—Puedo sentir tu mirada en mí—dijo, mientras sonreía aun más. Sentí como mi cara empezaba a arder, maldije en silencio y volteé la cara.
— Aquí en la Avenida, gira a la derecha. Vivo a las afueras, más alla de la Policía—dije, sin saber que más decir. Me había atrapado viendolo descaradamente. Puedo imaginar la cara de estúpida que puse al verlo. Lo poco que había visto, gritaba perfección. Envié todos esos pensamientos a un lado y decidí llamar a Katie. Cogí el celular, fuí a llamadas recientes y marqué. Contestó casi enseguida.
—Estuve a punto de tener un maldito ataque, ¿que carajos pasó?—gritó, desde el otro lado.
—Cálmate Katie, estoy bien, ya estoy regresando a la casa—le respondí, mientras ví que pasamos la estación. Estoy cerca. Nos vemos mañana en la Uni, descansa y no te preocupes.
—Está bien, lo siento, pero es que escuché un sonido brusco y luego tú diciendome lo del casi choque y yendote. ¿Cómo pretendes que reaccione a eso?—siguió ella.
—Lo sé, lo siento. Todo esta bien, ya hablamos mañana. Te quiero.—dije y colgué. Me recoste en el asiento, mientras ví que estabamos a unos 5 minutos de casa. Que rara situación, si no hubiese sido porque habia estado bebiendo, no hubiese permitido que este tipo me trajera a la casa, pero no me quedaba de otra. Una futura abogada becada de la universidad, no debería tener problemas con las autoridades, o mi beca estaría en peligro, apenas la había conseguido este semestre, no podía perderla enseguida.
—Nos estamos acercando, disminuye la velocidad—le dije al sujeto que estaba a mi lado, sin regresar a verlo.
—Vives algo alejada. ¿Vives con tus padres?—preguntó él. No estaba tan borracha como para decirle la verdad, y no estaba loca como para decirle que vivía sola a las afueras de la ciudad.
—Si, vivo con mis padres.—respondí, mientras él asintió. —A 100 metros, en la casa a la izquierda.—añadí. Una vez aparcamos el carro, noté su deportivo detenerse en la carretera. Lo regresé a ver, aún no podía ver sus ojos.—¿Nos bajamos?—pregunté.
—Sí—respondió. Abrí la puerta del auto, viendo mi celular y notando todos los mensajes que me habían llegado diciendo feliz cumpleaños. Rodeé el carro, aún mirando el celular. Cuando empecé a sentir su perfume, estiré la mano.
—La llave—dije, sin levantar la mirada. Había recibido un par de mensajes de mi ex-novio. No pensé que me fuera a escribir. Me había dejado hace un par de meses, porque supuestamente no le daba importancia a nuestra relación. No me importó mucho, lo quería, pero ciertamente tenía cosas más importantes que hacer. Alguien se aclaró la garganta y comencé a levantar la mirada. Mientras lo hacía, noté cosas que no habia notado antes, gracías a que ahora si había luz suficiente. Sus hombros anchos y músculos eran muy notorios a través de la camisa blanca que llevaba puesta. Cargaba unos jeans desgastados azul oscuro. Un poco de barba había empezado a aparecer, pero cuando llegué a sus ojos, perdí el aliento. Sus ojos penetrantes eran verdes y azules, claros, demasiado claros. Mordí mi labio y tragué saliva. Este tipo era demasiado guapo, un Dios griego. Sus ojos se oscurecieron adoptando un color cerúleo brillante, mientras fruncía el ceño.
—Deberías cerrar esa boquita, pequeña.—dijo el sujeto. Mientras su boca se torcía en una sonrisa. Me gusta su sonrisa y él era un idiota. Salí de mi estupor y noté como mis mejillas empezaban a arder de nuevo. Genial, dije para mis adentros.
—Dame las llaves—dije, quitando mi mirada de su cara y su cuerpo. Estaba empezando a tener pensamientos sucios con un completo extraño. Vi una figura acercarse, era otro hombre, cargaba una camiseta roja que asentaba sus musculos y unos jeans oscuros, cuando la luz llegó a su cara, estuve a punto de empezar a babear. ¿Acaso el mundo me estaba bendiciendo?
