El comandante le dejo un juego de ropa que mantenía siempre de reserva en su camioneta para después de cada transformación, donde las prendas nunca salían ilesas. Podía estar un poco más tranquilo sabiendo que el lobo se quedaba al tanto de la situación.
Conocía a Dakota desde que era un cachorro y había estado a su cuidado después de conocer sus potencialidades como beta. Aunque solo era 57 años mayor que él, el hombre era todo un genio en el arte de la guerra, no creía que hubiera técnica que no conociera. Incluso su alfa consultaba su opinión cuando la situación se tornaba tensa.
Darren vio salir a Jules de la ducha rato más tarde. Se veía más calmado y su piel algo más sonrojada por el vapor del agua caliente. El cambiaforma tuvo que sujetar el borde de la meseta para mantener en control su cuerpo. Su respiración se atragantó en sus pulmones. Sintió su miembro a punto de explotar de la excitación. Los mechones aun húmedos se pegaban a cada lado del rostro del humano y las gotas de agua acariciaban su cuello perdiéndose en el escote del conjunto de dormir.
Chasqueó la lengua inconforme. Preferiría algo más ligero que le permitiera devorar todo ese cuerpo con la mirada. Dakota tenía razón, tenía que apresurar el reclamo o no tenía idea de lo que pudiera ocurrir. Su lobo arañaba el interior de su conciencia y reclamaba a su compañero pidiendo a gritos dejar libre su comportamiento puramente salvaje y primitivo.
Pidiéndole permiso a Jules se metió lo más rápido que pudo al baño y alivió su cuerpo con el agua fría. El impacto de la temperatura mandó un estremecimiento a todos sus nervios, pero su cuerpo se negaba a desistir y su miembro tenía vida propia. No le quedó más remedio que aliviarse con su mano. No supo si era por ser la casa de él o el olor impregnado en cada objeto dentro del baño, pero no le costó más de pocos minutos llegar a la deliciosa culminación. Jadeó satisfecho y con temblores que lo recorrían, erizando el vello de su nuca.
–Demonios, esto no puede durar mucho más –pensó apoyado en la húmeda pared de la bañera mientras intentaba recuperar el aliento.
Poniéndose la ropa prestada encontró al joven sentado relajadamente en el sofá con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, una vez salió. Como un imán se acercó sigiloso, como una fiera tras su presa, evitando despertarlo. Se detuvo a su lado deteniendo la mirada en el pomo sobre la pequeña mesa, lo levantó. Leyó el nombre de unas píldoras de dormir.
Gruñó. Su pareja había llegado al punto de tomar medicamento para descansar, y por la cantidad que quedaban al parecer era costumbre que las consumiera.
–Meyer –lo llamó ligeramente rozando sus dedos en su brazo.
El simple contacto le hizo cerrar los ojos y contener su lobo interior, aún estaba sensible. El chico, en cambio, no se movió. La única razón que indicaba que estaba vivo era el ligero movimiento de su pecho.
–Jules –no pudo contenerse de decir el nombre más sensualmente y aumentando el contacto sobre su piel, pasando sus dedos hasta el inicio de la garganta, donde esta se volvía suave y cremosa.
Lo único que recibió como respuesta fue un ligero movimiento de sus labios. Darren lo siguió y tragó en seco. Sin poder contenerse pasó el brazo por el respaldar del sofá calzando su peso, y acercó sus labios a los de él tocándolos suavemente, con miedo a despertarlo. No sabía cuan efectivas eran esas pastillas.
Maldijo internamente. El simple roce lo tuvo literalmente sintiendo mariposas en su estómago. Aumentó la presión girando un poco su cabeza amoldándose a él. Saboreó cada centímetro de la tierna carne con la suya y los repasó con la punta de su lengua. Con su mano libre acarició su barbilla y la movió hacia abajo permitiendo entreabrir un poco sus labios y tener acceso pleno en su interior.
Sus garras salieron y se enterraron en el mueble cuando sintió su sabor en el paladar. Gimió internamente, ese era el sabor de compañero, de su pareja, y sabía que no había forma que se cansara de él. Enroscó su lengua con la de él inclinando más su cabeza, arqueando la de él permitiendo un acceso más profundo. Ya no le importaba que se despertara, no tenía control sobre sí mismo, su cuerpo reclamaba el de su pareja.
Acarició su cuello rozándolo con la punta de las uñas sin hacerle daño, mientras devoraba su boca. Sintió un gemido saliendo de su garganta y sonrió complacido. La piel de él había aumentado ligeramente la temperatura. Llevó su palma hasta el bulto formado sobre el camisón de algodón. La cerró allí y permitió que su peso se acoplara perfectamente en sus dedos. Era perfecta, había sido moldeada para él.
