Por un momento nos vemos directo a los ojos, su frente se llena de sudor y su piel se ve pálida, temo por su vida. De pronto desvía su mirada, extiende su abanico y lo lanza haciéndolo girar por el aire, este parece una sierra pues corta la cabeza de un panzer y se entierra en el pecho de otro.
—Me quedaré aquí, si Dios lo permite nos veremos al final, cuando todo esto termine. —Toma su otro abanico y me lo extiende.
Cuando lo tomo me doy cuenta de su verdadero peso, lo abro y veo por la parte interna una serie de navajas ensambladas, unidas por una tela color azul dura que les da firmeza, esto nunca fue un accesorio sino un arma mortal.
—Ve por el otro y acaba con todos. —Me guiña un ojo y me da unas palmadas en la mejilla.
Me alejo, dejando que la rusalka más cercana sea quien continúe haciendo presión en la herida de Dusha. Giro sobre mis talones y corro hacia el pan
—¿Qué quieres Yakov? ¿La fórmula? Te la doy, ¿quieres follar después de todo esto? Sin problemas, puede ser relajante para ambos. —Le guiño un ojo—. ¿Quieres unirte a La ‘Ndrangheta? Creo que Sforza estaría más complacido contigo que con Nikolai.—¿Ah sí? ¿Eres capaz de hacer todo eso por mí? —Apoya su mano en mi muslo y lo amasa con lujuria—. Eres una perra traidora, ¿cómo sé que no me traicionarás a mí también?—Puedo hacerlo, pero por ahora tienes mi vida en tus manos, Yakov, así que aprovéchalo, porque sé perfectamente bien que necesitas la fórmula.Me toma por el cabello y apoya su pistola en la base de mi mandíbula mientras recorre mi rostro con esa mirada lasciva.—No puedes juzgarme cuando tú fuiste quien traicion&o
Todo gira alrededor de mí, los adornos, el maquillaje, cada ayudante vuelta loca por tener todo en orden y dejarme despampanante, mientras yo me mantengo en un pequeño banco, viéndome casualmente en el reflejo del espejo. Las heridas han cerrado y mi cabello ha alcanzado mis hombros aunque en este momento está recogido en un chongo del cual se sostiene el tocado y por tanto el velo. —¿Nerviosa? —dice Catalina sentada sobre la cama, es la única que no parece alterada por todo este caos. —Solo un poco —respondo sin evitar sonreír. —Podrás enfrentarte a cualquier clase de mafia o hacer cualquier tipo de misión, pero justamente hoy, en este momento, estás nerviosa —dice Anette cruzándose de brazos, luciendo su hermoso vestido rojo. —Supongo que es más peligroso casarse —dice Erika acomodando el velo que cuelga de mi espalda. Todas comienzan a reír mientras me veo al espejo, el vestido se entalla a la perfección a mi cuerpo; hubiera deseado usar el
Mishka Belinski —Entonces… se casarón y vivieron felices para siempre —digo feliz, sentada en la banca frente a la escuela, disfrutando mi chocolate mientras veo como el resto de los niños salen en busca de sus padres. —¿Felices para siempre? ¿Crees que eso es posible? —Su voz suena divertida, como si no me creyera. —¡Claro! Ahora están bien. —No siempre lo estarán. —Mientras estén juntos, lo estarán. —Estar juntos no significa que vayan a estar bien. —Pero podrán resolver cualquier problema con mayor facilidad. —Le ofrezco una sonrisa chocolatosa que solo lo hace torcer los ojos y ofrecerme su pañuelo para limpiarme. —Suena demasiado bueno para ser verdad. —Suspira como si mi relato hubiera sido aburrido y se levanta con dificultad, apoyado en un bastón negro bastante elegante—. Solo quería saber que había ocurrido con Samantha. —¿Sabes? Deberías de enamorarte de alguien
…¿Cómo fue que llegamos a este punto? ¿En qué momento nuestras vidas se volvieron un desastre?…En la bodega solo se escuchan disparos y quejidos de hombres heridos. Corro entre el caos y me adentro traspasando unas puertas de acero, me acerco al cargamento que acabamos de hurtar, abro las maletas negras que estaban destinadas a la destrucción y muevo los frascos con píldoras, una luz titila suavemente en color rojo, meto la mano y saco un pequeño rastreador; nos habían tendido una trampa. ¡Una maldita trampa!Lo arrojo al piso y lo rompo con el tacón de mi bota. De pronto escucho los pasos ahogados detrás de mí, giro sobre mis talones y veo a un hombre alto de negro, con un pasamontañas escondiendo su rostro; aunque su cuerpo está cubierto por un chaleco antibalas y un traje táctico, puedo deducir la fortaleza de sus músculos, sus hombros grueso
