★32 años atrás.
Abigail era una joven enérgica, su familia era una de las más ricas de la ciudad.Ella era joven, tenía escasos 18 años cuando su padre se acercó a ella con una mirada seria y le dijo que tenían a alguien en mente para que fuera su esposo.No, no estamos en los años de la inquisición, pero cuando eres rico, todos los años parecen como si lo fueran.Tus padres deciden por ti, desde cómo debes vestir, qué idioma debes hablar, con quién debes socializar, qué debes comer y también con quién debes casarte. Puede parecer estúpido, lo sé, pero así es la vida de los ricos.Muchos creen que se vive una vida de ensueño, pero pocos saben que esa vida solo pasa en las telenovelas.Abigail solía ser una joven sonriente y amante de las cosas sencillas. Tenía amigos que consideraba genuinos y vivía una vida llena de libertad. Pero el día que su padre le dijo que ya habían encontrado al hombre ideal para ella, todo cambió.Sintió que estaba cayendo en un agujero negro, que su vida estaba siendo succionada y que jamás tendría retorno de esa oscuridad.Su padre, Máximo, le insistió que él era lo mejor para ella, que ese hombre era un buen partido, muy trabajador y que tendría muchas oportunidades de éxito. Le aseguró que la cuidaría como a un vaso frágil y que nunca la haría pasar necesidades. Pero Abigail no quería un matrimonio sin amor, no deseaba casarse a una edad tan temprana. Sin embargo, su padre ya había tomado la decisión por ella.—Padre, yo no me voy a casar. Esto es una locura, no quiero vivir con alguien a quien no amo —mencionó Abigail, tratando de no faltarle el respeto a su padre.—Abigail, las cosas ya se han decidido. Lo único que podemos hacer es pedirle a Aless que venga y se presente ante ti. Él tampoco quería un matrimonio sin amor, pero su familia lo ha convencido de que es una buena opción —Abigail se sentía entre la espada y la pared. Siempre había hecho lo que su padre le pedía, pero esta vez no sabía cómo decirle que no, que no lo deseaba, que no quería pasar su vida junto a un completo desconocido.—Está bien, papá —Abigail cedió ante los deseos de su padre, sintiéndose atrapada y sin salida.Máximo estaba emocionado y esa misma noche llamó a los padres de Aless para que estuvieran al tanto de que su hija solo se casaría si había química entre los jóvenes.Mientras tanto, en su despacho, Abigail continuaba haciendo su tarea en su estudio privado. Pasaba más tiempo allí que en cualquier otra parte de la casa.Los días comenzaron a pasar uno tras otro y Abigail se sentía cada vez más angustiada por la decisión que su padre había tomado. Máximo recibió respuesta de los padres de Aless y la noticia llegó en un día que Abigail estaba en el instituto.—¿Aún planea tu padre casarte con alguien? —preguntó Marco, uno de los amigos más cercanos de Abigail.—Sí, le he dicho que no me quiero casar con alguien a quien no amo —respondió Abigail con tristeza en su voz.—¿Y si te escapas? —sugirió Marco, buscando una solución para su amiga.Abigail pareció pensarlo por un momento, pero después de algunos segundos, su decisión fue no hacerlo. Sabía que su padre solo tenía a ella, su madre había fallecido recientemente. Abigail siempre había deseado tener un amor de cuento de hadas, como el de sus padres. Pero ahora se veía obligada a contraer nupcias con un completo desconocido. Todo era demasiado complicado.—Solo planeo ayudarte, sabes que podemos decirle a tu padre que no te casarás con él porque tú y yo tenemos una relación, aunque no sea cierto —sugirió Marco, ofreciendo su apoyo incondicional a Abigail.Una sonrisa se dibujó en el rostro de Abigail al escuchar las palabras de su gran amigo. Le encantaba la forma en que Marco siempre cuidaba de ella y la hacía sentir especial. Aunque en realidad, nada era como parecía.—¿Crees que sea una buena idea? Fingir que estamos en una relación. No sé si mi padre aprobará nuestra relación —dudó Abigail, preocupada por las posibles consecuencias de su plan.