5

Las piernas me tiemblan mientras bajo las escaleras y me encuentro con algunos miembros de la banda reunidos en el salón enfrentados con mis padres. El corazón casi se me sale por la boca y quiero volver a subir corriendo. Estoy con mi pijama puesto, seguramente con cara de haberme estado a punto de quedar dormida, y descalza. El frío del suelo me mantiene en la realidad. Se les ve bien, perfectos y pulcros como siempre, como a unos tiranos. Quiero que Killian los destroce porque yo nunca he sido capaz y ni lo seré por mi cuenta.

—Hija... —exhala mi madre y por como me mira casi me convence de que ha estado preocupada.

—Dana —me llama Killian y me hace un gesto de cabeza sin dejar de mirar a mis padres—, ven aquí —me ordena.

Camino descalza hasta estar a su lado y el simple echo de estar tan cerca suya me hace sentir extrañamente protegida, segura.

—Deja que vuelva con nosotros, te lo devolveremos todo.Dana... ven aquí, cariño —insiste mi madre.

—No va a ninguna parte. Está bien, ya la véis —sentencia él—. Si no tengo el dinero aquí en tres días, estáis jodidos. Dana tiene cosas muy valiosas aquí —continúa y me toca un dedo la cabeza—, por eso la queréis de vuelta. No me hagáis joderos también con la otra inútil de vuestra hija porque esa si que no me valdría de nada.

La forma que tiene de amenazar me da miedo hasta a mi.

—No nos amenaces tanto, Killian —le reta mi padre. Quizás debería dejar de pensar en él como tal, Carl no es mi padre, es un hombre despreciable.

Abre la boca para decirle algo más pero el teléfono de Killian ruge con fuerza. Se lo saca del bolsillo y las facciones se le tensan. Cuando se guarda el teléfono no augura nada bueno.

—Estáis bien jodidos —amenaza a mis padres y juraría que se les quiere echar encima. Da órdenes, manda a los miembros de la banda fuera del edificio a vigilar, otros dos se quedan vigilando a mis padres y entonces me mira—. Sube con Andrea y os encerráis en la habitación.

Antes de poder reacionar una ventana estalla y los cristales salen volando en todas direcciones. Killian me envuelve con sus brazos alejándome de allí y me aferro a su camiseta como si eso sirviera de algo para protegerme. Me apoya una mano en la cabeza y me aprieta contra su boca que me habla al oído.

—Sube y quédate con Andrea. Lo resolveré —me dice.

El rugido de las motos fuera del edificio, los gritos, los disparos... Intento separarme de Killian pero no puedo. Nunca he tenido tanto miedo en mi vida. Incapaz de caminar por mi cuenta, Killian me lleva hasta las esclaeras y me coge por las caderas alejándome de él. Sus ojos negros absorben los míos, sosteníendome con sus dedos encajados en mis mejillas.

—¿Te ha quedado claro lo que he dicho?

Asiento como puedo.

—¿Vienen a por mi?

—Subiré a buscarte cuando esto termine —dice.

Subo corriendo y me encierro con Andrea en su habitación. Está tan nerviosa como yo y nos metemos bajo las sábanas esperando que todo termine. Extrañamente todo parece mucho más calmado de lo que pensaba, apenas se oye algo durante un largo rato y me agazapo a la ventana para ver como casi todas las motos se van. Todo está en silencio hasta que no lo está.

—¡Quiero verla, joder! He retirado a mis chicos porque ella está aquí pero no me jodas, Killian, porque te tengo a un tiro de quitarte de enmedio.

El silencio me da miedo, espero por un disparo o algo... Que nunca llega. Andrea me aprieta el brazo con fuerza y me clava sus uñas en la piel cuando se escuchan las voces fuera.

—Están dentro —dice el chico que vigila la puerta y luego llama—. Dana, el presidente quiere que bajes de nuevo.

Andrea me suelta y se acerca conmigo al pasillo donde el chico me mira de cabeza a pies y señala el echo de que voy descalza. Andrea me deja unas zapatillas y lo entiendo mejor cuando veo el desastre de la planta baja. Todo está lleno de cristales rotos y hay una estanteria tirada en el suelo con todo por ahí revuelto. Es un caos, pero no hay peleas, no hay gente, está todo misteriosamente silencioso. Las únicas personas que quedan a mi vista dentro del salón son mis padres, Killian, y otro hombre mayor.

—¡No! —grita mi madre y le recrimina al hombre—.¿Qué derecho te crees que tienes?

Es intimidante, casi como Killian. Es grande, alto, con el pelo rubio casi blanco y enredado en un moño y los tatuajes le llegan hasta la mandíbula. Lentamente se guarda la pistola en los pantalones y abre la boca.

—Aquí la tienes —se adelanta a decir Killian. ¡¿Qué?! ¿Me va a entregar a este hombre?

—Ven aquí, Dana —me llama.

—No va a ninguna puta parte. Querías verla, aquí la tienes, está perfecta. Pero se queda conmigo.

<< Ufff >>

—Nunca te ha importado y ¿lo va a hacer ahora? No eres mejor que yo —replica mi madre.

Me siento como un partido de tenis y ni siquiera lo entiendo. Los cristales crujen cuando me acerco y vuelvo a plantarme al lado de Killian casi escondiéndome tras él.

—¿Qué pasa? —pregunto en voz baja, pero entre el silencio se escucha demasiado.

