Más todo era falso, papá no es así, nunca será cariñoso conmigo y eso me duele mucho. —Qué gusto me da verte, papá —comentó mamá con una sonrisa fingida que no dejaba señales de que papá la golpeaba o que había hecho lo mismo conmigo.Sus ojos reflejaban una tristeza oculta y su voz tenía un tono forzado. —Tus tías te mandaron saludos y tenían curiosidad por conocer a Max —pronunció mi abuelo, quien volteó a verme mientras yo agaché la cabeza avergonzado. Su mirada era de comprensión, como si supiera lo que ocurría detrás de las apariencias. —Lo sé, pero ya sabes que mi esposo ha estado muy ocupado y mi deber es estar a su lado —respondió mamá, pero sus palabras carecían de convicción. —Está bien, después de visitar a tus tías, fui a Londres por negocios y me encontré con alguien —mi madre agachó la cabeza y padre la observó detenidamente, luego solo habló mi padre—¿Y cómo van los negocios, suegro? —preguntó papá. Mi mente no podía comprender las conversaciones sobre inversione
—Por favor, suéltelo, no le haga daño a mi abuelo. Si le hacen daño, van a conocer la ira de Maximiliano —grité desesperado mientras el hombre me miraba con sorpresa y el abuelo estallaba en risas. —Mi niño —dijo el abuelo, entre risas incontrolables que le impedían hablar. —Abuelito, este señor quiere hacerte daño. —Corrí hacia el abuelo, abrazándolo con fuerza como si mi abrazo pudiera protegerlo de cualquier mal. —Él no tiene intención de lastimarme, mi amor. Quiero que conozcas al doctor Aless Guillén —mencionó el abuelo entre risas. —¿Doctor? Abuelo, ¿qué es exactamente un doctor? —pregunté con recelo mientras observaba con desconfianza al señor. No me inspiraba confianza, además sostenía en sus manos un extraño aparato que desconocía por completo. —Tú debes ser el nieto de Máximo, ¿verdad? Hola, me llamo Aless —dijo el hombre tendiéndome la mano, pero en su lugar, me giré y me aferré al abuelo. —No quiero que le hagan daño a mi abuelito —le afirmé con determinación. —No
★Aless. No sé por qué sentí una especie de conexión cuando vi a este pequeño. Mi corazón está latiendo muy rápido y siento tanta ternura.—¿Tú y mi hija? —Abigaíl fue mi primer amor, la única mujer de la que me he enamorado. Cuando Max salió corriendo de la sala y lo vi marchar, sentí un enorme vacío entre mis manos.—No lo puedo creer, ¿En verdad crees que él es tuyo?—Es idéntico a mí de niño, sus ojos, su cabello, incluso su curiosidad. Era igual a su edad.—Abigaíl fue a Londres hace casi 5 años, ¿Y si fue a darte la noticia?—¿Ella fue a Londres?—Sí, ¿no lo sabías?—No, después de que Abigaíl y yo rompiéramos nuestro compromiso, me fui a estudiar a Estados Unidos. Nunca supe que ella fue a Londres, hasta que terminé mis estudios. —¿Cómo es eso posible? La noticia de ella y Marco salió en todos lados.—Mis estudios eran internos, sin comunicación al mundo exterior, ya que estudiábamos bacteriología y no podíamos salir si manejábamos sustancias que dañaran a otros. Pero aun así
—Vas a ser un gran doctor, mi amor —el abuelo me abrazó con ternura y una sonrisa orgullosa en su rostro. Sus arrugas parecían contar historias de años de experiencia y sabiduría. —¿Abuelito, te sientes malito? —pregunté con preocupación al ver cómo se tambaleaba ligeramente.—Si, creo que el viaje en tren me cansó un poco. Terminemos de comer y nos vamos a dormir un rato, ¿te parece? Asentí con tristeza, sintiendo que mi abuelo no estaba bien. Juntos, seguimos disfrutando de nuestra comida casera favorita mientras compartíamos anécdotas y risas. Subimos lentamente las escaleras hacia la habitación del abuelo, su bastón golpeanda suavemente el suelo con cada paso. Mientras él se preparaba para darse un baño, yo no pude contener mi emoción y salté en su cama, rebosante de energía.El abuelo salió del baño y comenzó a reír al ver cómo me fui de cabeza al suelo, lanzando pompas de aire con mi caída. —Dolió —me quejé, frotando delicadamente mi trasero adolorido.El abuelo rodeó sus
