—¿Por qué odias a tus padres? —me preguntó Aless. —Vamos a otro juego —salí corriendo. Estaba decidido a no revelar los secretos de papá. Esa noche fue maravillosa, la mejor de mi infancia. Subimos a muchos juegos, reímos, vimos los fuegos artificiales y comimos muchas golosinas. Me dolía el estómago de tanto reír y a Aless le dolían los hombros de cargar conmigo. Al final de la noche, me llevó a casa y mi abuelo nos recibió con una gran sonrisa en el rostro. Antes de llegar a la casa de mi abuelo, me quedé dormido en el auto. Cuando desperté, ya estaba en mi cama con la luz del sol entrando por la ventana. Los días siguientes fueron increíbles. Aless nos visitaba con frecuencia y compartíamos innumerables momentos de diversión. Me enseñaba sus juguetes de doctor, explicándome para qué servía cada uno de ellos. Juntos construíamos un mundo lleno de imaginación y aprendizaje. Mi abuelo siempre estaba presente, disfrutando de nuestra compañía y enseñándonos valiosas lecciones de v
—¿Quién es, amor? —preguntó una vez más la madre de Dylan, pero mi vista aún estaba fija en la joven. Ella llevaba unas pantuflas de patito y vestía una pijama de Bob Esponja, a pesar de ser ya más de medio día. Sus dos colitas estaban un poco chuecas y tenía una paleta roja en la boca, que le pintaba los labios del mismo color. Era simplemente adorable.—Es un joven, mamá —gritó, pero en cuestión de segundos ella me volvió a mirar y escuché su respuesta: —No compraremos servicios funerarios, por favor retírese. Sonreí ante su ocurrencia y estaba a punto de contestar, cuando la madre de la encantadora jovencita se acercó.—Max, pasa querido —pronunció, agitando la mano y haciendo señas para que me acercara. Pasé al lado de la joven y me di cuenta de que su cabello olía a vainilla, un aroma dulce y reconfortante que me envolvió al instante.—¿Señora, se encuentra Dylan? —pregunté con cierta ansiedad.—No, salió con su novia, seguro volverá en unas horas. ¿Tienes hambre? —negué con l
Después de pasar una agradable tarde con Hanna, ayudándola con su tarea, que resultó ser mucho más fácil de lo que esperaba, regresé a mi casa, mi refugio poco favorito. Al abrir la puerta, me encontré con la escena recurrente de siempre: mi madre llorando inconsolablemente, Mons en el sofá con otro golpe en su rostro maltrecho y mi padre, una vez más, desaparecido sin dejar rastro. Suspiré profundamente, acostumbrado a esa situación que parecía haberse convertido en la normalidad de mi hogar, y decidí subir a mi habitación para alejarme de todo un rato.Una vez en mi cuarto, sentí la necesidad de salir a la terraza para tomar un respiro de aire fresco y tranquilidad. Fue entonces cuando tomé la decisión de llamar a mi querido abuelo Máximo, aquel que siempre estaba dispuesto a escucharme y brindarme palabras de aliento.—Hola, ¿cómo está mi abuelo favorito? —pregunté con entusiasmo, mientras intentaba ajustar la cámara de mi teléfono para una videollamada.La voz de mi abuelo resonó
—Hanna no me interesa —pronuncié fríamente, con mi expresión seria reflejando mi falta de interés.Él comenzó a reírse de forma escandalosa y despreciable, el sonido reverberando en mis oídos como una afrenta añadida.—¿Y crees que a mí me interesa tu madre? Solo me casé con ella por su fortuna —él continuó, su risa mezclándose con un tono burlón.Sus palabras fueron un golpe directo a mi orgullo. —Puedes revolcarte con quien quieras. Si ella no te interesa, puedes hacer lo mismo que yo: tener una gata en tu casa que sea más que una sirvienta y en la calle a una mujer de verdad —sus palabras eran veneno envenenando mi mente.El desprecio que sentía emanaba de él como una miasma nauseabunda.—Ya te mostré cómo debes tratar a una mujer para que haga todo lo que quieras. Puedes domar a Hanna, así de fácil —su voz era ácida mientras me ofrecía su retorcida guía para manipular a las mujeres.Apreté mis puños con fuerza, clavando mis uñas en mis palmas, negándome a cometer los mismos error
