Cena con Alexander

El día siguiente en la oficina transcurrió sin incidentes notables. Mia se sumergió en su trabajo, tratando de mantener su mente ocupada y alejada de los pensamientos sobre Alexander y la confrontación con Alice. Sin embargo, no podía evitar que sus pensamientos volvieran a él, especialmente cuando notaba su presencia cerca.

A medida que se acercaba la hora del almuerzo, Mia decidió tomarse un breve descanso y salió a tomar aire fresco. Estaba parada en la pequeña terraza de la oficina, disfrutando del sol, cuando escuchó pasos detrás de ella. Se giró y vio a Alexander acercándose, con una expresión indecisa en su rostro.

—Hola, Mia —dijo Alexander, su voz sonando un poco tensa.

—Hola, Alexander. ¿Todo bien? —respondió Mia, tratando de ocultar la pequeña oleada de nerviosismo que sentía.

Alexander asintió, pero parecía estar luchando por encontrar las palabras correctas. Finalmente, después de unos momentos de incómodo silencio, tomó aire y habló.

—Mia, estaba pensando... bueno, quería saber si... te gustaría salir a cenar conmigo esta noche —dijo, su tono más apresurado y nervioso de lo que pretendía.

Mia parpadeó, sorprendida por la invitación. No era raro que Alexander la invitara a cenar para discutir asuntos de trabajo, pero esta vez había algo diferente en su tono y en la forma en que lo pedía. Parecía casi... nervioso.

—¿Otra misión? —preguntó Mia, tratando de aclarar la situación.

Alexander sacudió la cabeza rápidamente.

—No, nada de eso. Solo... una cena. Sin trabajo, sin misiones. Solo... nosotros dos —dijo, su voz vacilante.

Mia sintió su corazón dar un pequeño vuelco. La idea de pasar tiempo con Alexander fuera del trabajo, sin la presión de una misión o una investigación, era intrigante y un poco intimidante. Pero al mismo tiempo, la curiosidad y la atracción que sentía por él la llevaron a aceptar.

—Me encantaría, Alexander —dijo, sonriendo—. ¿Dónde nos encontramos?

Alexander pareció relajarse visiblemente, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Pasaré a buscarte a las siete. ¿Te parece bien? —preguntó.

Mia asintió.

—Perfecto. Nos vemos entonces —dijo, sintiendo una mezcla de anticipación y nerviosismo.

Esa noche, Mia se preparó con más cuidado de lo habitual. Eligió un vestido sencillo pero elegante y se peinó con esmero, queriendo verse bien para la ocasión. A las siete en punto, escuchó un timbre en la puerta y fue a abrir. Alexander estaba allí, vestido de manera informal pero elegante, con una expresión un poco nerviosa pero cálida.

—Hola, Mia. Estás... hermosa —dijo, su voz suave.

—Gracias, Alexander. Tú también te ves muy bien —respondió Mia, sintiendo un rubor subir a sus mejillas.

Alexander la condujo a su coche y juntos se dirigieron a un restaurante que él había elegido. El lugar era acogedor y elegante, con una atmósfera íntima que hizo que Mia se sintiera un poco más a gusto. Se sentaron en una mesa en una esquina tranquila, lejos de las miradas curiosas de otros comensales.

La cena comenzó de manera tranquila, con ambos hablando de temas ligeros y cotidianos. Alexander, sin embargo, parecía más relajado a medida que avanzaba la noche, y Mia notó que estaba haciendo un esfuerzo por mantener la conversación fluida y agradable.

—Así que, ¿cómo ha sido tu día? —preguntó Alexander, tomando un sorbo de su vino.

—Bastante normal, en realidad. Solo trabajo y más trabajo. Pero me alegra haber tenido algo emocionante que esperar esta noche —dijo Mia, sonriendo.

Alexander sonrió de vuelta, y por un momento, se quedaron en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Mia no pudo evitar sentirse atraída por la calidez de su sonrisa y la manera en que sus ojos brillaban cuando se relajaba.

—Quería agradecerte, Mia, por todo lo que has hecho últimamente. No solo por el trabajo, sino por tu paciencia y comprensión —dijo Alexander, su tono más serio—. Sé que las cosas han sido complicadas y, a veces, un poco caóticas. Pero siempre has estado ahí, y eso significa mucho para mí.

Mia sintió una ola de calidez ante sus palabras. Sabía que Alexander no era el tipo de persona que expresara sus sentimientos fácilmente, y el hecho de que lo hiciera la hizo sentir especial.

—Gracias, Alexander. También aprecio todo lo que has hecho. Y... bueno, estoy feliz de estar aquí contigo esta noche —dijo, su voz suave.

//

La noche en el restaurante continuaba tranquilamente, con Mia y Alexander disfrutando de una cena que, para ambos, se sentía más como una revelación que como una simple salida. La conversación había fluido naturalmente, pero Alexander sabía que había llegado el momento de abrirse más con Mia, especialmente después de todo lo que habían vivido juntos.

Después de un momento de silencio cómodo, Alexander tomó un sorbo de su vino y fijó su mirada en Mia.

—Mia, hay algo que necesito contarte. Algo que probablemente cambiará la forma en que me ves —dijo, su voz firme pero suave.

Mia dejó su tenedor y lo miró con curiosidad y un poco de preocupación.

—Puedes contarme lo que sea, Alexander. Estoy aquí para escucharte —respondió, tratando de transmitirle su apoyo con una sonrisa.

Alexander asintió y tomó un profundo aliento antes de continuar.

