Capítulo 1
El secretario lo invitó a pasar al abrir la puerta, pero al ver que este no movía ni un miembro le dio unas palmaditas en su espalda. La nebulosa en la cabeza del lobo apenas lo dejaba razonar. Dio, con mucho esfuerzo, unos pasos dejando que el olor más delicioso que había tocado sus fosas nasales lo embriagara. La bestia dentro de él luchaba por salir para reclamar lo que era suyo por derecho y Darren tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para controlarlo y no transformarse allí mismo.
–Presidente, su nuevo guardaespaldas ya llegó, está listo para comenzar a trabajar –informó.
Darren se fijó en el joven que les daba la espalda al lado de un gran estante de libros. Se lo imaginó más alta, aunque sus 1,76m no estaban mal, en comparación con él.
La silueta de su cuerpo reflejada por el traje deliciosamente ajustado, era delgado, insinuando una figura que le hizo pasar la punta de la lengua por sus secos labios y tragar saliva junto a diminutos restos de sangre. Sus piernas, bien torneadas y definidas por la presencia de ejercicios. Lo que más le robó la atención fue su cabello rojo cobrizo con destellos oscuros, que caía a la altura de la nuca en rizos rebeldes, y que contrastaban totalmente con los dos orbes verdes que lo miraron fijamente al girarse hacia ellos.
Tuvo que secar las palmas de las manos en el borde del pantalón con disimulo, y agradeció que ese día se pusiera la camisa por fuera del cinturón para que no se delatara el estado en que estaba. Aunque el hecho de que viera el efecto que causaba en él no era algo que lo molestara, todo lo contrario, lo excitaba aún más.
Él era simplemente la criatura más hermosa y apetecible del mundo, no por gusto era de seguro su compañero. Con sus largas pestañas rojizas, sus labios finos en una línea recta, muestra de un carácter enérgico, su nariz pequeña y delicada y esas pecas prácticamente invisibles en su piel blanca, que solo su vista lobuna lograba definirlas. El lobo dentro de él gruñó, y un ligero sonido seco salió de su garganta lo suficiente alto para que el nuevo jefe levantara una ceja interrogativa.
–Así que él es el señor Steik –dejó de mirarlo y puso la atención de nuevo en su libro mientras caminaba hacia su buró– Me pregunto cuánto durará esta vez –su voz era dura, sin rastro de amabilidad.
Darren vio cómo su secretario sonreía nervioso. Por lo visto Jules Meyer no era conocido por su vida social, y su personalidad… dejaba mucho que desear. A su lobo no le importaba ese hecho, aunque analizando su carácter dominante sería divertido verlo con sus torneadas piernas abiertas, rodeadas de las sábanas de seda de su cama, impregnadas en su olor y suplicándole por más.
La sola idea le hizo temblar ligeramente y soltar un pequeño gemido. Si no se contenía era capaz de reclamarla allí mismo. Lamió los caninos dentro de su boca. Su lobo quería enterrarlos en esa piel suave y cremosa. Pero ahí estaba el problema y pensándolo con mente más fría se dio cuenta de un detalle: su compañero era humano, totalmente humano.
Por lo que todo el impulso y la necesidad que él sentía le eran totalmente ajenos a él. No sabía nada sobre la relación entre el lobo y un humano.
Normalmente sus compañeros eran lobos que nacían de un apareamiento entre dos compañeros de su misma especie. Hacía años, las hembras de su especie habían sido cazadas por un grupo de investigadores que aún seguían persiguiendo, para crear lobos artificiales. Todo gracias a la ayuda de alguien que traicionó a todas las manadas.
Como resultado, varios individuos de su especie habían perdido la cordura o se habían lanzado al vacío buscando el consuelo en los brazos de la muerte. Después del suceso las probabilidades de encontrar a sus parejas habían disminuido tanto que algunos ya habían renegado de encontrarlas, incluyéndolo a él.
En la actualidad, quedaban pocos lobos puros, solo aquellos nacidos antes de la gran tragedia. La única forma de lograr mantener la especie con vida fue relacionándose con las mujeres humanas. Por suerte y después de un estudio, ciertas hembras daban cachorros. Pero no había escuchado nunca antes, que un humano sin relación alguna con su mundo fuera compañero de un lobo.
