Enamorada del Ruso
Enamorada del Ruso
Por: Sathara
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          Un nuevo día de responsabilidades, donde tengo que levantarme temprano para ir a la universidad; después de una noche llena de videojuegos y frituras me siento apaleada, no soy una chica de fiestas, no es que tenga una vida social muy sustanciosa, desde hace mucho tiempo he preferido mi soledad, creo que es algo que no muchos aprenden a valorar, pero cuando por fin lo haces la amas, soy toda una ermitaña.

Tomo un baño caliente, me pongo mi ropa blanca: pantalón de mezclilla blanco, playera blanca, tenis blancos, todo blanco; al estudiar la carrera de medicina es el uniforme oficial, es la forma de demostrar pulcritud, pero es muy molesto cuando viajas en transporte público y te ensucias con todo. Guardo mi bata con cuidado de que no se arrugue dentro de mi mochila y me dispongo a bajar las escaleras directo hacia la cocina. Ahí mi madre está preparando el desayuno, el aroma a pan tostado y huevos con tocino me llena la boca de saliva. Mis padres viven cerca de la universidad, por eso es que no tengo la necesidad de rentar algún departamento y puedo disfrutar de la compañía de las únicas personas que en verdad valoro su existencia en mi vida, en verdad es una lista muy corta y ellos la encabezan.

—Samantha, ya era hora, se te va a hacer tarde ¿quieres que tu padre te lleve?— mi madre se asoma por la cocina y me ve fijamente con su espátula en la mano, parece más preocupada por que llegue tarde que yo.

—Naaa no es necesario— me siento y empiezo a engullir la comida casi sin masticarla mientras mi padre me ve por encima de su periódico con los lentes inclinados.

—Tu no comes, tragas… que bárbara— me dice mi papá asombrado y divertido.

Mi padre fue militar, es un hombre de carácter duro, pero bastante tierno y comprensivo cuando lo conoces bien, comprometido con su familia, siempre ha sido buen proveedor y responsable con sus hijos y un buen esposo, siempre apoya a mi mamá en todo. La mayoría de la gente cree que ha de ser difícil tener un militar en casa, pero la verdad es que es un encanto, solo hay que aprender a lidiar con su mal humor, de ahí en fuera es un soldadito de chocolate. La difícil es mi madre, pese a que su carácter es más ameno, cuando ella dice “No” es no, no hay forma de cambiarla de parecer; ya desde hace mucho tiempo que dejé de rogarle, simplemente sé que tengo que quedarme con la primera respuesta que diga, ya que será la única, tal vez por eso es que me he vuelto muy pasiva con eso de acudir a fiestas o reuniones hasta altas horas de la noche.

Me levanto de la mesa con el último bocado aún en la boca y me despido de mi madre, ella me da un beso en la frente y una pequeña palmada en mi mejilla; corro hacia mi padre y le doy un beso y salgo corriendo de la casa escuchando detrás de mí que tenga cuidado y no ande acelerada.

Llego a la parada de autobús, veo a los mismos de siempre, somos un grupo especial que sube al camión a la misma hora, algunos me saludan otros simplemente me ignoran, en cuanto llega el camión subimos como todos los días, ya tenemos nuestros lugares favoritos que nadie más toca. El camino es tranquilo y voy dormitando hasta que por fin llego a las puertas de la universidad, me despido y deseo un buen día a todos, algunos me responden otros simplemente me ignoran, pero no importa, todos los días sigo haciendo lo mismo aunque la respuesta sea igual.

Soy Samantha, mejor conocida como Sam, estudio la carrera de medicina y apenas es mi segundo año, no tengo muchos amigos puesto que soy algo antisocial, tengo una beca completa por excelencia académica, la carrera es bastante cara si hablamos del material que debo conseguir, las prácticas a hospitales, uniformes, etc. y siendo sincera no es como que mi padre alcance a solventar todos esos gastos, así que me esfuerzo por tener buenas notas y seguir manteniendo esa beca.

Veo la hora y noto que los pasillos están desérticos, eso quiere decir que las clases ya empezaron y voy tarde, reviso mi horario, tengo la clase de fisiología con el doctor Ildefonso, tiene muy mala reputación, es poco tolerante. Corro por los pasillos hasta que llego al salón, abro la puerta y veo al doctor parado frente a la clase, voltea a verme con cara de pocos amigos, todos guardan silencio.

—¿En qué le puedo ayudar?— su voz suena irritada y sus ojos se clavan en los míos como estacas.

—Lo siento doctor, se me hizo tarde— siento mi cara roja de vergüenza.

—Perdón, pero no escuché que tocara la puerta— mi estómago se estruja, retrocedo un par de pasos y toco la puerta tres veces.

—¿Puedo pasar?— le pregunto mordiéndome los labios con algo de angustia. Él revisa su reloj, suspira y camina hacia mí, toma la puerta y su mirada se vuelve más fría.

—Maxis, no puede estar llegando a estas horas a mi clase, le pediré que se retire.

—Pero doctor…

—Yo no tolero retardos y lo sabe, o están aquí desde el principio o no entran, lo dejé claro en el primer día, pero claro, no lo sabe por qué también llegó tarde y no la dejé pasar— suspira con pesadez como si en verdad lamentara lo que está a punto de hacer.  —Lo siento, pero esta es su tercera falta, nos vemos en el extraordinario.

