Noah
–Vaya, no sabía que eras de aquellos a los que el jetlag les afectaba tanto –Veo a Oz bajar las escaleras de la gran casa en la que me encuentro con su típica sonrisa sardónica que parece no abandonar nunca–… Aunque en realidad no hay ninguna diferencia horaria entre Ámsterdam y Zúrich –comenta con sarcasmo.
Llevo semanas sin dormir propiamente dicho, las horas se me pasan entre ver mi teléfono que no da más información y el paisaje caluroso de la ciudad. Sé que duermo, sí, pero solo lo hago cuando el cuerpo al final es el que me vence y mi cerebro se apaga porque si no, estaría totalmente loco al día de hoy.
–Parece que hoy nadie va darnos muchos detalles –continúa hablando–, bueno me alegra mucho que ya estés dispuesto a un nuevo día, no creas que estarás viviendo a mis costillas mientras estés aquí.
–Sé que vine a trabajar, además te recuerdo que amo lo que hago, aunque…
–¿No lo parezca? –me interrumpe riendo en bajo tono, aunque desee refutar lo que acaba de decir, las pocas energías que tengo decido conservarlas para el resto del día.
Y es que no mentía cuando dijo que iba a trabajar. Si bien en Zúrich dirigí diversas investigaciones sobre el cáncer y las enfermedades raras y huérfanas a través de los diferentes departamentos donde estuve trabajando, jamás me atreví a asumir posiciones de rango en alguno de los hospitales donde estuve involucrado; no era porque no me creyera lo suficientemente capaz, no, todo lo contrario, sino porque este tipo de cargos siempre complicaban mis planes de estar cerca de… ella…
–Creo que ya era hora de que asumieras un rol que estuviese más acorde con tus competencias Noah –comenta mi mentor y ahora nuevo jefe Oz.
–Más que nadie sabes lo complicado que es dirigir un hospital e investigaciones al tiempo ¿Por qué no lo asumes mejor tú? Si de competencias hablamos…
–Porque en definitiva no hay nada que pueda aprender a través de este tipo de posiciones –interrumpe antes de que pueda terminar mi oración–, muy distinto para ti, es hora de que te ancles… Sólo será un año, lo prometo.
Resoplo con frustración. Sé que por mucho que lo intente acepté venir hasta acá bajo sus condiciones y por ende tendré que amoldarme a sus requerimientos, por mucho que odie que me digan lo que tengo que hacer… dicen que eso hace parte de ser maduros.
El resto de la mañana la pasamos entre presentaciones y recorridos, sé que debería estar más concentrado en lo que será mi nueva y directa responsabilidad, pero estoy muy lejos de ello. Desde lo que pasó en Berna no pisaba un centro de salud y el ver a los pacientes y sus familias en diversas situaciones hace que entre en un estado de catatonía.
En mi mente retumba una y otra vez el sonido de la máquina chirriando de manera estrepitosa mientras Amelie sostenía entre llantos las manos de Finn y yo coordinaba el cumplimiento de su última voluntad.
Ese fuerte pitido, el sonido de su corazón desvaneciéndose en mis oídos que auscultaban su pecho a través del fonendoscopio para confirmar la hora del deceso resuena de manera incesante en mi cabeza.
El llanto de ella.
Los latidos de mi abuelo perdiendo fuerza.
El mundo que había dominado y conocido hasta ese momento desvaneciéndose…
–¡DETENTE NOAH! –El grito de Oz me regresa nuevamente a la realidad–. ¡¿En qué m****a estabas pensando al caminar así hasta ese sitio?! –Miro a mi alrededor.
Estoy al borde de una especie de balcón interno que no tiene ninguna protección en particular fuera de una baranda metálica que sobrepaso con enorme diferencia. Cuando mis ojos se enfocan, solo veo la mirada enfurecida de Oz y algunas caras de preocupación de las demás personas que nos acompañaban.
–Creo que esto será todo por hoy –despacha Oz a nuestros acompañantes–, el día de mañana el Dr. Meier asumirá su cargo ante la directiva y podrá conocer más a fondo todo el sitio y sus funciones, fue un viaje largo ¿No es cierto Dr. Meier?
