Las piernas me tiemblan mientras bajo las escaleras y me encuentro con algunos miembros de la banda reunidos en el salón enfrentados con mis padres. El corazón casi se me sale por la boca y quiero volver a subir corriendo. Estoy con mi pijama puesto, seguramente con cara de haberme estado a punto de quedar dormida, y descalza. El frío del suelo me mantiene en la realidad. Se les ve bien, perfectos y pulcros como siempre, como a unos tiranos. Quiero que Killian los destroce porque yo nunca he sido capaz y ni lo seré por mi cuenta.
—Hija... —exhala mi madre y por como me mira casi me convence de que ha estado preocupada.
—Dana —me llama Killian y me hace un gesto de cabeza sin dejar de mirar a mis padres—, ven aquí —me ordena.
Camino descalza hasta estar a su lado y el simple echo de estar tan cerca suya me hace sentir extrañamente protegida, segura.
—Deja que vuelva con nosotros, te lo devolveremos todo.Dana... ven aquí, cariño —insiste mi madre.
—No va a ninguna parte. Está bien, ya la véis —sentencia él—. Si no tengo el dinero aquí en tres días, estáis jodidos. Dana tiene cosas muy valiosas aquí —continúa y me toca un dedo la cabeza—, por eso la queréis de vuelta. No me hagáis joderos también con la otra inútil de vuestra hija porque esa si que no me valdría de nada.
La forma que tiene de amenazar me da miedo hasta a mi.
—No nos amenaces tanto, Killian —le reta mi padre. Quizás debería dejar de pensar en él como tal, Carl no es mi padre, es un hombre despreciable.
Abre la boca para decirle algo más pero el teléfono de Killian ruge con fuerza. Se lo saca del bolsillo y las facciones se le tensan. Cuando se guarda el teléfono no augura nada bueno.
—Estáis bien jodidos —amenaza a mis padres y juraría que se les quiere echar encima. Da órdenes, manda a los miembros de la banda fuera del edificio a vigilar, otros dos se quedan vigilando a mis padres y entonces me mira—. Sube con Andrea y os encerráis en la habitación.
Antes de poder reacionar una ventana estalla y los cristales salen volando en todas direcciones. Killian me envuelve con sus brazos alejándome de allí y me aferro a su camiseta como si eso sirviera de algo para protegerme. Me apoya una mano en la cabeza y me aprieta contra su boca que me habla al oído.
—Sube y quédate con Andrea. Lo resolveré —me dice.
El rugido de las motos fuera del edificio, los gritos, los disparos... Intento separarme de Killian pero no puedo. Nunca he tenido tanto miedo en mi vida. Incapaz de caminar por mi cuenta, Killian me lleva hasta las esclaeras y me coge por las caderas alejándome de él. Sus ojos negros absorben los míos, sosteníendome con sus dedos encajados en mis mejillas.
—¿Te ha quedado claro lo que he dicho?
Asiento como puedo.
—¿Vienen a por mi?
—Subiré a buscarte cuando esto termine —dice.
Subo corriendo y me encierro con Andrea en su habitación. Está tan nerviosa como yo y nos metemos bajo las sábanas esperando que todo termine. Extrañamente todo parece mucho más calmado de lo que pensaba, apenas se oye algo durante un largo rato y me agazapo a la ventana para ver como casi todas las motos se van. Todo está en silencio hasta que no lo está.
—¡Quiero verla, joder! He retirado a mis chicos porque ella está aquí pero no me jodas, Killian, porque te tengo a un tiro de quitarte de enmedio.
El silencio me da miedo, espero por un disparo o algo... Que nunca llega. Andrea me aprieta el brazo con fuerza y me clava sus uñas en la piel cuando se escuchan las voces fuera.
—Están dentro —dice el chico que vigila la puerta y luego llama—. Dana, el presidente quiere que bajes de nuevo.
Andrea me suelta y se acerca conmigo al pasillo donde el chico me mira de cabeza a pies y señala el echo de que voy descalza. Andrea me deja unas zapatillas y lo entiendo mejor cuando veo el desastre de la planta baja. Todo está lleno de cristales rotos y hay una estanteria tirada en el suelo con todo por ahí revuelto. Es un caos, pero no hay peleas, no hay gente, está todo misteriosamente silencioso. Las únicas personas que quedan a mi vista dentro del salón son mis padres, Killian, y otro hombre mayor.
—¡No! —grita mi madre y le recrimina al hombre—.¿Qué derecho te crees que tienes?
Es intimidante, casi como Killian. Es grande, alto, con el pelo rubio casi blanco y enredado en un moño y los tatuajes le llegan hasta la mandíbula. Lentamente se guarda la pistola en los pantalones y abre la boca.
