CharlotteEstaba ahogada, mi pecho subía y bajaba mientras aún permanecía entre los brazos de Federick. Él no dejaba de llenarme de besos, absorto en adorar mi cuerpo, y por un instante no me resistí. Todo lo contrario, lo dejé disfrutar de mí, y yo también lo disfruté.—¡Cómo adoro tu piel! —susurró, mientras dejaba un beso en mi vientre.Pero cuando mi respiración se normalizó, me enderecé y me solté de su abrazo. Sin decir nada, empecé a vestirme.—Charlotte, sé que suena estúpido, pero quisiera que me dieras la oportunidad de mostrarte lo arrepentido que estoy. Desde que me divorcié de ti, no ha pasado un solo día sin que te piense, sin que te anhele.Apreté los ojos. Mis sentimientos eran tan profundos que, si seguía escuchándolo, me haría daño. ¿Para qué me dice esto ahora? Han pasado dos años en los que me pregunté por qué me hizo sufrir tanto.—¡Federick! —me giré hacia él mientras abrochaba mi brasier. —Gracias. Porque estas dos últimas veces que estuvimos juntos, me hiciste
NarradorFederick se resistía a lo que Charlotte le había dicho, pero estaba claro que ella estaba decidida a terminar con él. Necesitaba desahogarse, así que su única opción fue hablar con Helen, quien siempre había sido su apoyo incondicional. —¡Federick! Tu voz ilumina mi día. —Sí, soy un ingrato. ¿Cómo has estado? —Muy bien, mejor ahora que te escucho. ¿Qué te trae por aquí? —Quiero que salgamos a tomar un café. ¿Te gustaría? —¡Ay, cariño! Hoy no puedo, pero tengo una mejor idea: ¿qué te parece si nos vemos en el Club Las Vegas mañana? Necesitamos algo más fuerte que café; esta semana ha sido una locura en el trabajo, y unas copas me sentarían bien. Federick soltó una risa, sorprendido por esa faceta de Helen que no conocía. —¡Está bien, nos vemos mañana, Helen! Al día siguiente, Charlotte se preparaba para la cita que le había propuesto Dorian. Aunque no era el hombre que realmente deseaba a su lado, no le desagradaba la idea de pasar un buen rato. Dorian llegó a su ofici
CharlotteLa cabeza me daba vueltas; había sido demasiados cócteles en una sola noche. Sin embargo, debía soportar la realidad de ver cómo "el amor de mi vida" me era infiel una vez más. Estaba convencida de que Frederick debería serme fiel, sin importar las circunstancias, incluso ahora que ya no estábamos juntos.—¡Oh! Preciosa tu mansión —comenté, mientras miraba de reojo el lugar y me dejaba caer sobre el gran sofá de piel en la sala de Dorian.—Gracias, cariño. La tienes a tu servicio. ¿Quieres tomar algo? —me respondió, mientras se quitaba la chaqueta y se dirigía al minibar.—No, por favor. ¿Me puedes prestar tu baño? Es que… —mi estómago se revolvió—. Es que quiero...Dorian salió corriendo hacia mí y me levantó en brazos.—¿Quieres vomitar? ¿Tienes idea de lo que cuesta limpiar estos tapetes? Ven, vamos al baño.Con dificultad, me llevó al baño del primer piso, pero apenas logré llegar al inodoro antes de que una explosión de vómito saliera de mi boca.—¡Uy! Noooo —grité, cay
NarradorCharlotte abrió la puerta de su mansión y se encontró con su madre, Dora, quien la esperaba en la sala con una mirada enojada. —¡Charlotte! Hija, sé que ya eres adulta, pero debiste avisarme que no dormirías en casa. Me preocupé mucho por ti. Además, llamé a tu teléfono y estaba apagado. ¡Me asustaste! —Mamá, tienes razón. Perdóname, salí a tomar unas copas con Dorian y perdí la noción del tiempo. Mi teléfono se quedó sin batería. Iba a regresar directo a casa, pero él insistió en que me quedara con él —respondió Charlotte con un tono apagado. —¿Estás bien, hija? —Dora se levantó y se acercó lentamente a su hija. A pesar de la independencia de Charlotte, su madre podía notar cuando algo no andaba bien. —Sí —dijo Charlotte, con la voz entrecortada. —¿Qué te pasó, Charlotte? ¡Dímelo! Charlotte frunció el ceño y, de repente, estalló en llanto. Dora no tuvo más opción que abrazarla con fuerza, mientras su hija lloraba desconsoladamente, como si fuera una niña pequeña. Se se
