¿Qué pasará entre Juliana y Alfredo? Leo sus comentarios.
«El vino es mejor en tu boca. "Te amo" es más tierno en tu voz. La noche en tu cuerpo es más corta. Estoy enfermando de amor»Las melodiosas notas de "Amarte es un placer" de Luis Miguel se mezclaban con el crepitar del fuego en la chimenea, iluminando la estancia con una luz dorada y creando una atmósfera romántica.Juliana contemplaba cómo Alfredo se movía con gracia hacia el bar de madera y descorchaba el vino. Los muebles de estilo colonial, tapizados en ricos tonos de terciopelo, rodeaban la chimenea, ofreciendo un refugio cálido y acogedor.Una alfombra persa cubría el suelo de parqué, mientras que los amplios ventanales enmarcaban la vista del jardín iluminado por la luz de la luna, añadiendo un toque de serenidad a la atmósfera interior.— Espero te sientas como en tu casa —dijo Alfredo, mientras le señalaba hacia uno de los sofás que rodeaban la chimenea—. Por favor, siéntate.Juliana asintió con gratitud, sintiendo el calor reconfortante del fuego en su rostro mientras se ac
Juliana caminaba con paso decidido por los pasillos del consorcio, moviendo el folder con la propuesta entre sus manos temblorosas. Desde que había asumido la responsabilidad de resolver el conflicto de linderos entre la finca de sus padres y la propiedad de Alfredo, sentía una presión constante en sus hombros. Pero hoy, estaba decidida a enfrentar el desafío de frente. Con cada paso, su determinación se reflejaba en la firmeza de su andar.Finalmente llegó a la sala de juntas donde su madre, sus tíos y demás miembros del consejo directivo se hallaban reunidos con Alfredo. El señor Villamizar revisaba algunos documentos con expresión concentrada, mientras que los demás intercambiaban comentarios en voz baja.—Buenos días —expresó Juliana con un suspiro para tranquilizar sus nervios, moviéndose hacia el centro de la sala.Alfredo levantó los párpados al verla entrar, y su rostro se iluminó, ladeó levemente una sonrisa al verla. Ella apretó los labios, cruzaron un par de miradas llenas
Al día siguiente.La tarde caía con una suavidad dorada sobre la vasta extensión de la hacienda de Alfredo. Con el sol hundiéndose lentamente en el horizonte, él se encontraba en los preparativos para la llegada de Juliana.Encendió el reproductor de música, una cálida melodía captó su atención.«Qué distintos los dos. Tu vida empieza, y yo voy ya por la mitad del día. Tú ni siquiera vives todavía, y yo ya de vivir tengo pereza…» Las suaves notas entonadas por Julio Jaramillo le acariciaban el alma. Pensó en Juliana en la diferencia de edad, cosa que había pasado a segundo plano, ella había llegado a iluminar sus días grises, llenos de soledad. También ansiaba que Bruno en Europa se olvidara de ella, y consiguiera una nueva ilusión, así él podría vivir plenamente su romance con Juliana.«Persisto con afán, tu compañía, para que des, calor a mi tristeza»Más tarde satisfecho con los preparativos, Alfredo se detuvo un momento para admirar la belleza de la sala iluminada por la chimenea,
Juliana se estremeció, se recargó en el pecho de él, cerró sus ojos, percibiendo el calor de sus fuertes manos en su cuerpo. La voz ronca y sensual de él, le acarició la piel a manera de un estremecimiento. La calidez de su bienvenida llenó su corazón de gratitud y felicidad, y una sonrisa radiante iluminó su rostro.—Me encanta todo lo que has preparado. ¿Lo hiciste solo? —preguntó, volteó para encontrarse con la mirada de él.Alfredo le brindó una cálida sonrisa.—Así es, pase toda la tarde decorando el entorno.Juliana se sintió como la princesa en un cuento de hadas. Por eso es que le gustaban los hombres maduros, por el romanticismo que a ella le fascinaba, los de su edad, ya no tenían esos detalles, a los jóvenes se les había olvidado como cortejar a su dama, ella siempre vivió rodeada de caballeros, su abuelo, su padre, sus tíos.—Todo es maravilloso, gracias —respondió y su gratitud fue demostrada con un suave beso sobre los labios de él.Alfredo la atrapó por la cintura, corre