—Tenemos que irnos—dijo él, mientras ponía sus ojos en mí y fruncía el ceño. Lo observé por un momento. Su mandíbula era definida y sus labios estaban apretados . Al parecer no le gustaba esta situacion o ¿tal véz no le gustó que su amigo me trajera hasta acá?. No es que me importara de todos modos. Sus ojos eran de un raro color gris y tenía al igual que Dios Griego 1, las pestañas y las cejas espesas. Su mirada era penetrante, como si buscara algo dentro de mi, pero al mismo tiempo era hipnotizante. Me sentí algo incomoda y mareada, por lo que giré mi cara hacia otro lado, el alcohol no ayudaba me estaba entorpeciendo cada vez más mis sentidos.
—Ya sé— respondió el Dios Griego 1.
—Aquí están tus llaves—estiró su mano, posando la llave sobre mi palma. El retiró su mano y frunció el ceño de nuevo. Me pregunto que estará pensando, pensé.
—Gracias por traerme—le respondí, queriendo entrar a la casa. Aún podía sentir la mirada del Dios griego 2 en mí lo regresé a ver y levanté la ceja. Sonrió y se dió la vuelta. Lo observé irse.
—Hasta pronto—dijo Dios Griego 1, mientras seguía al otro. Fije mi mirada en él, y vi como mi regalo de cumpleaños se alejaban en dirección al carro deportivo. Me dirigí a la casa y cuando iba a abrir la puerta, noté que la cerradura estaba abierta. Una corriente recorrió mi espalda, avisandome del peligro, no era la primera vez que sucedía, por lo que sabía que algo estaba mal. Me di la vuelta, dispuesta a escapar y llamar a la policia, pero alguien me agarró por la espalda y me tapó la boca, arrastrandome dentro haciendo que recibiera un par de golpes.
—Calla, zorrita.—alguien me dijo al oído, mientras ponía un cuchillo en mi cuello.
—¿Quién eres tú?— espeté, casi sin aliento. El cuchillo, estaba pegado a mi piel. La casa estaba oscura, pero pude escuchar un par de murmullos.
—Te hemos estado observando. Sabemos que vives sola en esta casa y vinimos a hacerte companía—dijo el tipo que me había arrastrado dentro.
—¡Sueltame!—solté un grito ahogado mientras las lágrimas empezaban a arder detrás de mis ojos. Sabía que era en vano gritar, pero queria intentarlo. Vivía a un par de kilómetros de la policía, pero nadie me escucharía. Nadie vendría.
Sentí algo caliente bajar por mi cuello, la hoja del cuchillo había cortado mi piel cuando grité. Empezaba a perder la consciencia, no sabía que tan profundo había sido el corte, pero al parecer era lo suficientemente grave como para desmayarme. Pude ver como la sala de estar se iluminaba, parece que mis captores decidieron encender la luz, pensé. Luego, escuché como la ropa se rompía. No podía creerlo, iba a ser violada y no podía hacer nada para deternerlo, a duras penas podía moverme y se me hacía casi imposible abrir los ojos. Escuché muchas voces y gritos. No entendía que decían. Intenté ver lo que sucedía una vez más y vi algo parecido a unas alas blancas. Una voz en el fondo dijo algo, pero apenas pude escuchar. Un olor familiar llegó a mi nariz y justo antes de quedar inconsciente podría jurar que vi la cara del Dios griego 1.Desperté en mi cama al sonido de la alarma, con la cabeza que se me rompía del dolor. Cogí el celular y lo apagué—Nunca más volveré
—¡Hey!—dije, poniendo mi bolsa sobre la mesa. Katie levantó la mirada de golpe sobresaltada ante el sonido de mi voz. Su reacción me causó algo de gracia, pero esto no duró mucho. Fue cuando noté su aspecto que dejé de sonreír.—¿Está todo bien?—pregunté, sentándome al otro lado de la mesa. Me dió una media sonrisa mientras dejaba el celular a un lado. Katie era una persona muy alegre, no era normal verla triste. Al parecer había estado llorando y los círculos negros debajo de sus ojos, me decían que había dormido muy poco o en el peor de los casos: nada.—Es solo que—empezó, bajando la mirada mientras lastimaba sus manos. No sé por qué cada vez que Katie se ponía nerviosa o a
