Teresa se sorprendió mucho cuando llegué, pero al escuchar lo que me había pasado, se enfureció tanto que casi corre a buscar a Griffith para enfrentarse a él.De una vez, la detuve, porque si iba a buscar a Griffith, él sabría que estaba en la manada Lumina.Y yo no quería verlo aún.Teresa entendió y, en lugar de ir a buscarlo, me preparó una excelente residencia: un pequeño castillo cerca del mar.Cada vez que abría la puerta, podía ver el cielo azul y el mar, y poco a poco, mi ánimo empezó a mejorar.Al ver que comenzaba a sentirme mejor, Teresa me pidió que fuera su traductora personal para acompañarla a otros países en misiones de negociación.Mi papá, que era prácticamente el embajador de la manada Avalora, había viajado por varios países cuando yo era pequeña, así que hablaba varios idiomas de las naciones vecinas.Acepté de inmediato, ya que Teresa me había ayudado mucho, y yo también quería devolverle el favor.Pero no esperaba que, justo cuando estábamos saliendo de la ciuda
Preocupada de que me hundiera en la tristeza, Teresa me llevó a muchos lugares hermosos para distraerme, y poco a poco mi ánimo empezó a mejorar.Un día llegamos a la manada Artheton. Teresa no fue a la cena que el Alfa local había organizado, sino que me llevó a una pequeña cabaña oculta en las afueras de la ciudad.Teresa, emocionada, comenzó a explicarme:—Te voy a contar algo, este hechicero es muy famoso. No solo puede resucitar, también es buenísimo para tratar enfermedades ginecológicas.—Déjalo que te examine, tal vez hasta pueda hacer que te implanten el útero otra vez.Me quedé sin saber si reír o llorar, pero no quería rechazar su buena intención, así que la seguí dentro de la tienda de hierbas.Lo que no esperaba era que el famoso hechicero fuera Salvador, un joven lobo de cabello rojo.Al verlo, me sentí muy incómoda, porque a los 18 años, la Diosa Lunar no solo había señalado a Giselle como la pareja predestinada de Griffith, sino que también había profetizado mi destino
Cuando llegué a la manada Avalora, con Teresa llena de furia, Griffith estaba a punto de salir. Cuando me vio, se mostró muy sorprendido.—Felicia, ¿quieres regresar? Te lo prometo, si vuelves conmigo, te aseguro que nunca más…—¡Cállate! ¡No venimos por ti! ¿Quién es Giselle? ¡Necesitamos a esa perra aquí! —Teresa lo interrumpió y gritó.En ese momento, Giselle, con su gran barriga, salió de detrás de Griffith.Con una sonrisa orgullosa, dijo:—Luna, ¿has vuelto para ser testigo del nacimiento del hijo del Alfa y yo?Ignorando su provocación, tomé mi arco y apunté hacia ella.—Giselle, te pregunto, durante estos tres años, ¿por qué siempre nos trajiste lirios al castillo? ¿Y por qué, desde que te quedaste embarazada, ahora nos traes violetas?—¿Es porque temías que el medicamento que pusiste en los lirios te lo olieras tú misma y afectaras a tu hijo, y por eso cambiaste a violetas?Los ojos de Giselle mostraron un destello de pánico.—No sé de qué hablas…Mis ojos se llenaron de lágri
Griffith cumplió su promesa y pronto envió el hierro.Sin embargo, no lo mandó todo de una vez. Dijo que no tenía suficientes camiones y traía una décima parte de lo prometido en cada entrega.—¡Son excusas! ¡Seguro que lo hace solo para verte! —Teresa dijo con enojo.—Si no, ¿por qué no mandó todo de una vez? ¿Por qué tiene que venir él mismo?Yo no sentía demasiada emoción, ni me iba a dejar impresionar por sus esfuerzos. Si realmente quería recuperar mi confianza, lo que debía hacer era enviarme el cadáver de Giselle lo antes posible.Lo único que me sorprendió es que Giselle, no sé qué método usó, pero, aunque ya habían pasado dos semanas desde su fecha de parto, siguía sin dar a luz.Durante esas dos semanas, Griffith ni siquiera se atrevió a venir a verme, y ni siquiera mandó el hierro personalmente.Solo envió una carta diciendo que Giselle no había podido dar a luz porque su hijo no se había desarrollado lo suficiente, y los hechiceros dijeron que, incluso con el retraso en el