–Si… Si… lo lamento –me disculpo como puedo y les regalo a todos mi mejor sonrisa cordial que logra amilanar el ambiente. Sigo teniendo la capacidad de ponerme mi máscara ante los demás que oculta mis verdaderos sentimientos... lo que en este momento es lo más práctico para evitar tener que dar demasiadas explicaciones. Entre saludos y despedidas, promesas e indicaciones varias sobre mi nuevo cargo, Oz y yo nos dirigimos de regreso hacia nuestra casa.
–Prepárate, saldremos en 3 horas –Me dice de la nada cortando el silencio aplastante en el que nos envolvimos desde el momento en que abandonamos la clínica–. Ponte traje de etiqueta, así lo requiere el lugar a donde iremos.
–No estoy de humor para salir –replico con cansancio.
–No es una petición –Ordena y debo verme como un niño pataletudo por resoplar por enésima vez en el día, aceptando su pedido y dirigiéndome a mi habitación.
(…)
–¿Qué es este lugar? –Mis ojos no pueden evitar abrirse con curiosidad ante la particular edificación a la que llegamos Oz y yo en la noche, pasando el barrio rojo, mucho más allá, en una zona tan exclusiva como desconocida para muchos de los habitantes de esta ciudad de los Países Bajos.
–¿Recuerdas la invitación de Rag? Pues… espero que esto te ayude a mejorar un poco –sonríe diabólicamente mientras de su abrigo saca una máscara de color plata que me entrega–. Debes usarla, es obligatorio.
–¿Pero por qué tú no usas una? –le inquiero al ver que nos dirigimos a la entrada del sitio sin que él oculte su rostro.
–Yo no tengo nada que esconder muchacho.
–En ese caso, yo tampoco –Llevo mis manos al rostro para destaparlo, pero Oz me detiene en seco.
–Debes usarla, hazme caso.
Su mirada determinada y el fuerte agarre a mi mano me hace retroceder. De verdad odio seguir las órdenes de otro, sin embargo, no puedo pasar por encima de la autoridad que él ejerce para mí y eso… es una historia demasiado larga que contar.
Pasamos por un enorme salón, personas con trajes costosos y pulcros departen tranquilamente, todos bajo máscaras de diferentes formas y colores, como si estuviéramos en cualquier otro club de la ciudad. Risas ligeras, coqueteos e incluso bailes improvisados al ritmo de la música que ambienta el sitio hacen que esto no sea diferente a cualquier otro lugar de esparcimiento, a excepción de que todos y cada uno de los presentes, menos mi acompañante, usa una máscara.
–En este sitio hay personas con más poder que tú y tu familia, no te conviene, nuevo director, mostrar tu rostro en este lugar –Me comenta mientras pide dos Jacks al bartender quien le saluda, pues parece conocerlo.
–Lo dices como si estuvieras seguro de que lo frecuentaré –comento sarcástico.
Oz se ríe por lo bajo con su característico gesto por mi respuesta–. Vanidad, todo es vanidad.
Las horas pasan y de alguna forma se puede sentir la temperatura aumentar en el sitio, termino mi segundo vaso de Jack en completo silencio con Oz a mi lado solo observando lo que sucede a mi alrededor, de pronto, como si de la realeza se tratara una mujer, ataviada con el más perfecto vestido rojo, su cabello del mismo tono peinado con un bucle de medio lado y unos guantes largos de color blanco cuya referencia a Mrs. Rabitt es imposible de no notar se asoma desde el último piso del lugar. Tuve que girar mi cuerpo entero para poder apreciar la cadencia con la que camina cual dama de alta sociedad, cubriendo su rostro con una máscara completa de color dorado, tal como las doncellas de Atenea.
–¿Quién es ella? –mi pregunta sale casi como un susurro, pero es captada a la perfección por mi acompañante quien ladea una sonrisa burlona.
–La Madame de este lugar, la persona con más poder en muchos kilómetros a la redonda.
–¿Política? ¿Gran empresaria?
La risa baja de Oz logra poner mis pelos de punta, pero no entiendo la razón del por qué su burla.
–Por la Información, Noah, ese es su poder, uno capaz de construir o destruir… Es quien puede saber con exactitud quién está detrás de cada máscara y lo que hacen aquí… Eso, mi estimado, va más allá de los poderes conocidos… Excepto por ti, claro, no tiene más detalles sobre quién eres, solo que eres un invitado especial.