Terminamos las clases unos minutos antes de las 5. No había podido concentrarme durante la clase, podía sentir que algo estaba mal. Alguien había estado observándonos justo antes de entrar a clase, lo había visto, pero un segundo después había desaparecido. Guardé las cosas en el bolso y espere por Katie, cuando salimos ví que Joseph estaba esperandonos recostado a lado del marco de la puerta con sus brazos cruzados sobre su pecho y la mirada perdida. Joseph era muy alto, un metro ochenta y algo siquiera, bueno la verdad es que todo el mundo es más alto que mi.—¡Joseph!—chilló Kat, mientras saltaba a abrazarlo. Joseph sonrió al escuchar a Kat gritar, posando sus ojos color miel en el bulto de cabello rojo que ahora estaba en su pecho.—Hola Kat&mda
Me levanté a las 9 al sonido de la alarma, la apagué casi inmediatamente para evitar que Kat se despertara. Ella necesitaba dormir. Me dirigí a la cocina, para encontrarme a Joseph cocinando unos huevos revueltos. Me recosté en el marco de la puerta y lo observé por un momento. El tipo era guapo.—Te me adelantaste—dije, acercándome a él para ayudar en algo. Me regresó a ver y me sonrió.—Perdona, me levanté algo temprano, estaba muriendo de hambre, me cansé de esperarlas así que me puse a hacer el desayuno—respondió, regresando su atención a los huevos en el sartén.—Te ayudo—sugerí, abriendo la refrigeradora para ver que teníamos.—Esto es lo último. Siéntate, ya te sirvo—respondió él, apagando la estufa. Lo miré por un momento y negué con la cabeza, mientras hacía mi camino a la mesa. Un minuto después, Joseph puso un plato con dos sándwiches, una porción de huevos revueltos y una taza de chocol
Estaba segura de que los ojos de Aidan no eran así, especialmente su color. Su mirada era fría y estaba vacía, no se comparaba con la mirada que tenía cuando veía a Kat, desconocía a esta persona. Sentí la urgencia de huir, gritar y llorar, pero no podía hacer nada de eso. Su mera presencia parecía consumir mi ser. Alzó la mano en mi dirección y por reflejo, cubrí mi cara con mis brazos, esperando algún tipo de golpe. Un estruendo se escuchó, abrí mis ojos y me encontré observando una alas blancas, que salían de una espalda bronceada. La figura se alejó del auto caminando hacia delante y permitiéndome ver un poco más, pude ver a Aidan intentando levantarse del suelo con lo que parecía ser sangre en su cara. Salí del auto y comencé a acercarme. Cuando la figura llegó donde Aidan estaba,
Me desperté sudando, miré a mis alrededores y noté que me encontraba sola en mi habitación. Cogí el celular y vi que el reloj marcaba las 2 de la madrugada. Solo había sido un sueño, me tranquilicé yendo a la cocina por algo de agua. Las tres últimas noches habían sido parecidas, aunque ahora estaba casi segura de que lo de los tipos en la casa y Blake apareciendo, no había sido solo un sueño. Aunque el hecho de que no tenía cicatrices en mi cuello, me hacía dudar. Me preguntaba si tendrían algún tipo de poder. Regresé a la cama tratando de olvidar todo, dispuesta a dormir pero el sueño no llegó, por lo que terminé poniéndome al día con la universidad. Alrededor de las 5, fui a descansar y me quedé dormida.La vibración de mi celular me desp
Puede ser que las pesadillas se hayan quedado a un lado. Sin embargo, sueños que involucraban a Blake sin ropa, en mi cama, habían estado muy presentes durante el fin de semana. Cada vez que tenía uno de esos sueños, me despertaba completamente sudada y necesitando más, hasta el punto que me había terminado satisfaciendo a mi misma un par de ocasiones. Dejando de lado eso, mi fin de semana fue bastante normal. Fuí a hacer compras el domingo en la tarde e hice algo de ejercicio, el cual había abandonado últimamente.
BlakeDiscutíamos un caso importante mientras regresabamos a la ciudad, nos había tomado alrededor de 4 horas regresar a la Capital, lo que en realidad era demasiado. Hubiese sido muchísimo más rápido solo ir volando, pero habíamos decidido evitar el uso de nuestros poderes a menos que sea estrictamente necesario. Especialmente, porque no podíamos dejar que nuestra existencia sea revelada. Por ahora, no era necesario que nos escondieramos de los de nuestra especie, pero nos quedaban solo alrededor de 3 años, sin convertirnos en completas parias. Las reglas en nuestro mundo se habían vuelto algo estrictas, habíamos quebrado un par de reglas, razón por la que habíamos terminado en la tierra, pero seguíamos vivos.Sentí el peligro un segundo antes de que