Juliana se levantó rápidamente, retrocediendo unos pasos.—Bruno, no puedes obligarme a esto. No voy a estar contigo solo porque tú lo exijas —mencionó con voz firme pero temblorosa—. Además, no me siento bien, por eso no bajé a cenar. Bruno, enfurecido por la resistencia de Juliana, avanzó hacia ella y la tomó del brazo con fuerza.—¡Basta de excusas! Esta noche serás mía, te guste o no —gritó, su rostro estaba lleno de rabia.Juliana trató de liberarse, pero Bruno la sujetaba con fuerza. —¡Suéltame! ¡No quiero!Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe y Alfredo entró en la habitación, habiendo escuchado la discusión desde el pasillo.—¡Suéltala, Bruno! —ordenó Alfredo, su voz estaba llena de autoridad y furia.Bruno, sorprendido por la interrupción, soltó a Juliana y se volvió hacia su padre.—Esto no es asunto tuyo, papá. Juliana es mi esposa y tengo derecho a estar con ella.Alfredo se acercó rápidamente y se interpuso entre Bruno y Juliana, protegiéndola con su cuerpo.
Antonia sonrió seductoramente y se acercó a él.—Alfredo, he estado pensando mucho en nosotros. En lo que tuvimos. Creo que podríamos intentar recuperarlo —susurró, sentándose en el borde de la cama.Alfredo se levantó rápidamente, poniendo distancia entre ellos.—Antonia, lo que tuvimos se terminó hace mucho tiempo. No hay nada que recuperar —espetó con voz firme.Antonia no se dejó intimidar y se acercó más, rozando sus dedos contra su brazo.—Vamos, Alfredo. Sé que aún sientes algo por mí. Podríamos ser felices de nuevo, como antes —insinuó. Alfredo apartó la mano de Antonia y se alejó aún más.—Antonia, no estoy interesado. Te he dicho que entre nosotros no hay nada. Debes irte —ordenó con un tono más severo.Antonia, viendo que sus avances no estaban funcionando, decidió ser más directa. Se levantó y se acercó a él, intentando besarlo.—Alfredo, por favor... —murmuró, pero fue interrumpida bruscamente.—¡Basta, Antonia! —gritó Alfredo, apartándola con firmeza—. No puedes entrar
Después de la intensa conversación con Juliana, Alfredo se quedó pensativo, preocupado por los recientes arranques de Bruno y angustiado por el posible embarazo de Juliana. La situación se volvía cada vez más complicada y sentía que necesitaba hacer algo para aclarar sus sospechas.Decidido a encontrar respuestas, Alfredo decidió ir a buscar al médico que había atendido a Bruno en la hacienda. Aunque se negaba a creer que Bruno y Antonia pudieran haber armado semejante plan, las dudas seguían acosando.Al llegar a la clínica del médico, Alfredo se presentó y pidió hablar con él en privado. El doctor Méndez, un hombre de mediana edad con una expresión amable pero profesional, lo recibió en su despacho.—Doctor Méndez, gracias por recibirme. Necesito hablar con usted sobre la condición de mi hijo, Bruno —expresó Alfredo, tratando de mantener la calma.El doctor asintió, invitándolo a sentarse.—Por supuesto, señor. ¿Qué es lo que le preocupa? —preguntó, con voz tranquila.Alfredo tomó u
Alfredo sintió un mar de emociones recorrer su cuerpo. A pesar del caos y la tensión, la noticia del embarazo lo llenó de una profunda emoción. Ese bebé era el fruto de su amor, y eso le dio una renovada fuerza y determinación.—Juliana... —murmuró Alfredo, arrodillándose frente a ella y tomando su mano, sus ojos brillaron—. Esto es... maravilloso. Vamos a enfrentar todo esto juntos. Este bebé es nuestro amor hecho realidad. —Colocó su mano en su vientre aún plano. Juliana, aunque asustada, encontró consuelo en las palabras de Alfredo y asintió, esbozando una pequeña sonrisa entre lágrimas. Su corazón tembló al darse cuenta de que en su interior se anidaba un pequeño ser, que era fruto del amor que ellos se tenían.—¿Te alegra la noticia? —preguntó apoyando su cabeza en el pecho de él.Alfredo la abrazó con fuerza, sintiendo una renovada determinación. Ahora tenía aún más razones para desenmascarar a Bruno y proteger a Juliana y a su bebé.—Juliana, claro que me alegra mucho —expres
Antonia sonrió triunfante, Alfredo no pudo correr tras de Juliana, entonces volteó y observo a su exesposa con furia.—Esto ha ido demasiado lejos, Antonia. No permitiré que sigas causando problemas. Te exijo que te largues de mi casa en este momento —gruñó.Antonia, satisfecha con el caos que había causado, levantó las manos en un gesto de rendición fingida.—No puedes echarme, aquí vive mi hijo —vociferó. Alfredo tensó la mandíbula, apretó los dientes, agarró del brazo a Antonia, y la sacó de la casa, le cerró las puertas en las narices. —¡Alfredo! ¡No puedes hacerme esto! ¡No tengo donde ir!Alfredo no se inmutó, ordenó a una empleada que guardaran como pudieran las cosas de Antonia, colocó dinero en un sobre y pidió que se lo entregaran. Sintiéndose impotente y lleno de desesperación, fue a buscar a Juliana, la encontró en la habitación, sentada en la cornisa frente a la ventana, con lágrimas corriendo por sus mejillas.—Juliana, por favor, escúchame. No quería que esto pasara.