—¿Por qué odias a tus padres? —me preguntó Aless. —Vamos a otro juego —salí corriendo. Estaba decidido a no revelar los secretos de papá. Esa noche fue maravillosa, la mejor de mi infancia. Subimos a muchos juegos, reímos, vimos los fuegos artificiales y comimos muchas golosinas. Me dolía el estómago de tanto reír y a Aless le dolían los hombros de cargar conmigo. Al final de la noche, me llevó a casa y mi abuelo nos recibió con una gran sonrisa en el rostro. Antes de llegar a la casa de mi abuelo, me quedé dormido en el auto. Cuando desperté, ya estaba en mi cama con la luz del sol entrando por la ventana. Los días siguientes fueron increíbles. Aless nos visitaba con frecuencia y compartíamos innumerables momentos de diversión. Me enseñaba sus juguetes de doctor, explicándome para qué servía cada uno de ellos. Juntos construíamos un mundo lleno de imaginación y aprendizaje. Mi abuelo siempre estaba presente, disfrutando de nuestra compañía y enseñándonos valiosas lecciones de v
—¿Quién es, amor? —preguntó una vez más la madre de Dylan, pero mi vista aún estaba fija en la joven. Ella llevaba unas pantuflas de patito y vestía una pijama de Bob Esponja, a pesar de ser ya más de medio día. Sus dos colitas estaban un poco chuecas y tenía una paleta roja en la boca, que le pintaba los labios del mismo color. Era simplemente adorable.—Es un joven, mamá —gritó, pero en cuestión de segundos ella me volvió a mirar y escuché su respuesta: —No compraremos servicios funerarios, por favor retírese. Sonreí ante su ocurrencia y estaba a punto de contestar, cuando la madre de la encantadora jovencita se acercó.—Max, pasa querido —pronunció, agitando la mano y haciendo señas para que me acercara. Pasé al lado de la joven y me di cuenta de que su cabello olía a vainilla, un aroma dulce y reconfortante que me envolvió al instante.—¿Señora, se encuentra Dylan? —pregunté con cierta ansiedad.—No, salió con su novia, seguro volverá en unas horas. ¿Tienes hambre? —negué con l
Después de pasar una agradable tarde con Hanna, ayudándola con su tarea, que resultó ser mucho más fácil de lo que esperaba, regresé a mi casa, mi refugio poco favorito. Al abrir la puerta, me encontré con la escena recurrente de siempre: mi madre llorando inconsolablemente, Mons en el sofá con otro golpe en su rostro maltrecho y mi padre, una vez más, desaparecido sin dejar rastro. Suspiré profundamente, acostumbrado a esa situación que parecía haberse convertido en la normalidad de mi hogar, y decidí subir a mi habitación para alejarme de todo un rato.Una vez en mi cuarto, sentí la necesidad de salir a la terraza para tomar un respiro de aire fresco y tranquilidad. Fue entonces cuando tomé la decisión de llamar a mi querido abuelo Máximo, aquel que siempre estaba dispuesto a escucharme y brindarme palabras de aliento.—Hola, ¿cómo está mi abuelo favorito? —pregunté con entusiasmo, mientras intentaba ajustar la cámara de mi teléfono para una videollamada.La voz de mi abuelo resonó
—Hanna no me interesa —pronuncié fríamente, con mi expresión seria reflejando mi falta de interés.Él comenzó a reírse de forma escandalosa y despreciable, el sonido reverberando en mis oídos como una afrenta añadida.—¿Y crees que a mí me interesa tu madre? Solo me casé con ella por su fortuna —él continuó, su risa mezclándose con un tono burlón.Sus palabras fueron un golpe directo a mi orgullo. —Puedes revolcarte con quien quieras. Si ella no te interesa, puedes hacer lo mismo que yo: tener una gata en tu casa que sea más que una sirvienta y en la calle a una mujer de verdad —sus palabras eran veneno envenenando mi mente.El desprecio que sentía emanaba de él como una miasma nauseabunda.—Ya te mostré cómo debes tratar a una mujer para que haga todo lo que quieras. Puedes domar a Hanna, así de fácil —su voz era ácida mientras me ofrecía su retorcida guía para manipular a las mujeres.Apreté mis puños con fuerza, clavando mis uñas en mis palmas, negándome a cometer los mismos error