"Una mezcla de sentimientos"

Alerta, alerta de spicy 🌶️🌶️

Esa semana, Lucy tiene varios compromisos: una sesión de fotos para una revista, un desfile para Antonio, un renombrado diseñador y amigo suyo, y una entrevista para un programa de televisión.

Sin embargo, horas antes de la sesión de fotos, recibe una llamada de la secretaria del jefe de producción, informándole que ya no necesitan sus servicios. Han contratado a otra modelo en su lugar, probablemente Francesca Boschetto. Lo mismo ocurre con la entrevista. Solo puede asistir al desfile de Antonio, acompañada de Pedro.

La primera pasada por la pasarela es en traje de baño, que le queda espectacular y que Jerónimo, desde la primera fila, no puede dejar de admirar.

La segunda pasada es en un vestido azul Francia, corto adelante y largo atrás, completamente adornado con perlas, verdaderamente maravilloso.

A pesar de sus escándalos, cada vez que Lucy aparece, los hombres no pueden dejar de mirarla. Varios de ellos le han hecho propuestas indecentes con grandes sumas de dinero, algo que jamás aceptaría; nunca se acostaría con alguien por dinero.

Cuando Lucy ve a Jerónimo en la primera fila, su corazón comienza a latir con fuerza. Es increíble lo atractivo que está. Sus miradas se cruzan por unos segundos, pero es suficiente para estremecer todo su cuerpo. Es increíble lo que él provoca en ella. Sin embargo, no entiende por qué está allí. Ya debería haber regresado a su país. ¿Acaso se quedó por ella? Se pregunta para sus adentros. Imposible, Jerónimo nunca dejará de odiarla.

Lucy está en el camerino tomando un jugo de naranja cuando Pedro entra desesperado.

-Lucy, adivina quién está aquí, quién ha venido a verte.

-Lo he visto, Pedro. No pude quitar mis ojos de él. Aún no entiendo por qué soy tan vulnerable.

-Porque sigues locamente enamorada de él, amiga. Además, está bellísimo, ese traje le queda perfecto. Me dijo que quería hablar contigo después del desfile.

-No trabajaré para él, Pedro. Es una locura, no podré resistirlo.

-Lo necesitas, Lucy. Tu carrera se está desmoronando. Necesitas resurgir. Imagínate siendo la cara de maquillajes Casal. Serás la envidia de esa tonta italianita.

-No lo sé, tendré que pensarlo muy seriamente.

-No tienes mucho tiempo para pensarlo -dice Jerónimo, abriendo la puerta y entrando al camerino sin tocar, algo que pone muy furiosa a Lucy.

-¿Qué crees que haces entrando sin tocar?

-Tranquila, relájate.

-Eres un idiota. Podría haber estado sin ropa.

-¿Hay algo de tu cuerpo que no conozca? No lo creo, a menos que te hayas hecho alguna cirugía estética -exclama burlándose de ella, riéndose a carcajadas.

-No sé qué te causa tanta gracia - realmente está enojada.

-No te enojes, Lucy. Sabes que siempre me gustó hacerte enojar -y es verdad, siempre le gustaba hacerla enojar con sus bromas pesadas. Luego, con besos y caricias, se le pasaba. Recordar eso hace que Lucy se ponga colorada, algo que no pasa desapercibido para Jerónimo.

-Me encantaría hacerte olvidar el enojo como lo hacíamos antes, pero ahora quiero invitarte a cenar para hacerte una propuesta de trabajo más formal. ¿Qué dices, Lucy? ¿Te animas a estar unas horas a solas conmigo? -pregunta provocándola.

-Por supuesto. ¿Quién te crees que eres? Ya no significas nada para mí -sabe que ella está mintiendo, lo ve en sus ojos. Solo tiene esa chispa cuando lo mira a él, algo que lo pone muy contento. No va a ser nada difícil que ella caiga a sus pies otra vez.

-Tus ojos no dicen lo mismo, querida Lucy, pero intentaré creerte. Te esperaré abajo en mi limusina. No tardes -saluda, tomando su mano y besándola dulcemente, haciéndola estremecer. Él se da cuenta y sonríe burlonamente-. Al menos podrías disimular un poco.

-¿Qué? Eres un idiota. No iré a ningún lado contigo. Lárgate, no quiero volver a verte -manifiesta furiosa, fuera de si.

-Te esperaré diez minutos. Si no llegas, me iré y olvídate de la propuesta.

-No necesito ninguna propuesta tuya. Jamás trabajaré contigo.

