El concilio

⸻Mía, vine a verte unos minutos para saber que estas bien, pero tendré que ir a ver el concilio, me han citado para hablar sobre tu caso. Julián no guarda secretos ⸻Dijo Alexander apenas tumbándose en el sofá.

Alexander estaba sentado en el sofá del apartamento de Mía, la luz de la lámpara de pie creaba sombras suaves en sus rasgos afilados. Mía se sentó frente a él, con una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Había tantas preguntas en su mente, tantas dudas que necesitaban respuestas. Y una de ellas era sobre el Concilio.

⸻Alexander, ⸻comenzó Mía, con un tono serio, ⸻¿puedes explicarme qué es exactamente el Concilio? Todo esto es tan nuevo para mí, y necesito entenderlo mejor.

Alexander asintió lentamente, tomando un momento para reunir sus pensamientos.

⸻El Concilio, ⸻comenzó, ⸻es la autoridad suprema entre los vampiros. Es una organización milenaria que se encarga de mantener el orden y las leyes en nuestra sociedad. Está compuesto por los vampiros más antiguos y poderosos, aquellos que han vivido durante siglos y han visto el mundo cambiar una y otra vez.

Mía asintió, animándolo a continuar.

⸻En esencia, el Concilio se asegura de que nuestra existencia permanezca en secreto, ⸻continuó Alexander. ⸻Imagina lo que sucedería si los humanos descubrieran que los vampiros existen. El caos y el miedo que se desatarían. El Concilio establece reglas muy estrictas para protegernos a todos. Algunas de estas reglas incluyen no revelar nuestra verdadera naturaleza a los humanos, no convertir a humanos sin su consentimiento y no causar disturbios que puedan atraer la atención sobre nosotros.

⸻¿Y qué pasa si alguien rompe esas reglas? ⸻preguntó Mía, intrigada.

⸻Las consecuencias son severas, ⸻respondió Alexander con seriedad. ⸻El Concilio tiene el poder de castigar a aquellos que desafían sus leyes. Los castigos pueden variar desde el exilio hasta la ejecución. No toman a la ligera cualquier amenaza a nuestra existencia.

Mía tragó saliva, asimilando la gravedad de lo que Alexander estaba diciendo. ⸻Entonces, lo que estamos haciendo ahora, tratando de atrapar al traidor, también está bajo su vigilancia.

⸻Exactamente, ⸻afirmó Alexander. ⸻El traidor está poniendo en riesgo nuestra seguridad. Si el Concilio descubre quién es, no tendrán piedad. Por eso es crucial que actuemos con rapidez y precaución.

Mía se recostó en su asiento, sus pensamientos corriendo a mil por hora.

⸻Y tú, ⸻dijo lentamente, ⸻¿cómo te relacionas con el Concilio? ¿Tienes alguna posición especial?

Alexander suspiró, sus ojos oscuros reflejando un cansancio antiguo.

⸻Tengo una relación complicada con el Concilio. Soy uno de los vampiros más antiguos aún en activo, lo que me da cierta autoridad y respeto. Sin embargo, no siempre estoy de acuerdo con sus métodos. A menudo he desafiado sus decisiones, lo que me ha puesto en una posición delicada. No soy su favorito, por decirlo de alguna manera.

⸻¿Y Julián? ⸻preguntó Mía, recordando la amenaza de la noche anterior. ⸻¿Cuál es su rol en todo esto?

⸻Julián es un leal servidor del Concilio, ⸻explicó Alexander. ⸻Es un vampiro antiguo y poderoso, uno de sus ejecutores más temidos. Su trabajo es asegurar que las leyes del Concilio se cumplan sin excepción. Es por eso por lo que te amenazó, Mía. Él cree firmemente en las reglas y está dispuesto a hacer cualquier cosa para protegerlas.

Mía sintió un escalofrío recorrer su espalda al recordar la fría mirada de Julián.

⸻Entonces, para él, yo soy una amenaza.

⸻Para él, cualquier humano que se acerque demasiado a un vampiro es una amenaza, ⸻dijo Alexander con tristeza. ⸻Y tú, al ser tan importante para mí, te conviertes en un blanco fácil para su vigilancia.

⸻Pero no soy una amenaza, ⸻insistió Mía. ⸻Solo quiero ayudar, ya estoy metida al fondo en esto.

Alexander la miró con una ternura que pocas veces mostraba.

⸻Lo sé, Mía. Y es por eso por lo que tengo que protegerte, a cualquier costo.

Mía se quedó en silencio, procesando todo lo que había aprendido. El Concilio era una entidad poderosa, una fuerza que controlaba y dictaba la vida de los vampiros. Y Alexander estaba atrapado en medio de todo eso, tratando de mantener un equilibrio entre su amor por ella y su lealtad a sus propios principios.

⸻Gracias por explicármelo, ⸻dijo finalmente Mía. ⸻Es mucho para asimilar, pero lo entiendo mejor ahora.

