Jules abrió la puerta dejando pasar al inmenso ejemplar masculino. Su reloj marcaba las 5:00 de la mañana y él había llegado a tiempo. Su jornada comenzaba.
Tomó su bolso y unos archivos de encima de la mesa y saliendo seguido de él se dirigió al auto. Se restregó suavemente la zona por debajo de los ojos. No había dormido mucho aquél noche. Además de todo el trabajo pendiente, las pocas 4 horas dentro de su alcoba fueron un total suplicio. Cuando cerraba los ojos la imagen de su nuevo empleado se visualizaba en su mente, los abría encontrándose con el techo de su alcoba, y volviendo a cerrarlos ahí estaba de nuevo. No podía negar que el hombre estaba en su mejor etapa de la vida, no era ciego. Pero una cosa era que estuviera para comérselo y otra es que él se lo quisiera comer.
Había renunciado a tener una vida amorosa desde que empezaran sus sospechas por el acoso. No se permitía confiar en nadie. Si te enamoras eres vulnerable, y si él quería seguir con vida, una relación no era la vía más factible.
Se recostó sobre el espaldar del asiento cerrando los párpados y relajándose unos segundos. Estar siempre fuera de su casa lo hacía sentir intranquilo, sin embargo, por un momento, dentro de ese auto y junto a ese hombre, se sintió el más segura del mundo.
Darren vio con interés la expresión de Jules por el retrovisor y disfrutó cada centímetro de su rostro. Sus labios siempre apretados estaban ligeramente abiertos y eran más rellenos que cuando los torturaba en la dura mueca. Las largas pestañas oscuras descansaban acariciando sus mejillas amoratadas por la falta de sueño. Darren frunció el ceño, su pareja no descansaba lo suficiente y un sentimiento protector recorrió su pecho. Si él estuviera reclamado por él no lo dejaría trabajar largas y agotadoras jornadas.
Minutos más tarde, Jules se enderezó y abrió la pequeña portátil sobre sus piernas y él, encendió el motor del auto. El día comenzaba y prometía ser largo.
***
La sien del lobo latió dolorosamente. Ya no recordaba cuantos lugares había recorrido entre tiendas especializadas, centros comerciales y boutique. Su trabajo era de guardaespaldas, no de ayudante de compras. El joven salía de una tienda a otra sin decidir las prendas que quería adquirir. Seleccionaba una de aquí y otra de allá, con pocas probabilidades que las comprara, y no era precisamente por la falta de dinero.
Él tenía que entender que un hombre de casi 2 metros, hombros anchos y de más de 140 kilos de puro músculo, le era difícil moverse entre tanta gente y más si la vida de él dependía de su vigilancia.
–Bajemos a comer –le soltó Jules más tarde dándole las últimas bolsas de compras que él tomó y agrupó con el resto que tenía en la otra mano– No pienso cocinar hoy, así que aprovecharé la oportunidad de que estoy aquí, tengo un conocido en el restaurante que nos dará un buen servicio –dijo mientras caminaba con rapidez.
–En mi opinión deberíamos volver lo antes posible. En un lugar tan concurrido las probabilidades de que la ataquen son más altas –exclamó el guardaespaldas preocupado mientras miraba con detenimiento a su alrededor.
–Ese es tu trabajo, protegerme si me atacan, no quiero renunciar a la vida que tengo solo porque unos tipos que no tienen nada que hacer se la pasen persiguiéndome –pasó por su lado rozándolo.
Darren tensó los músculos del brazo y el abdomen reteniendo la ola de excitación y calor que lo recorrió, tomando una respiración profunda que lo calmó a su vez. La paciencia era un don que la naturaleza se había negado a darle. La única razón por la que no le arrancaba su lengua venenosa era porque de solo mirarlo, su cuerpo se postraba ante él. Necesitaba sexo, y rápido o lo tomaría allí mismo.
Tuvo que reconocer que Jules no se había equivocado cuando había mencionado al buen servicio del restaurante. Tal vez trajera al resto de los centinelas consigo, aunque por turnos o la despensa del chef se agotaría en segundos. Eran bestias comiendo.
Los platos además de exquisitos eran abundantes y de sabor fuerte y condimentado, justo como le gustaba a él. Por un momento Jules se quedó mirándolo, como si no pudiera creer que él devorara tanta comida. La mitad del menú estaba sobre la mesa.
–¿Qué? Deben saber que en la labor de comprar se gasta más energía que un día entero en el gimnasio, y hoy fue una jornada intensa –se defendió Darren mientras comía un bocado tras otro.
–Al menos ya sé que esos músculos no son solo de ejercicios, tienes que meter todo eso en algún lado –observó el presidente, aunque satisfecho de ver a alguien comer con placer.
