La oficina de NightTech estaba en plena actividad, pero Mia Collins no podía evitar centrarse en Mark, el empleado que había comenzado a sospechar la semana pasada. Mientras organizaba sus papeles y respondía correos, sus ojos se desviaban continuamente hacia Mark, quien parecía estar más nervioso de lo habitual. Mia se esforzaba por mantener su comportamiento normal, pero su mente estaba en alerta máxima.
Mark era un técnico de nivel medio en la empresa, responsable de la seguridad de los sistemas. Había trabajado en NightTech durante casi cinco años, y aunque siempre había sido reservado, últimamente su comportamiento parecía más sospechoso. Mia lo observaba de reojo mientras él se movía por la oficina, notando pequeños gestos de inquietud: el constante mirar por encima del hombro, la manera en que cerraba rápidamente las ventanas en su computadora cuando alguien se acercaba, y la frecuencia con la que salía al pasillo para tomar llamadas en privado.
Una tarde, mientras Mark estaba fuera de su cubículo, Mia se acercó disimuladamente a su escritorio. Fingiendo que se le había caído algo, echó un vistazo rápido a la pantalla de su computadora. Lo que vio fue una serie de correos electrónicos abiertos, muchos de los cuales parecían ser de direcciones no oficiales y contenían fragmentos de información técnica. Algo en su intuición le dijo que estos correos no eran parte de sus tareas regulares.
Esa misma noche, Alexander la convocó a su oficina para una actualización sobre la investigación. El ambiente en la oficina de Alexander siempre tenía un aire de misterio, pero últimamente, había una tensión palpable en el aire.
—¿Qué has descubierto, Mia? —preguntó Alexander, su mirada intensa fija en ella.
Mia explicó lo que había observado sobre Mark, incluyendo sus correos electrónicos sospechosos. Alexander la escuchó con atención, su expresión volviéndose más grave a medida que ella hablaba.
—Creo que necesitamos más pruebas —dijo Alexander finalmente—. No podemos actuar solo con sospechas. Necesitamos algo concreto.
Mia asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Sin embargo, no podía dejar de sentirse nerviosa por la creciente cercanía entre ella y Alexander. Su presencia la afectaba de una manera que no podía explicar, y últimamente, parecía que él también se estaba dando cuenta de eso.
—Mia, vamos a tener que trabajar más estrechamente en esto —continuó Alexander—. Puede que necesitemos pasar más tiempo juntos, revisando los datos y observando a Mark. ¿Estás de acuerdo?
Había algo en el tono de su voz que hizo que el corazón de Mia latiera más rápido. Sabía que esto era profesional, pero la manera en que él la miraba, con esos ojos profundos y penetrantes, la hacía sentirse vulnerable.
—Sí, claro, señor Drake —respondió Mia, tratando de sonar segura.
Los días siguientes estuvieron llenos de largas horas trabajando juntos. Alexander y Mia revisaban registros de seguridad, analizaban patrones en el comportamiento de los empleados y discutían estrategias. Durante estos momentos, las barreras profesionales comenzaron a desdibujarse. Alexander era implacable en su búsqueda de la verdad, pero también se mostraba sorprendentemente amable y considerado con Mia. Había momentos en los que sus manos se rozaban al pasar papeles, y la electricidad en el aire era innegable.
Una tarde, mientras estaban inmersos en la revisión de registros, Alexander hizo una pausa y la miró fijamente.
—Mia, te has dado cuenta de que eres una parte crucial de esta investigación, ¿verdad? —dijo con voz suave—. No sé qué haría sin ti aquí.
Mia sintió cómo sus mejillas se sonrojaban. No estaba acostumbrada a recibir cumplidos de Alexander, y mucho menos a notar el tono personal en sus palabras.
—Gracias, señor Drake. Estoy haciendo lo mejor que puedo —respondió, aunque su voz temblaba ligeramente.
Alexander sonrió, y en ese momento, Mia pudo ver un destello de algo más en sus ojos. Era como si por un breve instante, él bajara la guardia y dejara ver una parte más humana y vulnerable de sí mismo.