Griffith corrió hacia mí, con el bebé en brazos, justo cuando estaba a punto de subirme al carruaje.—Felicia, ¡espera!—¿Qué más quieres? —dije mientras me subía al carruaje, mirándolo, sin ganas de hablar con él.—Felicia, mira a este niño, es tan adorable. Sé que siempre has querido tener un hijo, ¿podrías, por favor, dejar el pasado atrás y criar a este niño conmigo? —dijo Griffith con un tono que me rogaba.Me quedé sorprendida por lo sinvergüenza que era.—Griffith, para mí, él no es un niño adorable, es la prueba de tu traición. Entre tú y yo ya no hay nada.Cuando terminé de hablar, azoté las riendas del carruaje y me alejé rápidamente. Griffith intentó seguirme, pero el bebé que lloraba en sus brazos lo detuvo.Durante el siguiente año, aunque Griffith vino varias veces a Lumina a buscarme, siempre me aseguré de evitarlo, y no lo volví a ver.Hasta que un año después, cuando fui con Salvador a otro clan a comprar algunas cosas, lo encontré esperándonos a propósito.—Felicia, ¿
Escuchando sus palabras cada vez más absurdas, ya no pude contener lo que sentía en mi corazón.—No creas que todos son como tú, un sinvergüenza. Salvador le pidió matrimonio a Teresa, yo solo vine a ayudarlo a elegir el anillo y la ropa.—No todos somos como tú, incapaces de controlar nuestros sentimientos.—Aunque reconozco que, por la voluntad de la Diosa Lunar, le presté algo de atención, sé que no tengo ninguna oportunidad con él, así que no dejaré que esa atención se convierta en amor.—Griffith, ambos nos conocíamos tan poco. Yo no te conocía, por eso no supe que me traicionarías. Tú no me conocías, por eso pensaste que yo sería como tú.Bajé la cabeza y lo miré, él se veía completamente desconcertado.—Por eso, no tenemos química, nunca nos vamos a entender.Después de eso, Teresa me dijo que, fuera de las murallas de la ciudad, ya no se veía la sombra de Griffith acosándonos.Poco después, los informantes de Teresa trajeron noticias: Griffith, después de haberse pasado los día
Cuando iba de regreso al castillo, choqué con alguien por accidente, pero ni me acordé de disculparme, sino que seguí caminando, distraída.Mi cabeza no podía dejar de pensar en lo que acababa de presenciar. El tipo que me había tratado como el amor de su vida… ¡iba a quitarme el útero!¡Aun cuando él sabía que mi mayor sueño era tener un hijo!Mientras caminaba por la acera, varias mujeres me miraban con envidia.—Ella es nuestra Luna de la manada Avalora. La mujer por la que el Alfa rechazó a su pareja destinada —susurró una.—Escuché que ese Alfa, enfermo de amor, no solo reunió a los mejores hechiceros del país para cuidarla, ¡sino que subió a un volcán en erupción solo para conseguirle hierbas! —agregó otra con asombro. Antes, aquellas palabras me hubieran llenado de orgullo, pero ahora solo sentía un nudo en la garganta, y la vergüenza me hacía sentir como si fuera a llorar. Solo quería desaparecer. Antes de llegar al castillo, escuché la voz furiosa de Griffith desde el
—Alfa, Luna, vengo a traer las flores de hoy —dijo Giselle, respetuosamente, con las flores entre sus manos.En cuanto la vi, mi mente viajó directo a tres años atrás.En ese entonces, Griffith y yo acabábamos de cumplir la mayoría de edad. Habíamos crecido juntos y nos queríamos muchísimo, por lo que fuimos, llenos de emoción, a buscar a la Diosa Lunar.Pensábamos que nos daría la bendición más grande…, pero no fu así. La Diosa Lunar señaló a otra mujer como la pareja destinada de Griffith: Giselle.Griffith reaccionó de inmediato. Rechazó formar el vínculo con ella, me tomó de la mano y quiso marcharse. Pero Giselle nos detuvo.Se arrodilló ante nosotros, diciendo que era huérfana, que no tenía a nadie en el mundo, y que no esperaba ser la pareja del Alfa, solo pedía un lugar donde vivir.Movida por la compasión, convencí a Griffith de aceptarla, e, incluso, le conseguí un trabajo en el invernadero de flores en la ciudad.Con los años, cada vez que Griffith la veía, se ponía i