FederickLa imagen de Charlotte con Jordan entrelazados me afectó profundamente. No puedo negar la sensación amarga que me produjo; desearía ser yo el que estuviera en su lugar. Sin embargo, aquí estoy, enfrentando las peores consecuencias de mis decisiones erróneas.En ese momento, mi teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo. Era un mensaje de Helen. ¡Qué oportuno! “Muero de hambre. ¿Salimos a almorzar?” Ese mensaje fue un respiro ante el karma que me acechaba. Tecleé rápidamente: “Sí, ¿dónde te recojo?” Ella respondió: “Yo te recojo frente a tu oficina en unos veinte minutos. No me gusta que vengas a recogerme en Uber.”Sentí un poco de vergüenza por lo que había dicho, pero conocía las verdaderas intenciones de Helen. No era su objetivo hacerme sentir mal, sino que su comentario era una forma juguetona de lidiar con mis desgracias.La esperé en la entrada del edificio de Industrias Feldman y aproveché para observarlo detenidamente, algo que nunca había hecho antes. Era un lugar imp
Federick—Federick, estás muy callado. ¿Qué te sucede? —preguntó Helen.Bajé la mirada, incapaz de articular palabra, al menos no sobre lo que realmente me atormentaba. Helen tomó mi mano y la acarició con ternura.—Si no te sientes cómodo contándome lo que te pasa, está bien. No te voy a presionar, pero no hace falta ser adivino ni científico para saber que lo que te tiene así tiene nombre propio y es rubiaSuspiré, tragando entero para reunir valor y responder.—Sí, has aprendido a conocerme, Helen. La verdad es que me estoy muriendo por Charlotte, pero soy consciente de que en la posición en la que estoy, ni siquiera podría luchar por ella. Esa mujer está rodeada de pretendientes, y son bastante buenos, para ser honesto.Helen soltó mi mano y se giró para mirarme.—¿Te crees menos que los demás? ¿Acaso crees que una mujer solo podría fijarse en ti por lo que tienes y no por lo que eres? —afirmó, irónica.—Para una mujer como Charlotte, sí. Mírame, ¿quién soy yo ahora? Ni siquiera t
CharlotteNo supe cuánto tiempo estuve llorando, pero después de desahogar toda mi frustración, levanté la cabeza y miré mi reflejo en el espejo. Me di cuenta de que mi maquillaje estaba corrido por todo el rostro, y las bolsas debajo de mis ojos se marcaban con grandes manchas oscuras. Arreglé mi cabello y tomé un paño húmedo para intentar restaurar mi imagen. Mi nariz estaba roja y mis pupilas dilatadas; la sensación que estaba experimentando en ese momento me resultaba familiar. Era la misma que había sentido cinco años atrás, cuando dejé la mansión de los Maclovin por primera vez, el día de aquella acalorada discusión con Magdalena.5 años atrásFederick salió hacia la oficina sin despedirse de mí. Las noches anteriores, la comunicación entre nosotros se había vuelto casi inexistente. Teníamos tanto que decirnos como pareja, pero ninguno de los dos se sentía preparado para abrirse. Esa mañana, la mansión estaba más desordenada de lo habitual. La sequía había llenado el aire de pol
FederickCuando llegué a mi departamento, vi que Helen ya había dejado todo listo para mi viaje. Solo faltaba que recogiera las pocas cosas que quedaban. Al cruzar el umbral, ahí estaba Magdalena, tomando una copa de vino frente a la ventana. Apenas sintió mi presencia, se giró y me miró con desdén.—¡Hijo mío! Cariño, ¿qué haces en casa tan temprano?—Mamá, vengo a recoger mis cosas porque he cambiado de trabajo. Justamente quería hablar con ustedes.—Entonces, ¿esa mujer pudo contigo? No lograste recuperarla, y ella hizo lo que quiso contigo, ¡como siempre! —dijo mientras le daba un sorbo a su copa.—Mamá, Charlotte ya no me ama. No siente nada por mí, y no la voy a obligar. No tiene sentido quedarme en esa compañía, solo para destruirme la cabeza y soportar sus humillaciones.De repente, con furia, mi madre arrojó la copa al suelo. Se rompió al instante, y los pedazos de cristal volaron por todas partes mientras el vino manchaba todo a su paso.—¡Eres igual de idiota que tu padre!