Cuando volteo Ed ya no tiene máscara y sus ojos son de una tristeza tan profunda como la que siente mi corazón. Acerca su mano a mi máscara y la retira lentamente de mi rostro, descubriendo que debajo de esa sonrisa torcida y sádica se encuentra una mueca de tristeza y dolor.
—Sabes que a tu hermano no le puedes ocultar nada, ¿verdad? —Ed intenta sonreírme, pero mi tristeza lo obliga a bajar las comisuras de sus labios, imitando mi propio gesto.
Bajo la mirada y me acerco hasta que mi frente choca contra su pecho, me agarro con ambas manos de su sudadera y empiezo a llorar desconsolada; dejo salir cada sollozo que se vuelve un gemido lastimoso y profundo. Ed me envuelve entre sus brazos y apoya su mentón en mi frente, acaricia mi espalda y guarda silencio, sabiendo perfectamente lo que necesito.
Cuando mis ojos se han quedado secos y ya no puedo llorar más, doy un par de pasos para alejarme de &
De pronto Brant adopta una posición de firmes y levanta su mano a la altura de su frente haciendo un saludo como si fuera alguna clase de militar al mismo tiempo que su mirada se pierde en el horizonte.—Señor, si señor… —responde con voz firme tomándome por sorpresa—. Pertenecí al cuerpo de marina de los Estados Unidos, señor…—¿Qué hacía alguien como tú en ese gulag? —pregunto sorprendida.—Vine a investigar el uso de una droga que…—¿D-IX? —Lo interrumpo.—Así es… —Resopla y pone los ojos en blanco, supongo que ya no tiene mucho sentido guardar información de un país que de seguro ya lo dio por muerto—. Mandaron equipos de apoyo a petición de la OTAN para mediar una batalla entre italianos y rusos en el este de Alemania… Cuando llegamos no que
—¡Claro! Es para ti —dice Óscar acercando más la bolsa—. No lo he abierto, pero lo examiné y parece no contener explosivos ni nada tóxico.—¿Quién lo envía?—No sé, tiene una pequeña carta atada al moño. —La arranca y me la ofrece.Es apenas una hoja doblada sin mucho chiste. Cuando la abro mi corazón se paraliza.«Dirígete hacia las coordenadas en el hocico del pegaso…Tómalo como un regalo de despedida.Te aconsejo no compartir esto con tu amada Irina, los Rudenko pueden ser algo conflictivos.Tu amigo, Ansel»—Hijo de puta… —digo entre dientes y arrugo la nota con saña en mi mano.—¿Qué pasa? —pregunta Óscar desconcertado.Tomo la navaja con la que corto la cocaína y la encajo en la bolsa negra
«Manténganse quietos, entraremos por ustedes» dice Piero preocupado.—No, esperen… Esto se pone mucho mejor —dice Ed viendo fijamente hacia la puerta del castillo y comprendo sus palabras.—¿Samantha?Mi alma se cae al suelo y creo que me voy a desmayar.—Óscar —pronuncio su nombre en un hilo de voz.Se ve desalineado, con el cabello más largo y una mirada de loco que no había visto antes; de pronto nos cubren un conjunto de puntos rojos a Ed y a mí, dejando en claro que no hay forma de evitar el plomo.—¡Genial! ¡Lo que me faltaba! ¡Odio viajar! ¡Odio tener que salir de un lugar cuando acabo de llegar! ¡Odio Rusia! ¡Estúpido frío! ¡Estúpida Bratvá! ¡Estúpidos todos! —grita Ed desahogándose, manoteando en el aire y escupiendo al piso antes de nuestra a
—Mamá… ¿te dijo porque me fui? ¿Te explicó por qué nos separamos? —pregunto con miedo, no quiero ser juzgado también por ella. —Sí, me dijo que estabas en una misión ultra-secreta con tío Óscar y que era muy peligrosa y teníamos que esperar a que regresaras por nosotras — dice en un susurro como si temiera que alguien más pudiera escuchar el secreto. —¿Eso te dijo? —Pese a todo el daño que le pude haber causado, nunca me mostró como un monstruo frente a Misha. Samantha… siempre tan noble y dulce aunque tengas motivos para ser lo contrario. —¿Ya terminó tu misión? —pregunta con temor. —Aun no, Misha… aun no… —Acaricio su cabeza y le sonrío. De pronto escucho un estruendo, algo se rompe, cruje; suena lejano. Me asomo y una rusalka llega corriendo hacia mí. —Señor, acaban de destruir la puerta principal, un auto se precipitó con violencia hasta desprender una de las hojas de acero. —¿Qué? ¿De quién se trata? —pregunto molesto.
—Te creo Nikolai… en verdad lo hago, perdóname por comportarme de esa forma tan infantil y huir. No tuve que hacer eso, yo… —No es el único culpable de que las cosas se hayan desarrollado de esta forma. —No tienes la culpa de nada, Samantha… nunca la tuviste… nunca la tendrás… —Aleja su mano de mi mejilla y de nuevo toma distancia. Óscar llega con mi pequeña entre sus brazos y mi corazón se rompe al verla. —¿Misha? —Mi voz sale suave y temerosa. ¿Qué fue lo que le hicieron? Cubro mi boca para ahogar un quejido—. Mi amor… —Se me quiebra el alma y aun así sigo adelante. Me arden los ojos así como la nariz y de nuevo mi mirada se llena de lágrimas. —¿Mami? Esa suave vocecita llega hasta mi corazón y me parte en dos, mis piernas se vuelven de gelatina y se quieren doblar. Tiene las rodillas con costras, el rostro y las manitas sucias, pero debajo de todo eso, sus ojos relumbran como dos zafiros en la oscuridad. Han cortado sus hermosos risos rojos
Al llegar a Italia, Catalina fue la primera en recibirnos, encantada por ver de nuevo a Misha; cuando mi pequeña se enteró del parentesco que comparte con Bartolomé y Catalina se emocionó y entonces me di cuenta –al ver a mis padres a los ojos– que estaban enamorados de Misha y ella de ellos. La llenaron de comida rica y juguetes, la consentían y mimaban cuando podían. Temo que eso pueda cambiar su forma de ser, pero después de todo lo que ha vivido creo que se lo merece.Con respecto a mí, cada día me consume más el dolor, respirar me duele, moverme me duele, vivir me duele, pensar en Nikolai es una tortura; es tanta mi agonía que termino buscando consuelo en mi madre, diciéndole con lujo de detalle cada palabra que dijo, cada acción que tomó y aquí me encuentro, llorando desconsolada con mi cabeza en su regazo como si el desaire que me hizo Nikolai estuviera
—¿Están listos para pelear? —Tengo miedo de lo que me pueda contestar Brant, pues no es que tengamos mucho tiempo. —Para un asalto sencillo, sin problema. Es de mi orgullo presumir que ellos han sido quienes han sacado a los rusos de Italia. —Brant me sorprende con la noticia. —¿En serio? —Sí, he aprovechado la presencia de los rusos en diferentes ciudades para enseñarles a sus hombres a rastrear y a disparar, ser sigilosos y a la vez violentos. Serán un éxito cuando decida llevarlos a una misión más seria. —Tú los llevarás… —Volteo hacia Brant y me siento orgullosa de él, de lo que ha logrado y de mi buena decisión al aceptar su ayuda—. Creo que tendremos que mandarte a hacer una máscara como un faceless más. —Me siento halagado, aunque no acostumbro usar máscaras… —Es incómoda, pero sería un honor para mí que fueras parte de nosotros en un sentido más «formal». —Estaré honrado en portar esa máscara. —Tú serás mi puent
—¿Me extrañarás? —le pregunto y acaricio su rostro con ternura para después darle un abrazo y hacerle trompetillas en las mejillas, provocando sus risas escandalosas que son música para mi alma. —¡Sí! ¡Sí! ¡Mamá! ¡Basta! —grita Misha entre risas y se retuerce en mis brazos; cuando la suelto y la pongo a mi lado la seriedad regresa a su rostro—. Te extrañaré mucho. —Resopla con nostalgia—. Prométeme que regresarás. —Te lo prometo. —Acaricio sus cabellos y su tristeza migra a mi corazón—. No volveremos a estar separadas nunca, solas tú y yo, por siempre y para siempre mi amor. —Beso su frente y la abrazo con fuerza. De pronto la puerta repiquetea antes de abrirse, Anette se asoma con una sonrisa enorme, trae una bolsa negra de esas con las que proteges los trajes al transportarlos. —¡Anette! —grita emocionada Misha y de un brinco sale de la cama disparada hacia esa mafiosa peligrosa. —¿Cómo estás, Misha? ¡Que linda diadema! ¡La ame! —dice Anette