El viaje a Milán fue largo y agotador. Alfredo y Antonia apenas intercambiaron palabras, sumidos en sus propios pensamientos. Finalmente, el avión aterrizó y se dirigieron al hospital donde Bruno estaba supuestamente internado.Antonia había preparado todo tan meticulosamente que, al llegar, un médico los recibió de inmediato. Era un hombre de aspecto serio y profesional, con una bata blanca impecable.—Señor Alfredo, señora Antonia, por favor, acompáñenme —solicitó el médico, conduciéndolos por los pasillos del hospital hasta una sala de espera privada.Alfredo no podía evitar sentir una opresión en el pecho al caminar por los pasillos. El ambiente estéril del hospital y el zumbido constante de las máquinas le hacían sentir aún más la gravedad de la situación. Finalmente, llegaron a una pequeña oficina donde el médico los invitó a sentarse.—Soy el doctor Ricci —se presentó el médico, tomando asiento frente a ellos—. Bruno está en una situación muy delicada. Tiene una miocardiopatía
Juliana quedó paralizada, sintiendo el peso de las palabras de Bruno y la mirada de Alfredo sobre ella. La habitación se llenó de tensión. Ella miró a Alfredo, buscando en sus ojos algún indicio de cómo proceder.Alfredo, con el corazón roto por la súplica de su hijo, intentó mantener la calma. Sentía un dolor profundo al ver a Bruno en ese estado, pero también sabía que esta situación era injusta para Juliana y para él.—Bruno, debes descansar. Juliana está aquí ahora. Todo va a estar bien —susurró Alfredo, tratando de calmar a su hijo, aunque sus propias emociones lo desbordaban.Juliana, con lágrimas en los ojos, se volvió hacia Bruno. Tomó su mano con suavidad, sintiendo el frío de su piel.—Bruno, lo más importante ahora es que te recuperes. No me iré, y haremos todo lo posible para que te sientas mejor —aseguró Juliana suavemente, su voz tembló.Bruno, fingiendo debilidad extrema, cerró los ojos y asintió.—Por favor, Juliana... prométeme que lo pensarás —murmuró Bruno antes de
Después de la intensa conversación en el hospital, Juliana se acercó a sus padres, Malú y Abel, que esperaban ansiosos en el pasillo.—Mamá, papá —susurró Juliana—. Voy a quedarme con Alfredo esta noche. Necesitamos estar juntos para enfrentar todo esto.Malú y Abel asintieron, entendiendo la necesidad de su hija de estar con Alfredo en estos momentos difíciles.—Claro, hija. Lo comprendemos —respondió Malú, con una sonrisa tranquilizadora.—Nos veremos mañana temprano —añadió Abel, dándole un suave apretón en el hombro.Juliana, Alfredo, Malú y Abel salieron del hospital y se dirigieron al hotel donde se hospedaban. Una vez allí, se despidieron en el vestíbulo.—Cuídate, hija —solicitó Malú, abrazando a Juliana—. Mañana hablaremos. —Tú también, mamá. Te quiero —respondió Juliana, devolviendo el abrazo.Abel también abrazó a su hija y le dio un beso en la frente.—Nos veremos mañana. Buenas noches, Juliana.Juliana asintió y luego se volvió hacia Alfredo, quien la esperaba con una mi
Al día siguiente, Juliana se levantó con una sensación de angustia que no podía sacudirse. Necesitaba hablar con sus padres y contarles sobre la propuesta de Bruno. Dejó a Alfredo dormido y se dirigió a la sala del hotel donde se hospedaba su familia, y los encontró tomando café, con expresiones de preocupación en sus rostros.—Mamá, papá, necesito hablar con ustedes —avisó Juliana.Malú y Abel intercambiaron miradas antes de que Malú asintiera y señalara a una silla cercana.—Claro, hija. Cuéntanos, ¿qué pasa? —preguntó Abel, la observó con ternura. Juliana tomó asiento y respiró hondo antes de comenzar.—Bruno me pidió que me case con él. Dijo que no le queda mucho tiempo y que ese es su último deseo —balbuceó. Malú y Abel se miraron sorprendidos, procesando la noticia.—Juliana, no puedes casarte con alguien por lástima —habló Abel con firmeza—. Sabemos que amas a Alfredo. Esto es una situación muy complicada, pero no puedes sacrificar tu felicidad así.Malú asintió, su expresión