Un temblor en él le hizo ver una luz de raciocinio. Levantó la cabeza y se corrió hacia atrás tropezando con la mesa incapaz de mantener el equilibrio, se aguantó de la butaca para no caer. Se pasó la mano por el cabello y limpió el sudor en su frente. Tanto él como él estaban jadeando. Más él que Jules.
Le costó unos segundos darse cuenta del pelaje carmelita que comenzaba a cubrir sus brazos. Sus uñas ya no eran humanas, sino largas y filosas y los colores delante de él se habían distorsionado a tonos azules y amarillentos. Si hubiera continuado junto a él no podría garantizar permanecer humano.
¡Demonios, no tenía idea de que colgaba de un hilo!
Se desplazó por la sala una y otra vez calmando su cuerpo y revirtiendo la transformación, con más trabajo del que estaba acostumbrado. Su lobo se negaba a ceder. Solo después de casi media hora logró tomar el control total. Se acercó a su pareja y bloqueando todos sus sentidos la cargó y la depositó en su cama. Necesitaba sacarlo de su vista por la seguridad de ambos. El olor de la habitación lo abrumó nuevamente y tuvo que salir casi corriendo para no reclamarlo en su propia habitación. Abrió la puerta del balcón y dejó que el aire de la noche calmara su cabeza y enfriara sus revitalizados miembros. Encontrar a su pareja era lo mejor que le había ocurrido, pero nadie lo había preparado para lo que eso implicaba.
Había pasado una semana y no había nuevas señales de ataque, aun así, los nervios de Jules se negaban a ceder. Y la presencia del gigantesco macho, que llenaba toda la sala con su sola presencia no ayudaba. No podía negar que sentía una atracción avasalladora desde el día en que lo conoció, el guardaespaldas lucía bien en todas las medidas, de pies a cabeza, con un cabello largo y rubio oscuro que caía por su espalda como una cascada en hermosas ondas, sus ojos claros que ya lo había cazado mirándola varias veces, su rostro atractivo al punto de dolor. Su labios gruesos y cejas tupidas que daban equilibrio a su expresión, y por no decir de su cuerpo proporcionado, pero era más que eso. Algo muy profundo, más primitivo dentro de él llamaba por el otro hombre, aceleraba sus latidos cuando su figura estaba cerca, haciendo que cada parte de su cuerpo se sintiera viva y aunque intentaba ocultarlo, cada día era más consiente de ese sentimiento.Había notado que últimamente mantenía cierta d
Darren pensó que enloquecería al ver el cuerpo inerte de su pareja en el piso y cubierto de sangre. Su ser vibró tan dolorosamente que el lobo salió al exterior. Desgarrando la ropa en el camino corrió en dirección al hombre que había dañado a su alma gemela, su mitad, la persona que tanto tiempo había esperado. La rabia, el dolor, el odio; una mezcla de sentimientos desbordados nubló toda cordura, llevándolo por el abismo de la venganza.El agresor se giró rápidamente disparando al animal que lo agredía sin comprender la situación. La bala rasguñó una de las patas delanteras del enorme lobo marrón, pero un ligero dolor no le impediría alcanzar la garganta de su agresor.El hombre por reflejo lo esquivó a duras penas, la velocidad del lobo era impresionante si se consideraba el tamaño de al menos un metro de altura. Nunca había visto una fiera tan grande en todos sus años de experiencia. Retrocedió un paso intimidado por los orbes dorados inyectados en sangre y rabia. El lobo economiz
Jules se revolvió incómodo, la bruma en su cabeza no le permitía pensar coherentemente. Su pecho vibraba con cada respiración mandando olas de dolor a su cerebro, que se negaba a organizar las ideas. Si estar muerto se sentía así, no entendía porque las personas escogían ese camino; vivir no dolía tanto.Movió pesadamente los dedos y acarició la suave tela bajo su tacto. El calor que proporcionaba era reconfortante y se extendía bajo su tieso cuerpo. La idea de estar rodeado de seda dentro de un ataúd lo llenó de pánico y despejó de golpe su aturdimiento. No, no estaba muerto. Con todo el esfuerzo que pudo, forzó a sus párpados a abrirse. La luz que entraba a raudales por la ventana lo cegó instantáneamente cerrando los ojos de nuevo.Pestañeó, poco a poco, acostumbrándose al entorno. Al menos no estaba en el cajón de la sepultura. El techo que se erguía sobre él estaba decorado al estilo victoriano con cada detalle cuidado al mínimo, demasiado abigarrado para el estilo clásico al que
