Cuando llegué a la escuela, Romina me entregó a la maestra y observé cómo todos se despedían de sus padres con abrazos y besos, mientras yo no tenía a nadie más que a Romina. Mi tristeza me invadió y decidí no trabajar en el salón. La maestra intentó averiguar por qué no quería participar, pero no quise decirle nada. Solo deseaba que mi papá levantara el castigo de mi mamá para poder ir al parque juntos o que al menos me trajera a la escuela.Durante el recreo, me dirigí hacia la parte trasera de los salones y me quedé allí solo. Además, me di cuenta de que no había llevado mi lonchera, lo que provocaba una fuerte hambre en mi estómago.Cuando Romina vino a buscarme, me llevó a su casa, seguramente para informarle a papá que me había portado mal y, una vez más, me quedaría sin ver a mamá. Si ese era el caso, pasé varios días en los que no pude verla. Solo iba de la escuela a casa, donde Romina me encerraba en mi habitación y solo me permitía salir para comer a una determinada hora.L
Una tibia y soleada tarde, me encontraba tumbado sobre una enorme roca, observando el mundo a mi alrededor. En ese preciso instante, mi atención se vio atrapada por una pequeña hormiga que paseaba frente a mis ojos. Con asombro, noté que llevaba en su espalda una inmensa migaja de pan, que era aproximadamente dos veces su tamaño. Intrigado, decidí bloquearle el paso con mi dedo y, para mi sorpresa, la diminuta criatura trepó hasta llegar a mi dedo.Absorbido por la escena, estaba sumergido en observar a la hormiga cuando, de pronto, un balón desmesurado cayó con violencia sobre ella. Al girarme para averiguar lo ocurrido, me percaté de la presencia de varios niños que se acercaban corriendo hacia donde me encontraba.—Maximiliano, ¿quieres jugar?— me preguntaron ellos, pero, en verdad, no estaba interesado en unirse a sus juegos. Mi espalda todavía dolía por el castigo que papá me había dado recientemente.Sin contestarles, me incliné en busca de otra hormiga. Escuché un comentario e
Más todo era falso, papá no es así, nunca será cariñoso conmigo y eso me duele mucho. —Qué gusto me da verte, papá —comentó mamá con una sonrisa fingida que no dejaba señales de que papá la golpeaba o que había hecho lo mismo conmigo.Sus ojos reflejaban una tristeza oculta y su voz tenía un tono forzado. —Tus tías te mandaron saludos y tenían curiosidad por conocer a Max —pronunció mi abuelo, quien volteó a verme mientras yo agaché la cabeza avergonzado. Su mirada era de comprensión, como si supiera lo que ocurría detrás de las apariencias. —Lo sé, pero ya sabes que mi esposo ha estado muy ocupado y mi deber es estar a su lado —respondió mamá, pero sus palabras carecían de convicción. —Está bien, después de visitar a tus tías, fui a Londres por negocios y me encontré con alguien —mi madre agachó la cabeza y padre la observó detenidamente, luego solo habló mi padre—¿Y cómo van los negocios, suegro? —preguntó papá. Mi mente no podía comprender las conversaciones sobre inversione
—Por favor, suéltelo, no le haga daño a mi abuelo. Si le hacen daño, van a conocer la ira de Maximiliano —grité desesperado mientras el hombre me miraba con sorpresa y el abuelo estallaba en risas. —Mi niño —dijo el abuelo, entre risas incontrolables que le impedían hablar. —Abuelito, este señor quiere hacerte daño. —Corrí hacia el abuelo, abrazándolo con fuerza como si mi abrazo pudiera protegerlo de cualquier mal. —Él no tiene intención de lastimarme, mi amor. Quiero que conozcas al doctor Aless Guillén —mencionó el abuelo entre risas. —¿Doctor? Abuelo, ¿qué es exactamente un doctor? —pregunté con recelo mientras observaba con desconfianza al señor. No me inspiraba confianza, además sostenía en sus manos un extraño aparato que desconocía por completo. —Tú debes ser el nieto de Máximo, ¿verdad? Hola, me llamo Aless —dijo el hombre tendiéndome la mano, pero en su lugar, me giré y me aferré al abuelo. —No quiero que le hagan daño a mi abuelito —le afirmé con determinación. —No
