Darren cerró los puños, sintiendo las uñas romper la carne bajo ellas, para así evitar golpear al hombre frente a él.
Dominic, el alfa de su manada, lo miraba de arriba abajo con una sonrisa pícara en su rostro, disfrutando de la escena. Molestar a los menores siempre le resultaba un gran placer. Este vio cómo su beta relajó sus músculos rindiéndose al final, algo totalmente ajeno a su naturaleza, aunque era la mejor solución a una guerra que no podía ganar.
–Y entonces, no tengo opinión en este asunto –Darren secó el sudor frío en su frente con el dorso de la mano.
–Pues no, es una orden –expresó con satisfacción Dominic.
–Hay unos cuantos ahí afuera que se pasan el maldito día sin hacer nada –gritó el beta indignado, refiriéndose a sus otros compañeros.
–Pero quiero que seas tú mi beta, tengo una muy buena corazonada –Dominic se acomodó en el respaldo del inmenso asiento estilo victoriano, tomando unos documentos pendientes sobre la mesa para comenzar a revisarlos.
Darren no replicó. Una vez este se ponía a hacer sus tareas, la conversación terminaba y no era recomendable volver a retomarla. A pesar de ser una persona justa y respetuosa, su carácter no era conocido por ser agradable cuando lo molestaban.
–Entonces me retiro – y salió de la oficina como alma que lleva el diablo.
Dominic esperó el sonido del cierre de la puerta y soltó los papeles que falsamente repasaba. Volvió a sonreír satisfecho mostrando sus largos caninos. La casa se volvería una locura a partir de ese momento. Estaba seguro de ello.
***
Un Mercedes negro se detuvo delante del gran edificio que portaba un enorme cartel de letras doradas con el nombre de Palacio del Libro. Darren bajó del auto dejándole la llave a uno de los porteros para que lo estacionara. Se dirigió a la recepción donde una mujer joven lo recibió devorándolo de pies a cabeza con la mirada.
Sabía que ocasionaba esa reacción en las mujeres, pero aún no se acostumbraba. Para eso estaba Dylan, el tipo más mujeriego que conocía. No entendía cómo podía revolcarse con tres personas, fuera chico o chica en una misma noche y estar con su lívido al máximo al minuto siguiente. Prestando nuevamente atención a la chica, ella le indicó que se sentara en un pequeño cuarto de paredes de cristal a su izquierda.
La espera duró unos 10 minutos, hasta que un joven algo mayor que la anterior entró y lo saludo tomándolo de la mano.
–Señor Steik, buenos días, disculpe la demora, soy Allen Loure, el secretario del Presidente –sonrió con amabilidad.
Allen le pasó un sobre lleno de papeles y otro con documentos para firmar, sentándose frente a él.
–En el primero están las indicaciones de su trabajo de guardaespaldas y cómo se debe comportar y, así de las razones de su contratación. Nuestro Presidente es muy exigente –explicó con suficiencia.
Darren comenzó a leer como debía vestirse, dirigirse a su futuro jefe en público, su disponibilidad y otras responsabilidades. Debajo de todos ellos hubo algunos puntos en color azul que le llamaron la atención.
–¿Y estos son…? –preguntó extrañado.
–La verdadera razón por la que lo contratamos –el secretario cruzó las manos, nervioso, sobre la mesa, su rostro mortalmente tenso. El lobo pudo oler su incomodidad– El Presidente ha sido acosado recientemente –habló en voz baja.
Darren dejó los papeles a un lado y atendió sus palabras, algo le decía que él sabía más de lo que estaba impreso en esas hojas de papel.
–Desde hace cuatro años hay alguien intentando asesinarlo. Primero empezó con cartas, pero, desde hace poco la han perseguido, y si no fuera por sus anteriores guardaespaldas hubiera estado más tiempo en el hospital o peor aún, si sabe a qué me refiero –se mostró insegura la secretaria.
–Así que me estás diciendo que la vida de tu jefe está colgando de un hilo, y que es mi trabajo que ese hilo no se rompa –él asintió con la cabeza– ¿Ya lo han reportado en la policía? –sabía que era una pregunta con una respuesta obvia, aun así, la hizo.
–Hasta se hizo una investigación sin encontrar nada. Por un tiempo le pusieron protección, pero eso no resolvió las cosas, así que el Presidente decidió contratar su propia seguridad –había un deje de admiración.
–Y ahí es donde entro yo– Darren frunció los labios, ese iba a ser un trabajo arduo, como si no tuviera suficiente con el suyo de beta, en su loca manada.
No era la primera vez que ejercía el papel de guardaespaldas, de hecho, se especializaba en el tema, pero la situación no era tan simple como el hombre moreno delante él le describía. Antes de él, habían ocupado la plaza 3 hombres más, los cuales habían pedido la baja, casi siempre por daño físico o por la conducta de su empleador. Era de esperarse de un señorito rico y con poder.