Juliana asintió, sintiendo el corazón acelerado, y se dirigió a la habitación de Bruno. Al entrar, vio a Bruno conectado a las máquinas, con una expresión de dolor en su rostro.—Juliana... —susurró Bruno, extendiendo una mano débil hacia ella.Juliana se acercó rápidamente y tomó su mano, con lágrimas en los ojos.—Bruno, estoy aquí. ¿Qué necesitas? —preguntó tratando de mantener la voz firme.Bruno la miró con ojos llenos de supuesta desesperación y amor.—Juliana, no sé cuánto tiempo me queda. Quiero pedirte una última cosa... por favor, cásate conmigo. Aquí, ahora. Quiero que seas mi esposa antes de que me lleven al quirófano —suplicó los labios le temblaban. Juliana sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Miró a Bruno, viendo la supuesta fragilidad en sus ojos, y su corazón se rompió.—Bruno, yo... —comenzó a decir, pero las palabras no salían.Bruno apretó su mano con la poca fuerza que le quedaba.—Por favor, Juliana. Es mi último deseo. Quiero casarme contigo antes
Juliana se apresuró a acercarse a Bruno, ayudándolo a sentarse.—Nada, Bruno. Solo estaba preparando tu té —avisó, tratando de sonar despreocupada.Alfredo se alejó, tratando de mantener la compostura.—Voy a salir un momento. Necesito revisar algunas cosas en el campo —comunicó saliendo de la habitación.La tensión era evidente, y aunque intentaban mantener una apariencia de normalidad, todos sabían que la situación era cada vez más insostenible. La convivencia forzada y los sentimientos no resueltos amenazaban con romper el frágil equilibrio que habían intentado mantener.Esa noche, mientras todos intentaban dormir, Juliana se quedó despierta, mirando al techo y preguntándose cuánto tiempo podrían seguir así. Sabía que algo tenía que cambiar, pero no estaba segura de cómo hacerlo sin herir a alguien en el proceso.****La tensión en la hacienda se había vuelto cada vez más insoportable. Bruno, recuperándose lento, había comenzado a expresar su deseo de tener su noche de bodas con Ju
Al día siguiente, Bruno despertó lentamente, sintiendo un leve mareo por las gotas relajantes que aún surtían efecto. Miró a su alrededor y notó que Juliana no estaba a su lado. Frunció el ceño al ver su ropa esparcida por el piso, lo que aumentó su confusión.—Juliana... —murmuró, levantándose de la cama y vistiéndose con prisa.Salió de la habitación, buscando a su esposa por toda la casa. Primero fue a su habitación, pero no estaba allí. — ¿Juliana? —llamó, su voz se escuchó en el pasillo. Desesperado, decidió buscarla en la alcoba de su padre. Sin pensar entró en la habitación de Alfredo, para ese entonces Juliana ya se había escondido detrás de una cortina.—Bruno, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Alfredo, intentando mantener la calma.—Papá, no encuentro a Juliana. No está en nuestra habitación y su ropa está tirada por el piso —avisó Bruno, la mirada se le volvió oscura—, como verás anoche…—Intentó darle celos a su padre. Alfredo sabiendo que no pasó nada entre Bruno y Ju
Juliana, aunque preocupada, no pudo evitar sentir que todo era una actuación.—Bruno, necesitas ayuda. Esto no puede seguir así. No puedes usar tu salud para manipularme —susurró llena de tristeza.En ese momento, Alfredo entró en la habitación, habiendo escuchado parte de la discusión.—Juliana tiene razón, Bruno. Necesitas dejar de manipularla. Esto no está bien para ninguno de los dos —advirtió Alfredo, con voz firme.Bruno, sintiendo que perdía el control, intentó mantener su actuación, pero el médico, que había sido llamado por Alfredo, llegó rápidamente y examinó a Bruno.—Su presión y ritmo cardíaco son normales. —Frunció el ceño—, claro hay que realizarle estudios más avanzados, porque para mí, este corazón funciona bien —avisó el médico, mirando a Bruno con sospecha.Juliana y Alfredo se miraron a los ojos, una chispa de duda se encendió entre los dos. Bruno sin la ayuda de Antonia que se había quedado en Europa, estaba cometiendo graves errores. Alfredo acompañó al médico h