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Lukyan estaba parado junto a su esposo mientras escuchaba el dramático discurso que daba un lobo delante de ellos y parte de la manada en el salón central de la mansión. Era un lobo joven y sus lágrimas desacreditaban su aspecto varonil. Estaba arrodillado en el suelo y rogaba por ser acogido por el alfa Dante dentro de su manada apegándose a la reputación de benévolo que lo precedía. Pero el alfa a su lado a pesar de no mostrar desagrado tenía los labios apretados. Y Lukyan ya llevaba suficientes años a su lado para saber que este no era buen síntoma, estaba tenso y eso no era bueno.

Los dedos de él se enredaron con disimulo con los de Dante y le hizo un leve movimiento de negación con la cabeza, no hacía falta intercambiar muchas palabras entre ellos. Su sexto sentido le decía que algo no encajaba en su historia demasiado perfecta.

Supuestamente había sido expulsado de la manada de Crystal donde regía Asule, el más viejo de todos los alfas del Consejo y aunque era sabido que era un lobo sumamente estricto no se conocía ningún caso de violencia como alegaba el desconocido delante de ellos, si fuera así ya Lucian hubiera intercedido. Incluso era de todas las manadas la que mejor estaba ubicada y mejor desarrollo tenía, donde las tierras de cultivo eran abundantes y un excelente sitio para la caza por lo que los recursos eran abundantes. Y esto era un hecho sabido por todos, por lo que los espectadores estaban mirando confusos como su alfa iba a actual, tal vez decía la verdad, pero nadie podía decir nada con exactitud.

Dante apretó se frente con los dedos, podía oler el nerviosismo viniendo del lobo, pero no sabía exactamente por qué. También había otra fragancia, una extraña y que no podía identificar ocultando el verdadero olor del intruso. Eso lo hizo gruñir mostrando sus colmillos, solo lo mantenía más calmado el calor de la mano de su esposo. Siempre era su apoyo

 -Por favor alfa respóndame, quiero saber que voy a hacer en mi futuro- el lobo se arrastró más cerca de él, pero se detuvo al escuchar un gruñido por parte de Dimitri que estaba a un lado de su hermano, Falco, su beta se mantenía del otro lado de Lukyan sin perderle movimiento.

 -Debemos averiguar bien tu situación. No estoy negando que puedas ingresar a la manada, cualquiera puede formar parte de la familia, pero no puedo hacerlo simplemente cuando dices de Asule está siendo cruel con su manada. Sabes que acusar a un alfa sin pruebas está en contra de la ley lobuna- el tono usado por Dante era autoritario.

 -Lo sé alfa, lo sé muy bien, por eso- una sonrisa salió de los labios del lobo que escondía su rostro entre el cabello para moverse rápido después- por eso es que no me importa hacer esto- el lobo se lanzó rápidamente contra Dante sacando un cuchillo tan afilado que hasta él mismo se hirió y arremetió sin miedo contra el alfa en un movimiento ágil y rápido.

Dimitri reaccionó como siempre velozmente y se interpuso entre su hermano y el agresor. Dante había lanzado a Lukyan detrás de él y todos comenzaron a gruñir cuando el atacante se detuvo en la mitad del camino y cayó en el suelo dando un fuerte gritó apretándose la cabeza.

 -¿Qué es esto?- el agresor sentía que su cabeza quería colapsar de momento –AHHHHHH- sal de mi cabezaaaaaaa- se contorsionaba en el suelo de un lado a otro hasta que con un último grito se quedó con los ojos en blanco y tieso. Su respiración era leve pero estable. Había quedado en shock.

Dimitri esperó unos segundos y se acercó al cuerpo. Se arrodilló para palpar su pulso en el cuello, pero algo le hizo girar su rostro al escuchar una aguda voz.

-No te preocupes, no está muerto, solo lo puse a dormir-

 Todas las miradas se giraron hacia al joven menudo que caminaba entre ellos después de entrar por la puerta sin que nadie se diera cuenta. Cubierto por una gruesa capa solo dejaba visible su cabeza y el larguísimo cabello negro. Se detuvo al lado del cuerpo sonriéndole con la misma sonrisa que le había dado a aquel alfa, lo que esta vez a su tío.

Lukyan salió de detrás de Dante y caminó hacia él, su rostro estaba desfigurado de la impresión. No le costó trabajo reconocerlo.

 -¿Aidan?- la voz del lobo salió inestable.

-He vuelto a casa Ma-

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