Me quedo congelada, mis brazos se vuelven gelatina y el doctor cierra la puerta en mi cara, me quedo un par de segundos sin saber que hacer frente a la puerta, tratando de comprender lo que pasó, mi cerebro se vuelve un torbellino, retrocedo hasta llegar a una de las bancas del pasillo; si tan solo hubiera aceptado la oferta de mi mamá y mi papá me hubiera traído estaría en este momento en clase, pero bien dicen que el hubiera no existe, si repruebo una materia es todo, mi promedio baja y perderé la beca, mis padres no tendrán el dinero suficiente para ayudarme a pagar la escuela, tendré que trabajar para poder sostener la carrera, pero no tengo tiempo, en verdad es demandante cada clase y el poco tiempo que me quede para estudiar tendré que trabajar así que si no pierdo la carrera por dinero la perderé por falta de tiempo. Las ganas de llorar se empiezan a apoderar de mis ojos, siento como me arden y la nariz empieza a taparse de mocos, ¿ahora qué haré?

—¡Me lleva la chingada!

Me quedo afuera del salón las dos horas que dura la clase, camino de un lado a otro ansiosa, pero con la ligera esperanza de que si hablo con el doctor tal vez sepa comprender y me dé una segunda oportunidad, no puede ser tan malo, además he demostrado que pongo atención a su clase y que me comprometo a estudiar, tengo las mejores notas, no puede hacerme algo tan ruin. En cuanto la puerta se abre y los alumnos empiezan a salir noto las miradas cargadas de lástima, algunas otras con burla, pero eso es lo que menos me importa, lo único que quiero es hablar con el doctor y que no me deje morir de esa forma, en verdad de él depende mi futuro en esta universidad y odio eso. Me acerco a la puerta y veo como está guardando sus cosas, toco de nuevo la puerta y me responde con un “pase” frío y seco.

—Pero si es usted de nuevo— se muestra tranquilo.

—Je, si… ¿podemos hablar?

—Ya lo estamos haciendo, ¿Qué quiere Maxis?— es de los maestros más jóvenes, pero tiene un carácter amargado como si fuera un viejo.

—Una segunda oportunidad, sé que he llegado tarde la mayoría de las veces, pero en verdad necesito aprobar su materia de forma ordinaria y si usted me manda a extraordinario perderé mi beca y en verdad la necesito— empiezo hablando con fuerza y tranquilidad y termino con desesperación y angustia, me ve fijamente como si no le importara.

—Ya le he dado muchas oportunidades, no es la primera vez que llega tarde Maxis, no hay más, ya dije mi sentencia, nos vemos en el extraordinario.

 Una vez que termina mi sentencia me da la espalda, toma sus cosas del escritorio y sale sin decir más, dejándome sola en el salón, colapsando. Doy un golpe en el escritorio y me duele, mi puño, palpita y aunque desee sobarme salgo del salón con la frente en alto pensando en cómo rayos les explicaré a mis padres la desgracia que cayó sobre mí, ya escuché a mi mamá diciéndome que todo es mi culpa y tiene razón, la verdad es que si no jugará de noche y me enfocara en levantarme temprano esto no hubiera pasado y eso es lo que más duele, lo que más molesta, cuando tú desgracia pudo haber sido evitada si hubieras puesto un poco de atención.

El resto de mi día pasa como si estuviera anestesiada, entro a mis clases, pero no soy capaz de prestar atención, no participo ni tomo apuntes, simplemente tengo ganas de salir de aquí y perderme, quiero llegar a mi habitación y olvidarme de todo escuchando música, pero el día es largo y aún tengo cosas que hacer.

Terminan mis clases y camino directo a la biblioteca a dejar unos libros, voy arrastrando los pies, sin ganas de continuar, tal vez sería el momento indicado para pensar en el suicidio, pero no sé si soy muy cobarde para atentar contra mi propia vida o muy valiente para querer seguir con ella en estos momentos de presión. Dejo los libros en la barra mientras la bibliotecaria toma uno por uno y revisa que los haya entregado en tiempo, pone un sello rojo enorme encima de la fecha de expiración que dice “devuelto” y los coloca en un carrito a lado de ella.

—Vaya, vaya… la estudiante estrella, ¿Cómo estás? ¿Triste por tu conflicto con Ildefonso? Creo que tenías beca completa ¿No? Es una lástima que la vayas a perder— volteo hacia la dueña de esa voz, una rubia despampanante que parece más un ángel que un estudiante de medicina, sus risos rubios caen por sus hombros y sus ojos verdes como esmeraldas me ven con lascivia, no es la mujer más inteligente, pero si es hermosa y lo sabe, además de que sus padres son grandes cirujanos que ganan millones al mes, se siente con el derecho de hacer menos a cualquiera que no cumpla con sus expectativas.

—¡Casidy! Que gusto verte, ¿Cómo te fue en tu cirugía de nariz? Dicen que el tabique se carcome cuando inhala mucho de ese polvo blanco, pero ¡Mírate! fresca como una lechuga— le sonrío mientras ella y sus amigas parecen molestarse por mi sarcasmo. 

—No perderé mi tiempo con una persona que posiblemente no esté el día de mañana, si necesitas trabajo posiblemente el hospital de mis padres necesiten a alguien para barrer los pasillos— me guiña un ojo y se va caminando con sus dos rémoras detrás de ella.

Hoy es el día menos indicado para que me encontrara con ella, no entiendo cómo es que terminamos así, éramos muy amigas cuando entramos a la carrera, inseparables, pero de repente las cosas cambiaron, ahora no nos soportamos.

—¿Tu dosis diaria de Casidy?— escucho a Catherine, una rubia despampanante, curvilínea de ojos azules, ella tiene el mismo status social que Casidy, pero más agradable. No sé que haría sin ella en mi vida. 

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