—Esa «perra de pelea»… esa «mascota» que adjudican a La ‘Ndrangheta, soy yo. —Samantha da un giro y cae en mi regazo, cruzando sus piernas y apoyándolas en el descansabrazos de mi silla mientras se abraza a mi cuello—. Samantha Sforza. —Pone su mano en mi mejilla atrayéndome a sus labios y besándome con una pasión que empieza a apretar en mi pantalón. Se acomoda a mi lado, dejando que mis manos tomen posesión de su cuerpo, estrechando su cintura y acariciando sus muslos—. Yo maté a sus hombres, yo me robé sus armas y yo me llevé su dinero, soy la hija de Bartolomé Sforza, soy Smiley y su futura señora.
Todos se quedan con la boca abierta, se ven entre ellos sin poder creer lo que acaban de ver y escuchar. Esperaban a un tierno corderito, temeroso y débil buscando refugio, una mujer que se escondiera detrás de mí mientras todos la atacaban con críticas y amenazas, pero se encontraron con una leona fuerte y dominante, arrogante, tan hermosa como peligrosa, consciente de su fue
—¿Cómo lo iba a llamar Alexander si… —comienza a explicarse Cat. —«Si el diminutivo es Sasha». —Interrumpe Nikolai, fingiendo la voz de mi amiga casi a la perfección si no fuera por su timbre áspero y grueso. —¿Sasha? Que extraño. —Frunzo el ceño. —¡Otra! —Óscar vuelve a torcer los ojos. —Haciendo a un lado la extraña forma de los rusos de ver la vida y escoger nombres… ¿Lo quieres cargar? —pregunta Cat y asiento con emoción. Preparo mis brazos para volver a sostener un bebé y Óscar lo deposita con delicadeza; se siente tan cálido y huele delicioso, es un aroma característico, dulce y suave, es olor a bebé, no hay otra forma de explicarlo. Lo arrullo entre mis brazos y lo veo con adoración, jamás me imaginé cargar al hijo de Cat, el futuro se veía tan distante y no pensé que terminaríamos así. —Hola Mateo, que hermoso estás. —El pequeño bebé abre sus ojos intentando identificarme y amplía su sonrisa—. Se parece mucho a ti —le digo a Ca
Tomo el liguero del tocador y me levanto, apoyo mi pierna sobre la cama y alzo la falda de mi vestido para colocármelo en el muslo y después atorar la jeringa, encontraré la forma de que está aguja atraviese su corazón, lo juro. Tanto Ed como Anette se toman de la mano y salen de mi habitación, dejándome sola de nuevo, con mi miedo. Tomo el velo de la cama y me lo coloco, atorándolo sobre mi corto cabello ante el espejo, cubro mi rostro con él y me siento más como un fantasma que como una novia a punto de casarse. Cuando lo levanto un movimiento por la ventana me pone alerta, giro sobre mis talones y me asomo recorriendo con la mirada el jardín lleno de nieve. Hablando de fantasmas, una silueta se mantiene firme entre la ventisca, sus cabellos rubios se ondean con brusquedad y sus ojos verdes se clavan en mi como navajas afiladas. Es Irina, de pie entre toda la blancura, cargando una pequeña mochila de tela e invitándome a salir. Volteo hacia atrás, como si e
—Irina… las cosas no tienen que terminar así —dice Nikolai intentando convencerla—. Baja el arma y hablemos.—Nikolai… tú me alejarías de mi padre, tú me harías feliz, ya no volvería a sentir dolor, ya no volvería a ser humillada ni utilizada… sería libre… pero decidiste tratarme como una puta más. ¡Como tu padre trató a mi madre cuando conoció a Gwen! —grita resaltando su locura.—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —pregunta Nikolai confundido.Las lágrimas caen pesadas por las mejillas de Irina, congelándose casi al momento de que el viento gélido las toca, en verdad me siento mal por esta pobre mujer, es una lástima que no haya forma de salvarla, pero… ¿en verdad esperaba que alguien más la sacara de su problema? ¿No pudo ha