Maldijo para sí mismo, la nebulosa en su mente no lo dejaba analizar bien y había perdido las esperanzas hacía tanto que no se había actualizado con el tema. Tendría que preguntarle a su alfa una vez estuviera en su casa, sabía que había nuevos datos y era tiempo de revisarlos.
–Allen, puedes irte, yo me encargo del resto –su voz lo acarició como un suave terciopelo, aunque esas palabras no fueron dirigidas a él.
Su secretario asistió y los dejó solos.
Por un momento a Darren le pareció que la oficina lo asfixiaba. El olor de él lo tenía embriagado y si seguía así no respondía por sus actos, no tanto por su lado racional, como su faceta primitiva. Solo la tarea de mantenerlo a raya le tenía más de un lugar húmedo de sudor.
Se sentó en la silla que el presidente le señaló y se detuvo a observar el gran buró lleno de papeles y sobres organizados, hasta detenerse en sus ojos, fríos como un bloque de hielo. La situación le dio gracia, aquel pequeño cuerpo no le tenía ni una pizca de miedo, incluso lo miraba con superioridad. Si él supiera que era capaz de estrujar como papel su delgado cuello, la historia sería diferente.
Jules giró un poco la cabeza con indignación. No quería ser quisquilloso, sin embargo, le pareció que el hombre frente a él no lo tomaba en serio. Siempre que había puesto su semblante más aristocrático había tenido a la persona arrodillada frente él, pero este nuevo guardaespaldas necesitaría entrenamiento, y del fuerte. Tomó uno de los papeles frente a él y se lo dio. Vio como lo repasó con la vista y una mueca interrogativa apareció en su rostro.
–Este es el calendario de mañana, apréndetelo de memoria sin fallos –inquirió con autoridad.
–O sea, que sólo sabré lo que usted hará al día siguiente –Darren logró articular palabras después de poder calmar sus caninos y su garganta carrasposa por el intento de transformación.
–Más bien, te doy el cronograma ahora para que sepas cómo funciona el proceso. Normalmente te lo daré en la mañana del mismo día –explicó pacientemente.
Las medidas preventivas nunca estaban de más.
–Como usted diga –replicó con esfuerzo el beta.
–Puedes llamarme Presidente o Meyer –revisó un momento la pantalla de su celular por si había algo nuevo– Espero que Allen te haya explicado los horarios, soy muy exigente con ese tema, no me gusta llegar tarde y menos esperar –insistió.
Jules se tomó un momento para repasar a su nuevo guardián y su mirada inquisitiva al parecer lo hizo reaccionar, de una forma inusual, para su gusto, pues lo vio tensar los definidos músculos que se marcaban por encima de la tela del abdomen.
El maldito tipo era enorme, con sus más de metro noventa era imponente. Estar sentado tampoco lo hacía ser menos, sus anchos hombros cubiertos por la gruesa chaqueta negra de piel le obstruía la vista de todo objeto detrás.
Su posición engañosamente relajada con la espalda apoyada en la silla y las piernas separadas podrían darle un aire de desinterés, pero podía sentir la atmósfera dominante alrededor de él. Sus manos cruzadas sobre los muslos, más gruesos que incluso su cintura, se veían llenas de cicatrices y listas para agarrar a cualquier persona y partirla en varios pedazos.
Una gota de sudor recorrió la línea de la columna del humano, desde la nuca hasta el final de la espalda. Tuvo que tomar una respiración larga y pausada y cerrar sus ojos para calmarse. No recordaba la última vez que había estado tan incómodo.
Sintió la temperatura de la oficina subir varios grados y las palmas de las manos se empaparon. Por alguna razón, que ni él misma sabía, su cuerpo estaba reaccionando inconscientemente a aquel hombre. La sangre comenzó a hervirle, mas no de deseo. Frunció el ceño e hincó las uñas en la suave piel de sus manos, el dolor le hizo reaccionar, enderezándose en el asiento, cruzó una pierna y retomó la posición de mandatario como todo el líder que era. El alivio lo invadió cuando el aire frío volvió a acariciar su piel.
