"La entrevista"

El celular de Lucy vuelve a sonar insistentemente. Imagina quién está llamando. No puede seguir escondiéndose; debe atenderlo.

Después de ver la nota en el canal de televisión, se desmorono por completo. Gracias a Dios está Mustafa para consolarla. Lloró desconsoladamente durante horas. ¿Cómo puede la gente pensar que ella es tan cruel como para usar a sus niños, inventando que ella misma envió las fotos a los medios para mejorar su imagen? Los periodistas siempre tergiversan todo para hacerla parecer una mala persona. Nunca quiso que descubrieran ese lugar; ahora no podrá volver a visitar a los niños. Odia con todas sus fuerzas a la prensa.

El celular sigue sonando y, finalmente, atiende la llamada.

— ¡Por fin logro comunicarme contigo! ¿Por qué diablos no contestabas? — grita Jerónimo al otro lado, claramente fuera de sí.

— No me grites, por favor.

— No sé qué intentaste hacer vendiendo esas fotos, ¡pero eres una tonta!

— No vendí esas fotos. Tienes que creerme, Jerónimo. No podría ser tan cruel — dice Lucy entre sollozos. Su llanto hace que Jerónimo se calme un poco.

— Necesito hablar contigo, Lucy. Dime tu dirección y pasaré a buscarte.

— Está bien — tras darle la dirección, Jerónimo corta la llamada.

Lucy necesita recomponerse y vestirse adecuadamente para salir, pero el timbre de su departamento suena. Se dirige a la puerta.

— ¿Aún no estás lista? — pregunta Jerónimo con furia. Al ver a Lucy despeinada, con los ojos hinchados y con ropa desaliñada, se da cuenta del estado deplorable en el que está.

— Necesito tiempo para cambiarme, no me tardo.

— Apúrate, porque no tengo todo el día para ti — Lucy se dirige a su habitación, dejando a Mustafa y a Jerónimo solos.

— ¿Podrías tratarla un poco mejor? No ha tenido un buen día — defiende Mustafa.

— ¿Usted debe ser Mustafa Ali, verdad? Su próxima víctima. Tenga cuidado con ella, no sabe de lo que es capaz por dinero.

— No creo que la conozcas mejor que yo. Si la conocieras, no estarías dudando de ella.

— La conozco perfectamente. Sé que es capaz de vender esas fotos y mucho más para aparecer en televisión.

— ¿Para qué quieres trabajar conmigo si me odias tanto y tienes una opinión tan mala de mí? — pregunta Lucy apareciendo, sintiendo cómo su corazón se rompe con las palabras de Jerónimo.

— ¿Estás lista?

— ¡Respóndeme!.

— Vámonos — dice Jerónimo tomandola de brazo para ir hacia el automóvil, sin éxito.

— ¡Sube al auto, Lucy!

— No voy a subir. Lo que tengas que decirme me lo puedes decir aquí mismo — desafía.

— ¡No me hagas perder la cabeza! ¡Súbete de una vez!

— ¡Que no voy a subir! ¿No lo entiendes? — grita en medio de la calle. La gente que pasa las observa con curiosidad.

— ¿Acaso me tienes miedo? Porque hace una semana no era exactamente miedo lo que sentías, ¿o me equivoco? — Lucy se sonroja de vergüenza. ¿Por qué le hace esto? ¿Por qué le gusta hacerla sentir mal? — ¿Cuándo vas a dejar de comportarte como una niña ingenua? Ambos sabemos que no lo eres. Súbete al auto, Lucy, no lo repetiré más.

Sin decir más, Lucy sube, se ajusta el cinturón de seguridad y se queda en silencio.

— Vamos a mi casa. Necesitamos hablar — exclama Jerónimo. Lucy sigue en silencio — ¿No vas a decir nada? ¿Vas a seguir callada? — y, ante el silencio, añade — Haz lo que quieras.

Al llegar al departamento, él baja del auto y se dirige al lado de Lucy, abriéndole la puerta.

— Bájate.

— No voy a bajarme.

— ¿Cuándo dejarás de comportarte como una niña inmadura? ¡Todo esto es causado por ti! No debería trabajar contigo — acota, furioso. Esta mujer lo saca de quicio.

