uliana asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.—No necesitas pedirme permiso.Se acercaron lentamente, y sus labios se encontraron en un beso suave y lleno de amor. El tiempo pareció detenerse mientras se besaban, envueltos en la magia de la noche y la belleza de Salento.Cuando se separaron, se miraron a los ojos, sabiendo que ese momento sería uno de los recuerdos más preciados que compartirían.—Me traes loco, Juliana —declaró Alfredo con sinceridad.—Tú también a mí, Alfredo —respondió ella, estrechándose en sus brazos.Después de una velada mágica en las calles de Salento, Alfredo acompañó a Juliana a su hotel, una suave llovizna empezó a caer, pero ellos disfrutaban como dos adolescentes. Caminaron juntos, disfrutando de la compañía y de la tranquilidad de la noche. Al llegar a la recepción, Juliana se acercó al mostrador para confirmar su reserva.—Buenas noches, tengo una reserva a nombre de Juliana Zapata —avisó sonriendo al recepcionista.El recepcionista revisó
La lluvia arreciaba, empapando a Juliana mientras sus lágrimas se mezclaban con las gotas que caían del cielo. A pesar de la tormenta, seguía caminando por las calles de la ciudad, su corazón estaba destrozado por las palabras de desconfianza de Alfredo.Alfredo, sintiendo el peso de sus acciones, salió corriendo detrás de ella, sus pasos retumbaban en el pavimento mojado. El agua le golpeaba el rostro, pero su determinación era más fuerte que cualquier tormenta. Necesitaba alcanzar a Juliana, necesitaba hacer las paces con ella antes de que fuera demasiado tarde.—¡Juliana, espera! —gritó Alfredo, su voz se ahogaba con el sonido de la lluvia.Juliana se detuvo en seco al escucharlo, pero no se dio la vuelta. Estaba cansada de discutir, cansada de darle explicaciones. Pero algo en el tono de Alfredo la detuvo, fue una nota de arrepentimiento que apareció en el tono de sus palabras.Alfredo se acercó a ella, el agua goteaba de su cabello empapado. Se detuvo frente a Juliana, su corazó
El congreso cafetero seguía su curso con la misma intensidad y entusiasmo del día anterior. La sala de conferencias estaba llena de productores, comerciantes y expertos en café, todos intercambiaban ideas y conocimientos.Alfredo y Juliana mantenían las apariencias, evitando levantar sospechas, aunque no podían dejar de compartir las miradas cómplices y las sonrisas furtivas cuando sus caminos se cruzaban.Unos minutos más tarde Juliana se encontraba en una conversación con un grupo de productores, ella les daba información importante para que se animaran a exportar su café guiados por el consorcio de la familia Duque, cuando notó algo que la inquietó, con discreción sus ojos se enfocaron en una escena bastante particular.Alfredo estaba hablando con una mujer joven y atractiva que parecía muy interesada en él. La mujer reía y colocaba una mano en el brazo de Alfredo mientras hablaban.Juliana se desconcentró, ya no pudo retomar la conversación, una punzada de celos apareció en su int
El evento continuaba con su bullicio habitual, pero una mujer, que había estado observando la interacción entre Juliana y Alfredo con curiosidad y malicia, se apartó discretamente del grupo. Era conocida por ser una chismosa en el círculo de los cafeteros, siempre al tanto de los últimos rumores y escándalos. Su nombre era Catalina, todos la conocían por Cata, y disfrutaba especialmente de revolver el pasado y causar conflictos.Cata, con una sonrisa astuta en los labios, se dirigió a un rincón del salón y sacó su teléfono móvil. Sabía exactamente a quién llamar para que su chisme causara el máximo impacto.—Antonia, querida, soy Catalina —expresó con un tono falsamente dulce cuando la llamada fue contestada—. Tengo algo que necesitas saber.Al otro lado de la línea, en Milán, Antonia frunció el ceño. Aunque ambas eran muy buenas amigas, sabía que la llamada no era para algo bueno, sino para otro chisme de sus conocidos.—¿Qué es, Cata? —preguntó Antonia con un suspiro de resignación—
