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Duele.

Fue la palabra que salió de Xana para describir lo que estaba sintiendo en ese momento. Había sido de una. La había penetrado enterrándose en ella, rompiendo su barrera natural y abriendo todo su interior. Un hilo caliente de sangre se escurrió por su muslo temblante hasta caer en el suelo entre sus piernas.

Sollozó arañando el suelo. Quería escapar, pero no podía moverse. Se sentía tan impotente e inútil. Ella, que había sido entrenada desde pequeña, incluso era considerada de las más fuertes en su pueblo, para verse ahora así, sin ni siquiera poder mandar sobre sí misma.

Que frustración.

Al menos la cadera del lobo no se movió contra la suya. Se mantuvo quieto, como si supiera que ella estaba en medio de la agonía. Sabía incluso que si la soltaba ella se desvanecería por completo. El duro piso debajo de ella le hacía daño en sus rodillas.

Pronto sintió como el peso de él se recargaba sobre su espalda. Tanto el calor como su olor la envolvió y se sorprendió al sentirlo lamer e
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