-Muy bien. Recuerda, solo te esperaré diez minutos. Pedro, habla con ella, debes convencerla -acota, saliendo justo cuando Lucy le lanza una pequeña cartera.

-Tranquilízate. Puede hacerte mal.

-No quiero verlo, Pedro. No quiero volver a verlo. Me hace mal. No soporto sus burlas ni sus provocaciones. Sabe que soy vulnerable a él y aun así se burla. No puedo trabajar con él, no puedo -exclama Lucy llorando desconsoladamente.

-Debes hacerlo. Es la única forma de repuntar en tu carrera si quieres seguir en el mundo del modelaje.

-No entiendes, Pedro. Lo hace a propósito, quiere vengarse de mí.

-Jerónimo puede haber cambiado, pero no lo creo tan ruin.

-Yo sí, Pedro. Yo sí lo creo.

Finalmente, Lucy decide encontrarse con Jerónimo. Sube a su limusina y se mantiene bien lejos de él. El automóvil es impresionante, con vidrios polarizados y una gran compuerta que separa la parte delantera de la trasera. Se siente muy incómoda, a solas con él.

-Decidiste venir, Lucy. Sabía que vendrías. Aún te conozco un poco.

-Ve directo al grano, Jerónimo -manifiesta, nerviosa, rogando que él no lo note, pero sabe que lo hace. Ya no es el ingenuo e inocente qué conocía; ahora es un hombre experimentado, mujeriego, que conoce a las mujeres de pies a cabeza.

-Tranquila, Lucy. Tienes que acostumbrarte a mi presencia si vamos a trabajar juntos.

-Yo estoy muy tranquila.

-Tu cuerpo no dice lo mismo -acota, acariciándole dulcemente la mejilla, poniéndola aún más nerviosa.

-¿Qué crees que haces? ¿Estás loco? No vuelvas a tocarme. Quiero bajarme, dile al chofer que pare. ¡Díselo, Jerónimo!

-¿Te puedes calmar, Luchi, por favor?

-¿Luchi? -Así la llamaba él, el único a quien permitía llamarla de esa manera.

-¿Recuerdas que te llamaba Luchi? Me gustaba mucho llamarte así. Tus ojos se iluminaban, te encantaba que te llamara así -dice Jerónimo, rememorando esos momentos que, a pesar de todo lo que pasó después, siempre recordará con cierto sentimiento de ternura-. En esa época eras una muchachita tierna, que se moría porque la abrazara, porque la besara, porque le dijera cosas bonitas.

-No sé a dónde quieres llegar. Termina con esto de una vez -Lucy está al borde de las lágrimas. ¿Por qué le hace esto? Si es parte de un plan para desestabilizarla emocionalmente y vengarse de ella, lo está consiguiendo.

-Tranquila. Ya llegamos. Hay alguien que quiero presentarte. Permíteme -exclama Jerónimo, tomándola de la mano para ayudarla a bajar del vehículo y entrelazando su brazo con el de ella-. No te lo he dicho, pero estás increíblemente bella. Sin duda, serás el centro de atención del lugar.

Lucy, del brazo de Jerónimo, entra al restaurante. El lugar es increíble, lujoso por donde se mire, con hermosas arañas de oro colgando de los techos y una música dulce y romántica de fondo.

Ambos se acercan a una mesa ya reservada. El mozo los saluda con mucho respeto y una cierta confianza hacia Jerónimo, seguramente porque frecuenta este lugar y se conocen. En la mesa se encuentra sentado Juan Manuel Morales, jefe del departamento de publicidad de empresas Casal. Seguramente es con quien trabajará si acepta la propuesta de Jerónimo.

-Juan Manuel, te presento a la señorita Lucy Anderson.

-Un placer conocerla, señorita Anderson -dice Juan Manuel, tomando su mano y besándola dulcemente.

-El placer es mío, señor Morales.

-Eres mucho más bella en persona, eres maravillosa -el joven está deslumbrado por la belleza de Lucy y no puede quitarle los ojos de encima, algo que pone celoso a Jerónimo y corta el momento.

-Por favor, tomemos asiento. Hay una propuesta muy importante que queremos hacerte. Pero antes, pidamos algo para cenar. Un estómago lleno ayuda a tomar mejores decisiones -Lucy recuerda que Jerónimo siempre fue de buen comer. Cuando se escapaban al río, llevaban una gran cesta con comida y prácticamente se comía todo. Eso hace que una pequeña sonrisa asome en su rostro, algo que llama la atención de él, quien toma su mano por debajo de la mesa, entrelazando sus dedos sin que Juan Manuel se dé cuenta.