Parecía haber pasado minutos desde su repentino cambio de estado, pero apenas fueron 10 segundos, tiempo en el que su nuevo empleado no le había quitado la mirada de encima, y a cada rato lo descubría lamiendo, con discreción, el borde de sus labios. Se sintió nervioso y eso no le gustaba. Esperaba que no estuviera coqueteando con él o ese sería su primer y último día de trabajo.
Tendría algunas palabras con Allen más tarde, sin dudas.
Jules abrió la puerta dejando pasar al inmenso ejemplar masculino. Su reloj marcaba las 5:00 de la mañana y él había llegado a tiempo. Su jornada comenzaba.Tomó su bolso y unos archivos de encima de la mesa y saliendo seguido de él se dirigió al auto. Se restregó suavemente la zona por debajo de los ojos. No había dormido mucho aquél noche. Además de todo el trabajo pendiente, las pocas 4 horas dentro de su alcoba fueron un total suplicio. Cuando cerraba los ojos la imagen de su nuevo empleado se visualizaba en su mente, los abría encontrándose con el techo de su alcoba, y volviendo a cerrarlos ahí estaba de nuevo. No podía negar que el hombre estaba en su mejor etapa de la vida, no era ciego. Pero una cosa era que estuviera para comérselo y otra es que él se lo quisiera comer.Había renunciado a tener una vida amorosa desde que empezaran sus sospechas por el acoso. No se permitía confiar en nadie. Si te enamoras eres vulnerable, y si él quería seguir con vida, una relación no era la
El comandante le dejo un juego de ropa que mantenía siempre de reserva en su camioneta para después de cada transformación, donde las prendas nunca salían ilesas. Podía estar un poco más tranquilo sabiendo que el lobo se quedaba al tanto de la situación.Conocía a Dakota desde que era un cachorro y había estado a su cuidado después de conocer sus potencialidades como beta. Aunque solo era 57 años mayor que él, el hombre era todo un genio en el arte de la guerra, no creía que hubiera técnica que no conociera. Incluso su alfa consultaba su opinión cuando la situación se tornaba tensa.Darren vio salir a Jules de la ducha rato más tarde. Se veía más calmado y su piel algo más sonrojada por el vapor del agua caliente. El cambiaforma tuvo que sujetar el borde de la meseta para mantener en control su cuerpo. Su respiración se atragantó en sus pulmones. Sintió su miembro a punto de explotar de la excitación. Los mechones aun húmedos se pegaban a cada lado del rostro del humano y las gotas de
Había pasado una semana y no había nuevas señales de ataque, aun así, los nervios de Jules se negaban a ceder. Y la presencia del gigantesco macho, que llenaba toda la sala con su sola presencia no ayudaba. No podía negar que sentía una atracción avasalladora desde el día en que lo conoció, el guardaespaldas lucía bien en todas las medidas, de pies a cabeza, con un cabello largo y rubio oscuro que caía por su espalda como una cascada en hermosas ondas, sus ojos claros que ya lo había cazado mirándola varias veces, su rostro atractivo al punto de dolor. Su labios gruesos y cejas tupidas que daban equilibrio a su expresión, y por no decir de su cuerpo proporcionado, pero era más que eso. Algo muy profundo, más primitivo dentro de él llamaba por el otro hombre, aceleraba sus latidos cuando su figura estaba cerca, haciendo que cada parte de su cuerpo se sintiera viva y aunque intentaba ocultarlo, cada día era más consiente de ese sentimiento.Había notado que últimamente mantenía cierta d
Darren pensó que enloquecería al ver el cuerpo inerte de su pareja en el piso y cubierto de sangre. Su ser vibró tan dolorosamente que el lobo salió al exterior. Desgarrando la ropa en el camino corrió en dirección al hombre que había dañado a su alma gemela, su mitad, la persona que tanto tiempo había esperado. La rabia, el dolor, el odio; una mezcla de sentimientos desbordados nubló toda cordura, llevándolo por el abismo de la venganza.El agresor se giró rápidamente disparando al animal que lo agredía sin comprender la situación. La bala rasguñó una de las patas delanteras del enorme lobo marrón, pero un ligero dolor no le impediría alcanzar la garganta de su agresor.El hombre por reflejo lo esquivó a duras penas, la velocidad del lobo era impresionante si se consideraba el tamaño de al menos un metro de altura. Nunca había visto una fiera tan grande en todos sus años de experiencia. Retrocedió un paso intimidado por los orbes dorados inyectados en sangre y rabia. El lobo economiz