Esa noche, Mia se quedó pensando en todo lo que había sucedido. La cercanía con Alexander la hacía cuestionar sus sentimientos. Sabía que era peligroso, tanto por su posición como por la naturaleza de Alexander. Sin embargo, no podía negar la atracción que sentía. Había algo en él que la llamaba, algo que iba más allá de la lógica y la razón.
//
El sol se había ocultado, y las luces de la ciudad brillaban intensamente cuando Alexander llamó a Mia a su oficina. La tensión entre ellos se había vuelto palpable en los últimos días, y aunque ambos intentaban mantener una fachada profesional, no podían evitar que sus miradas se cruzaran con más frecuencia de lo necesario.
—Mia, necesito hablar contigo —dijo Alexander, su voz más suave de lo habitual.
Mia, sintiendo un leve cosquilleo en su estómago, asintió y entró en su oficina. La puerta se cerró detrás de ella, y Alexander se acercó, claramente incómodo.
—Esta noche, vamos a seguir a Mark —comenzó, sus ojos oscuros fijos en los de ella—. Tengo información de que se reunirá con alguien en un restaurante. Necesitamos escuchar esa conversación, y para hacerlo, debemos estar allí, pero no podemos ser reconocidos.
Mia asintió lentamente, tratando de entender a dónde quería llegar Alexander.
—Quiero que vayamos disfrazados —continuó él—. Y necesito que finjamos ser una pareja. Será más fácil pasar desapercibidos.
El corazón de Mia dio un vuelco. La idea de pasar la noche con Alexander, fingiendo ser algo más que colegas, la llenaba de una mezcla de nerviosismo y emoción.
—¿Una pareja? —preguntó, tratando de mantener su voz firme.
—Sí, será más convincente. Necesitamos estar lo suficientemente cerca de Mark para escuchar, pero no tanto como para que él sospeche. —Alexander hizo una pausa, claramente incómodo—. Sé que es una petición inusual, pero confío en ti, Mia.
Mia tragó saliva y asintió. No era una misión común, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ayudar a resolver el caso.
Esa noche, Mia se vistió con un elegante vestido negro y se arregló el cabello de manera diferente. Alexander la recogió en su coche, luciendo un traje que lo hacía parecer un hombre de negocios ordinario. Mientras conducían hacia el restaurante, el silencio entre ellos era denso, cargado de expectativas no dichas.
Al llegar al restaurante, Alexander tomó la mano de Mia, su toque enviando una corriente eléctrica a través de su cuerpo. Ingresaron al establecimiento, encontrando una mesa en un rincón oscuro desde donde podían observar a Mark sin ser vistos. Mark estaba sentado a unas mesas de distancia, aparentemente esperando a alguien.
Alexander y Mia se sentaron, y él ordenó una botella de vino. Cuando el camarero se fue, Alexander se inclinó hacia ella, tratando de mantener su voz baja y sus ojos en Mark.
—Recuerda, estamos aquí para observar. Pero también tenemos que mantener nuestra fachada —dijo Alexander, su aliento cálido contra la mejilla de Mia.
Mia asintió, tratando de ignorar el rápido latido de su corazón. Sabía que esto era solo parte del trabajo, pero la cercanía de Alexander la afectaba más de lo que quería admitir.
La cena comenzó de manera incómoda. Intentaban actuar como una pareja normal, hablando de cosas triviales mientras sus ojos seguían atentos a Mark. Finalmente, el contacto de Mark llegó: un hombre de aspecto sombrío con una gabardina negra. Se sentaron y comenzaron a hablar en voz baja.
Alexander y Mia trataron de escuchar la conversación, pero el ruido del restaurante dificultaba oír claramente. De vez en cuando, Alexander se inclinaba más cerca de Mia, susurros estratégicos que parecían susurros cariñosos para cualquier observador.
—Pareces disfrutar esto más de lo necesario —dijo Mia en un momento, tratando de aligerar la tensión.