–Bueno, firmemos esos papeles y llévame a conocer a mi nuevo jefe –fingió entusiasmo.
Allen con gusto le extendió el bolígrafo y minutos más tarde se encontraban saliendo del elevador en el piso 5 y último.
Darren se impresionó con la decoración totalmente diferente del resto del edificio. Los primeros pisos estaban decorados de colores pasteles y muchos posters promocionales de los mismos libros que ellos producían. Por su parte, este piso estaba decorado prácticamente todo de blanco, negro y rojo.
El piso de mármol negro pulido. Las paredes de un blanco perlado, mientras los muebles los habían puesto estratégicamente para que el terciopelo rojo se integrara con el ambiente. Un punto para el decorador de interiores, tendría que conseguir su número, ya que su alfa tenía ya bastantes problemas como para darse cuenta que su inmensa mansión necesitaba una remodelación con urgencia.
Allen lo llevó por el pasillo hasta la puerta de la oficina más importante de la editorial y tocó. La voz que Darren escuchó del otro lado le congeló todos los músculos de su cuerpo.
El aire se concentró en sus pulmones y la sangre fue directa a su ingle, a ese punto específico que lo llevó a la excitación plena en un momento, y sus caninos picaron sobre el labio inferior al aumentar involuntariamente su longitud.
No lo podía creer. Venir a encontrarlo en ese lugar. Donde menos se lo imaginó. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, después de años de búsqueda, y de haberse rendido, Darren sintió del otro lado de la puerta… a su compañero.
Capítulo 1El secretario lo invitó a pasar al abrir la puerta, pero al ver que este no movía ni un miembro le dio unas palmaditas en su espalda. La nebulosa en la cabeza del lobo apenas lo dejaba razonar. Dio, con mucho esfuerzo, unos pasos dejando que el olor más delicioso que había tocado sus fosas nasales lo embriagara. La bestia dentro de él luchaba por salir para reclamar lo que era suyo por derecho y Darren tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para controlarlo y no transformarse allí mismo.–Presidente, su nuevo guardaespaldas ya llegó, está listo para comenzar a trabajar –informó.Darren se fijó en el joven que les daba la espalda al lado de un gran estante de libros. Se lo imaginó más alta, aunque sus 1,76m no estaban mal, en comparación con él.La silueta de su cuerpo reflejada por el traje deliciosamente ajustado, era delgado, insinuando una figura que le hizo pasar la punta de la lengua por sus secos labios y tragar saliva junto a diminutos restos de sangre. Sus pie
Jules abrió la puerta dejando pasar al inmenso ejemplar masculino. Su reloj marcaba las 5:00 de la mañana y él había llegado a tiempo. Su jornada comenzaba.Tomó su bolso y unos archivos de encima de la mesa y saliendo seguido de él se dirigió al auto. Se restregó suavemente la zona por debajo de los ojos. No había dormido mucho aquél noche. Además de todo el trabajo pendiente, las pocas 4 horas dentro de su alcoba fueron un total suplicio. Cuando cerraba los ojos la imagen de su nuevo empleado se visualizaba en su mente, los abría encontrándose con el techo de su alcoba, y volviendo a cerrarlos ahí estaba de nuevo. No podía negar que el hombre estaba en su mejor etapa de la vida, no era ciego. Pero una cosa era que estuviera para comérselo y otra es que él se lo quisiera comer.Había renunciado a tener una vida amorosa desde que empezaran sus sospechas por el acoso. No se permitía confiar en nadie. Si te enamoras eres vulnerable, y si él quería seguir con vida, una relación no era la
El comandante le dejo un juego de ropa que mantenía siempre de reserva en su camioneta para después de cada transformación, donde las prendas nunca salían ilesas. Podía estar un poco más tranquilo sabiendo que el lobo se quedaba al tanto de la situación.Conocía a Dakota desde que era un cachorro y había estado a su cuidado después de conocer sus potencialidades como beta. Aunque solo era 57 años mayor que él, el hombre era todo un genio en el arte de la guerra, no creía que hubiera técnica que no conociera. Incluso su alfa consultaba su opinión cuando la situación se tornaba tensa.Darren vio salir a Jules de la ducha rato más tarde. Se veía más calmado y su piel algo más sonrojada por el vapor del agua caliente. El cambiaforma tuvo que sujetar el borde de la meseta para mantener en control su cuerpo. Su respiración se atragantó en sus pulmones. Sintió su miembro a punto de explotar de la excitación. Los mechones aun húmedos se pegaban a cada lado del rostro del humano y las gotas de