—Aquí la tienes —se adelanta a decir Killian. ¡¿Qué?! ¿Me va a entregar a este hombre?
—Ven aquí, Dana —me llama.
—No va a ninguna puta parte. Querías verla, aquí la tienes, está perfecta. Pero se queda conmigo.
<< Ufff >>
—Nunca te ha importado y ¿lo va a hacer ahora? No eres mejor que yo —replica mi madre.
Me siento como un partido de tenis y ni siquiera lo entiendo. Los cristales crujen cuando me acerco y vuelvo a plantarme al lado de Killian casi escondiéndome tras él.
—¿Qué pasa? —pregunto en voz baja, pero entre el silencio se escucha demasiado.
Todos me miran y el aire tan pesado me marea, me asfixia. Veo a mi madre, a Carl, al otro hombre... Ay Dios. No fue el jardinero, no fue nadie de la mansión. Mi madre estuvo con un hombre de bandas. Con este hombre.
Yo jamás he sabido nada de mi padre más allá de que era un simple jardinero, un hombre que no valía para nada o eso se dedicaron a decirme. ¡Mentirosos! Y todo se reafirma cuando empiezan a discutir.
—Yo la podría haber cuidado muchísimo mejor que vosotros.
—Tú no sabes una m****a de como criamos a nuestras hijas —dice Carl y quiero tirarle un zapato.
—No hablo contigo puto estafador de m****a. Hablo con la zorra que tienes como mujer. ¡¿Cómo coño se te ocurrió hacerme creer que estaba muerta?!
¡¿Qué?!
—¡Era por su bien! —chilla ella.
—¡Soy su padre, joder! Y se va a venir conmigo.
¡No!
Me sujeto a Killian como si fuera un poste del que no me quiero soltar.
—Ya basta —ordena el hombre a mi lado. Su voz dura corta toda conversación—. Si quieres hablar con ella aquí la tienes pero te repito que no se va a ninguna parte. No quiero ni un puto grito más en mi club.
—Quiero hablar a solas con ella.
Killian me aleja de él y me siento como un cervatillo.
—Podéis hacerlo en mi despacho, vigilados, más te vale no hacer gilipolleces.
—¿Pero qué dices? —siseo.
Me mira y aunque intente estar tranquila, no puedo. ¿Me va a meter en una habitación con este señor que dice ser mi padre? ¡No lo conozco!
—Estarás bien. No va a hacerte nada.
—Dana, solo quiero hablar.
—¡Que no! —chilla de nuevo mi madre.
—Carl, controla a tu puta si no quieres que esto sea peor.
No me sorprende que Carl le tape la boca a mi madre con fuerza. Killian en cambio los deja ir.
—Largo de aquí, ya sabéis lo que quiero y cuando lo quiero.
—Tú no puedes tenerla, no eres un buen hombre y...
—Cierra la boca, es mi hija.
—No...
—Es mía —sentencia Killian y la piel entera se me eriza—. Dana no se va con nadie que no sea yo. Dejad de discutir como imbéciles cuando tenemos otras cosas más serias entre manos. Cuando tenga lo que me pertenece ya hablaremos de nuevo. Roy, dame tu pistola y deja tus armas fuera.
Puede que sea por todo o por nada, por el barullo de cosas que tengo en la cabeza, pero Killian llama a Ben para saque a mis padres de aquí y yo sigo a Killian escaleras abajo hasta su despacho. Recoge la pistola de Roy y un par de navajas que tenía escondidas y nos deja solos. Él no deja de mirarme y quiero salir corriendo.
—Tranquila, no voy a hacerte nada. Te he estado buscando desde que me enteré de la hija desaparecida de esos gilipollas. En realidad pensé que eras la otra, cuando me dijeron que había salido a la luz que había una segunda hija supe que eras tú.
—¿Eres mi padre de verdad? —dudo.
Aun así, si me concentro, creo que puedo entender de dónde he sacado mis ojos azules: de él. Y mi pelo rubio aunque lleve muchísimo tiempo teñido de castaño para pretender que era más de "su familia perfecta".
—Lo soy. Estuve con tu madre hace demasiado porque su matrimonio perfecto es una farsa, te estuve viendo en secreto hasta que cumpliste los tres años y me dijo que estabas muerta. Deberías venir conmigo, soy tu padre y quiero cuidarte, recuperar el tiempo.
Puede que sea mi padre pero yo no lo conozco.
—Estoy bien aquí.
—¿Con el hijo de puta de Killian?
—Me trata bien.
—Te ha secuestrado a cambio de dinero de la droga, eso no es tratarte bien.
—En realidad yo estaba escapando de la mansión —admito—. Killian me encontró caminando por la carretera
.—¿Por qué huías?
