Juliana asintió, sintiendo el corazón acelerado, y se dirigió a la habitación de Bruno. Al entrar, vio a Bruno conectado a las máquinas, con una expresión de dolor en su rostro.—Juliana... —susurró Bruno, extendiendo una mano débil hacia ella.Juliana se acercó rápidamente y tomó su mano, con lágrimas en los ojos.—Bruno, estoy aquí. ¿Qué necesitas? —preguntó tratando de mantener la voz firme.Bruno la miró con ojos llenos de supuesta desesperación y amor.—Juliana, no sé cuánto tiempo me queda. Quiero pedirte una última cosa... por favor, cásate conmigo. Aquí, ahora. Quiero que seas mi esposa antes de que me lleven al quirófano —suplicó los labios le temblaban. Juliana sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Miró a Bruno, viendo la supuesta fragilidad en sus ojos, y su corazón se rompió.—Bruno, yo... —comenzó a decir, pero las palabras no salían.Bruno apretó su mano con la poca fuerza que le quedaba.—Por favor, Juliana. Es mi último deseo. Quiero casarme contigo antes
Juliana se apresuró a acercarse a Bruno, ayudándolo a sentarse.—Nada, Bruno. Solo estaba preparando tu té —avisó, tratando de sonar despreocupada.Alfredo se alejó, tratando de mantener la compostura.—Voy a salir un momento. Necesito revisar algunas cosas en el campo —comunicó saliendo de la habitación.La tensión era evidente, y aunque intentaban mantener una apariencia de normalidad, todos sabían que la situación era cada vez más insostenible. La convivencia forzada y los sentimientos no resueltos amenazaban con romper el frágil equilibrio que habían intentado mantener.Esa noche, mientras todos intentaban dormir, Juliana se quedó despierta, mirando al techo y preguntándose cuánto tiempo podrían seguir así. Sabía que algo tenía que cambiar, pero no estaba segura de cómo hacerlo sin herir a alguien en el proceso.****La tensión en la hacienda se había vuelto cada vez más insoportable. Bruno, recuperándose lento, había comenzado a expresar su deseo de tener su noche de bodas con Ju
Al día siguiente, Bruno despertó lentamente, sintiendo un leve mareo por las gotas relajantes que aún surtían efecto. Miró a su alrededor y notó que Juliana no estaba a su lado. Frunció el ceño al ver su ropa esparcida por el piso, lo que aumentó su confusión.—Juliana... —murmuró, levantándose de la cama y vistiéndose con prisa.Salió de la habitación, buscando a su esposa por toda la casa. Primero fue a su habitación, pero no estaba allí. — ¿Juliana? —llamó, su voz se escuchó en el pasillo. Desesperado, decidió buscarla en la alcoba de su padre. Sin pensar entró en la habitación de Alfredo, para ese entonces Juliana ya se había escondido detrás de una cortina.—Bruno, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó Alfredo, intentando mantener la calma.—Papá, no encuentro a Juliana. No está en nuestra habitación y su ropa está tirada por el piso —avisó Bruno, la mirada se le volvió oscura—, como verás anoche…—Intentó darle celos a su padre. Alfredo sabiendo que no pasó nada entre Bruno y Ju
Juliana, aunque preocupada, no pudo evitar sentir que todo era una actuación.—Bruno, necesitas ayuda. Esto no puede seguir así. No puedes usar tu salud para manipularme —susurró llena de tristeza.En ese momento, Alfredo entró en la habitación, habiendo escuchado parte de la discusión.—Juliana tiene razón, Bruno. Necesitas dejar de manipularla. Esto no está bien para ninguno de los dos —advirtió Alfredo, con voz firme.Bruno, sintiendo que perdía el control, intentó mantener su actuación, pero el médico, que había sido llamado por Alfredo, llegó rápidamente y examinó a Bruno.—Su presión y ritmo cardíaco son normales. —Frunció el ceño—, claro hay que realizarle estudios más avanzados, porque para mí, este corazón funciona bien —avisó el médico, mirando a Bruno con sospecha.Juliana y Alfredo se miraron a los ojos, una chispa de duda se encendió entre los dos. Bruno sin la ayuda de Antonia que se había quedado en Europa, estaba cometiendo graves errores. Alfredo acompañó al médico h
Juliana se levantó rápidamente, retrocediendo unos pasos.—Bruno, no puedes obligarme a esto. No voy a estar contigo solo porque tú lo exijas —mencionó con voz firme pero temblorosa—. Además, no me siento bien, por eso no bajé a cenar. Bruno, enfurecido por la resistencia de Juliana, avanzó hacia ella y la tomó del brazo con fuerza.—¡Basta de excusas! Esta noche serás mía, te guste o no —gritó, su rostro estaba lleno de rabia.Juliana trató de liberarse, pero Bruno la sujetaba con fuerza. —¡Suéltame! ¡No quiero!Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y Alfredo entró en la habitación, habiendo escuchado la discusión desde el pasillo.—¡Suéltala, Bruno! —ordenó Alfredo, su voz estaba llena de autoridad y furia.Bruno, sorprendido por la interrupción, soltó a Juliana y se volvió hacia su padre.—Esto no es asunto tuyo, papá. Juliana es mi esposa y tengo derecho a estar con ella.Alfredo se acercó rápidamente y se interpuso entre Bruno y Juliana, protegiéndola con su cuerpo.
