4. EL CONEJO BLANCO

Noah

El Golden Room

Camino tras los pasos de Oz, pero sin perder de vista a la mujer que toma un cóctel de alguna manera a pesar de la máscara que usa, el gran salón en donde estábamos poco a poco se va quedando sin personas ya que, al parecer, este no es más que una antesala para el verdadero entretenimiento del lugar.

Sigo con paso sigiloso y sosegado a la persona que me trajo a este sitio y la razón por lo cual lo hago no la voy negar, no, ya que se ha encendido en mí nuevamente una llama que creí perdida: La curiosidad; no estoy muy seguro de lo que me encontraré, aunque tengo una leve idea de ello. Por eso me puede más el bicho incesante de querer descubrir cada detalle o morir en el intento.

Un imponente salón se abre ante nosotros con una luz amarillenta, la nave está equipada de una enorme vitrina con diferentes juguetes sexuales: Esposas, cuerdas, comida, condones y lubricantes...  nada fuera de lo común, pero me sorprende ver la cantidad de cosas que no había visto jamás fuera de una tienda especializada de este tipo de productos. En diferentes lugares hay camas, muebles especiales de cuero, sillas giratorias y algunas barras de pole dance.

lo más impresionante: Todo el lugar está copado. Tríos, cuartetos intercambios, todo a la vista.

–Bienvenido al Golden Room –recita Oz cual guía turístico mostrando un paraje de interés–. Como podrás ver es un sitio de encuentros abiertos, es perfecto para ver y que te vean si lo del voyerismo es lo tuyo…

Sé que he tenido múltiples experiencias a lo largo de mis 31 años de vida, pero el exhibicionismo no recuerdo que haya sido una de ellas, por lo menos no sobrio.

–Lo principal en esta habitación es que estés disponible para cualquiera de los presentes, siempre y cuando tu amo o señor esté de acuerdo con ello o, si no lo tienes y solo deseas satisfacerte, puedas hacerlo de manera libre.

–¿Amos y señores? –río incrédulo–. Eso estaría bien para jugar en una cita de fin de semana… como estilo de vida definitivamente sería un trastorno mental.

–¿Un médico tan estudiado como tú quedándose con los estudios sobrevalorados de Freud? –Oz enarca una de sus cejas juzgándome, ruedo nuevamente mis ojos y aunque no puedan verse con claridad tras la máscara sé que entendió mi lenguaje corporal, porque, vamos… una cosa es querer darle a la relación algo de emoción y hacerlo un par de veces, otra muy diferente gozar con el dolor o con el hecho de provocarlo… ¿o me equivoco?

Eso es lo que tengo en mi mente, pero lo que veo a mi alrededor pone en duda muchas de mis predisposiciones: personas piden permiso a otras, unas son convocadas otras desechadas que terminan abandonando el lugar, mujeres y hombres que son "ofrecidos" Etc. No puedo negar que estoy un poco anonadado por lo que sucede ya que, debajo de toda la ropa fina y costosa que vestían, ésta ha desaparecido dando paso al látex y la lencería como si fuese la real cara de esta moneda.

–¿Te gustaría unírtenos esta noche? –Una voz femenina se dirige a mí mientras otra mano tienta mis pectorales. Despierto de mis pensamientos entre dos mujeres que poco a poco me atraen a un espacio del lugar sin que reaccione ante ello–. Ella es Erin y yo Andreas, somos lesbianas, pero hoy nos ha apetecido jugar con un espécimen como tú –Me recita una de ellas mientras la otra me tira hacia uno de los sofás de cuero… Quisiera decir que me resistiré ante ello, pero la sensación es majestuosa y al final me dejó hacer, al fin y al cabo, la curiosidad es lo que alimenta el cerebro de un científico y la necesidad de la búsqueda de la verdad la justificación a todos los experimentos que han existido en la historia de la humanidad–. Nada de besos, son sólo míos, por el resto puedes usarnos por hoy para tu placer –Erin ya ha desabrochado mi chaqueta y camisa descubriendo mi piel ante ellas–. ¿Te gustaría ser sometido o someternos a las dos?

Por alguna razón, que mi cerebro aún no procesa, separó a la mujer que se entraba encima mío frotándose con vigor en mi entrepierna y declinó la invitación. Los pucheros que ambas hacen me ponen a dudar sin embargo recuerdo que no he venido por sexo esta noche, estoy en modo investigación y primero debo conocer todas las variables posibles que puedan ingresar a la ecuación.

–¿Deseas continuar descubriendo que más te puede ofrecer la madriguera? –la sonrisa diabólica de mi acompañante cada vez se hace más y más grande al descubrir el brillo en mis ojos.

Él es mi conejo blanco que deja en la mesa de cristal la llave dorada que puede abrir la puerta al más bello jardín o a la más tenebrosa de mis pesadillas.

