Abigaíl se quedó pensativa por un momento, sumergida en sus propios pensamientos.
Finalmente, llegó a la conclusión de que Marco tenía razón. No podía tomar una decisión precipitada sobre quién era el padre de su hijo sin tener la certeza absoluta.Debía darles a ambos la oportunidad de demostrar su paternidad, así que decidió que lo mejor era dialogar los tres juntos.—Está bien —dijo Abi con determinación, —déjame comprar el vuelo por la aplicación.Se apresuró a abrir la aplicación de su aerolínea preferida en su teléfono y cuando llegó al paso de pago, le pidió a Marco sus datos bancarios.—Págalo tú, luego te lo regreso. Mis tarjetas están adentro —le explicó mientras se esforzaba por completar el proceso de compra de los boletos de avión.Finalmente, logró hacer el pago y se dio cuenta de que solo tenían dos horas antes de que su vuelo despegara. Sin decir una palabra, se dirigieron juntos al aeropuerto.El tiempo parecía pasar volando mientras esperaban en la sala de espera y durante el trayecto del vuelo. Abigaíl se sentía abrumada por una mezcla de inseguridades y emoción.Estaba a punto de reunirse con Aless, el posible padre de su hijo, y la emoción se apoderaba de ella.Observaba el paisaje desde la ventanilla del avión, intentando calmar sus pensamientos y prepararse para lo que les esperaba en su destino.Una vez que aterrizaron en Londres, Abigaíl rápidamente se organizó y se aseguró de tener consigo su bolsa de viaje.Marco caminaba detrás de ella, con el rostro oculto tras unas gafas oscuras.Juntos, se dirigieron hacia la terminal de taxis y solicitaron uno que los llevara a la dirección que Abigaíl recordaba perfectamente. A través de conversaciones anteriores con Aless, había soñado con vivir en Londres a su lado.Mientras viajaban en el taxi, Marco no podía ocultar su semblante serio.Observó a Abigaíl a través del retrovisor y rompió el silencio.—Pareces un perro, mete la cabeza —comentó de forma mordaz.Abi estaba acostumbrada a su estilo directo de comunicarse, así que simplemente sonrió y se acomodó en su asiento.—¿Crees que él quiera verme?Marco quitó las gafas de sol y le respondió con su característica franqueza.—Yo no lo haría —dijo, pero luego suavizó su expresión y le dedicó una sonrisa reconfortante. —Pero no te preocupes, Abi. Tuvimos un vínculo especial y creo que a él no le gustará estar con alguien que se entrega a otro hombre con facilidad.Estas palabras, aunque dichas con amabilidad, no pudieron evitar hacer que Abigaíl sintiera un nudo en la garganta. En lo más profundo de su ser, ella sabía que su corazón siempre había pertenecido a Aless.La tensión en el taxi se desvaneció cuando finalmente llegaron a la enorme mansión en la dirección que Abigaíl había recordado con tanto detalle.Abigail pagó al taxista y salió del vehículo, siguiendo a Marco hacia la entrada principal. Tocaron el timbre y las imponentes puertas se abrieron para revelar a un mayordomo que les dio la bienvenida con elegancia.—¿Se encuentra Aless? —preguntó Abigaíl con anticipación, esperando que el mayordomo tuviera buenas noticias.El mayordomo mantuvo la mirada fija en ella, sin despegar los ojos de la joven—El joven Aless no se encuentra por el momento...Abigaíl sintió un atisbo de desilusión al escuchar esas palabras.—¿Sabe si vuelve pronto? —preguntó, con un dejo de esperanza en su voz, en un intento desesperado por mantener vivo el hilo de esperanza en su corazón.—Señorita, lamento informarle que el joven Aless no se encuentra en Londres en este momento. Ha viajado a Estados Unidos para especializarse en su campo de la salud y no regresará hasta dentro de dos largos años...En ese momento, Abigaíl recordó que Aless era un destacado doctor.—¿Tendría alguna manera de comunicarme con él?Marco, la tomó de la mano en un gesto de apoyo.—La verdad es que el señor Aless no tiene ninguna forma de contacto en este momento.Marco apretó su mano con fuerza y ella no pudo evitar quejarse ligeramente del dolor.