Alexander sonrió, un gesto raro y genuino.
—Solo trato de asegurarme de que parezcamos convincentes —respondió él, sus ojos brillando con algo más que simple profesionalismo.
El vino llegó, y mientras bebían, la atmósfera entre ellos comenzó a relajarse ligeramente. Empezaron a conversar más fácilmente, sus risas ocasionales mezclándose con el ruido del restaurante.
—¿Alguna vez pensaste en hacer algo diferente? —preguntó Mia, curiosa.
Alexander se quedó pensativo por un momento.
—Hace mucho tiempo, tal vez. Pero ahora, esto es lo que soy. No puedo imaginarme haciendo otra cosa.
Mia asintió, entendiendo más de lo que él decía. Sabía que había más en Alexander de lo que él dejaba ver, capas de secretos y experiencias que lo habían moldeado en el hombre que era ahora.
La noche avanzaba y Mark seguía conversando con su contacto. Mia y Alexander intercambiaban miradas, cada vez más conscientes de su proximidad. En un momento dado, Alexander tomó la mano de Mia sobre la mesa, sus dedos entrelazándose con los de ella. El gesto fue inesperado y sorprendente, pero Mia no apartó la mano. En cambio, sintió una extraña calidez y seguridad en el contacto.
Finalmente, la conversación de Mark y su contacto parecía llegar a su fin. Se levantaron, intercambiaron documentos y se despidieron. Alexander y Mia observaron atentamente, tomando nota de cada detalle.
—Es hora de irnos —dijo Alexander en voz baja, soltando la mano de Mia a regañadientes.
Pagaron la cuenta y salieron del restaurante, manteniendo la apariencia de una pareja hasta que estuvieron seguros de que nadie los observaba. Una vez en el coche, la tensión entre ellos se disipó un poco, pero una nueva tensión más personal llenó el aire.
—Hiciste un gran trabajo esta noche, Mia —dijo Alexander mientras conducía de regreso.
—Gracias, Alexander. Tú también. —Mia respondió, su voz suave.
El silencio se instaló entre ellos una vez más, pero no era incómodo. Había una comprensión mutua, una aceptación tácita de que algo había cambiado entre ellos.
Al llegar al edificio de apartamentos de Mia, Alexander la acompañó hasta la puerta.
—Buenas noches, Mia —dijo, su voz baja y cargada de significado.
—Buenas noches, Alexander —respondió ella, sus ojos encontrando los de él una vez más.
Hubo un momento de vacilación, una fracción de segundo en la que ambos parecieron considerar cruzar una línea que aún no se atrevían a traspasar. Pero finalmente, Alexander se inclinó y depositó un beso suave en la mejilla de Mia antes de dar un paso atrás.
—Nos vemos mañana —dijo, antes de darse la vuelta y dirigirse hacia su coche.
Mia se quedó en la puerta, observándolo alejarse. Sentía una mezcla de emociones, pero sobre todo, una creciente certeza de que sus sentimientos por Alexander eran más profundos de lo que había admitido hasta ahora.
Mientras entraba a su apartamento y se preparaba para la noche, no podía dejar de pensar en la cena, en la cercanía de Alexander, y en cómo había cambiado todo entre ellos. Sabía que la investigación continuaría, pero también sabía que sus sentimientos por Alexander seguirían complicando las cosas. Y por primera vez, no estaba segura de si eso era algo malo.
En la oscuridad de su habitación, Mia sonrió para sí misma. La noche había sido extraña e incómoda, pero también reveladora. Y a pesar de las complicaciones, estaba ansiosa por ver a dónde los llevaría todo esto.
