Dicen que el amor es algo mágico y atrayente, que poco a poco se va convirtiendo en lo que estaba destinado, o que sin eso no puedes vivir. Es como el oxígeno, como eso que no puedes ver, pero lo necesitas para vivir. Siempre he creído que el amor es una mezcla extraña de dos corazones en uno solo.—¿Cómo es que tus padres se convirtieron en esto? —preguntó Hanna mientras mirábamos las luces de la ciudad deslumbrando todo alrededor.No pude evitar suspirar antes de responder. —Mis padres... alguna vez fueron felices. Eso es algo que no recuerdo de mi infancia o algo cambió y nunca supe qué fue exactamente. Mi madre solía decir que estaban enamorados, pero ahora ya no lo sé —le conté a Hanna con tristeza en voz baja. Hanna apretó suavemente mi mano y me miró con comprensión en los ojos. —A veces las cosas no son lo que parecen. No podemos juzgar la felicidad de alguien desde afuera. Pero lo importante es lo que sientes tú, lo que te hace feliz —dijo con dulzura.Asentí, agradecido p
★32 años atrás. Abigail era una joven enérgica, su familia era una de las más ricas de la ciudad. Ella era joven, tenía escasos 18 años cuando su padre se acercó a ella con una mirada seria y le dijo que tenían a alguien en mente para que fuera su esposo. No, no estamos en los años de la inquisición, pero cuando eres rico, todos los años parecen como si lo fueran. Tus padres deciden por ti, desde cómo debes vestir, qué idioma debes hablar, con quién debes socializar, qué debes comer y también con quién debes casarte. Puede parecer estúpido, lo sé, pero así es la vida de los ricos. Muchos creen que se vive una vida de ensueño, pero pocos saben que esa vida solo pasa en las telenovelas.Abigail solía ser una joven sonriente y amante de las cosas sencillas. Tenía amigos que consideraba genuinos y vivía una vida llena de libertad. Pero el día que su padre le dijo que ya habían encontrado al hombre ideal para ella, todo cambió. Sintió que estaba cayendo en un agujero negro, que su vid
Cuando ella finalmente regresó a su casa, su padre ya la esperaba impaciente. Junto a él, se encontraba un joven apuesto, de cabellos rubios que resaltaban su tez bronceada y unos penetrantes ojos grises que parecían mirar directo al alma de Abigail.Abigail, abrumada por la situación, evitó saludar a su padre y, en cambio, se quedó fija en la presencia de aquel joven desconocido a su lado. —Papá, ¿quién es este hombre? —preguntó Abigail, intentando mantener la calma ante la confusión que inundaba su mente.Con una sonrisa en el rostro, Máximo presentó al joven. —Abigail, quiero que conozcas a Aless Guillén. Él ha estado a mi lado durante tu ausencia y es un honor tenerte finalmente de regreso en casa, para que podamos celebrar nuestro compromiso.Abigail se tomó un momento para procesar las palabras de su padre. ¿Un compromiso? ¿Con este hombre al que apenas conocía? Sentía que su vida se había dado vuelta en apenas unos segundos.Aless, notando la sorpresa en los ojos de Abigail,
—¿Qué voy a hacer? —Se preguntaba Abigail mientras daba círculos por la amplia y luminosa recámara de su casa. Las paredes estaban pintadas de un suave tono celeste que transmitía paz y serenidad. El aroma a flores frescas invadía el ambiente, proveniente de un jarrón de cristal que se encontraba en una mesita junto a la ventana, donde se exhibían unas preciosas rosas blancas. Abigail, con su cabello castaño ondulado cayendo delicadamente sobre sus hombros, se sentía perdida y llena de incertidumbre. Lo primero que pensó fue llamar a Alessandro y contarle de su embarazo, pero las cosas no eran así de sencillas. Desconocía quién era el padre de ese bebé que se estaba formando en su vientre, lo que la sumergía en un mar de preguntas sin respuestas. —Vas a hacerle un hoyo al suelo —pronunció Máximo, su padre de mirada cálida, quien entraba a la recámara como un rayo de luz en medio de la tormenta. El marco de la puerta apenas rozó la madera, dejando entreabierta la posibilidad de un
