Cubrí mi boca con la manta para evitar que las carcajadas se escucharan en el pasillo. Me encontraba en plena lucha de chistes con Tomas Galger en su cama.
—Es…es tan malo que da risa —logré decir.
Era mi turno de decirle un chiste y le conté uno de los primeros que se me ocurrió.
Mientras el loco de mi chiste escuchaba salsa yo me deleité escuchando la risa de Tomas. Su risa estaba tan llena de vida, debía reír más y no me refería a sonreír, si no a reír de verdad, justo como ahora. A verdaderas carcajadas.
—Deberías actualizar tu lista de chistes, son malos y viejos —criticó.
Disfrutaba sintiéndome compartir risas con él, recién despiertos, con nuestros alientos apestosos y ojos hinchados. Era perfecto. Aunque nuestros alientos no apestaban.
Respiré cansada, mi panza estaba comenzando a
—Eso se enseña aquí en Klayten, ¿sabes?, por eso insistimos tanto en que si se van a hacer negocios en estas tierras, todos deben salir beneficiados. Todo y todos. La tierra, las personas, lo animales.—Estoy de acuerdo y lo entiendo.—No todo el mundo lo hace —declaró—. Supongo que no todos tienen el alma y el corazón abierto.Me sonrojé.Pasos interrumpieron el silencio.Tomas se adentró al comedor sonriendo, su madre sostenía su brazo. Ya no tenía el sonrojo que adornaba su rostro cuando nos había encontrado a Tomas y a mí en la habitación.Sentí la mirada de Dana sobre mí.—¿De qué conversaban? —preguntó la señora Galger.—De la señorita Verona y su fundación —contestó el señor Helan.Dana sonrió.
—¡Largo! —espeté.Escuché sus pasos y la puerta, me dejé caer sobre un sofá.¿Por qué era tan difícil? ¿Por qué?Limpié las lágrimas que no se detenía. Me dolía.Pero no iba a rendirme. Tomas Galger era un “sí”.Por él iba a arriesgarme.*****Observé el vestido floreado, era negro y tenía pequeñas margaritas esparcidas por todos lados. Era el festival de las flores, lo creía bastante apropiado.Mi puerta fue tocada.—Adelante —dije, la voz me salió ronca, no había hablado desde la discusión con Marco. Tomas entró con cautela, manteniendo sus movimientos formales. Vestía ropa casual, un jean y una camiseta que lo hacía lucir joven, sensual. Me miró algo decaído.—&iqu
—Perdón, no quería soltarte…—se interrumpió a sí mismo mascullando cosas en su idioma—…desapareciste, en un momento te tenía y al siguiente…—me abrazó con fuerza—. ¿Estás bien? Dime que estás bien, por favor, Verona.Jadeé aturdida por las emociones.—Estoy bien, ¿Y Tú? ¿Hallaste a tus padres? ¿Dónde está Jesús? —farfullé.—Mis padres están en el auto, Jesús está buscándote, yo no pude quedarme quieto sabiendo que estabas…Vine a buscarte.Le dije que estábamos bien, que yo estaba bien. Solo paré cuando estuve segura de que él no se desplomaría primero que yo.Buscamos a Jesús y lo encontramos con un grupo de oficiales. Juntos somos escoltados hasta el auto donde nos esperaban sus padres.
El aire frio golpeaba mi rostro tenso. No estaba contenta. Me sentía mal. Tener que dejar este lugar tan maravilloso, a Tomas, eso me hacía sentir totalmente mal.Observé la forma incomoda en la que mi hermano y Tomas estrechaban sus manos.—Nos veremos pronto, Tomas —dijo Marco con tranquilidad.Tomas solo asintió, su rostro estaba tan serio como el mío.Las despedidas eran difíciles. Las odiaba. Era como que no sabías qué decir o qué hacer para que no fuera tan doloroso. Las despedidas significaban distancia, separación. Yo no quería sentir eso entre Tomas y yo, no ahora que apenas estábamos comenzando.Esta mañana al despertar nos habíamos quedado un rato en la cama, en silencio, solo acariciándonos. Intenté llenarme de él todo lo que pude, sabía que sería la última vez...Por un tiempo. La dulce
En la mañana, cuando entré al gimnasio de mi casa me sentí extraña. Ajena.A solas hice mi rutina de ejercicios, anotando mentalmente cada una de las diferencias que había con el salón de ejercicios de la casa de los Galger.El hecho de sentirme extraña no significaba que no hubiera extrañado mi casa. Me encantaba Voutere, su gente y mi vida aquí.Bajé al comedor y mi familia ya estaba allí, comenzando a servirse.—Buenos días, mi amor —saludó papá.—Buenos días, papá —miré a mis amigas y a Ginger—. Buenos días.El desayuno iba fenomenal hasta que papá comenzó a preguntarme sobre Tomas Galger.—¿Cómo te ha parecido el hombre?Lucinda se ahogó con su jugo y el resto quedó en silencio.Decidí que no tenía tie
Era trágico, pensé que llegaría a disfrutarlo, pero no era así. Mi habitación me recordaba a la habitación que había tenido en la mansión Galger. Era hermosa. Increíble. Y trágica. Tenía recuerdo de nuestros besos, tenía recuerdo de nuestras caricias, también…de la vez que despertamos juntos.Estaba cansada, era tarde y lo menos que deseaba era estar sola.Había pasado toda la tarde en una fiesta de beneficencia, en ella me había sorprendido mi primo Dexter Cassini. Mi gemelo perdido. Con grandes ojos azules idénticos a los míos, cabello castaño natural y una sonrisa arrebatadora.Él y yo éramos dos gotas de agua, me había dolido muchísimo cuando había regresado a Italia, pero ahora estaba de vuelta y lo adoraba. El resto de la fiesta no volvimos a separarnos, necesitábamos eso y m&aa
Tomas. Me enloquecía. En todos los sentidos. Ella era tan desgarradoramente única. Sus juegos me volvían loco, sabía que nunca podría decirle que “no” a nada de lo que ella me pidiera. A nada. Me tenía envuelto y sin siquiera intentarlo. No me molestaba, lo disfrutaba, tanto como esa indecente y lujuriosa llamada telefónica. No podía creer que me hubiera hecho eso, ahora mi mente se la pasaba reviviendo su voz, el sonido de su respiración, sus gemidos…lo que seguramente se había estado haciendo a sí misma. Esa escena no me dejaba dormir y cuando lograba hacerlo, soñaba con ello y despertaba frustrado. Todo en lo que pensaba era en su ausencia. Ella me había hecho caer redondito a sus pies y la extrañaba. Cada día. Desde que se había ido la casa se sentía vacía, solitaria, silenciosa. Verona es un verano cálido, sin ella esta casa parecía sumergida en un eterno invierno. Mi hermoso verano. Creía que me había vuelto adicto a mi
Era el día de la fiesta, estaba nerviosa, eufórica, emocionada.Algunos invitados ya habían llegado, me saludaban con efusividad y me felicitaban por el gran trabajo que había logrado. Estaba en la entrada de la casa, recibiéndolos a cada uno de ellos, para mí no había nada mejor que ser recibido por el anfitrión de la fiesta.—Todo va de maravilla —alabó papá, besando mi mejilla—. Relájate un poco.Un par de horas después todos había llegado ya, mis amigas se ofrecieron a ayudarme mientras me empujaban para que bailara con mi primo. Estaba tan enfocada en que todo saliera perfecto que estaba olvidando pasarla bien.—Estás bellísima, niña —halagó Dex—, pero te noto estresada.Asentí.—Quiero que todo sea perfecto —confesé, viendo sus ojos tan parecidos a los m&iac