Alice

Mia llegó a la oficina a la 1 pm, después de una mañana llena de pensamientos y sentimientos confusos. La noche anterior con Alexander había sido reveladora en más de un sentido, y aunque sabía que sus sentimientos eran reales, no podía evitar preguntarse si todo esto era una fantasía. ¿Estaba realmente enamorada de su jefe vampiro, o era solo una atracción pasajera alimentada por la emoción de la misión y el misterio que rodeaba a Alexander?

Al entrar en la oficina, notó que algunos de sus compañeros de trabajo la miraban de manera extraña, susurrando entre ellos. Decidió ignorar los murmullos y se dirigió a su escritorio, intentando concentrarse en el trabajo. Sin embargo, los rumores seguían flotando en el aire, y era imposible no escuchar fragmentos de conversaciones.

—¿Has visto cómo llega tarde y nadie le dice nada? —murmuró una de las secretarias.

—Sí, debe tener alguna clase de trato especial con el jefe —respondió otra.

Mia sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que la relación con Alexander era complicada y que trabajar juntos mientras exploraban sus sentimientos no sería fácil. Pero no esperaba que sus compañeros de trabajo fueran tan rápidos en juzgarla.

Intentando mantener la calma, se sentó y comenzó a revisar los correos electrónicos. Fue entonces cuando Alice, una compañera conocida por su carácter venenoso y su ambición desmedida, se acercó a ella con una sonrisa maliciosa.

—Vaya, Mia, qué suerte tienes de poder llegar tarde. ¿Algún truco que debamos saber? —dijo Alice, su voz cargada de sarcasmo.

Mia levantó la vista, encontrándose con los ojos de Alice. Decidió mantener la compostura y responder con calma.

—Tenía una reunión con el jefe. Llegué un poco tarde por eso —dijo, tratando de sonar convincente.

Alice soltó una risa burlona y se inclinó hacia Mia, bajando la voz para que solo ella pudiera escucharla.

—No te hagas la inocente, Mia. Todos sabemos que estás tratando de acercarte a Alexander. Pero déjame decirte algo, no tienes ninguna oportunidad —dijo Alice, su tono venenoso—. Alexander y yo... bueno, digamos que nos entendemos muy bien. De hecho, nos entendemos tan bien que pasamos la noche juntos.

Mia sintió que el color abandonaba su rostro. La idea de Alexander con otra mujer, y peor aún, con alguien como Alice, la llenaba de una mezcla de celos y desesperación. Pero no iba a dejar que Alice viera lo mucho que sus palabras la afectaban.

—Me alegro por ti, Alice —dijo Mia, forzando una sonrisa—. Ahora, si me disculpas, tengo trabajo que hacer.

Alice se alejó con una risa satisfecha, dejando a Mia sola con sus pensamientos. Intentó concentrarse en su trabajo, pero las palabras de Alice resonaban en su mente. ¿Podría ser cierto? ¿Alexander había pasado la noche con Alice? La duda y la inseguridad comenzaron a consumirla.

Mientras Mia intentaba recuperar su enfoque, la puerta de la oficina se abrió y entró Julian, el mejor amigo de Alexander y también un vampiro. Julian era conocido por su actitud fría y su lealtad inquebrantable hacia Alexander. Sus ojos escudriñaron la oficina hasta posarse en Mia, y un destello de desaprobación cruzó su rostro.

Julian caminó directamente hacia la oficina de Alexander, y Mia sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que Julian no aprobaba su cercanía con Alexander, y tenía la sensación de que esta visita no auguraba nada bueno.

Pero se olvidó de aquello, al final lo que hablaran esos dos no debía de importarle.

Mia aún no podía sacarse de la cabeza lo que Alice le había dicho. La insinuación de que Alexander y Alice habían pasado la noche juntos era un pensamiento que la atormentaba, pero se negó a dejar que afectara su comportamiento en la oficina. Sabía que debía mantenerse profesional y enfocada en su trabajo, aunque sus emociones estaban enredadas en una maraña de dudas e inseguridades.

Sin embargo, cada vez que levantaba la vista, podía sentir la mirada maliciosa de Alice sobre ella. No pasó mucho tiempo antes de que Alice se acercara nuevamente, con esa misma sonrisa venenosa.

