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–¡Jules! ¡Jules! –la voz conocida resonaba en su mente, diferente a la de su lobo. Esta vez las imágenes eran tan difusas que apenas eran visibles.

–¿Por qué ocurre esto? –el joven se incorporó lentamente frotándose la sien con fuerza, intentando alejar las pesadillas en su cerebro, sin embargo, estas se resistieron y continuaron avasallándolo.

Después de verse a sí mismo sin ningún cambio, todo se puso borroso. Aun así, pudo distinguir con dificultad y en medio de mucho ruido, la silueta de un chico menudo que rompía el cristal de la cápsula donde él estaba atrapado, y después… mucha, mucha luz.

Jules se cubrió sus ojos y de nuevo escuchó esa voz.

–Debes sobrevivir. No debes caer en manos de nadie –le repetía con desesperación y prisa.

Lo escuchó mientras todo se volvía oscuro y en la bruma de sus recuerdos aparecía el orfanato. Había despertado en el medio de un jardín ajeno sin ropas que lo cubrieran decentemente y sin memoria.

–¿Qué pasó? –le preguntó con desazón a su compañero d
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