Al día siguiente.La tarde caía con una suavidad dorada sobre la vasta extensión de la hacienda de Alfredo. Con el sol hundiéndose lentamente en el horizonte, él se encontraba en los preparativos para la llegada de Juliana.Encendió el reproductor de música, una cálida melodía captó su atención.«Qué distintos los dos. Tu vida empieza, y yo voy ya por la mitad del día. Tú ni siquiera vives todavía, y yo ya de vivir tengo pereza…» Las suaves notas entonadas por Julio Jaramillo le acariciaban el alma. Pensó en Juliana en la diferencia de edad, cosa que había pasado a segundo plano, ella había llegado a iluminar sus días grises, llenos de soledad. También ansiaba que Bruno en Europa se olvidara de ella, y consiguiera una nueva ilusión, así él podría vivir plenamente su romance con Juliana.«Persisto con afán, tu compañía, para que des, calor a mi tristeza»Más tarde satisfecho con los preparativos, Alfredo se detuvo un momento para admirar la belleza de la sala iluminada por la chimenea,
Juliana se estremeció, se recargó en el pecho de él, cerró sus ojos, percibiendo el calor de sus fuertes manos en su cuerpo. La voz ronca y sensual de él, le acarició la piel a manera de un estremecimiento. La calidez de su bienvenida llenó su corazón de gratitud y felicidad, y una sonrisa radiante iluminó su rostro.—Me encanta todo lo que has preparado. ¿Lo hiciste solo? —preguntó, volteó para encontrarse con la mirada de él.Alfredo le brindó una cálida sonrisa.—Así es, pase toda la tarde decorando el entorno.Juliana se sintió como la princesa en un cuento de hadas. Por eso es que le gustaban los hombres maduros, por el romanticismo que a ella le fascinaba, los de su edad, ya no tenían esos detalles, a los jóvenes se les había olvidado como cortejar a su dama, ella siempre vivió rodeada de caballeros, su abuelo, su padre, sus tíos.—Todo es maravilloso, gracias —respondió y su gratitud fue demostrada con un suave beso sobre los labios de él.Alfredo la atrapó por la cintura, corre
Alfredo y Juliana se sobresaltaron, enseguida él reaccionó, la cubrió con su cuerpo.—Perdón, patrón, no sabía que estaba ocupado.—¿Qué ocurre? ¿Por qué entras sin tocar? —recriminó Alfredo a uno de sus empleados. Lo fulminó con la mirada.—Tenemos problemas, se han escapado cuatro caballos, queríamos avisarle.Alfredo soltó un gruñido.—Pon a los vaqueros a buscarlo, en unos minutos me reúno con ustedes —ordenó con firmeza.El hombre asintió y salió.Alfredo volvió su rostro hacia Juliana.—Lo lamento, no imaginé que nuestra primera cita se vería interrumpida por un acontecimiento de este tipo. —Le acarició la mejilla—, voy a ir a organizar a los hombres y averiguar cómo escaparon esos caballos.Juliana asintió.—No te preocupes, son cosas que suelen pasar. ¿Deseas que te acompañe? —preguntó.Alfredo negó.—No deseo exponerte, más bien si no tienes prisa, ¿puedes esperarme? —preguntó sintiendo su pecho agitado.Juliana percibió en su corazón la misma sensación, su mirada se iluminó,
Las primeras luces del amanecer comenzaban a iluminar el cielo. Malú se despertó inquieta pensó que Juliana ya había regresado, fue a la habitación de su hija, y al ver la cama vacía, sintió una punzada de preocupación.—Abel, Juliana no ha vuelto —avisó Malú con voz temblorosa, volviendo a su habitación.Abel, que aún estaba medio dormido, se incorporó de inmediato.—¿Qué quieres decir con que no ha vuelto? —preguntó, frotándose los ojos. —¿No salió con sus amigos anoche? —cuestionó frunciendo el ceño.—Sí, pero no ha contestado mis mensajes ni llamadas —respondió Malú, mostrando su teléfono—. No se llevó el auto.Abel se levantó rápidamente, sintiendo cómo la preocupación se transformaba en urgencia.—Vamos, tenemos que encontrarla.Bajaron al gran salón. Llamaron a varios amigos de Juliana, pero nadie sabía nada de ella.Malú y Abel se miraron intrigados.—¿Cómo que sus amigos no saben nada? —cuestionó Abel rascando su nuca.Malú mantenía el ceño fruncido, no comprendía nada.—Se s