—Si él te aprecia, deberá aceptar que tú me amas, aunque todo sea fingido, Abigail. Haremos lo que sea necesario para que no te veas obligada a casarte con alguien a quien no amas —afirmó Marco, mostrando una determinación admirable.Sin embargo, la palabra «fingido» resonó en el corazón de Abigail haciéndola dudar de la veracidad de su relación.Ella asintió, y juntos se pusieron de acuerdo para iniciar esa farsa de relación imaginaria, con el fin de lograr que su padre no la casara con alguien que no amaba.Estaban dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo que se cruzara en su camino hacia la libertad. Las cosas parecían sencillas: si su padre le decía que el joven con el que planeaba casarse la conocería antes, en ese momento ella soltaría que tenía una relación con Marco; y si no, simplemente diría en la ceremonia que no acepta porque ama a Marco. Pero como en toda historia complicada, ¿qué podría salir mal?★Hola si le está gustando está novela los invito a seguirme y a seguir la novela para que sea más conocida y llegué a más lectores.Cuando ella finalmente regresó a su casa, su padre ya la esperaba impaciente. Junto a él, se encontraba un joven apuesto, de cabellos rubios que resaltaban su tez bronceada y unos penetrantes ojos grises que parecían mirar directo al alma de Abigail.Abigail, abrumada por la situación, evitó saludar a su padre y, en cambio, se quedó fija en la presencia de aquel joven desconocido a su lado. —Papá, ¿quién es este hombre? —preguntó Abigail, intentando mantener la calma ante la confusión que inundaba su mente.Con una sonrisa en el rostro, Máximo presentó al joven. —Abigail, quiero que conozcas a Aless Guillén. Él ha estado a mi lado durante tu ausencia y es un honor tenerte finalmente de regreso en casa, para que podamos celebrar nuestro compromiso.Abigail se tomó un momento para procesar las palabras de su padre. ¿Un compromiso? ¿Con este hombre al que apenas conocía? Sentía que su vida se había dado vuelta en apenas unos segundos.Aless, notando la sorpresa en los ojos de Abigail,
—¿Qué voy a hacer? —Se preguntaba Abigail mientras daba círculos por la amplia y luminosa recámara de su casa. Las paredes estaban pintadas de un suave tono celeste que transmitía paz y serenidad. El aroma a flores frescas invadía el ambiente, proveniente de un jarrón de cristal que se encontraba en una mesita junto a la ventana, donde se exhibían unas preciosas rosas blancas. Abigail, con su cabello castaño ondulado cayendo delicadamente sobre sus hombros, se sentía perdida y llena de incertidumbre. Lo primero que pensó fue llamar a Alessandro y contarle de su embarazo, pero las cosas no eran así de sencillas. Desconocía quién era el padre de ese bebé que se estaba formando en su vientre, lo que la sumergía en un mar de preguntas sin respuestas. —Vas a hacerle un hoyo al suelo —pronunció Máximo, su padre de mirada cálida, quien entraba a la recámara como un rayo de luz en medio de la tormenta. El marco de la puerta apenas rozó la madera, dejando entreabierta la posibilidad de un
Abigaíl se quedó pensativa por un momento, sumergida en sus propios pensamientos.Finalmente, llegó a la conclusión de que Marco tenía razón. No podía tomar una decisión precipitada sobre quién era el padre de su hijo sin tener la certeza absoluta.Debía darles a ambos la oportunidad de demostrar su paternidad, así que decidió que lo mejor era dialogar los tres juntos.—Está bien —dijo Abi con determinación, —déjame comprar el vuelo por la aplicación.Se apresuró a abrir la aplicación de su aerolínea preferida en su teléfono y cuando llegó al paso de pago, le pidió a Marco sus datos bancarios.—Págalo tú, luego te lo regreso. Mis tarjetas están adentro —le explicó mientras se esforzaba por completar el proceso de compra de los boletos de avión.Finalmente, logró hacer el pago y se dio cuenta de que solo tenían dos horas antes de que su vuelo despegara. Sin decir una palabra, se dirigieron juntos al aeropuerto.El tiempo parecía pasar volando mientras esperaban en la sala de espera y d
Abigail dirigió la vista a su teléfono que estaba quebrado en el suelo, con la pantalla destrozada y partes desprendidas. Tal y como ese teléfono estaba, se dio cuenta de que de la misma manera estaba su corazón, hecho añicos por dentro. No podía culpar a Aless de que la rechazara, ya que tenía bien claro su situación en ese momento.¿Quién perdonaría una infidelidad? Descubrir a la persona que amas con otro hombre era algo muy difícil de asimilar.Aún así, se negaba a aceptar la realidad que Marco quería hacerle creer. Se repetía una y otra vez que Aless sería incapaz de renegar de alguien que pudiera ser suyo, de su sangre, una parte de él. Sus ojos se llenaron de tristeza y angustia al recordar la imagen de Aless, el hombre que amaba, y ella brazos de otro aquella mañana dónde su vida se arruinó. —Marco, eso no puede ser, Aless no... Él no pudo haber dicho tal cosa —susurró Abigail con la voz entrecortada. —Sé que está molesto conmigo por lo que pasó, pero... Él no es de ese tipo