Mis ojos se abren detrás de la máscara con suma curiosidad, no pierdo de vista su recorrido y la forma cómo interactúa con los demás, hasta llegar a un lugar donde con solo un chasquido de sus dedos enciende diferentes colores en los pisos del lugar. Los asistentes gritan de manera eufórica por lo sucedido y muchos de ellos empiezan a desaparecer, no entiendo bien lo que sucede y…
–Necesitas averiguar qué significa todo esto ¿no es así? –me dice Oz como leyendo mi mente–. ¿Listo para tu recorrido por la madriguera del conejo?
Noah El Golden Room Camino tras los pasos de Oz, pero sin perder de vista a la mujer que toma un cóctel de alguna manera a pesar de la máscara que usa, el gran salón en donde estábamos poco a poco se va quedando sin personas ya que, al parecer, este no es más que una antesala para el verdadero entretenimiento del lugar. Sigo con paso sigiloso y sosegado a la persona que me trajo a este sitio y la razón por lo cual lo hago no la voy negar, no, ya que se ha encendido en mí nuevamente una llama que creí perdida: La curiosidad; no estoy muy seguro de lo que me encontraré, aunque tengo una leve idea de ello. Por eso me puede más el bicho incesante de querer descubrir cada detalle o morir en el intento. Un imponente salón se abre ante nosotros con una luz amarillenta, la nave está equipada de una enorme vitrina con diferentes juguetes sexuales: Esposas, cuerdas, comida, condones y lubricantes... nada fuera de lo común, pero me sorprende ver la cantidad de cosas que no había visto jamás
NoahEl Red Room Nuevamente una cantidad obscena de puertas me rodean, pero esta vez no hay forma de seguir subiendo, la luz roja es la protagonista esta vez predominando en el ambiente cuya lascivia se cuela por los poros de cualquiera que puse este lugar.Recuerdo la llave asignada y espero a que de alguna forma ésta me muestre cuál puerta debo abrir, debo parecer un loco ya deseando que un objeto inanimado me hable y me guíe.Camino lentamente frente a cada puerta esperando esa sensación de que ahí debe ser cuando una risa, una burlona pero al mismo tiempo tenebrosa, percibo. Me dejó guiar esta vez por el sonido y cuando lo escucho cada vez más claro paso la llave por la hendidura que me da acceso a un nuevo salón: un salón rojo, cubierto de espejos y con muchos más elementos que el primer piso.Mi primera visión es una mujer de talla grande, lleva su cuerpo enfundado en un delicioso corsé de cuero negro que reflecta la luz roja del lugar, la vestimenta resalta cada gran curva que
NoahPero ¿por qué habré aceptado esta locura? debo parar de dejarme llevar por lo que considero retos, siempre termino en camisa de once varas por la misma situación, igual que ahora, en medio de algo que para ser sincero poco conozco excepto por la literatura y el cine barato del que estoy seguro desdibuja mucho la realidad de estas prácticas.–¿Nervioso Xavier? –escucho a Sole entre las sombras, aparentemente en la sala solo estamos Yoyce y yo, pero al mirar más detenidamente las paredes entiendo que el espectáculo puede ser visto por más de uno.–Depende de lo que quieras ver Sole –respondo altivo concentrándome en mi acompañante, se le ve igual de insegura que yo. Si bien la curiosidad me llevó a este momento tengo que reconocer que ahora estoy completamente bloqueado.–Retroceder también es de valientes –vuelve a decir ella y el reto se hace más personal para mí en este punto.No le respondo, busco como moderar mi lenguaje corporal para hacer sentir cómoda a mi primera sumisa, y
Noah–Estabas seguro de no frecuentar más el lugar. –Es el saludo de Oz cuando nos volvemos a encontrar en el primer piso del lugar a quien sabe qué horas–No creo que deba preguntarte si viste lo que hice, porque estoy seguro de que así fue –Le respondo mientras nos encaminamos a la salida. Hay una serie de murmullos a mi alrededor e incluso puedo ver a Eris, una de las mujeres que me asaltó al principio de esta velada haciéndome una señal de “llámame”. Ni siquiera logro entender por qué lo hace si se supone que tiene dueña y tampoco tengo su número; eso hasta que uno de los meseros me entrega una servilleta.–Por lo que veo cualquiera puede ver una sesión –comento con algo de enojo, quería que Sole lo viera no media madriguera.–Tan inteligente y perspicaz como siempre. –me dice entrando al Corvette C3 negro, un clásico y para mí un despropósito de vehículo, pero el gusto culposo de él – Y la respuesta es no, nadie puede verlo a menos que el amo y el sumiso estén de acuerdo, en este