Darren miró al resto de la manada antes de detenerse en su alfa. El lobo imponía respeto solo con su presencia. Sus dos metros diez, más ciento cuarenta y cinco kilos de puro músculo sin una gota de grasa, se hacían notar desde lejos. Siempre llevaba su cabello suelto en ondas oscuras azuladas salpicadas de hebras castañas que le caían a la altura de los hombros, dándole un aspecto salvaje a su rostro masculino. Sus ojos penetrantes eran los únicos en la manada que mantenían el color dorado y frío de su lobo, reafirmando lo cerca que estaba su bestia de la superficie.–Esto no fue planeado de un día para otro –Dakota interrumpió el silencio extendiendo unos papeles sobre la mesa– Saben el horario de tu pareja, y lo que hace en el día. No es coincidencia que la atacara cuando no estabas –explicó mirando a todos y deteniéndose en Darren.Se habían reunido en el gran salón donde solían pasar la mayor parte del tiempo. Dominic se mantenía recostado contra el espaldar de un mueble, mientr
¡Libre! Por primera vez en muchos años se sentía libre. Sin ataduras que lo condenaran a ser alguien o algo. También rabia, emoción, euforia, pánico. Muchas emociones rondando en su cabeza, que se iban desvaneciendo, dando paso a un sentimiento más salvaje y primitivo.Su cuerpo exhalaba adrenalina. Corriendo en el bosque sin nada que lo detuviera. No era Jules. Era simplemente un lobo.Darren corría casi sin aliento detrás, intentando acortar la distancia. Oía los aullidos de sus compañeros y del alfa que estaban cerca, pero le daban su espacio. En este momento, él era el único capaz de controlar a su compañero. No sería fácil. El lobo en que se había convertido era más grande que él por varios centímetros y algunos kilos de más, pudiendo rivalizar con su alfa. Además, acababa de transformarse por lo que la parte humana debía estar tan enterrada que si lo reconocía podría aplaudir.Primero tendría que alcanzarlo y ya eso estaba costando trabajo. Habían recorrido cerca de dos kilómet
Jules gimió. Le dolía hasta el alma, si eso era posible, y le costaba respirar. Aunque la suavidad y el confort del calor en su espalda lo hacía mantenerse en su lugar disfrutando de la sensación.Abrió los ojos poco a poco, dejando que se acostumbraran a la débil luz que se filtraba por la ventana anunciando el amanecer. Dejó salir un suspiro por sus labios resecos y se revolvió encontrándose aprisionado por un grueso brazo alrededor de su cintura desnuda. El pánico lo invadió y se giró como pudo para encontrarse con la cabellera dorada de su guardaespaldas desparramada por su rostro. Así de cerca no podía negarlo. El hombre era peligrosamente hermoso. Gruesas pestañas hacían sombra sobre sus pómulos altos. Labios ni gruesos ni finos, apetecibles para saborearlos. Las cejas gruesas eran algunos tonos más oscuros que su cabello, y los indicios de una barba de 2 días eran visibles.Jules intentó moverse, pero el lobo lo apretó más hacia su cuerpo desnudo, duro y bronceado, mientras su
–¿A dónde crees que vas? –una voz masculina a su espalda lo sobresaltó. No era Darren Reconoció el tono grave al momento. Si recordaba bien el nombre de aquel hombre inmenso era Dakota.–Voy por ahí. Acaso no puedo –sus palabras salieron más bruscas de lo que quería. Anteriormente le había temido, cuando lo conoció por primera vez, pero ahora su cuerpo no se inmutaba por su presencia. Lo que le daba miedo era su propia reacción.–No puedes pasearte libremente dentro de la casa del alfa sin el permiso de tu pareja –replicó brusco.Alfa, pareja.... ¿De qué demonios estaba hablando? Su cabeza retumbó y ya dolía como un infierno.–No entiendo bien de lo que estás hablando ni me interesa –elevó sus hombros desinteresado en un intento de obviar el tema, aún no estaba preparado para enfrentarlo.–Por lo visto Darren tendrá buen trabajo para domarte –comentó Dakota ignorando la reacción que tendría su comentario.Los vellos de la nuca se le erizaron al humano. Giró sobre sus talones y se ace
La cama se sentía vacía y fría. Una señal de alarma por parte del lobo de Darren llegó a su cabeza y abrió los ojos con sus orbes oscureciéndose. Miró a su lado y encontró las sábanas desordenadas y con un leve aroma a su pareja, evidencia de que su compañero estuvo allí. Entonces ¿Dónde estaba ahora?Enfocó sus sentidos y el olor del chico le llegó. Estaba aún dentro de la casa, pero no estaba solo.Apretó los dientes con sus colmillos amenazando por salir. Su paciencia se estaba acabando poco a poco, y lidiar con un compañero tan problemática no estaba en sus planes, incluso cuando se derretía delante de él. No recordaba que su madre le diera tantos dolores de cabeza a su padre.Se levantó y se puso los primeros pantalones que encontró intactos. Hubiera matado por ver la cara de Jules cuando se despertó y los vio juntos como vinieron al mundo. Debió ser todo un poema. Sonrió complacido y frustrado a su vez. No sabía cuánto podría aguantar. Y la única razón por la que se controló al