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Capítulo 2: ¿Que podría salir mal?

★32 años atrás.

Abigail era una joven enérgica, su familia era una de las más ricas de la ciudad.

Ella era joven, tenía escasos 18 años cuando su padre se acercó a ella con una mirada seria y le dijo que tenían a alguien en mente para que fuera su esposo.

No, no estamos en los años de la inquisición, pero cuando eres rico, todos los años parecen como si lo fueran.

Tus padres deciden por ti, desde cómo debes vestir, qué idioma debes hablar, con quién debes socializar, qué debes comer y también con quién debes casarte. Puede parecer estúpido, lo sé, pero así es la vida de los ricos.

Muchos creen que se vive una vida de ensueño, pero pocos saben que esa vida solo pasa en las telenovelas.

Abigail solía ser una joven sonriente y amante de las cosas sencillas. Tenía amigos que consideraba genuinos y vivía una vida llena de libertad. Pero el día que su padre le dijo que ya habían encontrado al hombre ideal para ella, todo cambió.

Sintió que estaba cayendo en un agujero negro, que su vida estaba siendo succionada y que jamás tendría retorno de esa oscuridad.

Su padre, Máximo, le insistió que él era lo mejor para ella, que ese hombre era un buen partido, muy trabajador y que tendría muchas oportunidades de éxito. Le aseguró que la cuidaría como a un vaso frágil y que nunca la haría pasar necesidades. Pero Abigail no quería un matrimonio sin amor, no deseaba casarse a una edad tan temprana. Sin embargo, su padre ya había tomado la decisión por ella.

—Padre, yo no me voy a casar. Esto es una locura, no quiero vivir con alguien a quien no amo —mencionó Abigail, tratando de no faltarle el respeto a su padre.

—Abigail, las cosas ya se han decidido. Lo único que podemos hacer es pedirle a Aless que venga y se presente ante ti. Él tampoco quería un matrimonio sin amor, pero su familia lo ha convencido de que es una buena opción —Abigail se sentía entre la espada y la pared. Siempre había hecho lo que su padre le pedía, pero esta vez no sabía cómo decirle que no, que no lo deseaba, que no quería pasar su vida junto a un completo desconocido.

—Está bien, papá —Abigail cedió ante los deseos de su padre, sintiéndose atrapada y sin salida.

Máximo estaba emocionado y esa misma noche llamó a los padres de Aless para que estuvieran al tanto de que su hija solo se casaría si había química entre los jóvenes.

Mientras tanto, en su despacho, Abigail continuaba haciendo su tarea en su estudio privado. Pasaba más tiempo allí que en cualquier otra parte de la casa.

Los días comenzaron a pasar uno tras otro y Abigail se sentía cada vez más angustiada por la decisión que su padre había tomado. Máximo recibió respuesta de los padres de Aless y la noticia llegó en un día que Abigail estaba en el instituto.

—¿Aún planea tu padre casarte con alguien? —preguntó Marco, uno de los amigos más cercanos de Abigail.

—Sí, le he dicho que no me quiero casar con alguien a quien no amo —respondió Abigail con tristeza en su voz.

—¿Y si te escapas? —sugirió Marco, buscando una solución para su amiga.

Abigail pareció pensarlo por un momento, pero después de algunos segundos, su decisión fue no hacerlo. Sabía que su padre solo tenía a ella, su madre había fallecido recientemente. Abigail siempre había deseado tener un amor de cuento de hadas, como el de sus padres. Pero ahora se veía obligada a contraer nupcias con un completo desconocido. Todo era demasiado complicado.

—Solo planeo ayudarte, sabes que podemos decirle a tu padre que no te casarás con él porque tú y yo tenemos una relación, aunque no sea cierto —sugirió Marco, ofreciendo su apoyo incondicional a Abigail.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Abigail al escuchar las palabras de su gran amigo. Le encantaba la forma en que Marco siempre cuidaba de ella y la hacía sentir especial. Aunque en realidad, nada era como parecía.

—¿Crees que sea una buena idea? Fingir que estamos en una relación. No sé si mi padre aprobará nuestra relación —dudó Abigail, preocupada por las posibles consecuencias de su plan.

—Si él te aprecia, deberá aceptar que tú me amas, aunque todo sea fingido, Abigail. Haremos lo que sea necesario para que no te veas obligada a casarte con alguien a quien no amas —afirmó Marco, mostrando una determinación admirable.

Sin embargo, la palabra «fingido» resonó en el corazón de Abigail haciéndola dudar de la veracidad de su relación.

Ella asintió, y juntos se pusieron de acuerdo para iniciar esa farsa de relación imaginaria, con el fin de lograr que su padre no la casara con alguien que no amaba.

Estaban dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo que se cruzara en su camino hacia la libertad. Las cosas parecían sencillas: si su padre le decía que el joven con el que planeaba casarse la conocería antes, en ese momento ella soltaría que tenía una relación con Marco; y si no, simplemente diría en la ceremonia que no acepta porque ama a Marco. Pero como en toda historia complicada, ¿qué podría salir mal?

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