 (…)

El Black Room

 –¡Válganme!, ¡qué tarde se me está haciendo! –La extraña manera de expresarse de mi guía me saca de mi ensoñación, me fijo en su presencia que casi corre por los escalones saliendo del gran salón amarillo encaminándose con prisa hacia arriba. Mis pies se sienten de piedra y un sentimiento de frustración me embarga cuando a pesar de seguirlo no lo alcanzo, de hecho, no logro entender cómo lo perdí de vista en cuestión de segundos.

Decido seguir subiendo los escalones de este sitio que en mi imaginario se hace más y más estrecho, no estoy seguro si es mi cerebro jugándome una mala pasada debido a la falta de oxígeno por llevar demasiado tiempo esta máscara que restringe el paso libre del aire hacia mis pulmones o en realidad es un efecto del lugar haciendo referencia al libro de Alicia.

En este nuevo piso no hay un solo salón, son casi interminables salas que están cerradas por completo, intento abrir una a una las puertas, pero todas están cerradas bajo llave, siento ganas de devolverme por donde vine y tantear la posibilidad de que la pareja de abajo aún quiera de mis servicios. A lo lejos puedo ver que dos personas ingresan con una llave parecida a la que llevo conmigo y que me fue entregada la noche de la boda de Amelie.

Miro la llave y la puerta que tengo enfrente de alguna forma palpita como si estuviera llamándome… ¿No se supone que vine con fines investigativos? Entonces, ¿por qué dudo en probar si la llave puede abrir la puerta que tengo enfrente? ¿Acaso debo parar ahora?

–Ven a mi –escucho claramente la voz de Oz desde el interior del lugar y mis pensamientos dispersos vuelven a centrarse. Acerco la llave y sin necesidad de introducirla la puerta se destraba dándome ingreso a un sitio en total oscuridad.

–Bienvenido al Black Room, novato –recita con sorna Oz desde algún punto del lugar. Me quedo esperando a que mis ojos se adapten a la falta de luz y de alguna forma logro divisar su figura acercarse con paso sigiloso como siempre.

–Este es el único lugar donde las personas pueden deshacerse de su máscara y vivir sus experiencias sin temor a que su identidad sea descubierta –continúa hablándome mientras toma algunas cosas de una mesa contigua que puedo divisar a pesar de la penumbra.

–Un lugar perfecto para cometer un asesinato, una violación o… cosas quizá mucho peores. –respondo con el típico escepticismo con el que he venido respondiendo desde que llegué a este lugar.

–En eso te equivocas, mi estimado –veo su rostro iluminarse por una milésima de segundo gracias a la llama de un encendedor que prende un cigarrillo, uno que hace mucho tiempo no veía que fumaba; da una larga calada y es la punta del mismo el único brillo del sitio, pero que de alguna forma me hace contemplar su figura–. Si bien los que disfrutan en este lugar no pueden tener la certeza de quién comparte con ellos sus fantasías, está equipado con una alta tecnología de seguridad por voz e infrarrojo. Cada Black Room es vigilado por personal especializado quienes velan por la integridad de lo que en ellos pasa sin violar el voto de mantener a salvo las identidades de todos… ¿Recuerdas a la mujer de arriba? Información… mucha de ella.

–Si lo explicas de esa forma es porque aquí ha pasado mucho…

–Oh sí –ríe–, ha pasado y pasará mucho más de lo que creo estás preparado para esta noche –Puedo ver casi en automático como dos pares de manos se deshacen de la camisa de Oz mientras este ladea su rostro echando en el rostro de alguien el humo de una de sus caladas y otra persona se pone de rodillas desabrochando su cinturón. No tengo que ser un erudito para entender que mi amigo tendrá acción esta noche, sus ojos azules parecen brillar en medio de la oscuridad cuando se posan nuevamente en los míos mientras empieza a disfrutar de la atención de sus acompañantes.

–¿Te quedas o prefieres seguir hacia arriba? –dice acompañado de un suspiro de goce–. Sea lo que sea que elijas obtendrás respuestas, pero… ¿quedarte te dará las que buscas?

Y nuevamente la curiosidad es más fuerte.

 En otro momento de mi vida estoy seguro que no hubiese pasado de la invitación de la primera sala, mucho menos de la posibilidad de volver a compartir una noche de lujuria con Oz, pero ahora mis pies me llevan a otro sitio, a uno cuyo color reluce y me llama como una polilla a una lámpara fulgurante en medio de la nada. Entiendo en estos momentos los pensamientos de Alicia cuando al fin el conejo blanco la nota, Me pregunto si habré cambiado durante la noche. ¿Era yo el mismo al levantarme esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un poco diferente. Pero, si no soy el mismo, la siguiente pregunta es ¿quién demonios soy?

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