— Yo no pedí trabajar contigo.

— Sal de ese auto si no quieres que te saque a la fuerza — amenaza, desenganchando el cinturón de Lucy y sacándola del coche a la fuerza.

Al entrar al departamento, Jerónimo se acerca a su minibar y sirve un whisky para él y otro para ella. Se lo entrega a Lucy y se sienta frente a ella.

— Quiero saber por qué lo hiciste. ¿No podías esperar a que la publicidad saliera a la luz? ¡No! ¡Tenías que hacer una de las tuyas! — dice Jerónimo reprochándole. No puede creer que haya hecho eso. Sabía que Lucy podía hacer cualquier cosa por fama, pero usar a esos niños con cáncer es demasiado bajo.

— ¡Es que yo no fui, Jerónimo! Tienes que creerme... yo siempre voy a ese lugar y, como Mustafa vino a visitarme, quise llevarlo para que conociera a los niños. ¡Yo no saqué esas fotos! Fue un fotógrafo disfrazado de enfermero — Lucy está al borde de las lágrimas. ¿Cómo nadie puede creer en ella?

— Finjamos que te creo. Yo me encargaré de este escándalo, pero por favor, prométeme que no volverás a meterte en problemas — ella se levanta del sofá y va a servirse otro vaso de whisky. Jerónimo se sorprende al ver que se lo toma de un solo trago y está sirviéndose otro cuando él se lo prohíbe — Una de las reglas del contrato es que debes dejar el alcohol. Abusas demasiado de él.

— Déjame en paz. Yo tomo lo que quiero. ¿Acaso te importa?

— Por supuesto que me importa. Eres modelo de mi empresa.

— Aun eso está por verse — dice Lucy, bebiéndose un tercer trago de whisky.

— ¡Dije basta, no lo entiendes! — Jerónimo le quita el vaso de la mano, la toma del brazo y la tira al sofá — ¡Te quedas aquí! — se dirige al refrigerador y saca comida de allí — ¿Quieres algo de comer? — Lucy no responde y lo ignora mirando a su alrededor — Sigues siendo la misma de hace 5 años, la misma insensible e inmadura.

— Tú eres todo lo contrario. Ya no tienes nada de mí Jerónimo — dice Lucy, algo desinhibida por el whisky.

— ¿Tu Jerónimo? Por favor — repite en tono burlón.

— Mi Jerónimo era bueno, dulce, caballero, tierno. ¿Qué has hecho con él? Lo quiero de vuelta — Lucy comienza a llorar. Jerónimo se enfurece. ¿Esta mujer está loca? ¿El alcohol y las drogas le han destruido el cerebro?

— Tú lo mataste, querida Lucy. Tú mataste a ese Jerónimo. Ya no existe.

— ¡Tienes razón! Yo fui tan mala contigo, te humillé tanto, pero no quería que te convirtieras en esto.

— Jamás conocí a alguien tan cínico y egoísta como tú.

— Algún día entenderás por qué lo hice.

— ¿Sabes qué? El pasado ya no me importa. No quiero saber por qué lo hiciste. Ya no significas nada para mí. Eres solo un negocio — exclama Jerónimo, destrozándola — Reconozco que te deseo, pero solo eso. Eres una fantasía para mí.

— No quiero seguir escuchándote. Me voy a casa — Lucy se levanta del sofá y toma su cartera.

— Yo aún no he terminado.

— Pues yo sí. Así que, si me permites, me voy.

— No voy a dejarte ir en ese estado.

— No te preocupes, estoy bien. Perdón, cierto que no significo nada para ti.

— ¡Me estás volviendo loco, Lucy! ¡Deja de comportarte así!

— ¡Déjame en paz, Jerónimo! No quiero volver a verte. ¡No lo entiendes! ¡No vuelvas a contactarme! Voy a cambiar mi número. No voy a... — Jerónimo la toma de la cintura y la besa dulcemente en los labios, dejándola sin palabras. Ella lo abraza y responde al beso. Lucy siente cómo las lágrimas recorren sus mejillas. Ese beso es tan diferente a los que compartieron en el auto, tan maravilloso, dulce e increíble como era hace 5 años.