La clase llega a su final, camino sin detenerme hacia la puerta, saco mi celular y mis audífonos; en cuanto pongo el pie afuera del salón la música comienza a sonar en mis oídos. De pronto algo se impacta contra mí; la pelirroja insoportable con la que comparto clases se me cuelga enganchando su brazo en mi cuello y con su otra mano me quita uno de los audífonos para que la pueda escuchar mejor. —¡Que linda sonrisa! ¿En qué andas pensando? —pregunta en mi oído con una voz dulce, pero molesta. —¡Déjala, estúpida! Un chico con apariencia de ángel –cabello rubio dispuesto en caireles, ojos azules, piel nacarada y unos toques de iluminador en la comisura de sus ojos a la altura del lagrimal– me defiende. Son el bien y el mal, el diablo y el ángel, la pelirroja y el rubio. Regina Weber, el demonio –una chica pelirroja de ojos castaños, piel blanca llena de pecas, mirada perspicaz y sonrisa pícara–, es impulsiva, intrépida y parece no tener m
Entrando al carro veo hacia el retrovisor; en el asiento de atrás hay una muñequita de piel blanca y cabellos rojos –no como los de Regina que son de un tono naranja, los de mi muñeca parecen llamas encendidas atadas con un moño azul marino–, caen suavemente en caireles por sus hombros y para contrarrestar el fuego tiene un par de fríos zafiros como ojos. En cuanto su mirada se percata de la mía una sonrisa se formar en su boca.—Mami —dice con su voz dulce y tierna.—Hola, mi amor, ¿cómo te fue en la escuela? —Estiro mi mano hacia atrás para alcanzarla.Nikolai entra al auto y enciende el motor.—Bien, la maestra me puso un sello en mi libro de que sí trabajé —dice emocionada.Nikolai parece divertido, supongo que no sabe quién le da más ternura, si Misha con su sello o yo, toda una madre orgullosa.<
Al llegar a casa, tanto Misha como yo nos quitamos el uniforme, ella se pone un encantador vestido azul cielo que la hace ver como una muñeca de porcelana; en cuanto a mí, me pongo una blusa roja y una falda negra, por el escote de la blusa se asoma ese rubí en forma de gota que me regaló Nikolai hace años, era de su madre y me siento honrada de haberlo recibido. Nunca me lo quito.—Es muy bonito —dice Misha con sus enormes ojos fijos en la joya.—¿Te gusta?Asiente con la cabeza.—Perteneció a tu abuela, la mamá de tu papá y algún día cuando crezcas será tuyo. —Me hinco frente a ella y la veo con ternura.—¿En serio? —pregunta sorprendida.—Claro, cuando seas una señorita y… termines una carrera. —Debo de motivarla de alguna forma a seguir estudiando, por ahora sobornarla
Hunde su rostro en mis senos, los besa y muerde suavemente por encima del brasier, mi vientre arde. Desabrocha mi brasier y disfruta descubriendo mi piel; me acaricia con necesidad, rozando con la yema de sus dedos mis pechos, mientras que con su otra mano busca mi humedad debajo de mi falda, me acaricia lentamente con deleite por encima de mis bragas y mis caderas comienzan a moverse anhelando que continúe. Con una mano busco desabotonar su camisa e ir descubriendo su piel tatuada que completa su imagen de chico malo.Ansioso desabrocha el botón de su pantalón, su boca se apoya sobre mi cuello, su aliento choca contra mi piel como una cálida caricia. Me toma por los muslos acercando más mi cadera a la suya, sus dedos hacen a un lado mis bragas y con lentitud entrar en mí, sin quitar su mirada de mi rostro, fascinado por mi expresión de placer.Palpita dentro de mí y mis caderas se mueven ansiosas porque contin&ua