Fueron a la hermosa casa de Abi y Máximo. Él esperaba ansioso en su elegante estudio, adornado con estanterías llenas de libros y una cómoda butaca frente a un amplio ventanal con una vista impresionante. —Marco, en verdad debo hablar a solas con mi padre —mencionó ella, mientras cruzaba las manos ligeramente nerviosa. —No, Abigail, lo haremos juntos, ahora somos una pareja —respondió Marco con una sonrisa amorosa. Abigail asintió con ternura, apreciando la confianza y reassurance de Marco.—Ok —susurró suavemente.Marco acarició suavemente la mejilla de Abi, deslizando los dedos de manera delicada por su piel suave. Ella le devolvió la sonrisa y un brillo de felicidad iluminó sus ojos.Con un ligero golpecito en la puerta, Abigail abrió un poco la puerta del despacho de su padre. Inclinó la cabeza hacia adentro y Máximo le hizo señas para que entrara. El despacho, decorado con muebles de caoba y una imponente mesa de madera, exudaba autoridad y éxito. —Papi —susurró Abigail, llama
Marco se giró y la vio en el suelo, tratando de levantarse, mientras lloraba y suplicaba que le devolviera a su hijo.—Eres deprimente, Abigaíl. Lloras por este niño, pero si me deshago de él, podremos tener más hijos que sean míos. Así que deja de llorar, te haré un gran favor deshaciéndome de él. —Abi volvió a verlo, extendiendo las manos hacia él.—Te daré más hijos, muchos más, pero por favor no le hagas daño a mi Max. —Marco volteó a ver al bebé en sus brazos, que no paraba de llorar.—¿Muchos más? —Preguntó sonriendo ante la idea.—Sí, tendremos muchos más hijos. Te lo juro, pero por favor, no le hagas nada a mi bebé. —Marco comenzó a caminar hacia ella, postrándose a su altura.—Abi, te amo, ¿sabes verdad? Te amo tanto que no tolero que hayas tenido un hijo de otro hombre, más siendo mi esposa. Si me desobedeces de hoy en adelante, me encargaré de que quien pague tus desobediencias sea este niño. Así que pórtate bien para que tu hijo esté a salvo, ¿te quedó claro, amor mío? —Ab
★Cuatro años después. (Aquí contaremos con un cambio de narrador, pasará a ser narrado en primera persona). Me levanté rápido, quería alcanzar a papá antes de que se fuera a trabajar. Casi siempre mamá me manda a dormir temprano, así que son muy raras las veces que lo veo cuando llega del trabajo. Traté de despertarme temprano, pero por más que lo intenté, el auto de mi padre ya estaba encendido. Eso solo significaba una cosa y era que, de nuevo, no pasaría tiempo con él. Ya olvidé la última vez que convivimos más de unos minutos.Mamá lo despedía en la entrada y yo los miraba desde la ventana. Papá le dijo algo a mamá y ella agachó la cabeza. Después pareciera que él me volteó a ver, ya que volteé a mi ventana y me oculté detrás de las cortinas. Creo que papá está de malas, de nuevo. «¿Por qué siempre se pone de malas cuando me ve?» Siempre me lo he preguntado.No me gusta que él me mire feo, yo solo quiero jugar con él, como lo hacen mis demás compañeros en la escuela. Sus pa
Cuando llegué a la escuela, Romina me entregó a la maestra y observé cómo todos se despedían de sus padres con abrazos y besos, mientras yo no tenía a nadie más que a Romina. Mi tristeza me invadió y decidí no trabajar en el salón. La maestra intentó averiguar por qué no quería participar, pero no quise decirle nada. Solo deseaba que mi papá levantara el castigo de mi mamá para poder ir al parque juntos o que al menos me trajera a la escuela.Durante el recreo, me dirigí hacia la parte trasera de los salones y me quedé allí solo. Además, me di cuenta de que no había llevado mi lonchera, lo que provocaba una fuerte hambre en mi estómago.Cuando Romina vino a buscarme, me llevó a su casa, seguramente para informarle a papá que me había portado mal y, una vez más, me quedaría sin ver a mamá. Si ese era el caso, pasé varios días en los que no pude verla. Solo iba de la escuela a casa, donde Romina me encerraba en mi habitación y solo me permitía salir para comer a una determinada hora.L