★Aless. No sé por qué sentí una especie de conexión cuando vi a este pequeño. Mi corazón está latiendo muy rápido y siento tanta ternura.—¿Tú y mi hija? —Abigaíl fue mi primer amor, la única mujer de la que me he enamorado. Cuando Max salió corriendo de la sala y lo vi marchar, sentí un enorme vacío entre mis manos.—No lo puedo creer, ¿En verdad crees que él es tuyo?—Es idéntico a mí de niño, sus ojos, su cabello, incluso su curiosidad. Era igual a su edad.—Abigaíl fue a Londres hace casi 5 años, ¿Y si fue a darte la noticia?—¿Ella fue a Londres?—Sí, ¿no lo sabías?—No, después de que Abigaíl y yo rompiéramos nuestro compromiso, me fui a estudiar a Estados Unidos. Nunca supe que ella fue a Londres, hasta que terminé mis estudios. —¿Cómo es eso posible? La noticia de ella y Marco salió en todos lados.—Mis estudios eran internos, sin comunicación al mundo exterior, ya que estudiábamos bacteriología y no podíamos salir si manejábamos sustancias que dañaran a otros. Pero aun así
—Vas a ser un gran doctor, mi amor —el abuelo me abrazó con ternura y una sonrisa orgullosa en su rostro. Sus arrugas parecían contar historias de años de experiencia y sabiduría. —¿Abuelito, te sientes malito? —pregunté con preocupación al ver cómo se tambaleaba ligeramente.—Si, creo que el viaje en tren me cansó un poco. Terminemos de comer y nos vamos a dormir un rato, ¿te parece? Asentí con tristeza, sintiendo que mi abuelo no estaba bien. Juntos, seguimos disfrutando de nuestra comida casera favorita mientras compartíamos anécdotas y risas. Subimos lentamente las escaleras hacia la habitación del abuelo, su bastón golpeanda suavemente el suelo con cada paso. Mientras él se preparaba para darse un baño, yo no pude contener mi emoción y salté en su cama, rebosante de energía.El abuelo salió del baño y comenzó a reír al ver cómo me fui de cabeza al suelo, lanzando pompas de aire con mi caída. —Dolió —me quejé, frotando delicadamente mi trasero adolorido.El abuelo rodeó sus
—¿Por qué odias a tus padres? —me preguntó Aless. —Vamos a otro juego —salí corriendo. Estaba decidido a no revelar los secretos de papá. Esa noche fue maravillosa, la mejor de mi infancia. Subimos a muchos juegos, reímos, vimos los fuegos artificiales y comimos muchas golosinas. Me dolía el estómago de tanto reír y a Aless le dolían los hombros de cargar conmigo. Al final de la noche, me llevó a casa y mi abuelo nos recibió con una gran sonrisa en el rostro. Antes de llegar a la casa de mi abuelo, me quedé dormido en el auto. Cuando desperté, ya estaba en mi cama con la luz del sol entrando por la ventana. Los días siguientes fueron increíbles. Aless nos visitaba con frecuencia y compartíamos innumerables momentos de diversión. Me enseñaba sus juguetes de doctor, explicándome para qué servía cada uno de ellos. Juntos construíamos un mundo lleno de imaginación y aprendizaje. Mi abuelo siempre estaba presente, disfrutando de nuestra compañía y enseñándonos valiosas lecciones de v
—¿Quién es, amor? —preguntó una vez más la madre de Dylan, pero mi vista aún estaba fija en la joven. Ella llevaba unas pantuflas de patito y vestía una pijama de Bob Esponja, a pesar de ser ya más de medio día. Sus dos colitas estaban un poco chuecas y tenía una paleta roja en la boca, que le pintaba los labios del mismo color. Era simplemente adorable.—Es un joven, mamá —gritó, pero en cuestión de segundos ella me volvió a mirar y escuché su respuesta: —No compraremos servicios funerarios, por favor retírese. Sonreí ante su ocurrencia y estaba a punto de contestar, cuando la madre de la encantadora jovencita se acercó.—Max, pasa querido —pronunció, agitando la mano y haciendo señas para que me acercara. Pasé al lado de la joven y me di cuenta de que su cabello olía a vainilla, un aroma dulce y reconfortante que me envolvió al instante.—¿Señora, se encuentra Dylan? —pregunté con cierta ansiedad.—No, salió con su novia, seguro volverá en unas horas. ¿Tienes hambre? —negué con l