Antonia apretó los puños, el corazón le latía a prisa, sintió una mezcla de furia y disgusto. Miró la imagen, frunció el ceño al confirmar las palabras de Cata. Esto no solo era un escándalo, sino una traición que no podía dejar pasar. Su mente comenzó a trabajar rápidamente, planeando su siguiente movimiento.—Gracias, Catalina. Esto es más útil de lo que imaginaba. Mantente atenta y avísame si descubres algo más —solicitó antes de colgar.Antonia se recostó en su silla, su mente hervía de ira y planes de venganza. Sabía que necesitaba encontrar una forma de desestabilizar la relación entre Alfredo y Juliana, y también enfrentarse a su hijo Bruno con esta información. No permitiría que esta situación continuara sin consecuencias.Entre tanto Alfredo y Juliana seguían disfrutando de su tiempo juntos, ajenos a la tormenta que se avecinaba. Catalina, satisfecha con el caos que había iniciado, los observaba desde lejos, anticipando el drama que estaba por desencadenarse.«Me caes bien Al
Alfredo frunció el ceño ligeramente, su garganta se secó, sintiendo el peso de la pregunta. Sabía que la revelación tendría un impacto profundo en Bruno, su hijo, quien había sido novio de Juliana y aún parecía tener sentimientos por ella.—Juliana, entiendo tu preocupación, pero... —Alfredo titubeó por un momento, considerando sus palabras con cuidado—. Creo que es importante abordar este tema con sensibilidad. Bruno aún está procesando su separación, y no quiero causarle más dolor del necesario, sin embargo, se lo diré a su debido momento, no se lo podremos ocultar. —La miró con ternura, acarició con suavidad la mejilla de ella.Juliana asintió con compasión, sabiendo que Alfredo tenía razón. Aunque deseaba la honestidad y la transparencia en su relación, entendía la delicadeza de la situación.—Lo entiendo, Alfredo —respondió Juliana con voz suave—. No quiero causarle más sufrimiento a Bruno. Pero necesitaba saber si algún día lo sabría.Alfredo la miró con gratitud, sintiendo el a
La noche caía sobre Salento, bañando la cabaña con una luz tenue y dorada que se filtraba a través de las ventanas. Alfredo y Juliana se encontraban de nuevo en ese refugio acogedor, sabiendo que esta sería su última noche juntos en este viaje. La anticipación y el deseo llenaban el aire, creando una atmósfera cargada de electricidad.Alfredo se acercó a Juliana, sus ojos se mantenían fijos en los de ella, reflejando el deseo que ambos sentían. La tomó con suavidad de la mano y la guio hacia la cama, que estaba adornada con sábanas de lino blanco y pétalos de rosas esparcidos con delicadeza. La luz de la chimenea crepitante proyectaba sombras danzantes en las paredes, añadiendo un toque de magia al ambiente.—¡Wao! —exclamó Juliana—, siempre logras sorprenderme.Alfredo de brindó una cálida sonrisa, mientras paseaban por el valle, había pedido a los encargados de la cabaña, que prepararan esa sorpresa.—Eres tan hermosa, y me fascina que te encanten mis detalles, aunque parezca anticu
Juliana y Alfredo se encontraban de pie frente a la entrada de la hacienda de él, preparándose para despedirse después de su regreso de Salento. Ella lo observaba con los ojos brillantes, como si no quisiera separarse de su lado.—Te voy a extrañar —susurró Alfredo.—Yo más —contestó ella, rozó sus labios con los de él—, pero la buena noticia es que somos vecinos. —Sonrió—, me escaparé para venir a verte. —Guiñó un ojo.Alfredo la tomó por la cintura, la apretó más hacia su cuerpo.—Solo para verme, pensé que para algo más —bromeó.Juliana sonrió, y lo besó, Alfredo correspondió esas caricias, saboreaba los labios de ella y justo cuando se separaron, Abel apareció, su rostro estaba enrojecido por la ira. Sin decir una palabra, se abalanzó sobre Alfredo, golpeándolo con furia.Alfredo apenas tuvo tiempo de levantar los brazos para protegerse antes de que Abel lo alcanzara.—¿Cómo te atreves a engatusar a mi hija, maldito infeliz? —rugió Abel, acercándose a grandes zancadas—. ¡Tienes mi