Mia llegó a la oficina a la 1 pm, después de una mañana llena de pensamientos y sentimientos confusos. La noche anterior con Alexander había sido reveladora en más de un sentido, y aunque sabía que sus sentimientos eran reales, no podía evitar preguntarse si todo esto era una fantasía. ¿Estaba realmente enamorada de su jefe vampiro, o era solo una atracción pasajera alimentada por la emoción de la misión y el misterio que rodeaba a Alexander?Al entrar en la oficina, notó que algunos de sus compañeros de trabajo la miraban de manera extraña, susurrando entre ellos. Decidió ignorar los murmullos y se dirigió a su escritorio, intentando concentrarse en el trabajo. Sin embargo, los rumores seguían flotando en el aire, y era imposible no escuchar fragmentos de conversaciones.—¿Has visto cómo llega tarde y nadie le dice nada? —murmuró una de las secretarias.—Sí, debe tener alguna clase de trato especial con el jefe —respondió otra.Mia sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que la
El día siguiente en la oficina transcurrió sin incidentes notables. Mia se sumergió en su trabajo, tratando de mantener su mente ocupada y alejada de los pensamientos sobre Alexander y la confrontación con Alice. Sin embargo, no podía evitar que sus pensamientos volvieran a él, especialmente cuando notaba su presencia cerca.A medida que se acercaba la hora del almuerzo, Mia decidió tomarse un breve descanso y salió a tomar aire fresco. Estaba parada en la pequeña terraza de la oficina, disfrutando del sol, cuando escuchó pasos detrás de ella. Se giró y vio a Alexander acercándose, con una expresión indecisa en su rostro.—Hola, Mia —dijo Alexander, su voz sonando un poco tensa.—Hola, Alexander. ¿Todo bien? —respondió Mia, tratando de ocultar la pequeña oleada de nerviosismo que sentía.Alexander asintió, pero parecía estar luchando por encontrar las palabras correctas. Finalmente, después de unos momentos de incómodo silencio, tomó aire y habló.—Mia, estaba pensando... bueno, querí
Mía se despertó con una extraña sensación de incomodidad. Abrió los ojos lentamente, ajustándose a la luz de la mañana que se filtraba por las cortinas. Pero su sensación de inquietud se transformó rápidamente en miedo cuando vio una figura oscura a los pies de su cama. Julián, el mejor amigo de Alexander, estaba allí, mirándola fijamente con una expresión de odio puro.—¿Qué haces aquí? —preguntó Mía, su voz temblorosa y llena de alarma.Julián dio un paso adelante, su presencia amenazante llenando la habitación.—Te lo advierto, Mía. Mantente alejada de Alexander. No eres más que una sangre sucia, y si te atreves a amarlo, pagarás con tu vida —dijo, su voz baja y peligrosa.Mía sintió que su corazón se aceleraba. El miedo y la confusión la invadieron. ¿Por qué Julián la odiaba tanto? ¿Por qué estaba tan decidido a mantenerla alejada de Alexander?—No entiendo... ¿por qué estás haciendo esto? —preguntó, tratando de mantener la calma.Julián se inclinó hacia ella, sus ojos brillando c
⸻Mía, vine a verte unos minutos para saber que estas bien, pero tendré que ir a ver el concilio, me han citado para hablar sobre tu caso. Julián no guarda secretos ⸻Dijo Alexander apenas tumbándose en el sofá.Alexander estaba sentado en el sofá del apartamento de Mía, la luz de la lámpara de pie creaba sombras suaves en sus rasgos afilados. Mía se sentó frente a él, con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Había tantas preguntas en su mente, tantas dudas que necesitaban respuestas. Y una de ellas era sobre el Concilio.⸻Alexander, ⸻comenzó Mía, con un tono serio, ⸻¿puedes explicarme qué es exactamente el Concilio? Todo esto es tan nuevo para mí, y necesito entenderlo mejor.Alexander asintió lentamente, tomando un momento para reunir sus pensamientos.⸻El Concilio, ⸻comenzó, ⸻es la autoridad suprema entre los vampiros. Es una organización milenaria que se encarga de mantener el orden y las leyes en nuestra sociedad. Está compuesto por los vampiros más antiguos y poderosos, aquello