Lucy se pone muy nerviosa y su corazón comienza a latir con fuerza. Se levanta desesperada de la mesa, retirando su mano de la de él y pide permiso para ir al baño a retocarse el maquillaje.

Cuando llega al baño, se mira al espejo. Su corazón late deprisa y su rostro está muy pálido. Es una tonta; con todo lo del desfile y la presencia de Jerónimo hizo que se olvidara de tomar su medicamento. Después de tomarlo y retocarse el maquillaje para disimular su palidez, vuelve a la mesa. Pero su palidez no pasa desapercibida para Jerónimo. Sin duda, no debe existir otra persona que la conozca mejor que él.

-¿Te encuentras bien, Lucy?

-Sí, no te preocupes, solo que no he comido en todo el día.

-Seguramente te encantará lo que he pedido para ti -Lucy no entiende por qué Jerónimo se comporta de esa manera con ella. No le gusta nada.

Cuando el mozo se acerca a la mesa y le entrega el plato a Lucy, ella se emociona mucho. Es su comida favorita, la que a ambos les gustaba: macarrones con queso. No puede creer que en un restaurante de ese nivel tengan esa comida tan sencilla, pero no podría haber pedido algo mejor para ella.

-Gracias, Jerónimo -dice Lucy, brindándole una tierna sonrisa, algo que lo desarma por completo.

-Me alegra que te haya gustado. Bueno, vayamos al grano -Jerónimo trata de cortar un poco el momento para recuperarse-. Juan Manuel y yo queremos que seas la cara de los maquillajes Casal. Ambos nos necesitamos. ¿Qué dices?

-¿Por qué no contratar a Francesca Boschetto? Ella es la modelo del momento.

-Sea la modelo que sea, tú eres perfecta para esto. Tu rostro nadie lo olvida, siempre serás una gran celebridad. Es a ti a quien queremos, no a Francesca.

-Y si acepto la propuesta, ¿cuáles serían mis beneficios?

-Volverás a estar en auge, Lucy. La campaña publicitaria saldrá en los medios de comunicación de todo el mundo. Viajaremos por toda Europa promocionando la marca y serás invitada nuevamente a los mejores desfiles -Lucy sabe que diciendo que sí volvería a ser la de antes, volvería a disfrutar de lo que le apasiona, pero no sabe si su corazón podrá soportarlo-. ¿Qué dices, Lucy?

-No lo sé... Debo pensarlo... No es algo que se pueda tomar a la ligera.

-Tienes razón. Es una decisión muy importante. Por eso te daremos unos días para que lo pienses.

-Gracias a los dos por la propuesta. Lo pensaré muy bien. Gracias por pensar en mí -exclama, levantándose de la mesa-. Creo que es hora de que me retire. Estoy un poco cansada.

-Te llevaré hasta tu casa -manifiesta Jerónimo, también levantándose.

-No es necesario. Hay varios taxis en la entrada.

-Insisto, por favor.

-Está bien -Lucy se resigna. No quiere que la lleve, no quiere que la vea desmoronarse. Necesita encerrarse en su cuarto y llorar desconsoladamente hasta quedarse sin lágrimas. Es tan vulnerable a él. Después de cinco años, sigue siendo la misma tonta.

-Fue un placer conocerla, señorita Anderson. Usted es magnífica.

-Muchas gracias, el placer fue mío también.

-Espero que acepte nuestra propuesta. Me gustaría mucho trabajar con usted.

-Muchas gracias.

-Nos vemos, Juan Manuel. Gracias por cancelar tu compromiso por mí.

-Sabes que siempre cuentas conmigo, Jerónimo.

Después de dejar el dinero sobre la mesa, despedirse de su amigo y del mozo, ambos se dirigen a la limusina. Allí se encuentran con Esteban, el chofer de Jerónimo.

-Espero que hayan disfrutado de su velada -dice amablemente.

-Claro que sí, Esteban. Toma dinero, tómate un taxi y vete a descansar. Yo me haré cargo, llevaré a la señorita a su casa y después tengo cosas que hacer.

-Muchas gracias, señor -el hombre toma el dinero y se despide de ellos.

Lucy está muy incómoda. No sabe por qué Jerónimo hizo eso. ¿Acaso tendrá otras intenciones con ella? Él se da cuenta de su incomodidad y la tranquiliza.

-No estés nerviosa, Lucy. No me aprovecharé de ti porque estemos los dos solos.