Teniendo en cuenta que yo no tengo nada que perder, se lo cuento todo como se lo conté a Andrea en su día, obviando un poco las torturas de Jess y las cosas que sé. No puedo ir pregonando por ahí que tengo información valiosa en mi cerebro. A cada cosa que cuento veo como se enfada más y más, crece sobre la silla y no deja de soltar improperios. Se parece a Killian y a los miembros de la banda con esa boca tan sucia.
No me puedo creer que sea mi padre.
—Veintidós años... Qué mayor eres —dice.
—Sí.
—En mi club estarás bien, Dana. Haré que te decoren una habitación a tu gusto y te cuidaré como no lo he hecho en todo este tiempo. A mi no me deben nada, yo no te usaré como moneda de cambio.
—Yo... No dudo en que Killian puede que deje que vengas si quieres hablar conmigo.
Suspira y se deshace el moño que sujeta su pelo casi blanco. Se pasa las manos por él con desesperación.
—Vamos a ayudar a Killian a conseguir su puto dinero para que puedas salir de aquí y entonces volveré a por ti.
Por la mañana le devuelvo las zapatillas a Andrea y al bajar a la cocina me encuentro con un montón de chicas limpiando el estropicio de la noche anterior. Andrea me ha hablado un poco de estas mujeres, pasan por el club y por los hombres de la banda esperando que alguno le dé más que sexo, esperando ser reclamas por estos hombres para ser parte de la banda como Andrea lo es por ser la pareja de Ben, eso le da protección, le da trabajo, le da una casa y le da amor. Pero estas mujeres lo fuerzan y se terminan conformando con ser mujeres que solo se usan por el sexo. Al parecer les gusta porque hacen de todo por estos hombres: limpian, cocinan, algunas tienen trabajo en el bar y a otras les pagan por el sexo.Y para estar en pleno invierno, en el tiempo que llevo aquí siempre las he visto vistiendo estos vestidos cortos o con camisetas tan ajustadas y ligeras que las tetas casi se les salen de la tela. Yo me paso el día en sudadera, en pijama o con algo de ropa que Andrea me deja para p
Levanto las caderas para que me quite los pantalones y al erguirse, él también se quita los suyos y se queda en calzoncillos. También quiero ser más valiente así que empiezo por quitarme la camiseta y estamos a la par en ropa interior. Se encorva sobre mi cuerpo, sus labios se aplastan contra mi escote y me dejan un rastro de besos por todo el cuerpo. No sabía que esto podía sentirse tan bien.Me doy unas palmaditas en la espalda por haberme depilado ayer porque estoy lisa cuando sus manos me tocan, cuando sus dedos se enredan en la tela de mi ropa interior y me la hacen a un lado para tocarme. Es la primera vez que gimo. A veces he intentado tocarme en la soledad de mi habitación, pero nunca he sentido mucho.—¿Te has tocado alguna vez?—Sí. Me parece que logro sorprenderlo.Sonríe y me muerde la piel del pecho.—¿Te has metido los dedos?Su dedo se empuja dentro de mi, es mucho más grueso que el mío y se siente mucho más diferente, mucho m
Por la noche es cuando tengo más tiempo de pensar. Su casa tiene dos habitaciones pero estamos en la suya y cuando se tumba a mi lado y el colchón se hunde, me deslizo hasta quedar pegada a él. Siento como sus dedos me acarician el costado y doy media vuelta para mirarlo. En la noche, tumbados en su cama, Killian es oscurso y misterioso, y muy guapo.—No quiero volver a la mansión.—No vas a volver allí.—Pero dijiste...—No importa. No vas a volver.—¿Y si no te dan el dinero?—Lo harán —asegura. Me aparta el pelo de la cara y me empuja sobre él. Usarlo como almohada es mejor de lo creía que era dormir con un chico—. No tienes que preocuparte de estas cosas, yo lo resuelvo.¿Y cuando lo resuelva qué va a pasar?Suspiro y me intento relajar. Estoy tan cansada que no tardo en quedarme dormida y será por eso que me levanto la primera. Se le ve tan relajado que parece que no tiene problemas. Me siento en el colchón junto a él frot
Por la tarde Killian me lleva a la consulta del doctor y alllí me hacen una revisión ocular. Salgo con unas gafas nuevas y viendo el mundo completamente diferente.—¿Cuántos años tienes? —le pregunto a mitad de camino.No sé casi nada de él y es raro. Es como si me estuviera enamorando de una sombra.—¿A qué viene eso? —duda.—Curosidad.Me mira y vuelve a la carretera.Vamos demasiado rápido, como siempre.—Veintinueve.¡¿Veintinueve?! Wow.—Pensaba que eras más joven.—¿Me estás llamando viejo? —bromea y me aprieta la rodilla haciéndome reír.—¡No! —me río—. Los llevas bien.Verlo sonreír es algo que pasa pocas veces y me gusta disfrutarlo.En el club está Roy, he hablado con él casi todos los días aunque por pocos minutos y no sé muy bien qué hacer cuando nos encontramos. Killian nos deja solos porque tiene cosas que hacer de la banda y nosotros nos hacemos en la cocina para hablar a una distancia
