"Propuesta de trabajo"

La fiesta está repleta de celebridades y modelos de todas las generaciones.

Este evento es exclusivamente para beneficiar a la casa de niños con cáncer y enfermedades cardíacas de mamá Luisa.

Nadie en la sala sabe quién es ella; mucho menos podrían imaginar que la mujer desconocida es, nada más y nada menos, que Lucy Anderson, la modelo más frívola, escandalosa y hermosa del mundo.

Desde hace años, Lucy realiza estos actos de beneficencia en secreto. Solo sus amigos Pedro y Daniel conocen la verdad. Ella ama a los niños de su fundación con toda el alma y sufre inmensamente cuando uno de ellos muere a causa de estas crueles enfermedades.

Todo el dinero recaudado en fiestas, subastas y de su propio bolsillo se destina a obtener mejores tratamientos, cirugías y a construir una casa de tránsito para los familiares de los niños de la fundación.

Ninguno de los presentes podría imaginar que ella está detrás de esta fiesta. Para todos, siempre ha sido la modelo superficial que solo sabe exhibir su cuerpo para su propio beneficio. Por eso, resulta casi imposible no asistir a la fiesta en el hall del hotel.

Al bajar las escaleras, nota que todas las miradas, tanto masculinas como femeninas, se dirigen hacia ella.

Los hombres la desnudan con la mirada y las mujeres la envidian o la elogian. Sin embargo, sabe que la mayoría de los asistentes no la aprecian.

A lo lejos, ve a Jerónimo conversando de manera cariñosa con una rubia despampanante, Francesca Boschetto, una modelo italiana considerada la nueva sensación en el mundo de la moda. Los paparazzi la llaman “la sucesora de la gran Lucy Anderson”, lo cual no le importa en lo más mínimo. Solo le preocupa lo cerca que está de Jerónimo y cómo su corazón late con fuerza, no por su enfermedad, sino por los celos incontrolables que siente.

Pero, como si él pudiera sentir su mirada, Jerónimo deja de observar a la rubia para fijar su atención en Lucy, la mujer más hermosa del mundo.

A pesar de la distancia entre ellos, Jerónimo puede ver esos hermosos ojos azules clavándose en los suyos, y ninguno de los dos baja la mirada. ¿Qué está haciendo? No puede ser tan tonto. No puede mostrar tanta debilidad frente a ella. Debe enfriarse y recordar quién es esa mujer.

Se despide momentáneamente de Francesca, besa su mano en señal de cortesía y se dirige hacia donde está Lucy.

Cuando se acerca a ella, siente cómo su cuerpo reacciona al instante. Esa mujer lo puede en todos los sentidos. Sin embargo, no permitirá que juegue nuevamente con sus sentimientos. No debe bajar la guardia ni parecer vulnerable.

Lucy también siente cómo su cuerpo y su corazón reaccionan ante él. ¿Cómo puede amar tanto a ese hombre? ¿Cómo puede tener los ojos más increíbles del mundo?, se pregunta. Lo ve tan diferente; su mirada ya no muestra el odio de la última vez que se vieron.

—Buenas noches, Lucy. Te ves realmente increíble —le dice Jerónimo. Ella siente cómo su corazón late desbocado por él. Está tan apuesto con un magnífico traje negro de Armani y su cabello perfectamente peinado. Está radiante.

—Tú también estás muy guapo, Jerónimo.

—¿Me regalarás un baile esta noche? —pregunta, tomando su mano y rozándola con sus labios en señal de cortesía. Nadie puede decir que no es un caballero.

—Claro que sí. —De repente, una voz detrás de ella la llama por su nombre, interrumpiendo el hermoso momento de miradas y caricias entre ellos.

—Lucy, ¿qué haces aquí? —pregunta Daniel, visiblemente molesto—. Te dije que no bajaras a la fiesta.

—No te preocupes, Dani. Me siento mucho mejor, mi presión se ha normalizado —miente, echándole la culpa a su presión arterial para no revelar su enfermedad frente a Jerónimo.

—Lucy, no estabas bien —acota el doctor.

—¿Acaso me veo mal? No te preocupes, estoy disfrutando de esta maravillosa noche. ¿Cuándo conoceremos a mamá Luisa? Sus fiestas son increíbles.

—Si te sientes mal, avísame. Estaré cerca.

—No te preocupes, Daniel. Estoy bien, solo estaba cansada. Jerónimo, ¿bailamos? —dice Lucy, entregándole su mano, la cual él entrelaza con la suya, provocando una oleada de chispas en su cuerpo. Las reacciones que este hombre genera en ella son indescriptibles.

Ambos se dirigen al centro de la pista y, como si el destino o el DJ jugara con ellos, comienza a sonar una canción lenta.