Juliana charlaba con su amigo, ansiando que se retirara. —Disculpen un momento —expresó Alfredo a sus amigas, se puso de pie. Las dos mujeres intercambiaron miradas de descontento, pero asintieron con educación.Alfredo se acercó, a ella sintiendo cómo su corazón se aceleraba, miraba fijamente al hombre que no la soltaba. —Hola Juliana. No quería interrumpir, pero tenía muchas ganas de saludarte.Juliana sintió que el corazón le brincó, volteó, sonrió, visiblemente contenta de verlo.—Buen día Alfredo —respondió ella, sus ojos se iluminaron—, no te interrumpes nada, mi amigo ya se va. El joven se alejó sin decir más. —Seguro no interrumpo —preguntó con seriedad, o más bien intentando disimular sus celos—. Juliana. Me alegra verte aquí. ¿Cómo estás? —preguntó más relajado, las manos le picaban ansiado abrazarla, y besarla. Juliana sonrió ampliamente al notar la incomodidad de él, pero feliz de estar finalmente cerca de Alfredo.—Estoy bien, disfrutando del congreso. Tu presentac
uliana asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.—No necesitas pedirme permiso.Se acercaron lentamente, y sus labios se encontraron en un beso suave y lleno de amor. El tiempo pareció detenerse mientras se besaban, envueltos en la magia de la noche y la belleza de Salento.Cuando se separaron, se miraron a los ojos, sabiendo que ese momento sería uno de los recuerdos más preciados que compartirían.—Me traes loco, Juliana —declaró Alfredo con sinceridad.—Tú también a mí, Alfredo —respondió ella, estrechándose en sus brazos.Después de una velada mágica en las calles de Salento, Alfredo acompañó a Juliana a su hotel, una suave llovizna empezó a caer, pero ellos disfrutaban como dos adolescentes. Caminaron juntos, disfrutando de la compañía y de la tranquilidad de la noche. Al llegar a la recepción, Juliana se acercó al mostrador para confirmar su reserva.—Buenas noches, tengo una reserva a nombre de Juliana Zapata —avisó sonriendo al recepcionista.El recepcionista revisó
La lluvia arreciaba, empapando a Juliana mientras sus lágrimas se mezclaban con las gotas que caían del cielo. A pesar de la tormenta, seguía caminando por las calles de la ciudad, su corazón estaba destrozado por las palabras de desconfianza de Alfredo.Alfredo, sintiendo el peso de sus acciones, salió corriendo detrás de ella, sus pasos retumbaban en el pavimento mojado. El agua le golpeaba el rostro, pero su determinación era más fuerte que cualquier tormenta. Necesitaba alcanzar a Juliana, necesitaba hacer las paces con ella antes de que fuera demasiado tarde.—¡Juliana, espera! —gritó Alfredo, su voz se ahogaba con el sonido de la lluvia.Juliana se detuvo en seco al escucharlo, pero no se dio la vuelta. Estaba cansada de discutir, cansada de darle explicaciones. Pero algo en el tono de Alfredo la detuvo, fue una nota de arrepentimiento que apareció en el tono de sus palabras.Alfredo se acercó a ella, el agua goteaba de su cabello empapado. Se detuvo frente a Juliana, su corazó
El congreso cafetero seguía su curso con la misma intensidad y entusiasmo del día anterior. La sala de conferencias estaba llena de productores, comerciantes y expertos en café, todos intercambiaban ideas y conocimientos.Alfredo y Juliana mantenían las apariencias, evitando levantar sospechas, aunque no podían dejar de compartir las miradas cómplices y las sonrisas furtivas cuando sus caminos se cruzaban.Unos minutos más tarde Juliana se encontraba en una conversación con un grupo de productores, ella les daba información importante para que se animaran a exportar su café guiados por el consorcio de la familia Duque, cuando notó algo que la inquietó, con discreción sus ojos se enfocaron en una escena bastante particular.Alfredo estaba hablando con una mujer joven y atractiva que parecía muy interesada en él. La mujer reía y colocaba una mano en el brazo de Alfredo mientras hablaban.Juliana se desconcentró, ya no pudo retomar la conversación, una punzada de celos apareció en su int