—Mia, querida, ¿cómo te va hoy? —preguntó Alice, su tono dulzón y sarcástico.

Mia se obligó a mantener la calma, levantando la vista para encontrar los ojos de Alice.

—Estoy bien, Alice. ¿Necesitas algo? —preguntó, tratando de mantener la compostura.

Alice se inclinó sobre el escritorio de Mia, acercando su rostro con una sonrisa burlona.

—Solo me preguntaba cómo te sientes sabiendo que Alexander y yo tuvimos una noche maravillosa juntos. Deberías saber que él tiene gustos muy específicos, y no creo que tú los cumplas —dijo Alice, disfrutando de cada palabra.

Antes de que Mia pudiera responder, Lisa, una de sus compañeras de trabajo y una amiga leal, se acercó. Había escuchado suficiente de la conversación para saber que Alice estaba tratando de intimidar a Mia.

—Alice, ¿qué estás diciendo? —dijo Lisa, su voz firme y decidida—. Todos sabemos que estás tratando de hacerle la vida imposible a Mia porque estás celosa de su relación profesional con Alexander. Pero esto ya es demasiado. Deja de mentir y difamar a las personas.

Alice se volvió hacia Lisa, su rostro torcido en una expresión de furia.

—¿Y quién eres tú para decirme qué hacer, Lisa? Esto no te concierne —replicó Alice, su voz cargada de veneno.

Mia sintió una oleada de gratitud hacia Lisa por intervenir. Inspiró profundamente y se levantó de su asiento, enfrentando a Alice directamente.

—Alice, ya basta. No tienes derecho a inventar historias y tratar de humillarme. Alexander nunca te tocó, y todos sabemos que tus mentiras solo reflejan tu propia inseguridad y desesperación por atención —dijo Mia, su voz firme y clara—. Si tienes algún problema conmigo, te sugiero que lo resuelvas de manera profesional en lugar de propagar falsedades.

La oficina quedó en silencio mientras todos observaban la confrontación. Alice parecía sorprendida por la valentía de Mia, pero antes de que pudiera responder, Alexander apareció en la escena. Su expresión era seria, y sus ojos reflejaban una mezcla de desaprobación y determinación.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Alexander, su voz calmada pero autoritaria.

Lisa fue la primera en hablar.

—Alexander, Alice ha estado difamando a Mia y propagando rumores falsos sobre ti y ella —dijo Lisa, mirando a Alexander con preocupación.

Alexander asintió y se volvió hacia Alice, su mirada fría y evaluadora.

—Alice, ¿es cierto lo que dicen? —preguntó, su tono severo.

Alice, sintiéndose acorralada, intentó mantener su compostura.

—Solo estaba hablando con Mia sobre ciertos... rumores que escuché —dijo, tratando de sonar inocente.

Alexander la interrumpió, su voz helada.

—Rumores que tú misma creaste. Alice, he sido claro sobre la profesionalidad que espero en esta oficina. No puedo tolerar la difamación y las mentiras —dijo, su tono decidido—. A partir de este momento, estás despedida. Recoge tus cosas y abandona la oficina inmediatamente.

Alice abrió la boca para protestar, pero las palabras murieron en sus labios cuando vio la expresión decidida de Alexander. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se dirigió a su escritorio para recoger sus pertenencias. La oficina observó en silencio mientras Alice se marchaba, claramente humillada.

Una vez que Alice se fue, Alexander se volvió hacia Mia y Lisa, su expresión suavizándose.

—Lamento que hayan tenido que pasar por esto. Mia, Lisa, gracias por mantener la compostura y defender lo correcto —dijo, su voz sincera.

Mia asintió, sintiéndose aliviada pero aún un poco temblorosa por la confrontación.

—Gracias, Alexander. Esto no debería haber sucedido —dijo Mia, su voz suave.

Alexander le dio una pequeña sonrisa y asintió.

Durante el resto del día, la oficina volvió a su ritmo habitual, aunque el incidente dejó una marca evidente. Mia no pudo evitar notar las miradas de sus compañeros de trabajo, algunos de ellos claramente impresionados por su valentía y la acción de Alexander. Pero decidió centrarse en lo positivo: había defendido su integridad y no estaba sola en esto.

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