Capítulo 33. Una renuncia no aceptada, un deseo concedido

Charlotte

Al día siguiente, llegué a la oficina con una sonrisa radiante. Mi corazón rebosaba de felicidad al repetir una y otra vez el video en el que Greta le confesaba todo a Magdalena. Satisfacción me invadía al pensar en cuántas veces mi suegra se había burlado de mí cuando su hijo me hacía sufrir. Si intentara contar esas veces, no tendría suficientes dedos en las manos y los pies.

Dejé mi bolso en el escritorio, me quité la chaqueta y dejé al descubierto mi pequeña blusa. El verano en California estaba siendo abrasador, así que disfrutaba de la libertad de estar un poco más cómoda mientras estaba sola.

Prendí mi laptop y comencé a trabajar, pero los gritos provenientes de afuera me sacaron de mi concentración.

—¿Qué está pasando? —me levanté de mi escritorio y asomé la cabeza para ver que Federick estaba discutiendo con mi secretaria, quien le negaba la entrada. Levanté el teléfono para comunicarme con Iris.

—¿Qué sucede, Iris?

—Señora, le estoy explicando al asesor comerc
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