Había pasado una semana y no había nuevas señales de ataque, aun así, los nervios de Jules se negaban a ceder. Y la presencia del gigantesco macho, que llenaba toda la sala con su sola presencia no ayudaba. No podía negar que sentía una atracción avasalladora desde el día en que lo conoció, el guardaespaldas lucía bien en todas las medidas, de pies a cabeza, con un cabello largo y rubio oscuro que caía por su espalda como una cascada en hermosas ondas, sus ojos claros que ya lo había cazado mirándola varias veces, su rostro atractivo al punto de dolor. Su labios gruesos y cejas tupidas que daban equilibrio a su expresión, y por no decir de su cuerpo proporcionado, pero era más que eso. Algo muy profundo, más primitivo dentro de él llamaba por el otro hombre, aceleraba sus latidos cuando su figura estaba cerca, haciendo que cada parte de su cuerpo se sintiera viva y aunque intentaba ocultarlo, cada día era más consiente de ese sentimiento.Había notado que últimamente mantenía cierta d
Darren pensó que enloquecería al ver el cuerpo inerte de su pareja en el piso y cubierto de sangre. Su ser vibró tan dolorosamente que el lobo salió al exterior. Desgarrando la ropa en el camino corrió en dirección al hombre que había dañado a su alma gemela, su mitad, la persona que tanto tiempo había esperado. La rabia, el dolor, el odio; una mezcla de sentimientos desbordados nubló toda cordura, llevándolo por el abismo de la venganza.El agresor se giró rápidamente disparando al animal que lo agredía sin comprender la situación. La bala rasguñó una de las patas delanteras del enorme lobo marrón, pero un ligero dolor no le impediría alcanzar la garganta de su agresor.El hombre por reflejo lo esquivó a duras penas, la velocidad del lobo era impresionante si se consideraba el tamaño de al menos un metro de altura. Nunca había visto una fiera tan grande en todos sus años de experiencia. Retrocedió un paso intimidado por los orbes dorados inyectados en sangre y rabia. El lobo economiz
Jules se revolvió incómodo, la bruma en su cabeza no le permitía pensar coherentemente. Su pecho vibraba con cada respiración mandando olas de dolor a su cerebro, que se negaba a organizar las ideas. Si estar muerto se sentía así, no entendía porque las personas escogían ese camino; vivir no dolía tanto.Movió pesadamente los dedos y acarició la suave tela bajo su tacto. El calor que proporcionaba era reconfortante y se extendía bajo su tieso cuerpo. La idea de estar rodeado de seda dentro de un ataúd lo llenó de pánico y despejó de golpe su aturdimiento. No, no estaba muerto. Con todo el esfuerzo que pudo, forzó a sus párpados a abrirse. La luz que entraba a raudales por la ventana lo cegó instantáneamente cerrando los ojos de nuevo.Pestañeó, poco a poco, acostumbrándose al entorno. Al menos no estaba en el cajón de la sepultura. El techo que se erguía sobre él estaba decorado al estilo victoriano con cada detalle cuidado al mínimo, demasiado abigarrado para el estilo clásico al que
Darren miró al resto de la manada antes de detenerse en su alfa. El lobo imponía respeto solo con su presencia. Sus dos metros diez, más ciento cuarenta y cinco kilos de puro músculo sin una gota de grasa, se hacían notar desde lejos. Siempre llevaba su cabello suelto en ondas oscuras azuladas salpicadas de hebras castañas que le caían a la altura de los hombros, dándole un aspecto salvaje a su rostro masculino. Sus ojos penetrantes eran los únicos en la manada que mantenían el color dorado y frío de su lobo, reafirmando lo cerca que estaba su bestia de la superficie.–Esto no fue planeado de un día para otro –Dakota interrumpió el silencio extendiendo unos papeles sobre la mesa– Saben el horario de tu pareja, y lo que hace en el día. No es coincidencia que la atacara cuando no estabas –explicó mirando a todos y deteniéndose en Darren.Se habían reunido en el gran salón donde solían pasar la mayor parte del tiempo. Dominic se mantenía recostado contra el espaldar de un mueble, mientr
¡Libre! Por primera vez en muchos años se sentía libre. Sin ataduras que lo condenaran a ser alguien o algo. También rabia, emoción, euforia, pánico. Muchas emociones rondando en su cabeza, que se iban desvaneciendo, dando paso a un sentimiento más salvaje y primitivo.Su cuerpo exhalaba adrenalina. Corriendo en el bosque sin nada que lo detuviera. No era Jules. Era simplemente un lobo.Darren corría casi sin aliento detrás, intentando acortar la distancia. Oía los aullidos de sus compañeros y del alfa que estaban cerca, pero le daban su espacio. En este momento, él era el único capaz de controlar a su compañero. No sería fácil. El lobo en que se había convertido era más grande que él por varios centímetros y algunos kilos de más, pudiendo rivalizar con su alfa. Además, acababa de transformarse por lo que la parte humana debía estar tan enterrada que si lo reconocía podría aplaudir.Primero tendría que alcanzarlo y ya eso estaba costando trabajo. Habían recorrido cerca de dos kilómet