Jerónimo la toma de la cintura y la acerca a su cuerpo, susurrándole al oído:

—¿Recuerdas cuando poníamos música y bailábamos a la luz de la luna, solos, abrazados, sin dinero ni prejuicios que interfirieran en nuestro amor? —Ella escucha esas palabras y agradece que él no pueda verla y que las luces del salón estén apagadas; si no, vería cómo las lágrimas ruedan por sus mejillas al recordar esos momentos inolvidables—. Eres tan bella, Lucy. No has cambiado en nada en estos cinco años. Sigues siendo tan hermosa que me vuelves loco. —Jerónimo debe calmarse, no puede seguir así. No debe caer tan bajo, prácticamente se está arrodillando a sus pies. Qué débil es. No debe olvidar qué clase de mujer es ella, la persona que destrozó su corazón, uno que le costó reconstruir y que ahora está envuelto en una coraza difícil de romper—. Lucy, ¿por qué no vamos a mi habitación? Abandonemos esta fiesta. Los dos sabemos lo que queremos. Vámonos, podemos pasar una noche increíble juntos —acota solo para provocarla. Sabe que ella se hará la ingenua y no aceptará, aunque se muera de deseos por dentro. La conoce bien, lo puede ver en sus ojos y en las reacciones de su cuerpo.

—¿Estás loco? ¿Quién te crees que soy? No te confundas conmigo —exclama furiosa, separándose de él y dirigiéndose a la barra para tomarse un tequila. Necesita algo fuerte para aclarar sus sentimientos y pensamientos. No puede dejar que Jerónimo la confunda de esta manera. Ya no es el joven dulce e ingenuo que ella amaba.

—Lo siento, no quise ser tan descortés —debe disculparse, aunque no lo sienta. Tiene que fingir ser el mismo de antes para que Lucy caiga rendida a sus pies—. Solo fue el momento. Para mí tampoco es fácil reencontrarnos después de cinco años. —En cierta forma es verdad, pero no lo aceptaría jamás.

—Está bien, Jerónimo. Aun así, ya no eres el de antes. No me inspiras la misma confianza. —Obvio que no es el mismo de antes, piensa con el odio contenido en su interior. Ella lo mató, lo destrozó en mil pedazos. Nunca volvería a ser el mismo.

—Un daiquiri de frutilla, por favor —ordena Jerónimo, sentándose junto a ella—. Necesito hablar contigo, Lucy. Tengo una propuesta muy importante para hacerte.

—¿Qué clase de propuesta? —pregunta, sorprendida.

—No seas tan desconfiada. Es una propuesta de trabajo en la que ambos saldríamos beneficiados. ¿Te gustaría trabajar para Empresas Casal?

—¿Qué? —exclama, confundida. No puede creer que le esté pidiendo trabajar juntos cuando, horas antes, parecía que no quería verla cerca y la trató como a una cualquiera. Algo no le encaja—. ¿A qué quieres llegar, Jerónimo?

—Me gustaría llegar a tu cama —confiesa con cinismo, burlándose de ella—. Pero, por el momento, necesito una modelo para las campañas publicitarias de la empresa. ¿Qué dices? ¿Aceptas?

—Lo único que puedo decirte es que eres un idiota. Por ahí está Francesca Boschetto. Habla con ella y déjame en paz. —Enfurecida, se levanta de la silla para marcharse, pero Jerónimo la detiene.

—¿Por qué estás tan enojada? Es una oportunidad excelente para tu carrera y a nosotros nos beneficiaría tener una cara como la tuya. Sabes que eres increíblemente bella y que, a pesar de tus escándalos, sigues siendo una de las modelos más importantes del mundo.

—Gracias por los halagos, pero no quiero trabajar contigo —termina de hablar cuando una voz los interrumpe.

—Hola, Lucy Anderson. Creí que no volvería a encontrarte por aquí —acota Francesca Boschetto, una de las modelos del momento y competencia directa, dueña de un hermoso rostro que destila dulzura y suavidad, aunque más que fingida.

—Hola, Francesca. Otro año consecutivo que nos encontramos. Tan mal no te ha ido —responde Lucy, no soportando la falsedad de Francesca. Aunque se hizo famosa gracias a un escándalo, es amada por los periodistas y el público en general. Sin embargo, nadie sabe que es una arpía y una pesadilla para las modelos que trabajan con ella.

—No puedo quejarme, Lucy. Seguro que mejor que a ti.

—¿Saben qué? Yo me retiro. Tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo con ustedes dos—Lucy da media vuelta para irse, pero Jerónimo la detiene una vez más.

—¿Al menos lo considerarás? —pregunta, mirándola fijamente a los ojos.

—Olvídalo, no voy a trabajar contigo. Habla con ella, seguro que es más de tu agrado. —Sin más, toma su cartera y se aleja. No quiere volver a cruzarse con Jerónimo; su presencia resulta perjudicial para su bienestar físico y mental.

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