—Por favor, ¡implórele al señor Aless que se comunique conmigo! Dígale que Abigaíl ha venido a buscarlo y que es urgente que hable conmigoSacó un pedazo de papel y un bolígrafo de su bolso y rápidamente escribió su número de teléfono.—Seguramente él lo tiene guardado, pero por favor, dígale que me llame en cuanto pueda.El mayordomo asintió con amabilidad. Después de eso, ambos salieron de la elegante mansión en la que se encontraban.—Todo esto ha sido una completa pérdida de tiempo, sugiero que pasemos la noche en un hotel cercano—propuso Marco, tratando de animar a Abigaíl.—Está bien.Ella se sentía desmotivada y no podía dejar de pensar en la posibilidad de no volver a ver a Aless, y lo que más deseaba era poder contarle que el bebé que llevaba en su vientre podía ser suyo.Llegaron a un hotel y Abigaíl esperó pacientemente a que Marco realizara el pago, pero para su sorpresa, al revisar sus cuentas, se dio cuenta de que había sido ella quien pagó por el vuelo y ahora también estaba cubriendo el costo de las dos habitaciones con su tarjeta de crédito.Abigaíl no podía dejar de mirar su teléfono, esperando ansiosamente que Aless la llamara, pero a medida que pasaban las horas, el teléfono permanecía mudo.Después de tomar un baño, finalmente se fue a dormir, agotada tanto emocional como físicamente.En medio de la noche, su teléfono sonó una vez, proveniente de un número desconocido, pero no pudo responder debido a que ya se encontraba profundamente dormida.A la mañana siguiente, al despertarse, se percató de las numerosas llamadas perdidas de su padre, por lo que decidió llamarlo de inmediato.—Hola papá —Saludó con voz somnolienta.—¿Estás en Londres con Marco? —Preguntó Máximo, sin darle tiempo a respirar.—Sí, he venido a...—No importa, Abigaíl, vuelve de inmediato a Alemania.Abigaíl estaba confundida por el tono molesto de su padre, aunque él hablaba tranquilamente, sin elevar la voz ni maltratarla.—¿Qué sucede, papá?—intentó preguntar, pero fue interrumpida rápidamente.—Mira las noticias, Abi. Hay fotos tuyas entrando a un hotel junto a Marco, y son muy comprometedoras. Abigaíl, regresa a casa de inmediato, lo solucionaremos.La joven puso el teléfono en altavoz y comenzó a buscar en las noticias en línea. Para su horror, encontró las fotos de ella y Marco, algunas incluso mostraban momentos íntimos entre ellos, así como imágenes de su entrada al hotel.—Papi —Abigaíl comenzó a sollozar desconsoladamente.—Cariño, vuelve, solucionaremos esto juntos, mi amor.Su padre intentó consolarla.—Lo siento, papá.Sus palabras se perdieron entre lágrimas.—Eres mi hija y siempre te apoyaré en todo lo que necesites, pero por favor, regresa a casa lo antes posible. Hablaremos cuando estés aquí.Justo cuando Abigaíl se disponía a salir apresuradamente de su habitación, Marco apareció en la puerta.—¿Has visto las noticias? —preguntó con voz preocupada.Abigaíl continuó llorando y él la abrazó, intentando consolarla en medio de su propio remordimiento.—¿Quién publicó esas imágenes? —preguntó angustiada Abigaíl. —He hecho quedar mal a mi padre, él es una persona muy influyente en el mundo de los negocios y ahora está siendo ridiculizado públicamente. ¿Has leído todo lo que dicen de mí?—Tranquila.Abi volvió a entrar en la habitación y corrió al baño para vomitar, afectada por la mezcla de emociones y la tensión del momento.Marco se quedó en la habitación, observando con una sonrisa maliciosa, mientras tomo el teléfono celular de Abi que empezaba a sonar con un número desconocido.Él decidió contestar la llamada y entabló una breve conversación con la persona al otro lado de la línea antes de colgar abruptamente, soltando un grito.—SI NO QUIERE HACERSE CARGO, ESTÁ PERFECTO. MI HIJO NO NECESITARÁ UN PADRE, ME CASARÉ CON ELLA Y ASUMIRÉ LA RESPONSABILIDAD. NO TE NECESITAMOS.Abi, quien salía del baño, alcanzó a escuchar las palabras de Marco.—¿Era Aless? —preguntó con voz temblorosa.