-No, no es eso. Solo que estoy cansada.

-Sí, se nota en tu cara. Estás muy pálida. Deberías ir al médico. ¿Te estás alimentando bien? -pregunta, preocupado.

-Claro que sí. Sabes que siempre comí bien.

-Sí, lo sé. Vamos, sube al auto. Hace frío -Jerónimo abre la puerta del lado de Lucy y la ayuda a subir. Siempre había sido un caballero. Al menos en eso no había cambiado.

Camino a casa de Lucy, ambos van en silencio. Ella mira por la ventana mientras él busca alguna canción para escuchar en su reproductor. Al pasar por las estaciones de radio, se detiene en un tema que ambos conocen: "I Don't Want to Miss a Thing" de Aerosmith, una canción que siempre los emocionaba. Jerónimo la había invitado por primera vez al cine a ver Armageddon y luego, a la salida, le había propuesto ser novios.

-Escucha, Lucy, ¿recuerdas este tema? - Jerónimo sube el volumen. Lucy se siente aún más vulnerable. ¿Por qué le hace esto? ¿A qué está jugando?

-¿Por qué haces esto? ¿A qué estás jugando? ¿Qué intentas hacer? -exclama al borde de un colapso nervioso, llorando desconsoladamente.

-Yo no estoy haciendo nada, simplemente estaba en la radio y subí el volumen, solo fue una coincidencia -acota Jerónimo justificándose. Por alguna razón, se siente mal al verla tan vulnerable, llorando, y no le gusta para nada-. Lo lamento, Lucy, de verdad, no fue mi intención -él acaricia su mejilla para secar sus lágrimas. Se acerca a ella y con mucha dulzura besa sus ojos, primero uno y después el otro, intentando consolarla.

-Déjame, Jerónimo, ¿qué haces? -Lucy intenta alejarse de él, pero no tiene a dónde ir; la puerta está cerrada con seguro.

-Sabes que jamás me gustó verte llorar, no vuelvas a hacerlo porque no respondo de mí -dice con dulzura, acercándose sigilosamente hacia ella-. Estás tan bella, Lucy, me vuelves loco -las copas de vino que tomó en la cena están haciendo estragos en su cabeza-. Quiero besarte, Lucy.

-Y yo quiero bajarme, Jerónimo, bájame aquí.

-No tengas miedo, me conoces, sabes que jamás te haría daño.

-Ya no estoy segura, no eres el Jerónimo de antes.

-Puedo haber cambiado económicamente, pero jamás le faltaría el respeto a una mujer, menos a ti. Déjame besarte, Lucy -exclama acercándose a ella, prácticamente al lado de su boca.

-No lo hagas, Jero... -pero no la deja continuar porque la besa apasionadamente. Un beso de dos bocas que se encuentran nuevamente después de cinco años y que aún se aman. Jerónimo la besa de una manera que ella no puede resistirse y corresponde al beso con la misma intensidad.

Sin saber cómo ni en qué momento, siente a Jerónimo sentado a horcajadas sobre ella, sin dejar de besarla y acariciándola por encima del vestido. Ella no se queda atrás, entrelaza sus brazos sobre el cuello de él acercando más sus cuerpos. Sus cuerpos se extrañaban. A pesar de que nunca habían llegado a hacer el amor, siempre él la besaba y la acariciaba de esa manera, haciéndola sentir la mujer más dichosa y feliz del mundo.

No pueden dejar de besarse, también sus bocas se extrañaban. Jerónimo baja las tiras del vestido de Lucy para besar suavemente sus hombros, luego pasa por las curvas de su cuello, el lugar que más le gusta a Lucy, y sin darse cuenta larga un pequeño gemido. Finalmente, termina su recorrido lamiendo el lóbulo de su oreja, haciendo que el cuerpo de ella se estremezca bajo el suyo.

-Por favor, Jerónimo, detente ahora mismo -pide Lucy con la voz entrecortada, completamente excitada. Sabe que ella no podrá detenerlo, él debe detenerse.

-No me detengas, Lucy, es lo que ambos deseamos, estamos demasiado lejos para detenernos -dice Jerónimo volviéndola a besar, acallando sus pequeñas palabras de lucha.

Lucy siente cómo la mano de Jerónimo recorre todo su cuerpo, centímetro a centímetro. Acaricia sus muslos delicadamente, levantando su vestido, y con su boca saborea dulcemente sus pezones, haciéndola enloquecer. Ella se aferra más a él, entrelazando sus largas piernas alrededor de las caderas de Jerónimo, haciendo que sus cuerpos sean prácticamente uno solo.