 //

Alexander se sentía atrapado. Estaba sentado en medio del Concilio de Vampiros, una asamblea de los vampiros más antiguos y poderosos del mundo. Las llamas de las antorchas arrojaban sombras danzantes en las paredes de piedra, creando un ambiente aún más tenso. Los miembros del consejo, con sus miradas penetrantes y expresiones severas, estaban debatiendo el destino de Mía y la solución al problema del traidor que quería revelar los secretos de los vampiros al mundo.

—Alexander, has puesto en peligro nuestra existencia con tu imprudencia —dijo Vlad, uno de los miembros más antiguos del consejo, con una voz que resonaba en la sala.

—Ella sabe nuestro secreto, y es solo cuestión de tiempo antes de que los humanos lo descubran todo —añadió Selene, su tono igualmente severo.

Alexander levantó la mirada, sus ojos oscuros mostrando una mezcla de desafío y desesperación.

—Mía no traicionaría nuestra confianza. Ella entiende lo que está en juego y me ha demostrado su lealtad —dijo, su voz firme pero desesperada.

El Concilio murmuró entre sí, evaluando sus palabras. Después de un momento, Vlad levantó una mano para silenciarlos.

—La situación es compleja, Alexander. No podemos simplemente confiar en una humana. La única solución viable que vemos es transformarla en una de los nuestros, o debe ser eliminada —dijo, sus palabras cortando el aire como una cuchilla.

Alexander sintió un nudo en el estómago. La idea de perder a Mía era insoportable, pero tampoco quería condenarla a una vida de oscuridad sin su consentimiento.

—Le dejaré la decisión a ella. Pero debo insistir, hay un traidor entre nosotros que representa un peligro mucho mayor. Necesitamos centrarnos en descubrir quién es —dijo Alexander, tratando de desviar el tema hacia la amenaza inmediata.

—Esa es otra razón por la cual no podemos permitirnos ninguna debilidad, Alexander. Si el traidor sabe de su existencia, podría usarla contra nosotros —respondió Selene.

Alexander sabía que estaban en lo correcto. La seguridad de la comunidad vampírica estaba en juego, y cada decisión debía ser cuidadosamente sopesada. Finalmente, el Concilio acordó darle un poco de tiempo para hablar con Mía y presentarle las opciones. Pero el mensaje era claro: el tiempo se estaba agotando.

***

Esa noche, Alexander regresó al apartamento de Mía. La encontró sentada en el sofá, claramente ansiosa por saber qué había sucedido en el Concilio. Al verla, sintió una punzada de dolor en su corazón. ¿Cómo podría pedirle que renunciara a su vida humana?

—Mía, necesito hablar contigo sobre lo que ha decidido el Concilio —dijo, sentándose a su lado y tomando sus manos entre las suyas.

—¿Qué dijeron? —preguntó ella, su voz llena de inquietud.

—Tienen dos opciones para nosotros. La primera es transformarte en vampiro. La segunda... es que deben eliminarte para proteger nuestro secreto —dijo, sintiendo cómo se le quebraba la voz al pronunciar esas palabras.

Mía se quedó en silencio por un momento, procesando lo que había oído. Luego, miró a Alexander a los ojos, buscando respuestas.

—¿Y tú qué piensas? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

Alexander suspiró, acariciando suavemente sus manos.

—No quiero perderte, Mía. Pero tampoco quiero condenarte a una vida que no elegiste. Esta es una decisión que debes tomar por ti misma —dijo, su voz llena de sinceridad y dolor.

Mía asintió lentamente, sus pensamientos enredados. La idea de convertirse en vampiro era aterradora, pero también lo era la idea de morir. Miró a Alexander, sabiendo que cualquiera que fuera su elección, cambiaría sus vidas para siempre.

—Necesito tiempo para pensar —dijo, finalmente.

Alexander asintió, comprendiéndola. Pero también sabía que el tiempo era un lujo que no tenían en abundancia.

***

Mientras tanto, en las sombras, el traidor seguía moviendo sus piezas. Alexander no podía permitirse descansar hasta que descubriera quién era y qué planeaba. Esa misma noche, después de dejar a Mía en su apartamento, decidió seguir investigando.

Pasó horas recorriendo la ciudad, siguiendo pistas y contactos, tratando de encontrar cualquier información que pudiera llevarlo al traidor. Pero cada vez que se acercaba, el rastro se enfriaba, como si alguien estuviera un paso por delante de él.

Finalmente, cerca del amanecer, decidió regresar. Necesitaba estar con Mía, asegurarse de que estaba bien y de que tomara una decisión informada.

Cuando llegó a su apartamento, la encontró despierta, claramente habiendo pasado la noche en vela. Se sentó junto a ella, tomando su mano.

—Mía, he estado pensando... No importa cuál sea tu decisión, estaré a tu lado. No permitiré que nadie te haga daño —dijo, su voz llena de determinación.

Mía lo miró, sus ojos llenos de gratitud y miedo.

—Gracias, Alexander. Sé que esto no es fácil para ninguno de los dos. Solo quiero estar segura de que estoy tomando la decisión correcta —dijo, apretando suavemente su mano.

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