Después de un baño relajante y un desayuno ligero, Lucy se prepara para la sesión de fotos en la corporación Díaz Casal. Sabe que este es un día importante y no está dispuesta a dejar que sus emociones la dominen. Se pone una falda corta de un azul oscuro profundo, casi negro, y una blusa roja que deja ver su abdomen plano, adornado con un pequeño arete en el ombligo. Su atuendo equilibra sensualidad y elegancia. Apenas se aplica un toque de maquillaje: un delineado sutil en los ojos y un labial rojo intenso que resalta su belleza. Mientras espera a Pedro, su chofer, respira hondo, mentalizándose para lo que vendrá. El timbre suena a los pocos minutos. Lucy toma su bolso y se dirige al auto, donde Pedro la espera con una sonrisa cálida. Apenas se acomoda en el asiento, le da un beso en la mejilla. —Hola, pequeña —saluda Pedro, recorriéndola con la mirada—. ¡Por Dios, Lucy! ¿Sabes lo espectacular que te ves? Si sigues así, alguien podría tener un infarto. —¿Eso es un cumplido o de
Jerónimo despierta con los rayos de sol dándole directamente en la cara. Abre los ojos con esfuerzo y, sorprendido, empieza a mirar a su alrededor. No tiene idea de dónde demonios está, y la cabeza le late con un dolor terrible. Demasiado alcohol para su cuerpo. Se levanta del sofá, tambaleándose, y comienza a recorrer la casa sin reconocerla. De repente, ve una foto en un mueble. Se acerca y descubre que es Lucy. "¿Qué diablos hago en su casa?", se pregunta. "¿Habré estado tan borracho que vine hasta aquí? ¡Dios mío, soy un idiota!". Justo en ese momento escucha que se abre la puerta del baño, y Lucy sale envuelta en una bata. Sus miradas se encuentran por unos segundos, y él no puede evitar recorrerla con los ojos de arriba a abajo. Es tan hermosa… ¿Cómo puede tener un cuerpo tan increíble? ¿Cómo es posible que la desee tanto? Lucy, incómoda ante su mirada, desvía los ojos. —Hola, Jerónimo. Por fin despertaste —dice Lucy, dirigiéndose a su cuarto para cambiarse. —¿Qué hago aquí, L
En los días siguientes, Lucy asiste a las curaciones y Daniel le realiza nuevos estudios. Los resultados son alentadores, pero él le insiste en que debe cuidar su estado emocional. Es por eso que decide, durante esa semana, ignorar las llamadas de Jerónimo. Si realmente fuera algo relacionado con el trabajo, Juan Manuel podría contactarse con ella. Con él, en cambio, sigue manteniendo contacto. Es una persona dulce, cálida e increíblemente comprensiva. Hablar con Juan Manuel la calma y le recuerda que aún hay personas en su vida que la aprecian. Agradece la preocupación genuina que él muestra por ella, y eso le da una especie de consuelo en medio de la tormenta que la rodea. Falta poco para su viaje a París, y sabe que tendrá que enfrentarse a Jerónimo. Aunque desearía no volver a verlo nunca más, entiende que es inevitable. Él es el jefe, el encargado de supervisar toda la campaña publicitaria, lo que significa que deberá lidiar con él, aunque decida mantener la mayor distancia posi
Tras varias horas de vuelo, Lucy finalmente pone pie en suelo griego. Nunca antes se había sentido tan destrozada. Su corazón parece romperse en mil pedazos, y las lágrimas no cesan. Elías la espera al bajar del avión, en el coche que solía ser de Mustafa. Desde el aeropuerto, se dirigen hacia la mansión de su abuelito. Hacía meses que no pisaba esa casa, pero jamás pensó que volvería sin Mustafa. Ahora, se reprocha no haberlo visitado más, haber aprovechado mejor el tiempo con él. Ya es demasiado tarde. Sara y Mustafa se han ido, dejándola completamente sola. La relación con sus abuelos era más profunda que con sus propios padres. Ahora ambos descansan en su corazón, y con la partida de Mustafa, otro pedazo de su alma se ha perdido. Tras dejar las maletas en la habitación que Elías le ha preparado, se toma una ducha rápida. Se viste con ropa ligera, el calor es abrumador, y sale a recorrer la casa. Revisita los lugares que compartía con Mustafa hasta llegar a su rincón preferi