-Lucy, te deseo, no puedo detenerme, quiero que seas mía -confiesa al borde de la locura, olvidándose por completo de sus planes de venganza contra ella. Comienza a desabrocharse los pantalones cuando su teléfono celular empieza a sonar, despertándolos a ambos de ese momento.

-Jerónimo, debes atender, puede ser importante.

-Olvídate de él -dice volviéndola a besar, pero el teléfono vuelve a sonar nuevamente.

-Podría ser algo importante, atiende.

-M*****a sea -dice completamente furioso con el idiota de José que lo está llamando por teléfono.

Vuelve a sentarse en su lugar y atiende la llamada, mientras ve que Lucy se acomoda su vestido-. Hola, José.

-Querido amigo, ¿sucede algo? Te noto un poco enfadado.

-Para nada, ¿qué querías?

-Quería saber cómo iban tus planes con Lucy, ¿ya ha caído rendida a tus pies? -Si no hubieras llamado seguramente sí, piensa Jerónimo para sus adentros.

-En unos minutos vuelvo a llamarte, estoy un poco ocupado en estos momentos.

-Discúlpame-dice José cortando la llamada.

En ese momento, Lucy y Jerónimo vuelven a mirarse. No puede creer lo bella que está, con el cabello despeinado, con sus mejillas rosadas por el calor, con sus labios hinchados por sus increíbles besos.

Vuelve a besarla, pero esta vez ella lo detiene.

-Jerónimo, por favor, debemos dejarlo aquí.

-¿Por qué, Lucy? Si ambos lo deseamos, no puedes negarlo - besa nuevamente su cuello, haciéndola estremecer-. ¿Por qué quieres detener esto tan maravilloso que sentimos? -dice acariciándola nuevamente entre medio de sus muslos, haciéndola gemir-. Mírame y dime que quieres que me detenga -comienza a acariciar dulcemente su clítoris e introduciendo dos de sus dedos y moviéndolos ligeramente dentro de ella.

-Mírame, Lucy, mírame -Lucy abre sus increíbles ojos azules mezclándose con los suyos-. Eres mía, jamás serás de nadie más, solo mía.

-Jerónimo, por favor, detente -Jerónimo no la escucha, sigue besándola y moviendo sus dedos dentro de ella, hasta que Lucy comienza a temblar y lanza un sonoro gemido, llegando a un increíble orgasmo, el primero de su vida, y con Jerónimo.

Las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas y él la abraza dulcemente.

-Perdóname por no detenerme antes, no quería dejarte así.

-Llévame a mi casa, por favor.

-Lo haré, lo haré -dice besándola nuevamente en los labios, sintiendo cómo el cuerpo de Lucy vuelve a despertarse, por lo que enseguida se aleja de ella-. Me pides que me detenga, pero ni siquiera puedes controlar tu cuerpo, que me está pidiendo a gritos que le haga el amor.

-Lo siento -exclama llorando.

-No tengo nada que perdonarte, eres una mujer increíble -dice secando sus lágrimas con unas pequeñas caricias de sus dedos-. Te llevaré a tu casa, unos minutos más contigo y no respondo de mí -dice acercándose a ella, besándola en los labios, introduciendo su lengua, en un beso demasiado apasionado, que debe poner fin antes de que sea demasiado tarde.

Finalmente, una vez que deja a Lucy en su casa, se dirige a la suya y luego de tomarse una ducha con agua bien fría, se sienta en el sillón de su living con un whisky en su mano y en la otra su teléfono celular, llamando a su amigo.

-Hola, José.

-Jerónimo, lamento haberte molestado antes, seguro estabas tratando con algo muy importante.

-Estaba intentando tener sexo con Lucy.

-¿Qué? -grita su amigo del otro lado del teléfono-. ¿Qué pasó? Cuéntamelo todo.

-No tuvimos sexo, simplemente la hice llegar a un orgasmo, luego se puso a llorar y tú sabes que no me gusta ver llorar a las mujeres.

-Y te ablandaste.

-Jamás, José, jamás. Lo que compartí con ella fue puro y exclusivamente sexo, nada más que eso. Jamás volverá a significar algo para mí -confiesa con mucho odio en su voz.

-Me alegra escuchar eso, y saber que tus planes de venganza están encaminados. No te olvides de llamarme, no volveré a llamarte, no quiero volver a interrumpir.

-No te preocupes, José, habrá muchas oportunidades de aprovecharme de Lucy, ya lo veras.

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