Darren pestañeó y por primera vez él pudo ver lo que pudo ser un atisbo de sonrisa en su rostro, antes de ser opacada por el bocado de helado. Él quería ser ese helado. Sentir su lengua recorrer su cuerpo... La sola idea en su mente alteró todas sus terminales nerviosas, a tal punto que se removió incómodo en la silla. Jules estaba tan concentrada en saborear su helado que no se dio cuenta, aunque al lobo le gustaría que el humano fuera más consciente de su presencia.
***
Darren abrió la puerta del departamento y de pronto todos sus sentidos se agudizaron. Dio un paso atrás y puso su cuerpo protectoramente ante su pareja. Sintió el calor de las manos de él sobre su espalda y un ligero temblor en las mismas. Un gruñido salió desde lo más profundo de su garganta y le tomó más de lo que pensó contener a su lobo. Volvió a aspirar el aire sin reconocer el apenas imperceptible nuevo olor. No lograba descifrarlo, pero alguien había estado allí y no era humano.
Necesitaba refuerzos.
Treinta minutos más tarde el timbre de la puerta sonó y apareció un nuevo invitado. Si Jules pensaba que el hombre junto a él era alto estaba muy equivocada. El inquilino recién llegado superaba a Darren en al menos 10 cm y tenía unos cuantos kilos más de músculos, o eso pudo percibir él bajo la gruesa chaqueta de cuero. Por un momento se sintió intimidado y tembló notoriamente sintiendo el miedo amenazando en su estómago. Darren debió haberlo notado tocando su hombro de una forma, que si no fuera porque casi colapsaba de los nervios lo hubiera sentido demasiado íntimo.
–Meyer, él es Dakota, uno de mis compañeros– le dio una mirada de advertencia al hombre mayor.
Sabía que el comandante de la manada era intimidante en toda la expresión de la palabra, incluso un poco más que su alfa. Y después de haberlo levantado de su cama dado el final de su servicio, sabía que su humor no era el mejor.
Para su sorpresa el lobo interpretó su mensaje y relajó los músculos intentando verse menos amenazador.
–Un placer conocerlo –extendió su mano a modo de saludo.
Jules vaciló un momento y retomó la compostura. Estiró la espalda y estrechó su mano aún temblorosa.
–El placer es mío, disculpe que lo hallamos molestado a esta hora de la noche, mi guardaespaldas insistió en llamarlo –miró a Darren de reojo.
–E hizo bien. Ahora si me disculpa, me gustaría hablar un momento con él –se inclinó como todo un caballero.
Se incorporó y siguió a su beta hasta la cocina, cerciorándose de no estar en el rango de audición del joven.
–¿Qué fue lo que ocurrió? –pudo ver a Darren removerse incómodo recostado en la meseta.
–Alguien estuvo intentando entrar en el apartamento, sentí el olor, muy leve, pero estaba ahí. No es humano Dakota, ni tampoco lobo –habló muy bajo temiendo que el humano escuchara.
El lobo mayor frunció el ceño.
–Esto se está saliendo de las manos, tendré que consultarlo con Dominic y aumentar la protección, si dices que no puedes definir que es, la situación cambia –dijo Dakota mientras se frotaba la mandíbula, pensativo.
–Por esta noche me quedare aquí, no confío en que se estén tranquilos, y no quiero dejarlo solo –aseguró el beta.
Dakota alzó una ceja.
–Así que esta es tu pareja, no lo podía creer cuando el alfa me lo contó –le palmeó el hombro– Felicidades.
–No me felicites antes de tiempo, me está costando más trabajo de lo que pensé. Los malditos escritos siempre mencionaron una pareja sumisa y dispuesta a emparejarse con nosotros, pero me da la impresión que si le toco un cabello me castra ahí mismo –gruñó iracundo.
–Los humanos modernos ya no siguen el pensamiento racional de sus predecesores Darren, pero eres un lobo dominante, hazte notar como su alma gemela y si es necesario medidas extremas, tómalas –Dakota parecía muy seguro de sus palabras.
–Dakota, no te has dado cuenta de un simple detalle ¿verdad? –su comandante levantó nuevamente una ceja dubitativo– Él no es lobo, es humano, creo que ni siquiera siente el vínculo –expresó con desesperación.
Dakota pestañeó reaccionando y restregó su cabello oscuro y largo hasta la cintura, enredándolo entre los dedos.
–Tienes razón, en los textos no hay nada de un lobo emparejado con un humano –gruñó y Darren temió que Jules lo oyera.
–No te preocupes, yo me encargo, solo hace poco que lo conozco y tampoco lo he querido presionar –se consoló a sí mismo.