Ayer viví uno de los días más memorables de mi vida...Después de un relajante tiempo en el baño, salí y lo encontré parado junto a la ventana, contemplando el paisaje urbano que se extendía más allá de los cristales.—¿Qué estás mirando tan ensimismado? —pregunté, rompiendo su trance.Max se giró hacia mí con una sonrisa pícara. —Solo pensaba en cómo podría pintar ese horizonte en tu pared —bromeó.Le pedí a Max que me ayudara a pintar mi habitación, ya que mi padre insiste en que debo asumir responsabilidades y eso implica involucrar a Max de manera indirecta.Max respondió que no había traído ropa adecuada, así que fui corriendo al cuarto de mi padre, saqué un conjunto deportivo y regresé hacia él.Le pedí amablemente que se lo pusiera, aunque casi exigí que lo usara.Max mencionó que no le gustaba que lo mandaran y que yo era muy mandona. Simplemente sonreí ante sus comentarios.Con ternura, le pedí a Max que tomara el conjunto para ayudarme a pintar mi habitación, recientemente d
★¡Max!Cuando desperté, sentí la mirada que me daba Hanna.Ella comentó mientras me observaba: ―Te has dormido como un tronco.Su cabello estaba húmedo; parecía que se acababa de dar un baño, y vestía un vestido rosa. Su cabello estaba suelto y llevaba zapatos de charol.―¿Me quedé dormido? No planeaba quedarme dormido en casa de Hanna, y mucho menos en su cama. Solo que me emocioné tanto leyendo que me cansé.―Sí, cuando desperté, ya estabas en la cama, y tú estabas a mi lado.¿Dormí con ella? Esto es una locura; si se enteran, me meteré en problemas.Me puse de pie inmediatamente y busqué mi ropa. La que llevaba puesta era del padre de Hanna; además, no me había lavado la cara, estoy lleno de pintura.―Mis padres no están, no llegaron a dormir, y Dylan tampoco, así que no te preocupes —dijo con expresión seria.―¿Siempre te dejan sola? Ella negó.―No, seguro mis padres pensaban que Dylan regresaría, pero no lo hizo. Casi nunca estoy sola. Por cierto, ya que Dylan no está, ¿podrías
Después de salir de la cafetería, decidí volver a casa.Ni siquiera había pasado por allí, cuando llegué encontré a mi madre preparando el almuerzo. No estaba seguro si mi hermana Monserrat estaba en el instituto, ya que tiene demasiadas faltas y solo asiste cuando mi padre quiere que lo haga.―Max ―me habló mi madre. Me acerqué a ella, pero no tenía ganas de hablarle, así que no mencioné ni una sola palabra. Ella me miró pero tampoco me dijo nada.Al ver que ninguno de los dos hablaría, me di media vuelta para irme. Pero finalmente decidió hablar, así que me giré para escucharla.―Tu padre quería saber cuándo comenzarías las clases y quiere el recibo del cheque que te dio.Era de esperarse que no me diría algo agradable.Creí que me preguntaría dónde había pasado la noche, pero no lo hizo. Seguro ni cuenta se dio de que no dormí aquí.Vi cómo se movió hacia el lavadero y cojeaba.Tomé una manzana del frutero y pregunté:―¿Mi padre volvió a golpearte? ¿Por qué? ¿Qué nueva cosa te met
Salí de casa de mis padres decepcionado, ¿será que siempre será igual? Estoy harto de toda esta mierda de familia que me tocó.Comencé a caminar sin rumbo y terminé sentado en la banca de un parque, con mi vista perdida en el césped, mientras reflexionaba sobre toda la mierda que cargaba en mis hombros.Jamás creería que terminaría golpeando a mi padre y que mi madre siempre estaría de su lado; lo más triste de todo es que mi hermana es la que paga todos los errores de mi madre, los mismos errores que en mi niñez me tocó pagar a mí.Sentí cómo alguien se sentaba a mi lado en el banco del parque, y un leve contacto en mi hombro me hizo girar la vista.Era Hanna, una pequeña niña de catorce años que, a pesar de su corta edad, irradiaba una madurez inusual para su edad.Sus ojos mostraban una preocupación genuina mientras me preguntaba: —¿Te encuentras bien?Permanecí en silencio, observándola durante un instante. Me invadió un sentimiento de duda y confusión.No sabía si debería confia