Jules se revolvió incómodo, la bruma en su cabeza no le permitía pensar coherentemente. Su pecho vibraba con cada respiración mandando olas de dolor a su cerebro, que se negaba a organizar las ideas. Si estar muerto se sentía así, no entendía porque las personas escogían ese camino; vivir no dolía tanto.Movió pesadamente los dedos y acarició la suave tela bajo su tacto. El calor que proporcionaba era reconfortante y se extendía bajo su tieso cuerpo. La idea de estar rodeado de seda dentro de un ataúd lo llenó de pánico y despejó de golpe su aturdimiento. No, no estaba muerto. Con todo el esfuerzo que pudo, forzó a sus párpados a abrirse. La luz que entraba a raudales por la ventana lo cegó instantáneamente cerrando los ojos de nuevo.Pestañeó, poco a poco, acostumbrándose al entorno. Al menos no estaba en el cajón de la sepultura. El techo que se erguía sobre él estaba decorado al estilo victoriano con cada detalle cuidado al mínimo, demasiado abigarrado para el estilo clásico al que
Darren miró al resto de la manada antes de detenerse en su alfa. El lobo imponía respeto solo con su presencia. Sus dos metros diez, más ciento cuarenta y cinco kilos de puro músculo sin una gota de grasa, se hacían notar desde lejos. Siempre llevaba su cabello suelto en ondas oscuras azuladas salpicadas de hebras castañas que le caían a la altura de los hombros, dándole un aspecto salvaje a su rostro masculino. Sus ojos penetrantes eran los únicos en la manada que mantenían el color dorado y frío de su lobo, reafirmando lo cerca que estaba su bestia de la superficie.–Esto no fue planeado de un día para otro –Dakota interrumpió el silencio extendiendo unos papeles sobre la mesa– Saben el horario de tu pareja, y lo que hace en el día. No es coincidencia que la atacara cuando no estabas –explicó mirando a todos y deteniéndose en Darren.Se habían reunido en el gran salón donde solían pasar la mayor parte del tiempo. Dominic se mantenía recostado contra el espaldar de un mueble, mientr
¡Libre! Por primera vez en muchos años se sentía libre. Sin ataduras que lo condenaran a ser alguien o algo. También rabia, emoción, euforia, pánico. Muchas emociones rondando en su cabeza, que se iban desvaneciendo, dando paso a un sentimiento más salvaje y primitivo.Su cuerpo exhalaba adrenalina. Corriendo en el bosque sin nada que lo detuviera. No era Jules. Era simplemente un lobo.Darren corría casi sin aliento detrás, intentando acortar la distancia. Oía los aullidos de sus compañeros y del alfa que estaban cerca, pero le daban su espacio. En este momento, él era el único capaz de controlar a su compañero. No sería fácil. El lobo en que se había convertido era más grande que él por varios centímetros y algunos kilos de más, pudiendo rivalizar con su alfa. Además, acababa de transformarse por lo que la parte humana debía estar tan enterrada que si lo reconocía podría aplaudir.Primero tendría que alcanzarlo y ya eso estaba costando trabajo. Habían recorrido cerca de dos kilómet
Jules gimió. Le dolía hasta el alma, si eso era posible, y le costaba respirar. Aunque la suavidad y el confort del calor en su espalda lo hacía mantenerse en su lugar disfrutando de la sensación.Abrió los ojos poco a poco, dejando que se acostumbraran a la débil luz que se filtraba por la ventana anunciando el amanecer. Dejó salir un suspiro por sus labios resecos y se revolvió encontrándose aprisionado por un grueso brazo alrededor de su cintura desnuda. El pánico lo invadió y se giró como pudo para encontrarse con la cabellera dorada de su guardaespaldas desparramada por su rostro. Así de cerca no podía negarlo. El hombre era peligrosamente hermoso. Gruesas pestañas hacían sombra sobre sus pómulos altos. Labios ni gruesos ni finos, apetecibles para saborearlos. Las cejas gruesas eran algunos tonos más oscuros que su cabello, y los indicios de una barba de 2 días eran visibles.Jules intentó moverse, pero el lobo lo apretó más hacia su cuerpo desnudo, duro y bronceado, mientras su