Jerónimo se da cuenta de que está llorando y detiene el beso, casi sin separarse de sus labios.

— ¿Por qué cada vez que te beso terminas llorando? Y no me digas que es por desagrado, porque no te creo — dice Jerónimo acariciando sus labios con los suyos — Me vuelves loco, Lucy. Loco.

— Déjame ir, Jerónimo. ¿Por qué disfrutas mortificándome? ¿Es un plan para vengarte? ¿Quieres vengarte de mí?

— ¿Cómo puedes decir eso? — dice Jerónimo desconcertado. ¿Es tan evidente?

— No voy a trabajar contigo, Jerónimo.

— Te daré unos días más para que lo pienses.

—No voy a trabajar contigo, entiéndelo.

—Entonces me aseguraré de que pierdas tu trabajo.

—¿Qué? ¿Estás loco? —pregunta Lucy, dándose cuenta de que Jerónimo está detrás de la cancelación de sus trabajos. Es demasiada casualidad que aparezca él justo cuando varios de sus proyectos se cancelan en el último momento.

—Haré lo imposible para que trabajes conmigo.

—¿Fuiste tú? ¿Llamaste para que me despidieran?

—¡Tengo contactos! ¡Y seguiré usándolos si es necesario! ¡Vas a trabajar conmigo!

—¡No lo haré! ¡Adiós, Jerónimo! Si es necesario, me mudaré de departamento. ¡No quiero volver a verte! —dice Lucy, saliendo de la casa, cerrando la puerta con fuerza.

Han pasado varios días y, por suerte, Jerónimo no se ha puesto en contacto con ella. Lucy ha decidido firmemente que no trabajará para él, y nada en este mundo cambiará su decisión. Como era de esperar, varios desfiles y sesiones de fotos se cancelan. Maldito Jerónimo, seguro que es obra de él y sus contactos.

Pero esa tarde debe estar lista para aparecer en el canal de televisión "Fame TV". Su conductor estrella, Ricardo González, quiere hacerle una pequeña entrevista. Debe prepararse; sabe que le harán preguntas difíciles.

Después de vestirse con un impresionante vestido blanco, con un escote prominente y bastante corto, completa su atuendo con el relicario de plata y oro de su abuelita Sara. Le hace tanta falta. Jerónimo nunca debe enterarse de que su abuela fue su gran confidente y cómplice.

Al llegar a las puertas del canal, varios de sus seguidores la están esperando para tomarse fotos y pedir autógrafos. Luego de unos 15 minutos cumpliendo con sus fans, entra al estudio de televisión.

Es escoltada por un empleado del canal hasta su camerino. Pero cuando entra, su corazón late desbocado al ver a Jerónimo allí. Jamás habría imaginado encontrarse con él en su camerino, quien enseguida nota el vestido provocativo de Lucy.

—¿Qué diablos llevas puesto? ¿Tienes otro vestido, verdad?

—¿Qué haces tú aquí? —pregunta Lucy, furiosa. Está harta de que la siga a todas partes.

—Vine a evitar que te presentes a esta entrevista. Esta mañana, uno de los empleados, un viejo amigo mío, me llamó para avisarme que iban a hacerte la vida imposible y destruir lo poco de reputación que te queda. Sin pensarlo, me dirigí a Fame TV, no porque me importe Lucy, sino por la modelo de mi campaña.

—¿Cómo supiste de la entrevista? Era una sorpresa.

—Lucy, no importa cómo me enteré, te van a destrozar. ¡No salgas, por favor!

—Voy a hacer la entrevista. No eres nadie para impedírmelo.

—Es verdad, no soy nadie, pero te lo pido, desde el Jerónimo de hace 5 años: no te presentes a la entrevista.

—Ya es demasiado tarde, Jerónimo.

—Señorita Anderson, es hora de salir a escena —anuncia uno de los empleados al entrar al camerino.

—Nos vemos luego, Jerónimo —dice Lucy, saliendo del camerino, cerrando la puerta con fuerza, dejando a un Jerónimo devastado.

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