Mi oscuridad me consumió, ya no había más el dulce y gentil Noah… ya no. Ahora el ser que siempre he estado reprimiendo salió a flote con toda su potencia. Primero tomé su boca en un beso suave, pero cuando su lengua tocó mis labios le di paso a su sabor demoniaco y examiné el terreno al mismo tiempo que un calor hirviente se apoderaba de mí, entretanto, me aprisionaba más y más a ella con su pierna. Mis manos tomaron sus propias decisiones, la que estaba en su muslo presionaba más hacia arriba y la de su espalda seguía aprendiendo el camino a la perdición a través de sus cicatrices. Nuestros cuerpos se acompasaron en un rítmico baile infernal entre caricias posesivas. La orden era no separarnos al mismo tiempo que se necesitaba cada vez más. Cuando su cadera se onduló contra mi entrepierna y su canto jadeante apareció, la dureza de mi ser hizo contacto con su mojado centro, quería que sintiera lo que había provocado y se hiciera responsable por llevarme a este camino desconocido ha
OzMe encontraba haciendo algunas diligencias, bastante aburridas he de recalcar. Sé que debo hacer de niñero un tiempo más en lo que Noah se amolda a su nueva vida, pero me aburre no tener algo con que… entretenerme…Detuve mis pasos al ver una tienda muy especial a la cual decidí ingresar, ya qué, si mi instinto me arroja a un lugar, es por algo. Mis voces admiran el entorno buscando esa llama... ese... algo especial, es entonces cuando uno de los vendedores se queja vociferando algunas maldiciones a una vitrina en particular y mi felicidad se ensancha a más no poder…–Creo que encontré lo que buscaba… –dije al idiota en lo que él me mira como si hubiera perdido la cabeza, pero esa la perdí desde el día en que nací y ahora me daría un exquisito banquete con mi nueva adquisición…(…)NoahDe alguna manera, llegó a mí el contacto con mi sumisa. Yoyce es una mujer encantadora y que hace todo lo que yo le pida sin pataletas y si así son todas las sumisas estoy ansioso por tener siquiera
Noah Todos me miraron extraño cuando llegamos al hospital. Ordené la atención inmediata pidiendo además interconsulta con neurología para una valoración más profunda, temiendo que ese episodio haya comprometido algo más. Cuando caigo en cuenta, me veo empapado con una camiseta sin mangas, unos joggers y mis tenis, obvio todos estaban sorprendidos por mi aspecto, sin embargo, como excusa tengo que hacía demasiado calor por el movimiento de todo lo ocurrido. Con vergüenza me dirigí a mi oficina donde tengo un cambio de ropa formal (siguiendo un consejo de mi hermano Andrew), me bañé y vestí para volver a urgencias. –La paciente despertó, Doctor Meier –recitó una de las enfermeras de esa área quien llegó a mi oficina y que no disimuló en repasar su mirada en mí–, está consciente y pide ser dada de alta.–¿Ya la valoró neurología? –No señor, el doctor de turno se encuentra en su ronda de citas, apenas se desocupe pasará a verla.–Entiendo, no le den de alta hasta entonces.–Como ordene
Noah Sabía que no podía estar equivocado cuando la vi en el puente y hace unas horas cuando la escuché gritar en mitad de una pesadilla lo corroboré. Los estudios que le mandó el neurólogo de tomografía y resonancia magnética están perfectos, así que no hay otro diagnóstico más que el TEPT, según la valoración del psiquiatra clínico al que le relaté el caso, cosa que era obvia para mí. Aunque Oz no quiso contarme cuál fue la causa de este trastorno, sí dijo que estaría al cuidado de ella dejándome como segundo al mando, así que sí, volví a ser el niñero de alguien. Supongo que, como mínimo, debo agradecer que la sedara nuevamente al no poder sacarla de su episodio tras despertarla, así podría ir a casa a descansar algunas horas… o eso creí que haría, pero el infeliz de Oz me obligó a comprar una extensa lista de cosas para el estúpido pez, mismo que se quedó viéndome desde que ingresé a mi hogar… que de hogareño no tiene nada. No importa a dónde vaya, esa cosa me sigue a todas parte