Juliana se puso a temblar al verlo tan enfurecido, pero se mantuvo junto a Alfredo.—Bruno, déjanos explicarte... —comenzó a decir Alfredo, pero Bruno lo interrumpió.—¡No quiero escuchar nada! ¡Son unos traidores! ¡Engañándome todo este tiempo! —gritó Bruno, acercándose peligrosamente a ellos. —¡Mi propio padre y mi esposa!Alfredo se interpuso entre Bruno y Juliana, protegiéndola con su cuerpo.—Bruno, cálmate. Entiendo que estés enfadado, pero tenemos que hablar de esto como adultos —susurró Alfredo, tratando de mantener la compostura.Bruno, sin embargo, no estaba dispuesto a escuchar razones.—¡No me digas que me calme! ¡Todo este tiempo han estado riéndose de mí a mis espaldas! ¿Y ahora me entero de que Juliana está embarazada de ti? —cuestionó con voz llena de veneno.Juliana, temblando, decidió enfrentarlo.—Sí, Bruno. Estoy embarazada de Alfredo. Lo amo y siempre lo he amado. Lamento haberte herido, pero no podemos seguir con esta farsa.Bruno, al escuchar las palabras de Jul
Alfredo y Juliana estaban agradecidos con Cris y Marypaz por su intervención oportuna. Sin ellos, las mentiras de Bruno y Antonia podrían haber continuado causando estragos en sus vidas.—Gracias, Cris. Gracias, Marypaz. No sabemos cómo agradecerles por todo lo que han hecho —expresó Alfredo con sinceridad. —Sí, de verdad, gracias. No sé qué habríamos hecho sin ustedes —añadió Juliana, abrazó con fuerza a sus primos. Cris y Marypaz sonrieron, sintiéndose aliviados de haber ayudado a desenmascarar la verdad.—No tienen que agradecernos. Lo importante es que ahora todo está claro y ustedes pueden seguir adelante —mencionó Cris, con una sonrisa.—Yo no podía permitir que se burlaran de ustedes y que siguieran sufriendo de esa forma —añadió Marypaz.—Son mis héroes —aseguró Juliana y miró a Betito—, en especial él, hizo lo que todos ansiábamos con Antonia. —Sonrió. Después de esos momentos de gratitud, todos salieron rumbo al hospital para conocer las condiciones de Bruno. Al llegar, u
Después de la conversación con Bruno, Alfredo y Juliana decidieron aprovechar su tiempo en el hospital para confirmar el embarazo y que la revisaran adecuadamente. Aunque el ambiente seguía cargado de emociones, ambos sabían que era importante asegurar la salud de ella y del bebé que esperaban.Alfredo sostuvo la mano de Juliana mientras caminaban por los pasillos del hospital, buscando el consultorio de obstetricia. La preocupación y la incertidumbre se mezclaban con una leve sensación de esperanza.—Recuerda que estoy contigo, aquí a tu lado —mencionó Alfredo, apretando suavemente la mano de Juliana.Juliana le sonrió, sintiéndose reconfortada por su apoyo.—Gracias, Alfredo. Estoy nerviosa, pero también emocionada por saber más sobre nuestro bebé —respondió, con voz suave y una inmensa ilusión en el corazón. Finalmente, llegaron al consultorio y fueron recibidos por una amable doctora, quien les pidió que pasaran y tomaran asiento.—Buenos días. Soy la doctora Rodríguez. Entiendo