No sabía que había hecho mal, no lo entendía. Temía con horror haber hecho algo que la hubiera lastimado de alguna forma, porque por la forma en la que había huido de mí no podía pensar en otra cosa.Verona se había sentido bien entre mis brazos, perdí el control con ella, lo sabía. Besarla, tocarla, sentirla frotándose contra mi cuerpo me había llevado a otro nivel lleno de sensaciones que no conocía. Me hizo sentir vivo y entonces…Beatriz había tenido que aparecer.El rechazo drástico de Verona seguía dándome vueltas en la cabeza. Sabía que algo la había molestado, pero ¿qué era?—Los extraño tanto en esa vieja casa —suspiró mi madre, presionando mi mano—. Me hacen mucha falta.—Mamá —sonreí, sin saber que decir.
Respiré profundo y tomé el agua para beberme el vaso entero.Había estado a punto de dejar que mi mente me retuviera, nunca me había pasado con algo así, claro que nunca había tenido a una Verona Robinson.—Eres encantadora.La suave risa de la joven mujer me hizo mirar hacia ella.—Gracias, Dana.Se sentó a mi lado, no tuvo opción, los otros puestos se encontraban ocupados.—Ustedes dos son tan iguales y distintos a la vez —suspiró mi madre viendo a los hermanos—. ¿De quién heredaste esos preciosos ojos, querida?Silencio. Cuando estuve a punto de intervenir, Marco me ganó.—De nuestra madre —respondió con tranquilidad—. Verona se parece mucho a nuestra madre.Compartió una mirada con su hermana. Este tema de conversación no me gustaba, sabía
Tomas.Hice que pusiera de pie, cerré la puertilla y miré que todo estuviera en orden antes de quitarle la venda. Observé mis dedos temblar al deshacer el nudo.Cuando la seda cayó, Verona cubrió su boca para no chillar.—Qué. Demonios —jadeó.Cualquiera podría decir que estábamos expuestos en el techo, pero no era así. Las paredes de la habitación eran de cristal, nos protegían de las intentas temperaturas de la noche y del viento salvaje. Se podía ver mucho, más la habitación no podía ser vista desde ningún punto.Verona levantó la cabeza y miró el cielo repleto de estrellas.El techo tenía forma de cúpula y también era de cristal.Este era uno de mis tesoros.—Dios mío, Tomas —estaba sonriendo. Caminó hacia la mesa llen
Estaba mojada, llorando y temblando como una niña pequeña asustada.Había demasiado rápido.Salí a montar en la mañana, el día seguí siendo frío, pero al menos no estaba lloviendo. Tomé a Kole y pedí permiso para llevármelo. Lo extraño sucedió cuando llegamos a los límites del terreno Galger, el caballo quiso ir más allá y yo me había sentido tan aventurera que le dije a los hombres de seguridad que no se preocuparan.Fuera de los terrenos el caballo dejó de obedecerme, tiré de las riendas, pero no se detuvo.Me había asustado, pensé en saltar del caballo y dejarlo irse, pero entonces no tendría como volver. Kole se detuvo cuando llegamos a esa laguna donde realizaban los bautizos. Fue a tomar agua y yo lo desmonté.El lugar era bonito, se escuchaban las aves y no había nadie.
Cubrí mi boca con la manta para evitar que las carcajadas se escucharan en el pasillo. Me encontraba en plena lucha de chistes con Tomas Galger en su cama.—Es…es tan malo que da risa —logré decir.Era mi turno de decirle un chiste y le conté uno de los primeros que se me ocurrió.Mientras el loco de mi chiste escuchaba salsa yo me deleité escuchando la risa de Tomas. Su risa estaba tan llena de vida, debía reír más y no me refería a sonreír, si no a reír de verdad, justo como ahora. A verdaderas carcajadas.—Deberías actualizar tu lista de chistes, son malos y viejos —criticó.Disfrutaba sintiéndome compartir risas con él, recién despiertos, con nuestros alientos apestosos y ojos hinchados. Era perfecto. Aunque nuestros alientos no apestaban.Respiré cansada, mi panza estaba comenzando a
—Eso se enseña aquí en Klayten, ¿sabes?, por eso insistimos tanto en que si se van a hacer negocios en estas tierras, todos deben salir beneficiados. Todo y todos. La tierra, las personas, lo animales.—Estoy de acuerdo y lo entiendo.—No todo el mundo lo hace —declaró—. Supongo que no todos tienen el alma y el corazón abierto.Me sonrojé.Pasos interrumpieron el silencio.Tomas se adentró al comedor sonriendo, su madre sostenía su brazo. Ya no tenía el sonrojo que adornaba su rostro cuando nos había encontrado a Tomas y a mí en la habitación.Sentí la mirada de Dana sobre mí.—¿De qué conversaban? —preguntó la señora Galger.—De la señorita Verona y su fundación —contestó el señor Helan.Dana sonrió.
—¡Largo! —espeté.Escuché sus pasos y la puerta, me dejé caer sobre un sofá.¿Por qué era tan difícil? ¿Por qué?Limpié las lágrimas que no se detenía. Me dolía.Pero no iba a rendirme. Tomas Galger era un “sí”.Por él iba a arriesgarme.*****Observé el vestido floreado, era negro y tenía pequeñas margaritas esparcidas por todos lados. Era el festival de las flores, lo creía bastante apropiado.Mi puerta fue tocada.—Adelante —dije, la voz me salió ronca, no había hablado desde la discusión con Marco. Tomas entró con cautela, manteniendo sus movimientos formales. Vestía ropa casual, un jean y una camiseta que lo hacía lucir joven, sensual. Me miró algo decaído.—&iqu
—Perdón, no quería soltarte…—se interrumpió a sí mismo mascullando cosas en su idioma—…desapareciste, en un momento te tenía y al siguiente…—me abrazó con fuerza—. ¿Estás bien? Dime que estás bien, por favor, Verona.Jadeé aturdida por las emociones.—Estoy bien, ¿Y Tú? ¿Hallaste a tus padres? ¿Dónde está Jesús? —farfullé.—Mis padres están en el auto, Jesús está buscándote, yo no pude quedarme quieto sabiendo que estabas…Vine a buscarte.Le dije que estábamos bien, que yo estaba bien. Solo paré cuando estuve segura de que él no se desplomaría primero que yo.Buscamos a Jesús y lo encontramos con un grupo de oficiales. Juntos somos escoltados hasta el auto donde nos esperaban sus padres.