Por un momento nos vemos directo a los ojos, su frente se llena de sudor y su piel se ve pálida, temo por su vida. De pronto desvía su mirada, extiende su abanico y lo lanza haciéndolo girar por el aire, este parece una sierra pues corta la cabeza de un panzer y se entierra en el pecho de otro.—Me quedaré aquí, si Dios lo permite nos veremos al final, cuando todo esto termine. —Toma su otro abanico y me lo extiende.Cuando lo tomo me doy cuenta de su verdadero peso, lo abro y veo por la parte interna una serie de navajas ensambladas, unidas por una tela color azul dura que les da firmeza, esto nunca fue un accesorio sino un arma mortal.—Ve por el otro y acaba con todos. —Me guiña un ojo y me da unas palmadas en la mejilla.Me alejo, dejando que la rusalka más cercana sea quien continúe haciendo presión en la herida de Dusha. Giro sobre mis talones y corro hacia el pan
—¿Qué quieres Yakov? ¿La fórmula? Te la doy, ¿quieres follar después de todo esto? Sin problemas, puede ser relajante para ambos. —Le guiño un ojo—. ¿Quieres unirte a La ‘Ndrangheta? Creo que Sforza estaría más complacido contigo que con Nikolai.—¿Ah sí? ¿Eres capaz de hacer todo eso por mí? —Apoya su mano en mi muslo y lo amasa con lujuria—. Eres una perra traidora, ¿cómo sé que no me traicionarás a mí también?—Puedo hacerlo, pero por ahora tienes mi vida en tus manos, Yakov, así que aprovéchalo, porque sé perfectamente bien que necesitas la fórmula.Me toma por el cabello y apoya su pistola en la base de mi mandíbula mientras recorre mi rostro con esa mirada lasciva.—No puedes juzgarme cuando tú fuiste quien traicion&o
Todo gira alrededor de mí, los adornos, el maquillaje, cada ayudante vuelta loca por tener todo en orden y dejarme despampanante, mientras yo me mantengo en un pequeño banco, viéndome casualmente en el reflejo del espejo. Las heridas han cerrado y mi cabello ha alcanzado mis hombros aunque en este momento está recogido en un chongo del cual se sostiene el tocado y por tanto el velo. —¿Nerviosa? —dice Catalina sentada sobre la cama, es la única que no parece alterada por todo este caos. —Solo un poco —respondo sin evitar sonreír. —Podrás enfrentarte a cualquier clase de mafia o hacer cualquier tipo de misión, pero justamente hoy, en este momento, estás nerviosa —dice Anette cruzándose de brazos, luciendo su hermoso vestido rojo. —Supongo que es más peligroso casarse —dice Erika acomodando el velo que cuelga de mi espalda. Todas comienzan a reír mientras me veo al espejo, el vestido se entalla a la perfección a mi cuerpo; hubiera deseado usar el
Mishka Belinski —Entonces… se casarón y vivieron felices para siempre —digo feliz, sentada en la banca frente a la escuela, disfrutando mi chocolate mientras veo como el resto de los niños salen en busca de sus padres. —¿Felices para siempre? ¿Crees que eso es posible? —Su voz suena divertida, como si no me creyera. —¡Claro! Ahora están bien. —No siempre lo estarán. —Mientras estén juntos, lo estarán. —Estar juntos no significa que vayan a estar bien. —Pero podrán resolver cualquier problema con mayor facilidad. —Le ofrezco una sonrisa chocolatosa que solo lo hace torcer los ojos y ofrecerme su pañuelo para limpiarme. —Suena demasiado bueno para ser verdad. —Suspira como si mi relato hubiera sido aburrido y se levanta con dificultad, apoyado en un bastón negro bastante elegante—. Solo quería saber que había ocurrido con Samantha. —¿Sabes? Deberías de enamorarte de alguien
…¿Cómo fue que llegamos a este punto? ¿En qué momento nuestras vidas se volvieron un desastre?…En la bodega solo se escuchan disparos y quejidos de hombres heridos. Corro entre el caos y me adentro traspasando unas puertas de acero, me acerco al cargamento que acabamos de hurtar, abro las maletas negras que estaban destinadas a la destrucción y muevo los frascos con píldoras, una luz titila suavemente en color rojo, meto la mano y saco un pequeño rastreador; nos habían tendido una trampa. ¡Una maldita trampa!Lo arrojo al piso y lo rompo con el tacón de mi bota. De pronto escucho los pasos ahogados detrás de mí, giro sobre mis talones y veo a un hombre alto de negro, con un pasamontañas escondiendo su rostro; aunque su cuerpo está cubierto por un chaleco antibalas y un traje táctico, puedo deducir la fortaleza de sus músculos, sus hombros grueso