—He vivido una vida larga, Mia. Más larga de lo que podrías imaginar. Soy... un vampiro. Un vampiro milenario —dijo, observando su reacción con atención.

Mia parpadeó, procesando la información. Aunque había tenido sus sospechas, escucharlo directamente de Alexander la impactó. Sin embargo, en lugar de alejarse, sintió una extraña sensación de compasión y empatía.

—¿Cuánto tiempo has vivido, Alexander? —preguntó, su voz suave y llena de curiosidad.

—He vivido más de mil años. He visto épocas cambiar, imperios caer y levantarse. Pero con todo ese tiempo, también he experimentado muchas pérdidas —dijo Alexander, su voz teñida de melancolía.

Mia asintió, tratando de imaginar la soledad que debía sentir al vivir tanto tiempo y ver a todos a su alrededor envejecer y morir.

—Debe ser muy difícil. Perder a tantas personas que amas —dijo Mia, su voz llena de comprensión.

Alexander asintió lentamente.

—Sí, lo es. Y hubo alguien en particular, alguien que amé profundamente. Su nombre era Elena. Ella era humana, y nuestro amor no era aceptado por mi clan. Ellos... ellos la mataron para mantener la pureza de la sangre vampírica —dijo, su voz quebrándose ligeramente al recordar el dolor de aquella pérdida.

Mia sintió un nudo en la garganta al escuchar su historia. La tristeza en los ojos de Alexander era palpable, y se sintió conmovida por el profundo dolor que debía cargar.

—Lo siento tanto, Alexander. No puedo ni imaginar el dolor que debes haber sentido —dijo, tomando su mano en un gesto de apoyo.

Alexander apretó suavemente su mano, agradeciendo su comprensión.

—Gracias, Mia. Hablar de esto no es fácil, pero siento que necesitas saberlo. Porque estar contigo, trabajar contigo, me ha hecho sentir algo que no sentía desde hace mucho tiempo —dijo, su mirada intensa.

Mia sintió su corazón latir más rápido ante sus palabras. La profundidad de su confesión y la honestidad de sus sentimientos la conmovieron profundamente.

—Alexander, yo... no sé qué decir. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Y aunque todo esto es nuevo y un poco abrumador, quiero seguir conociéndote y apoyándote —dijo, su voz firme y sincera.

Alexander sonrió, una sonrisa llena de gratitud y esperanza.

—Gracias, Mia. Significa mucho para mí —dijo, su voz suave.

La conversación cambió de tono, y Mia comenzó a hablar de su propia vida, de su familia y de su pasado. Le contó a Alexander sobre su infancia, sus padres y sus amigos. Hablar de su vida normal y cotidiana era un contraste fuerte con la existencia milenaria de Alexander, pero también sentía que esto los acercaba de alguna manera.

—Mi familia es bastante común. Mis padres siempre han sido muy trabajadores y me enseñaron el valor del esfuerzo. Tengo un hermano menor que es un poco travieso, pero lo quiero mucho. Siempre hemos sido muy unidos —dijo Mia, sonriendo al recordar sus momentos familiares.

Alexander la escuchó atentamente, fascinado por la simplicidad y la calidez de su vida. Era un contraste refrescante con la oscuridad y la complejidad de su propia existencia.

—Suena maravilloso. A veces, envidio a las personas que pueden vivir una vida tan normal y llena de amor. Es algo que los vampiros rara vez pueden experimentar —dijo Alexander, con un toque de melancolía en su voz.

—Bueno, ahora que nos conocemos, puedes experimentar un poco de esa normalidad conmigo —dijo Mia, sonriendo—. Tal vez no todo tenga que ser tan complicado.

Alexander asintió, apreciando su optimismo y su calidez.

La cena continuó con ambos compartiendo más detalles de sus vidas, riendo y disfrutando de la compañía del otro. A medida que la noche avanzaba, Mia se dio cuenta de que, a pesar de las diferencias entre ellos, había una conexión profunda que estaba creciendo. Sentía una mezcla de curiosidad, atracción y compasión hacia Alexander, y sabía que estas emociones solo se intensificarían con el tiempo.

Finalmente, cuando la cena llegó a su fin, Alexander la llevó de regreso a su apartamento. Se detuvieron frente a la puerta, y por un momento, se quedaron en silencio, simplemente disfrutando de la presencia del otro.

—Gracias por esta noche, Alexander. La pasé muy bien —dijo Mia, sonriendo.

—Yo también, Mia. Ha sido una noche especial. Y... espero que podamos repetirla pronto —dijo Alexander, su voz sincera.

Mia asintió, sintiendo una calidez en su corazón.

—Me encantaría. Buenas noches, Alexander —dijo, abriendo la puerta.

—Buenas noches, Mia —respondió Alexander, inclinándose para darle un suave beso en la mejilla.

Mia sintió un pequeño escalofrío ante el contacto y se despidió de él con una sonrisa antes de entrar a su apartamento. Mientras cerraba la puerta, no pudo evitar tocarse la mejilla donde Alexander la había besado, sintiendo una mezcla de emoción y confusión.

A medida que se preparaba para ir a la cama, sus pensamientos seguían volviendo a Alexander y a la noche que habían compartido. Sabía que había algo especial entre ellos, algo que estaba creciendo lentamente pero con firmeza. Pero aún había muchas preguntas sin responder y muchos sentimientos por descubrir.

Con una sonrisa suave, Mia se dejó caer en la cama, permitiéndose soñar con lo que el futuro podría deparar para ella y Alexander.

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