Lucy respira profundamente y, tras recomponerse un poco, Juan Manuel se ofrece a llevarla a su casa. Al llegar, la deja en la puerta, le da un beso ligero en la mejilla y le dice:—Si necesitas algo, lo que sea, llámame, sin importar la hora.Hace días que no pisa su hogar. Tras una semana cargada de dolor, le reconforta haber regresado al menos a ese refugio conocido. Lucy se da una larga ducha, tratando de liberar algo de la tensión acumulada. Luego se prepara una cena ligera y se deja caer en el sofá frente a la televisión, sintiendo que, aunque sea por unos instantes, todo puede parecer normal.Pero no es así. Sabe que es cuestión de tiempo antes de que la muerte de Mustafa se convierta en noticia. Y no se equivoca. Apenas unos minutos después, su rostro aparece en la pantalla acompañando el anuncio."El magnate griego Mustafa Ali fue encontrado muerto en su habitación días atrás. Fuentes cercanas confirman que Lucy Anderson viajó para despedirse de él antes de su fallecimiento. S
Lucy tiembla en brazos de Jerónimo mientras la deposita suavemente en el sofá. Él se acomoda sobre ella, sus labios recorren cada rincón de su rostro, y sus manos se deslizan con determinación bajo su camiseta, acariciando la piel suave de su abdomen. Lucy siente cómo un calor desconocido la invade, un temblor que le resulta imposible controlar. Aunque nunca ha estado con un hombre, Jerónimo parece conocer cada rincón de su cuerpo, tocándola de maneras que la hacen estremecer de deseo. —Eres increíble, Lucy —murmura Jerónimo contra su cuello, mientras sus labios trazan un sendero hacia su clavícula—. Tu cuerpo reacciona al mío como si siempre nos hubiéramos pertenecido. Con un movimiento ágil, Jerónimo le quita la camiseta y el sostén, dejando su torso desnudo ante él. Sus ojos la devoran, y con una mezcla de ternura y pasión, atrapa uno de sus pezones con la boca, acariciándolo con su lengua. Lucy suelta un gemido que lo hace perder el control. —¿Por qué me haces esto, Jerónimo?
Lucy se encuentra en el aeropuerto, a minutos de salir hacia París. Después de lo sucedido con Jerónimo, no había vuelto a verlo en dos semanas.Le tomó varios días recuperarse. Lloraba día y noche. Le contó todo a Pedro, quien la apoyó lo mejor que pudo.—Ay, Lucy, es que no entiendes que Jerónimo se deja llevar por su orgullo —le dijo Pedro, intentando consolarla días atrás—. Ese hombre te ama con locura, de la misma forma que tú lo amas a él.—No lo parecía, Pedro. Fue tan cruel conmigo… Ni siquiera le importó que era virgen, que le entregué mi virginidad, que confié en él —respondió Lucy llorando, mientras abrazaba un helado de medio kilo intentando consolarse.—Ya no pienses más en eso, Lucy. En una semana nos vamos a París. Supéralo, aunque tendrás que verlo.—Lo sé, Pedro. Lo sé...Y así fue. Media hora después de llegar al aeropuerto, Lucy ve a Jerónimo acercarse. Va vestido de manera informal, con ropa cómoda para viajar. Sus miradas se cruzan por unos segundos, pero sus ojos
Lucy Anderson es la modelo más célebre del país. Ganadora de los certámenes de belleza más prestigiosos del mundo, con su imponente cabellera negra azabache y unos ojos azules como el cielo, despierta suspiros entre todos los hombres que la conocen. No obstante, la prensa se ensaña con ella, llevándola a aparecer en las revistas de moda más influyentes y en programas de espectáculos, por su mala conducta, su conducción bajo el efecto del alcohol, su consumo de drogas y sus escándalos con los paparazzi. Nunca, sin embargo, por sus obras de beneficencia, que realiza bajo el seudónimo de Mamá Luisa para mantener su lado humano en el anonimato. Lucy también oculta su deteriorado estado de salud, resultado de una enfermedad congénita del corazón. Los últimos exámenes médicos indican que solo un trasplante podría salvarla, pero ella se niega a la operación y ha prohibido terminantemente a sus padres y médicos que intervengan sin su consentimiento. Por ello, Lucy vive intensamente, rompien