—Lo siento, Abi, él solo llamó para decir que no quiere saber nada de ti. Al parecer, ha visto lo que han divulgado sobre nosotros y no me ha quedado más remedio que contarle sobre el embarazo. Lo siento, él dijo que no quiere saber nada sobre el bebé y que no puedes contar con él. De la rabia, tiré tu teléfono contra la pared, pero no te preocupes, ese bebé no estará solo, yo me encargaré de él.Abigail dirigió la vista a su teléfono que estaba quebrado en el suelo, con la pantalla destrozada y partes desprendidas. Tal y como ese teléfono estaba, se dio cuenta de que de la misma manera estaba su corazón, hecho añicos por dentro. No podía culpar a Aless de que la rechazara, ya que tenía bien claro su situación en ese momento.¿Quién perdonaría una infidelidad? Descubrir a la persona que amas con otro hombre era algo muy difícil de asimilar.Aún así, se negaba a aceptar la realidad que Marco quería hacerle creer. Se repetía una y otra vez que Aless sería incapaz de renegar de alguien que pudiera ser suyo, de su sangre, una parte de él. Sus ojos se llenaron de tristeza y angustia al recordar la imagen de Aless, el hombre que amaba, y ella brazos de otro aquella mañana dónde su vida se arruinó. —Marco, eso no puede ser, Aless no... Él no pudo haber dicho tal cosa —susurró Abigail con la voz entrecortada. —Sé que está molesto conmigo por lo que pasó, pero... Él no es de ese tipo
Fueron a la hermosa casa de Abi y Máximo. Él esperaba ansioso en su elegante estudio, adornado con estanterías llenas de libros y una cómoda butaca frente a un amplio ventanal con una vista impresionante. —Marco, en verdad debo hablar a solas con mi padre —mencionó ella, mientras cruzaba las manos ligeramente nerviosa. —No, Abigail, lo haremos juntos, ahora somos una pareja —respondió Marco con una sonrisa amorosa. Abigail asintió con ternura, apreciando la confianza y reassurance de Marco.—Ok —susurró suavemente.Marco acarició suavemente la mejilla de Abi, deslizando los dedos de manera delicada por su piel suave. Ella le devolvió la sonrisa y un brillo de felicidad iluminó sus ojos.Con un ligero golpecito en la puerta, Abigail abrió un poco la puerta del despacho de su padre. Inclinó la cabeza hacia adentro y Máximo le hizo señas para que entrara. El despacho, decorado con muebles de caoba y una imponente mesa de madera, exudaba autoridad y éxito. —Papi —susurró Abigail, llama
Marco se giró y la vio en el suelo, tratando de levantarse, mientras lloraba y suplicaba que le devolviera a su hijo.—Eres deprimente, Abigaíl. Lloras por este niño, pero si me deshago de él, podremos tener más hijos que sean míos. Así que deja de llorar, te haré un gran favor deshaciéndome de él. —Abi volvió a verlo, extendiendo las manos hacia él.—Te daré más hijos, muchos más, pero por favor no le hagas daño a mi Max. —Marco volteó a ver al bebé en sus brazos, que no paraba de llorar.—¿Muchos más? —Preguntó sonriendo ante la idea.—Sí, tendremos muchos más hijos. Te lo juro, pero por favor, no le hagas nada a mi bebé. —Marco comenzó a caminar hacia ella, postrándose a su altura.—Abi, te amo, ¿sabes verdad? Te amo tanto que no tolero que hayas tenido un hijo de otro hombre, más siendo mi esposa. Si me desobedeces de hoy en adelante, me encargaré de que quien pague tus desobediencias sea este niño. Así que pórtate bien para que tu hijo esté a salvo, ¿te quedó claro, amor mío? —Ab
★Cuatro años después. (Aquí contaremos con un cambio de narrador, pasará a ser narrado en primera persona). Me levanté rápido, quería alcanzar a papá antes de que se fuera a trabajar. Casi siempre mamá me manda a dormir temprano, así que son muy raras las veces que lo veo cuando llega del trabajo. Traté de despertarme temprano, pero por más que lo intenté, el auto de mi padre ya estaba encendido. Eso solo significaba una cosa y era que, de nuevo, no pasaría tiempo con él. Ya olvidé la última vez que convivimos más de unos minutos.Mamá lo despedía en la entrada y yo los miraba desde la ventana. Papá le dijo algo a mamá y ella agachó la cabeza. Después pareciera que él me volteó a ver, ya que volteé a mi ventana y me oculté detrás de las cortinas. Creo que papá está de malas, de nuevo. «¿Por qué siempre se pone de malas cuando me ve?» Siempre me lo he preguntado.No me gusta que él me mire feo, yo solo quiero jugar con él, como lo hacen mis demás compañeros en la escuela. Sus pa