–Pero piensa en tu lobo. ¿Tienes alguna idea de cuánto va a aguantar? Si esperas mucho, puede que no puedas controlarlo en el primer apareamiento –dijo el enorme hombre con preocupación.
–Lo sé, lo sé –se revolvió el pelo frustrado– Haré algo pronto, sé que soy una bomba de tiempo, lo puedo sentir –lo miró Darren paseándose de un lado a otro como un lobo enjaulado.
–Hablaré con Louva sobre esto, él debe saber algo, es el más viejo de nosotros.
–No vuelvas a mencionar su nombre y la palabra viejo en una misma oración o te arrancará los ojos, recuerda lo que le ocurrió a Vladic –Darren sonrió y Dakota alzó los bordes de sus labios.
–Bueno, yo daré unas vueltas en la zona antes de irme a ver si puedo encontrar algún rastro de la procedencia del olor. Enviaré en la mañana a alguien, él no se dará cuenta, lo último que queremos es que entre en pánico –concluyó Dakota.
El comandante le dejo un juego de ropa que mantenía siempre de reserva en su camioneta para después de cada transformación, donde las prendas nunca salían ilesas. Podía estar un poco más tranquilo sabiendo que el lobo se quedaba al tanto de la situación.Conocía a Dakota desde que era un cachorro y había estado a su cuidado después de conocer sus potencialidades como beta. Aunque solo era 57 años mayor que él, el hombre era todo un genio en el arte de la guerra, no creía que hubiera técnica que no conociera. Incluso su alfa consultaba su opinión cuando la situación se tornaba tensa.Darren vio salir a Jules de la ducha rato más tarde. Se veía más calmado y su piel algo más sonrojada por el vapor del agua caliente. El cambiaforma tuvo que sujetar el borde de la meseta para mantener en control su cuerpo. Su respiración se atragantó en sus pulmones. Sintió su miembro a punto de explotar de la excitación. Los mechones aun húmedos se pegaban a cada lado del rostro del humano y las gotas de
Había pasado una semana y no había nuevas señales de ataque, aun así, los nervios de Jules se negaban a ceder. Y la presencia del gigantesco macho, que llenaba toda la sala con su sola presencia no ayudaba. No podía negar que sentía una atracción avasalladora desde el día en que lo conoció, el guardaespaldas lucía bien en todas las medidas, de pies a cabeza, con un cabello largo y rubio oscuro que caía por su espalda como una cascada en hermosas ondas, sus ojos claros que ya lo había cazado mirándola varias veces, su rostro atractivo al punto de dolor. Su labios gruesos y cejas tupidas que daban equilibrio a su expresión, y por no decir de su cuerpo proporcionado, pero era más que eso. Algo muy profundo, más primitivo dentro de él llamaba por el otro hombre, aceleraba sus latidos cuando su figura estaba cerca, haciendo que cada parte de su cuerpo se sintiera viva y aunque intentaba ocultarlo, cada día era más consiente de ese sentimiento.Había notado que últimamente mantenía cierta d
Darren pensó que enloquecería al ver el cuerpo inerte de su pareja en el piso y cubierto de sangre. Su ser vibró tan dolorosamente que el lobo salió al exterior. Desgarrando la ropa en el camino corrió en dirección al hombre que había dañado a su alma gemela, su mitad, la persona que tanto tiempo había esperado. La rabia, el dolor, el odio; una mezcla de sentimientos desbordados nubló toda cordura, llevándolo por el abismo de la venganza.El agresor se giró rápidamente disparando al animal que lo agredía sin comprender la situación. La bala rasguñó una de las patas delanteras del enorme lobo marrón, pero un ligero dolor no le impediría alcanzar la garganta de su agresor.El hombre por reflejo lo esquivó a duras penas, la velocidad del lobo era impresionante si se consideraba el tamaño de al menos un metro de altura. Nunca había visto una fiera tan grande en todos sus años de experiencia. Retrocedió un paso intimidado por los orbes dorados inyectados en sangre y rabia. El lobo economiz
Jules se revolvió incómodo, la bruma en su cabeza no le permitía pensar coherentemente. Su pecho vibraba con cada respiración mandando olas de dolor a su cerebro, que se negaba a organizar las ideas. Si estar muerto se sentía así, no entendía porque las personas escogían ese camino; vivir no dolía tanto.Movió pesadamente los dedos y acarició la suave tela bajo su tacto. El calor que proporcionaba era reconfortante y se extendía bajo su tieso cuerpo. La idea de estar rodeado de seda dentro de un ataúd lo llenó de pánico y despejó de golpe su aturdimiento. No, no estaba muerto. Con todo el esfuerzo que pudo, forzó a sus párpados a abrirse. La luz que entraba a raudales por la ventana lo cegó instantáneamente cerrando los ojos de nuevo.Pestañeó, poco a poco, acostumbrándose al entorno. Al menos no estaba en el cajón de la sepultura. El techo que se erguía sobre él estaba decorado al estilo victoriano con cada detalle cuidado al mínimo, demasiado abigarrado para el estilo clásico al que