Abigaíl se quedó pensativa por un momento, sumergida en sus propios pensamientos.Finalmente, llegó a la conclusión de que Marco tenía razón. No podía tomar una decisión precipitada sobre quién era el padre de su hijo sin tener la certeza absoluta.Debía darles a ambos la oportunidad de demostrar su paternidad, así que decidió que lo mejor era dialogar los tres juntos.—Está bien —dijo Abi con determinación, —déjame comprar el vuelo por la aplicación.Se apresuró a abrir la aplicación de su aerolínea preferida en su teléfono y cuando llegó al paso de pago, le pidió a Marco sus datos bancarios.—Págalo tú, luego te lo regreso. Mis tarjetas están adentro —le explicó mientras se esforzaba por completar el proceso de compra de los boletos de avión.Finalmente, logró hacer el pago y se dio cuenta de que solo tenían dos horas antes de que su vuelo despegara. Sin decir una palabra, se dirigieron juntos al aeropuerto.El tiempo parecía pasar volando mientras esperaban en la sala de espera y d
Abigail dirigió la vista a su teléfono que estaba quebrado en el suelo, con la pantalla destrozada y partes desprendidas. Tal y como ese teléfono estaba, se dio cuenta de que de la misma manera estaba su corazón, hecho añicos por dentro. No podía culpar a Aless de que la rechazara, ya que tenía bien claro su situación en ese momento.¿Quién perdonaría una infidelidad? Descubrir a la persona que amas con otro hombre era algo muy difícil de asimilar.Aún así, se negaba a aceptar la realidad que Marco quería hacerle creer. Se repetía una y otra vez que Aless sería incapaz de renegar de alguien que pudiera ser suyo, de su sangre, una parte de él. Sus ojos se llenaron de tristeza y angustia al recordar la imagen de Aless, el hombre que amaba, y ella brazos de otro aquella mañana dónde su vida se arruinó. —Marco, eso no puede ser, Aless no... Él no pudo haber dicho tal cosa —susurró Abigail con la voz entrecortada. —Sé que está molesto conmigo por lo que pasó, pero... Él no es de ese tipo
Fueron a la hermosa casa de Abi y Máximo. Él esperaba ansioso en su elegante estudio, adornado con estanterías llenas de libros y una cómoda butaca frente a un amplio ventanal con una vista impresionante. —Marco, en verdad debo hablar a solas con mi padre —mencionó ella, mientras cruzaba las manos ligeramente nerviosa. —No, Abigail, lo haremos juntos, ahora somos una pareja —respondió Marco con una sonrisa amorosa. Abigail asintió con ternura, apreciando la confianza y reassurance de Marco.—Ok —susurró suavemente.Marco acarició suavemente la mejilla de Abi, deslizando los dedos de manera delicada por su piel suave. Ella le devolvió la sonrisa y un brillo de felicidad iluminó sus ojos.Con un ligero golpecito en la puerta, Abigail abrió un poco la puerta del despacho de su padre. Inclinó la cabeza hacia adentro y Máximo le hizo señas para que entrara. El despacho, decorado con muebles de caoba y una imponente mesa de madera, exudaba autoridad y éxito. —Papi —susurró Abigail, llama
Marco se giró y la vio en el suelo, tratando de levantarse, mientras lloraba y suplicaba que le devolviera a su hijo.—Eres deprimente, Abigaíl. Lloras por este niño, pero si me deshago de él, podremos tener más hijos que sean míos. Así que deja de llorar, te haré un gran favor deshaciéndome de él. —Abi volvió a verlo, extendiendo las manos hacia él.—Te daré más hijos, muchos más, pero por favor no le hagas daño a mi Max. —Marco volteó a ver al bebé en sus brazos, que no paraba de llorar.—¿Muchos más? —Preguntó sonriendo ante la idea.—Sí, tendremos muchos más hijos. Te lo juro, pero por favor, no le hagas nada a mi bebé. —Marco comenzó a caminar hacia ella, postrándose a su altura.—Abi, te amo, ¿sabes verdad? Te amo tanto que no tolero que hayas tenido un hijo de otro hombre, más siendo mi esposa. Si me desobedeces de hoy en adelante, me encargaré de que quien pague tus desobediencias sea este niño. Así que pórtate bien para que tu hijo esté a salvo, ¿te quedó claro, amor mío? —Ab