Cuando llegué a la escuela, Romina me entregó a la maestra y observé cómo todos se despedían de sus padres con abrazos y besos, mientras yo no tenía a nadie más que a Romina. Mi tristeza me invadió y decidí no trabajar en el salón. La maestra intentó averiguar por qué no quería participar, pero no quise decirle nada. Solo deseaba que mi papá levantara el castigo de mi mamá para poder ir al parque juntos o que al menos me trajera a la escuela.Durante el recreo, me dirigí hacia la parte trasera de los salones y me quedé allí solo. Además, me di cuenta de que no había llevado mi lonchera, lo que provocaba una fuerte hambre en mi estómago.Cuando Romina vino a buscarme, me llevó a su casa, seguramente para informarle a papá que me había portado mal y, una vez más, me quedaría sin ver a mamá. Si ese era el caso, pasé varios días en los que no pude verla. Solo iba de la escuela a casa, donde Romina me encerraba en mi habitación y solo me permitía salir para comer a una determinada hora.L
Una tibia y soleada tarde, me encontraba tumbado sobre una enorme roca, observando el mundo a mi alrededor. En ese preciso instante, mi atención se vio atrapada por una pequeña hormiga que paseaba frente a mis ojos. Con asombro, noté que llevaba en su espalda una inmensa migaja de pan, que era aproximadamente dos veces su tamaño. Intrigado, decidí bloquearle el paso con mi dedo y, para mi sorpresa, la diminuta criatura trepó hasta llegar a mi dedo.Absorbido por la escena, estaba sumergido en observar a la hormiga cuando, de pronto, un balón desmesurado cayó con violencia sobre ella. Al girarme para averiguar lo ocurrido, me percaté de la presencia de varios niños que se acercaban corriendo hacia donde me encontraba.—Maximiliano, ¿quieres jugar?— me preguntaron ellos, pero, en verdad, no estaba interesado en unirse a sus juegos. Mi espalda todavía dolía por el castigo que papá me había dado recientemente.Sin contestarles, me incliné en busca de otra hormiga. Escuché un comentario e
Más todo era falso, papá no es así, nunca será cariñoso conmigo y eso me duele mucho. —Qué gusto me da verte, papá —comentó mamá con una sonrisa fingida que no dejaba señales de que papá la golpeaba o que había hecho lo mismo conmigo.Sus ojos reflejaban una tristeza oculta y su voz tenía un tono forzado. —Tus tías te mandaron saludos y tenían curiosidad por conocer a Max —pronunció mi abuelo, quien volteó a verme mientras yo agaché la cabeza avergonzado. Su mirada era de comprensión, como si supiera lo que ocurría detrás de las apariencias. —Lo sé, pero ya sabes que mi esposo ha estado muy ocupado y mi deber es estar a su lado —respondió mamá, pero sus palabras carecían de convicción. —Está bien, después de visitar a tus tías, fui a Londres por negocios y me encontré con alguien —mi madre agachó la cabeza y padre la observó detenidamente, luego solo habló mi padre—¿Y cómo van los negocios, suegro? —preguntó papá. Mi mente no podía comprender las conversaciones sobre inversione
—Por favor, suéltelo, no le haga daño a mi abuelo. Si le hacen daño, van a conocer la ira de Maximiliano —grité desesperado mientras el hombre me miraba con sorpresa y el abuelo estallaba en risas. —Mi niño —dijo el abuelo, entre risas incontrolables que le impedían hablar. —Abuelito, este señor quiere hacerte daño. —Corrí hacia el abuelo, abrazándolo con fuerza como si mi abrazo pudiera protegerlo de cualquier mal. —Él no tiene intención de lastimarme, mi amor. Quiero que conozcas al doctor Aless Guillén —mencionó el abuelo entre risas. —¿Doctor? Abuelo, ¿qué es exactamente un doctor? —pregunté con recelo mientras observaba con desconfianza al señor. No me inspiraba confianza, además sostenía en sus manos un extraño aparato que desconocía por completo. —Tú debes ser el nieto de Máximo, ¿verdad? Hola, me llamo Aless —dijo el hombre tendiéndome la mano, pero en su lugar, me giré y me aferré al abuelo. —No quiero que le hagan daño a mi abuelito —le afirmé con determinación. —No