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—Tranquila, él exageró, no tenía por qué hablarte así— dice Ed mientras vuelve a sentarse en la mesa sujetando su cabeza con ambas manos. —Quien habló fue su orgullo como hombre, dale tiempo.

—Aun así no tenía por qué ofenderla de esa forma— dice Ania sentándose a lado de Edward mientras vuelve a insistirle que se tome la medicina.

—Pero hay que entender que no es fácil aceptar al líder de la mafia rusa en este club de perdedores— dice Irene avanzando hacia nosotros, parece otra, la seriedad se ha apoderado de su rostro y se ve serena y contenida. —No pienso regresar a sus filas, me rehúso a ser una rusalka al servicio de los rusos, esa es mi única condición para no salir huyendo de aquí en este preciso momento— volteo hacia Nikolai quien parece tranquilo.

—No he venido aquí a esclaviza

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