Antonia sonrió seductoramente y se acercó a él.—Alfredo, he estado pensando mucho en nosotros. En lo que tuvimos. Creo que podríamos intentar recuperarlo —susurró, sentándose en el borde de la cama.Alfredo se levantó rápidamente, poniendo distancia entre ellos.—Antonia, lo que tuvimos se terminó hace mucho tiempo. No hay nada que recuperar —espetó con voz firme.Antonia no se dejó intimidar y se acercó más, rozando sus dedos contra su brazo.—Vamos, Alfredo. Sé que aún sientes algo por mí. Podríamos ser felices de nuevo, como antes —insinuó. Alfredo apartó la mano de Antonia y se alejó aún más.—Antonia, no estoy interesado. Te he dicho que entre nosotros no hay nada. Debes irte —ordenó con un tono más severo.Antonia, viendo que sus avances no estaban funcionando, decidió ser más directa. Se levantó y se acercó a él, intentando besarlo.—Alfredo, por favor... —murmuró, pero fue interrumpida bruscamente.—¡Basta, Antonia! —gritó Alfredo, apartándola con firmeza—. No puedes entrar
Después de la intensa conversación con Juliana, Alfredo se quedó pensativo, preocupado por los recientes arranques de Bruno y angustiado por el posible embarazo de Juliana. La situación se volvía cada vez más complicada y sentía que necesitaba hacer algo para aclarar sus sospechas.Decidido a encontrar respuestas, Alfredo decidió ir a buscar al médico que había atendido a Bruno en la hacienda. Aunque se negaba a creer que Bruno y Antonia pudieran haber armado semejante plan, las dudas seguían acosando.Al llegar a la clínica del médico, Alfredo se presentó y pidió hablar con él en privado. El doctor Méndez, un hombre de mediana edad con una expresión amable pero profesional, lo recibió en su despacho.—Doctor Méndez, gracias por recibirme. Necesito hablar con usted sobre la condición de mi hijo, Bruno —expresó Alfredo, tratando de mantener la calma.El doctor asintió, invitándolo a sentarse.—Por supuesto, señor. ¿Qué es lo que le preocupa? —preguntó, con voz tranquila.Alfredo tomó u
Alfredo sintió un mar de emociones recorrer su cuerpo. A pesar del caos y la tensión, la noticia del embarazo lo llenó de una profunda emoción. Ese bebé era el fruto de su amor, y eso le dio una renovada fuerza y determinación.—Juliana... —murmuró Alfredo, arrodillándose frente a ella y tomando su mano, sus ojos brillaron—. Esto es... maravilloso. Vamos a enfrentar todo esto juntos. Este bebé es nuestro amor hecho realidad. —Colocó su mano en su vientre aún plano. Juliana, aunque asustada, encontró consuelo en las palabras de Alfredo y asintió, esbozando una pequeña sonrisa entre lágrimas. Su corazón tembló al darse cuenta de que en su interior se anidaba un pequeño ser, que era fruto del amor que ellos se tenían.—¿Te alegra la noticia? —preguntó apoyando su cabeza en el pecho de él.Alfredo la abrazó con fuerza, sintiendo una renovada determinación. Ahora tenía aún más razones para desenmascarar a Bruno y proteger a Juliana y a su bebé.—Juliana, claro que me alegra mucho —expres