Alfredo y Juliana se sobresaltaron, enseguida él reaccionó, la cubrió con su cuerpo.—Perdón, patrón, no sabía que estaba ocupado.—¿Qué ocurre? ¿Por qué entras sin tocar? —recriminó Alfredo a uno de sus empleados. Lo fulminó con la mirada.—Tenemos problemas, se han escapado cuatro caballos, queríamos avisarle.Alfredo soltó un gruñido.—Pon a los vaqueros a buscarlo, en unos minutos me reúno con ustedes —ordenó con firmeza.El hombre asintió y salió.Alfredo volvió su rostro hacia Juliana.—Lo lamento, no imaginé que nuestra primera cita se vería interrumpida por un acontecimiento de este tipo. —Le acarició la mejilla—, voy a ir a organizar a los hombres y averiguar cómo escaparon esos caballos.Juliana asintió.—No te preocupes, son cosas que suelen pasar. ¿Deseas que te acompañe? —preguntó.Alfredo negó.—No deseo exponerte, más bien si no tienes prisa, ¿puedes esperarme? —preguntó sintiendo su pecho agitado.Juliana percibió en su corazón la misma sensación, su mirada se iluminó,
Las primeras luces del amanecer comenzaban a iluminar el cielo. Malú se despertó inquieta pensó que Juliana ya había regresado, fue a la habitación de su hija, y al ver la cama vacía, sintió una punzada de preocupación.—Abel, Juliana no ha vuelto —avisó Malú con voz temblorosa, volviendo a su habitación.Abel, que aún estaba medio dormido, se incorporó de inmediato.—¿Qué quieres decir con que no ha vuelto? —preguntó, frotándose los ojos. —¿No salió con sus amigos anoche? —cuestionó frunciendo el ceño.—Sí, pero no ha contestado mis mensajes ni llamadas —respondió Malú, mostrando su teléfono—. No se llevó el auto.Abel se levantó rápidamente, sintiendo cómo la preocupación se transformaba en urgencia.—Vamos, tenemos que encontrarla.Bajaron al gran salón. Llamaron a varios amigos de Juliana, pero nadie sabía nada de ella.Malú y Abel se miraron intrigados.—¿Cómo que sus amigos no saben nada? —cuestionó Abel rascando su nuca.Malú mantenía el ceño fruncido, no comprendía nada.—Se s
Juliana charlaba con su amigo, ansiando que se retirara. —Disculpen un momento —expresó Alfredo a sus amigas, se puso de pie. Las dos mujeres intercambiaron miradas de descontento, pero asintieron con educación.Alfredo se acercó, a ella sintiendo cómo su corazón se aceleraba, miraba fijamente al hombre que no la soltaba. —Hola Juliana. No quería interrumpir, pero tenía muchas ganas de saludarte.Juliana sintió que el corazón le brincó, volteó, sonrió, visiblemente contenta de verlo.—Buen día Alfredo —respondió ella, sus ojos se iluminaron—, no te interrumpes nada, mi amigo ya se va. El joven se alejó sin decir más. —Seguro no interrumpo —preguntó con seriedad, o más bien intentando disimular sus celos—. Juliana. Me alegra verte aquí. ¿Cómo estás? —preguntó más relajado, las manos le picaban ansiado abrazarla, y besarla. Juliana sonrió ampliamente al notar la incomodidad de él, pero feliz de estar finalmente cerca de Alfredo.—Estoy bien, disfrutando del congreso. Tu presentac
uliana asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.—No necesitas pedirme permiso.Se acercaron lentamente, y sus labios se encontraron en un beso suave y lleno de amor. El tiempo pareció detenerse mientras se besaban, envueltos en la magia de la noche y la belleza de Salento.Cuando se separaron, se miraron a los ojos, sabiendo que ese momento sería uno de los recuerdos más preciados que compartirían.—Me traes loco, Juliana —declaró Alfredo con sinceridad.—Tú también a mí, Alfredo —respondió ella, estrechándose en sus brazos.Después de una velada mágica en las calles de Salento, Alfredo acompañó a Juliana a su hotel, una suave llovizna empezó a caer, pero ellos disfrutaban como dos adolescentes. Caminaron juntos, disfrutando de la compañía y de la tranquilidad de la noche. Al llegar a la recepción, Juliana se acercó al mostrador para confirmar su reserva.—Buenas noches, tengo una reserva a nombre de Juliana Zapata —avisó sonriendo al recepcionista.El recepcionista revisó