Mía estaba sola en su apartamento, la luz tenue de la luna se filtraba por las cortinas, creando un ambiente casi etéreo. La noche estaba en calma, pero su mente era un torbellino de pensamientos y emociones. Sentada en su sofá con una taza de té entre las manos, intentaba procesar todo lo que había sucedido en los últimos días. Amar a Alexander, un vampiro milenario, había sido un giro inesperado en su vida. Desde el momento en que supo su secreto, se había visto atrapada en un mundo que nunca había imaginado. Un mundo de sombras y secretos, de peligros que acechaban en cada esquina. Pero a pesar de todo, había una cosa que tenía clara: su amor por Alexander era real y profundo.Sin embargo, la oferta del Concilio de convertirse en vampiro para estar con él era abrumadora. La inmortalidad, la sed de sangre, dejar atrás su vida humana... todo eso la aterrorizaba. ¿Podría realmente renunciar a su humanidad, a sus amigos, a su familia, a todo lo que conocía? ¿Y qué tipo de vida sería e
Mía se despertó con los primeros rayos de sol filtrándose por las cortinas de su apartamento. A pesar de las turbulencias recientes en su vida, había decidido mantener su rutina y seguir adelante. Se levantó, se duchó y se vistió con su traje favorito, uno que la hacía sentir segura y profesional. Caminó hasta la cocina y preparó una taza de café, intentando aclarar su mente antes de otro día en la oficina.Al llegar al trabajo, Mía saludó a sus compañeros de manera habitual. La recepción le devolvió sonrisas y saludos amistosos, pero había una tensión subyacente que ella no podía ignorar. Sabía que algunos aún murmuraban sobre su relación con Alexander, pero decidió no darle importancia. Se dirigió a su escritorio, dispuesto a enfrentar cualquier desafío que el día le trajera.Lisa, su compañera de trabajo y cada vez más cercana amiga, se acercó con una sonrisa cálida.⸻Buenos días, Mía. ¿Cómo estás hoy?⸻, preguntó mientras se sentaba en el borde del escritorio de Mía.⸻Buenos días, L
MíaNo puedo evitar sonreír mientras pienso en Alexander. Últimamente, las cosas entre nosotros han cambiado, y aunque es sutil, lo noto en cada pequeño gesto. La manera en que me mira, cómo se preocupa por mí... hay algo diferente, algo que me hace sentir especial. Nunca antes me había sentido así, tan conectada con alguien.Esta mañana, cuando llegué a la oficina, él ya estaba allí, esperándome con un café en la mano. —Buenos días, Mía —dijo, con esa voz suave que siempre logra calmar mis nervios.—Buenos días, Alexander —respondí, tomando el café que me ofrecía. Sabía exactamente cómo me gusta, con solo un toque de azúcar, y me pregunté si eso era algo que él había notado desde hace tiempo o si era un detalle que había empezado a observar ahora que estábamos más cerca.Nos sentamos en su despacho, revisando algunas cosas de trabajo. La conversación fluía de manera natural, pero había algo más en el aire, una tensión suave y casi imperceptible. De vez en cuando, nuestras miradas se
Era una mañana que comenzó como cualquier otra. El murmullo constante de las teclas del teclado y el suave zumbido de las impresoras llenaban la oficina, creando una rutina casi reconfortante para Mía. Revisaba los correos del día, su mente parcialmente distraída, con pensamientos vagos sobre la extraña situación que había vivido los últimos días. Lo que antes era una vida normal, ahora estaba teñida por secretos oscuros, vampiros y un jefe que le aceleraba el corazón de una forma que nunca había experimentado.Pero ese día, algo se sentía diferente. Un aire de tensión invisible impregnaba la oficina. El equipo parecía más serio, más distante. Algo andaba mal, pero Mía no sabía qué era. Mientras intentaba concentrarse en su pantalla, la puerta de la oficina de Alexander se abrió de golpe, interrumpiendo cualquier otro pensamiento.Julián salió como un vendaval, sus pasos fuertes y decididos resonando contra el suelo. Su mirada estaba oscurecida por una mezcla de ira y desprecio. Mía al