Darren miró al resto de la manada antes de detenerse en su alfa. El lobo imponía respeto solo con su presencia. Sus dos metros diez, más ciento cuarenta y cinco kilos de puro músculo sin una gota de grasa, se hacían notar desde lejos. Siempre llevaba su cabello suelto en ondas oscuras azuladas salpicadas de hebras castañas que le caían a la altura de los hombros, dándole un aspecto salvaje a su rostro masculino. Sus ojos penetrantes eran los únicos en la manada que mantenían el color dorado y frío de su lobo, reafirmando lo cerca que estaba su bestia de la superficie.–Esto no fue planeado de un día para otro –Dakota interrumpió el silencio extendiendo unos papeles sobre la mesa– Saben el horario de tu pareja, y lo que hace en el día. No es coincidencia que la atacara cuando no estabas –explicó mirando a todos y deteniéndose en Darren.Se habían reunido en el gran salón donde solían pasar la mayor parte del tiempo. Dominic se mantenía recostado contra el espaldar de un mueble, mientr
¡Libre! Por primera vez en muchos años se sentía libre. Sin ataduras que lo condenaran a ser alguien o algo. También rabia, emoción, euforia, pánico. Muchas emociones rondando en su cabeza, que se iban desvaneciendo, dando paso a un sentimiento más salvaje y primitivo.Su cuerpo exhalaba adrenalina. Corriendo en el bosque sin nada que lo detuviera. No era Jules. Era simplemente un lobo.Darren corría casi sin aliento detrás, intentando acortar la distancia. Oía los aullidos de sus compañeros y del alfa que estaban cerca, pero le daban su espacio. En este momento, él era el único capaz de controlar a su compañero. No sería fácil. El lobo en que se había convertido era más grande que él por varios centímetros y algunos kilos de más, pudiendo rivalizar con su alfa. Además, acababa de transformarse por lo que la parte humana debía estar tan enterrada que si lo reconocía podría aplaudir.Primero tendría que alcanzarlo y ya eso estaba costando trabajo. Habían recorrido cerca de dos kilómet
Jules gimió. Le dolía hasta el alma, si eso era posible, y le costaba respirar. Aunque la suavidad y el confort del calor en su espalda lo hacía mantenerse en su lugar disfrutando de la sensación.Abrió los ojos poco a poco, dejando que se acostumbraran a la débil luz que se filtraba por la ventana anunciando el amanecer. Dejó salir un suspiro por sus labios resecos y se revolvió encontrándose aprisionado por un grueso brazo alrededor de su cintura desnuda. El pánico lo invadió y se giró como pudo para encontrarse con la cabellera dorada de su guardaespaldas desparramada por su rostro. Así de cerca no podía negarlo. El hombre era peligrosamente hermoso. Gruesas pestañas hacían sombra sobre sus pómulos altos. Labios ni gruesos ni finos, apetecibles para saborearlos. Las cejas gruesas eran algunos tonos más oscuros que su cabello, y los indicios de una barba de 2 días eran visibles.Jules intentó moverse, pero el lobo lo apretó más hacia su cuerpo desnudo, duro y bronceado, mientras su
–¿A dónde crees que vas? –una voz masculina a su espalda lo sobresaltó. No era Darren Reconoció el tono grave al momento. Si recordaba bien el nombre de aquel hombre inmenso era Dakota.–Voy por ahí. Acaso no puedo –sus palabras salieron más bruscas de lo que quería. Anteriormente le había temido, cuando lo conoció por primera vez, pero ahora su cuerpo no se inmutaba por su presencia. Lo que le daba miedo era su propia reacción.–No puedes pasearte libremente dentro de la casa del alfa sin el permiso de tu pareja –replicó brusco.Alfa, pareja.... ¿De qué demonios estaba hablando? Su cabeza retumbó y ya dolía como un infierno.–No entiendo bien de lo que estás hablando ni me interesa –elevó sus hombros desinteresado en un intento de obviar el tema, aún no estaba preparado para enfrentarlo.–Por lo visto Darren tendrá buen trabajo para domarte –comentó Dakota ignorando la reacción que tendría su comentario.Los vellos de la nuca se le erizaron al humano. Giró sobre sus talones y se ace