Capítulo 3
—¿Cuánto tiempo llevan juntos? —pregunté, alzando la cabeza.

—Tres años —respondió Giselle, sin borrar su sonrisa triunfal—. Ya sabes, Griffith y yo somos pareja destinada, tarde o temprano le iba a empezar a gustar.

Bajó la cabeza y susurró al oído:

—No lo sabías, ¿verdad? Nuestra primera vez fue en la cama en la que tú y él dormían todas las noches.

Apreté los dientes con fuerza, luchando para que mis instintos de loba no tomaran control y me lanzara sobre ella.

Sin embargo, Giselle, al ver mi reacción, se mostró aún más arrogante:

—En ese entonces, él solo lo hizo por culpa. Por eso te dio todo su oro y sus joyas para que los guardaras. Pensaste que era una prueba de su amor… ¡qué ingenua! —Rio—. Hace dos años, cuando perdiste al bebé y sufriste esa hemorragia, mandaste a tus sirvientes a buscarlo por todos lados. Adivina dónde estaba… —Hizo una pausa—. ¡Exacto, en mi cama!

»Así que, si tienes algo de sentido común, de dignidad, deberías irte y devolverme el puesto que me corresponde como Luna de la manada Avalora.

Sus palabras se clavaron en mí como dagas, y, de pronto, recordé el día del aborto…, el dolor era tan intenso que casi me mata.

Las sirvientas vieron la situación y recorrieron toda la ciudad buscando a Griffith, pero no pudieron encontrarlo en ningún lado.

No me esperaba que, en ese momento, él estuviera disfrutando en la cama de otra mujer.

El coraje me invadió, pero eso solo pareció alimentar el gozo de Giselle, quien, con las manos en la cintura, dijo:

—Pasado mañana Griffith y yo haremos el contrato de pareja ante la Diosa Lunar. Puedes venir a ver cómo nos comprometemos… Tú nunca tuviste ese ritual, ¿verdad?

Tras soltar eso último, se marchó, riéndose y dejándome a solas, hundida en un rincón oscuro, llorando hasta quedarme sin fuerzas, perdiendo la conciencia poco a poco.

Cuando desperté, ya era el día siguiente. Griffith estaba junto a mi cama, y, al ver que despertaba, me abrazó con una sonrisa de alivio.

—Felicia, ¿despertaste? ¿Qué pasó? ¿Por qué te desmayaste?

—Griffith, ¿sabes qué? —respondí con una sonrisa burlona—. A veces me siento un poco celosa de Giselle. Después de todo, tú y ella solo pueden formar un contrato. Si tú y yo lo tuviéramos, sabría al instante cada vez que me traicionaras.

Griffith se puso nervioso de inmediato, y se apresuró a preguntar:

—¿Por qué dices eso? ¿Quién te ha llenado la cabeza con esas mentiras? No es necesario un contrato. Después de todo, ¡yo no te traicionaré! —garantizó con firmeza.

Sin embargo, al ver que sus palabras no me convencían, se desesperó. Abrió la puerta y llamó a un sirviente, a quien le ordenó:

—Ve y trae a todas las mujeres con las que he tenido contacto últimamente.

Poco después, entraron cuatro o cinco mujeres en la habitación.

—Ustedes, cuéntenle a Luna cómo han estado en contacto conmigo últimamente —dijo Griffith, mirándolas directamente.

La primera en hablar fue una hechicera de la botica:

—Conocí al Alfa hace tres días, cuando acompañó a la Luna a consulta.

—Hace unos días, el Alfa me preguntó sobre la dieta de Luna —acotó la cocinera del castillo.

—Ayer, el Alfa me llamó para que le hiciera una nueva pijama a Luna —agregó la tercera, una tejedora de la sastrería.

Después de que todas hablaron, Griffith suspiró, aliviado, ya que todas sus interacciones con ellas habían sido por mí.

Lo miré sin decir nada, mientras terminaba de montar su espectáculo, y solo entonces pregunté:

—¿Y Giselle? ¿No vino ayer también?

El rostro de Griffith cambió por completo, y tragó saliva, nervioso.

—Giselle, ¿cómo puedes hablar de ella? Ya sabes que nunca me ha gustado —dijo, intentando poner una excusa, pero su tono sonó muy poco natural.
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP