Todo gira alrededor de mí, los adornos, el maquillaje, cada ayudante vuelta loca por tener todo en orden y dejarme despampanante, mientras yo me mantengo en un pequeño banco, viéndome casualmente en el reflejo del espejo. Las heridas han cerrado y mi cabello ha alcanzado mis hombros aunque en este momento está recogido en un chongo del cual se sostiene el tocado y por tanto el velo.
—¿Nerviosa? —dice Catalina sentada sobre la cama, es la única que no parece alterada por todo este caos.
—Solo un poco —respondo sin evitar sonreír.
—Podrás enfrentarte a cualquier clase de mafia o hacer cualquier tipo de misión, pero justamente hoy, en este momento, estás nerviosa —dice Anette cruzándose de brazos, luciendo su hermoso vestido rojo.
—Supongo que es más peligroso casarse —dice Erika acomodando el velo que cuelga de mi espalda.
Todas comienzan a reír mientras me veo al espejo, el vestido se entalla a la perfección a mi cuerpo; hubiera deseado usar el
Mishka Belinski —Entonces… se casarón y vivieron felices para siempre —digo feliz, sentada en la banca frente a la escuela, disfrutando mi chocolate mientras veo como el resto de los niños salen en busca de sus padres. —¿Felices para siempre? ¿Crees que eso es posible? —Su voz suena divertida, como si no me creyera. —¡Claro! Ahora están bien. —No siempre lo estarán. —Mientras estén juntos, lo estarán. —Estar juntos no significa que vayan a estar bien. —Pero podrán resolver cualquier problema con mayor facilidad. —Le ofrezco una sonrisa chocolatosa que solo lo hace torcer los ojos y ofrecerme su pañuelo para limpiarme. —Suena demasiado bueno para ser verdad. —Suspira como si mi relato hubiera sido aburrido y se levanta con dificultad, apoyado en un bastón negro bastante elegante—. Solo quería saber que había ocurrido con Samantha. —¿Sabes? Deberías de enamorarte de alguien
…¿Cómo fue que llegamos a este punto? ¿En qué momento nuestras vidas se volvieron un desastre?…En la bodega solo se escuchan disparos y quejidos de hombres heridos. Corro entre el caos y me adentro traspasando unas puertas de acero, me acerco al cargamento que acabamos de hurtar, abro las maletas negras que estaban destinadas a la destrucción y muevo los frascos con píldoras, una luz titila suavemente en color rojo, meto la mano y saco un pequeño rastreador; nos habían tendido una trampa. ¡Una maldita trampa!Lo arrojo al piso y lo rompo con el tacón de mi bota. De pronto escucho los pasos ahogados detrás de mí, giro sobre mis talones y veo a un hombre alto de negro, con un pasamontañas escondiendo su rostro; aunque su cuerpo está cubierto por un chaleco antibalas y un traje táctico, puedo deducir la fortaleza de sus músculos, sus hombros grueso
La clase llega a su final, camino sin detenerme hacia la puerta, saco mi celular y mis audífonos; en cuanto pongo el pie afuera del salón la música comienza a sonar en mis oídos. De pronto algo se impacta contra mí; la pelirroja insoportable con la que comparto clases se me cuelga enganchando su brazo en mi cuello y con su otra mano me quita uno de los audífonos para que la pueda escuchar mejor. —¡Que linda sonrisa! ¿En qué andas pensando? —pregunta en mi oído con una voz dulce, pero molesta. —¡Déjala, estúpida! Un chico con apariencia de ángel –cabello rubio dispuesto en caireles, ojos azules, piel nacarada y unos toques de iluminador en la comisura de sus ojos a la altura del lagrimal– me defiende. Son el bien y el mal, el diablo y el ángel, la pelirroja y el rubio. Regina Weber, el demonio –una chica pelirroja de ojos castaños, piel blanca llena de pecas, mirada perspicaz y sonrisa pícara–, es impulsiva, intrépida y parece no tener m
Entrando al carro veo hacia el retrovisor; en el asiento de atrás hay una muñequita de piel blanca y cabellos rojos –no como los de Regina que son de un tono naranja, los de mi muñeca parecen llamas encendidas atadas con un moño azul marino–, caen suavemente en caireles por sus hombros y para contrarrestar el fuego tiene un par de fríos zafiros como ojos. En cuanto su mirada se percata de la mía una sonrisa se formar en su boca.—Mami —dice con su voz dulce y tierna.—Hola, mi amor, ¿cómo te fue en la escuela? —Estiro mi mano hacia atrás para alcanzarla.Nikolai entra al auto y enciende el motor.—Bien, la maestra me puso un sello en mi libro de que sí trabajé —dice emocionada.Nikolai parece divertido, supongo que no sabe quién le da más ternura, si Misha con su sello o yo, toda una madre orgullosa.<
Al llegar a casa, tanto Misha como yo nos quitamos el uniforme, ella se pone un encantador vestido azul cielo que la hace ver como una muñeca de porcelana; en cuanto a mí, me pongo una blusa roja y una falda negra, por el escote de la blusa se asoma ese rubí en forma de gota que me regaló Nikolai hace años, era de su madre y me siento honrada de haberlo recibido. Nunca me lo quito.—Es muy bonito —dice Misha con sus enormes ojos fijos en la joya.—¿Te gusta?Asiente con la cabeza.—Perteneció a tu abuela, la mamá de tu papá y algún día cuando crezcas será tuyo. —Me hinco frente a ella y la veo con ternura.—¿En serio? —pregunta sorprendida.—Claro, cuando seas una señorita y… termines una carrera. —Debo de motivarla de alguna forma a seguir estudiando, por ahora sobornarla
Hunde su rostro en mis senos, los besa y muerde suavemente por encima del brasier, mi vientre arde. Desabrocha mi brasier y disfruta descubriendo mi piel; me acaricia con necesidad, rozando con la yema de sus dedos mis pechos, mientras que con su otra mano busca mi humedad debajo de mi falda, me acaricia lentamente con deleite por encima de mis bragas y mis caderas comienzan a moverse anhelando que continúe. Con una mano busco desabotonar su camisa e ir descubriendo su piel tatuada que completa su imagen de chico malo.Ansioso desabrocha el botón de su pantalón, su boca se apoya sobre mi cuello, su aliento choca contra mi piel como una cálida caricia. Me toma por los muslos acercando más mi cadera a la suya, sus dedos hacen a un lado mis bragas y con lentitud entrar en mí, sin quitar su mirada de mi rostro, fascinado por mi expresión de placer.Palpita dentro de mí y mis caderas se mueven ansiosas porque contin&ua
—¿Todo bien? —Las manos de Nikolai se posan en mis mejillas y me obliga a levantar mi rostro hacia él.La cena me llenó el corazón de veneno y me intoxiqué.—Sí —miento. «No, nada está bien, me muero de celos» pienso, pero no soy capaz de decírselo—. Solo tengo sueño, mañana es el examen, tal vez debería de ir al estudio a repasar un poco. —¿Por qué me cuesta tanto decirle la verdad?Nuestra relación se había basado en decirnos todo y no solo me refiero a cosas que pusieran en riesgo nuestra estancia en el país, hablábamos de lo que nos daba miedo, lo que nos gustaba y molestaba; eso terminó uniéndonos más, pero ahora no puedo decirle que su amiga me incomoda.—Deberías de descansar. —Me sonríe y saca el botiquín de la alacena—. Ere
—¡Regi! Creo que no es el momento de tus bromitas, ya te quiero ver cuando tengas novio y pases por lo mismo —la reprende Kony.—Pues termino con él, no tengo necesidad de soportar a sus amiguitas, pero claro, las cosas no son igual cuando ya se está casada. —Regi levanta los hombros.¿Qué hago? ¿Espero? ¿Me voy? Mi mirada viaja hacia la hora en mi celular, han pasado diez minutos más y no llega. ¿En verdad se habrá visto con Irina? ¡Carajo!… «Respira… Respira…»—Mira, ya llegó —dice Kony regresándome la esperanza.Veo el carro negro llegar, se estaciona en la entrada y mi pánico desaparece. Nikolai baja del auto con esa elegancia que lo caracteriza robándose mis suspiros y provocando una sonrisa muy grande en mi rostro. En cuanto me ve, sonríe como tanto me gusta, se acerca a la