Todos me miran y el aire tan pesado me marea, me asfixia. Veo a mi madre, a Carl, al otro hombre... Ay Dios. No fue el jardinero, no fue nadie de la mansión. Mi madre estuvo con un hombre de bandas. Con este hombre.

Yo jamás he sabido nada de mi padre más allá de que era un simple jardinero, un hombre que no valía para nada o eso se dedicaron a decirme. ¡Mentirosos! Y todo se reafirma cuando empiezan a discutir.

—Yo la podría haber cuidado muchísimo mejor que vosotros.

—Tú no sabes una m****a de como criamos a nuestras hijas —dice Carl y quiero tirarle un zapato.

—No hablo contigo puto estafador de m****a. Hablo con la zorra que tienes como mujer. ¡¿Cómo coño se te ocurrió hacerme creer que estaba muerta?!

¡¿Qué?!

—¡Era por su bien! —chilla ella.

—¡Soy su padre, joder! Y se va a venir conmigo.

¡No!

Me sujeto a Killian como si fuera un poste del que no me quiero soltar.

—Ya basta —ordena el hombre a mi lado. Su voz dura corta toda conversación—. Si quieres hablar con ella aquí la tienes pero te repito que no se va a ninguna parte. No quiero ni un puto grito más en mi club.

—Quiero hablar a solas con ella.

Killian me aleja de él y me siento como un cervatillo.

—Podéis hacerlo en mi despacho, vigilados, más te vale no hacer gilipolleces.

—¿Pero qué dices? —siseo.

Me mira y aunque intente estar tranquila, no puedo. ¿Me va a meter en una habitación con este señor que dice ser mi padre? ¡No lo conozco!

—Estarás bien. No va a hacerte nada.

—Dana, solo quiero hablar.

—¡Que no! —chilla de nuevo mi madre.

—Carl, controla a tu puta si no quieres que esto sea peor.

No me sorprende que Carl le tape la boca a mi madre con fuerza. Killian en cambio los deja ir.

—Largo de aquí, ya sabéis lo que quiero y cuando lo quiero.

—Tú no puedes tenerla, no eres un buen hombre y...

—Cierra la boca, es mi hija.

—No...

—Es mía —sentencia Killian y la piel entera se me eriza—. Dana no se va con nadie que no sea yo. Dejad de discutir como imbéciles cuando tenemos otras cosas más serias entre manos. Cuando tenga lo que me pertenece ya hablaremos de nuevo. Roy, dame tu pistola y deja tus armas fuera.

Puede que sea por todo o por nada, por el barullo de cosas que tengo en la cabeza, pero Killian llama a Ben para saque a mis padres de aquí y yo sigo a Killian escaleras abajo hasta su despacho. Recoge la pistola de Roy y un par de navajas que tenía escondidas y nos deja solos. Él no deja de mirarme y quiero salir corriendo.

—Tranquila, no voy a hacerte nada. Te he estado buscando desde que me enteré de la hija desaparecida de esos gilipollas. En realidad pensé que eras la otra, cuando me dijeron que había salido a la luz que había una segunda hija supe que eras tú.

—¿Eres mi padre de verdad? —dudo.

Aun así, si me concentro, creo que puedo entender de dónde he sacado mis ojos azules: de él. Y mi pelo rubio aunque lleve muchísimo tiempo teñido de castaño para pretender que era más de "su familia perfecta".

—Lo soy. Estuve con tu madre hace demasiado porque su matrimonio perfecto es una farsa, te estuve viendo en secreto hasta que cumpliste los tres años y me dijo que estabas muerta. Deberías venir conmigo, soy tu padre y quiero cuidarte, recuperar el tiempo.

Puede que sea mi padre pero yo no lo conozco.

—Estoy bien aquí.

—¿Con el hijo de puta de Killian?

—Me trata bien.

—Te ha secuestrado a cambio de dinero de la droga, eso no es tratarte bien.

—En realidad yo estaba escapando de la mansión —admito—. Killian me encontró caminando por la carretera

.—¿Por qué huías?

Teniendo en cuenta que yo no tengo nada que perder, se lo cuento todo como se lo conté a Andrea en su día, obviando un poco las torturas de Jess y las cosas que sé. No puedo ir pregonando por ahí que tengo información valiosa en mi cerebro. A cada cosa que cuento veo como se enfada más y más, crece sobre la silla y no deja de soltar improperios. Se parece a Killian y a los miembros de la banda con esa boca tan sucia.

No me puedo creer que sea mi padre.

—Veintidós años... Qué mayor eres —dice.

—Sí.

—En mi club estarás bien, Dana. Haré que te decoren una habitación a tu gusto y te cuidaré como no lo he hecho en todo este tiempo. A mi no me deben nada, yo no te usaré como moneda de cambio.

—Yo... No dudo en que Killian puede que deje que vengas si quieres hablar conmigo.

Suspira y se deshace el moño que sujeta su pelo casi blanco. Se pasa las manos por él con desesperación.

—Vamos a ayudar a Killian a conseguir su puto dinero para que puedas salir de aquí y entonces volveré a por ti.

Lo dice muy seguro y yo no sé si quiero que lo haga, pero asiento con la cabeza solo porque quiero volver a subir. Cuando se pone de pie y doy por terminado todo esto, salgo casi corriendo a mi cuarto chocándome por el camino con Killian.

 

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