Capítulo 98

—Alguna vez te lo dije: son mi familia y haré lo que sea necesario para ayudarlas, aunque mis sentimientos no sean correspondidos, siempre podrás contar conmigo. —Piero pone su mano en mi mejilla y la acaricia con cariño.

El dolor en su rostro estruja mi corazón, me siento tan mal, como si fuera una ingrata. Me abrazo a su torso y escondo mi rostro en su camisa. Sus brazos me envuelven con ternura y creo que su cercanía me hace sentir aun peor.

—¡Ya era hora de que llegaran!

La voz de Anette diluye el abrazo; no me había dado cuenta lo cerca que estábamos de la bodega. La rubia se queda recargada sobre la puerta viéndonos con una sonrisa soberbia, como si nos hubiera descubierto en un momento comprometedor. Con un movimiento de cabeza nos invita a entrar.

—Te dije que vendría —dice Anette casi en mi oído.

—¿Soy tan predecible? —sisea Piero con voz ronca y molesta.

—Demasiado… —añade Anette divertida.

—Bueno, basta… ¿Ya llegaron

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