No me separo de Killian y Roy se queda con nosotros cuando los tenemos delante.—Todavía no he visto mi dinero —replica Killian.Carl y él se replican algunas cosas más pero yo no dejo de mirar a mi madre y a mi hermana.—Te has quitado el tinte —comenta mi madre.—Sí.—Tienes el pelo muy maltratado —dice Jess y nuestra madre le regaña.—Ya es tarde para eso, ya es una malcriada —digo. Yo jamaś les hubiera hablado así antes.—¿Podemos hablar a solas?Killian responde por mi con una rotunda negación y afianza más su mano a la mía. Pero no estoy toda la noche con él aunque gran parte de las horas nos encontramos con gente y él habla de sus cosas, de drogas y armas y de territorios, y yo solo estoy de florero.—Primera vez que traes a una mujer contigo —comenta un hombre y la mujer a su lado me mira tan mal que me mata—. Y muy guapa. ¿Cobra?¿Que si qué?—Es mi mujer —dice Killian con voz dura—. No es una puta como la tuya.Eso pasa tres veces en toda la noche y ya estoy harta de esa ins
Me despierto en una cama y no estoy sola. De un salto casi me caigo de boca al suelo y Jess me mira con los ojos bien abiertos y llorosos. Mierda.—¿Dónde estamos? —me pregunta.La habitación se parece a la del club pero sé que no estoy allí. Se siente diferente y cuando tiro del pomo estamos encerradas. El bolso de Jess no está y no creo que lleve un teléfono bajo el vestido. Esto no es como lo de Killian, a Killian lo conocía.Y no tengo mis documentos salvavidas.Me duele la cabeza y cuando respiro, las fosas nasales me queman.—¿Dónde estamos? —repite.Tengo la cabezsa tan llena de cosas que me caigo de culo en la cama. No puedo escuchar más a Jess, es insoportable y sus quejidos hacen que quiera llorar. Y lloro. ¿Por qué? Yo estaba perfecta con Killian, era parte de algo y sabía dónde tenía los pies.La puerta se abre con tanta fuerza que rebota contra la pared y la silueta de un hombre se descubre con la poca luz del amanecer que se cuela por la ventana. Jess se arrincona contra
—Tráeme agua, inutil.Resoplando me arrastro hasta la cocina para complacer a mi hermana, Jess, es lo mejor para no discutir. De todas formas cuando discutimos yo nunca tengo la razón para nadie salvo para mi misma. Nuestros padres me odian y siempre están de su lado. Para lo poco que me queda aquí prefiero pasar desapercibida.Cojo un vaso del armario y lo lleno con agua del grifo reservándome los pensamientos de echarle sal, azucar o algo por el estilo para que le sepa la boca mal todo el día. Le llevo el agua y me encuentro en el salón con nuestros padres, serios, rectos, sin fingir que son perfectos aunque se lo crean. Me arrebata el vaso de las manos y casi moja el suelo, menos mal que no porque me hubiera tocado secarlo a mi.—Tenemos una reunión en dos horas, van a venir unos socios. Ya sabéis lo que hacer.Sí. Jess tiene que ponerse guapa para ver si consigue ligarse a alguno de esos "socios" y sacarles el máximo partido y yo tengo que encerrarme en mi habitación. Yo siempre s
Casi no he dormido. Por la mañana yo ya debería estar lejos de la ciudad, de la familia que no me quiere, de todo este embrollo. Bien sabiendo que esto era algo que podía pasarme, algo más tranquila me deja saber que es Killian y que lo conozco. Sigo mirando al techo cuando abren la puerta y una chica sonriente me saluda.—Buenos días —dice y se ríe. ¿Está loca?—. Killian me ha pedido que te traiga esto. Yo me llamo Andrea, me parece que me va a tocar vigilarte mientras estés en el club —bromea.¡Mi mochila! He tenido que dormir con la ropa puesta y menos mal que llevo un chándal. Me levanto de un salto de la cama y se la quito de las manos. Dios. Se ha quedado mis papeles, mi dinero.—Gracias —musito de todas formas—. Yo soy Dana.—Oh, lo sé. Ya lo sabemos todos. Eres la hija prófuga de los Bennet. Te están buscando.Me buscan por lo que sé. Porque solo les da miedo quedarse sin sus lujos, que los clientes de la empresa se enteren de que han sido estafados, que toda esa gente que con