«Manténganse quietos, entraremos por ustedes» dice Piero preocupado.
—No, esperen… Esto se pone mucho mejor —dice Ed viendo fijamente hacia la puerta del castillo y comprendo sus palabras.
—¿Samantha?
Mi alma se cae al suelo y creo que me voy a desmayar.
—Óscar —pronuncio su nombre en un hilo de voz.
Se ve desalineado, con el cabello más largo y una mirada de loco que no había visto antes; de pronto nos cubren un conjunto de puntos rojos a Ed y a mí, dejando en claro que no hay forma de evitar el plomo.
—¡Genial! ¡Lo que me faltaba! ¡Odio viajar! ¡Odio tener que salir de un lugar cuando acabo de llegar! ¡Odio Rusia! ¡Estúpido frío! ¡Estúpida Bratvá! ¡Estúpidos todos! —grita Ed desahogándose, manoteando en el aire y escupiendo al piso antes de nuestra a
—Mamá… ¿te dijo porque me fui? ¿Te explicó por qué nos separamos? —pregunto con miedo, no quiero ser juzgado también por ella. —Sí, me dijo que estabas en una misión ultra-secreta con tío Óscar y que era muy peligrosa y teníamos que esperar a que regresaras por nosotras — dice en un susurro como si temiera que alguien más pudiera escuchar el secreto. —¿Eso te dijo? —Pese a todo el daño que le pude haber causado, nunca me mostró como un monstruo frente a Misha. Samantha… siempre tan noble y dulce aunque tengas motivos para ser lo contrario. —¿Ya terminó tu misión? —pregunta con temor. —Aun no, Misha… aun no… —Acaricio su cabeza y le sonrío. De pronto escucho un estruendo, algo se rompe, cruje; suena lejano. Me asomo y una rusalka llega corriendo hacia mí. —Señor, acaban de destruir la puerta principal, un auto se precipitó con violencia hasta desprender una de las hojas de acero. —¿Qué? ¿De quién se trata? —pregunto molesto.
—Te creo Nikolai… en verdad lo hago, perdóname por comportarme de esa forma tan infantil y huir. No tuve que hacer eso, yo… —No es el único culpable de que las cosas se hayan desarrollado de esta forma. —No tienes la culpa de nada, Samantha… nunca la tuviste… nunca la tendrás… —Aleja su mano de mi mejilla y de nuevo toma distancia. Óscar llega con mi pequeña entre sus brazos y mi corazón se rompe al verla. —¿Misha? —Mi voz sale suave y temerosa. ¿Qué fue lo que le hicieron? Cubro mi boca para ahogar un quejido—. Mi amor… —Se me quiebra el alma y aun así sigo adelante. Me arden los ojos así como la nariz y de nuevo mi mirada se llena de lágrimas. —¿Mami? Esa suave vocecita llega hasta mi corazón y me parte en dos, mis piernas se vuelven de gelatina y se quieren doblar. Tiene las rodillas con costras, el rostro y las manitas sucias, pero debajo de todo eso, sus ojos relumbran como dos zafiros en la oscuridad. Han cortado sus hermosos risos rojos
Al llegar a Italia, Catalina fue la primera en recibirnos, encantada por ver de nuevo a Misha; cuando mi pequeña se enteró del parentesco que comparte con Bartolomé y Catalina se emocionó y entonces me di cuenta –al ver a mis padres a los ojos– que estaban enamorados de Misha y ella de ellos. La llenaron de comida rica y juguetes, la consentían y mimaban cuando podían. Temo que eso pueda cambiar su forma de ser, pero después de todo lo que ha vivido creo que se lo merece.Con respecto a mí, cada día me consume más el dolor, respirar me duele, moverme me duele, vivir me duele, pensar en Nikolai es una tortura; es tanta mi agonía que termino buscando consuelo en mi madre, diciéndole con lujo de detalle cada palabra que dijo, cada acción que tomó y aquí me encuentro, llorando desconsolada con mi cabeza en su regazo como si el desaire que me hizo Nikolai estuviera
—¿Están listos para pelear? —Tengo miedo de lo que me pueda contestar Brant, pues no es que tengamos mucho tiempo. —Para un asalto sencillo, sin problema. Es de mi orgullo presumir que ellos han sido quienes han sacado a los rusos de Italia. —Brant me sorprende con la noticia. —¿En serio? —Sí, he aprovechado la presencia de los rusos en diferentes ciudades para enseñarles a sus hombres a rastrear y a disparar, ser sigilosos y a la vez violentos. Serán un éxito cuando decida llevarlos a una misión más seria. —Tú los llevarás… —Volteo hacia Brant y me siento orgullosa de él, de lo que ha logrado y de mi buena decisión al aceptar su ayuda—. Creo que tendremos que mandarte a hacer una máscara como un faceless más. —Me siento halagado, aunque no acostumbro usar máscaras… —Es incómoda, pero sería un honor para mí que fueras parte de nosotros en un sentido más «formal». —Estaré honrado en portar esa máscara. —Tú serás mi puent
—¿Me extrañarás? —le pregunto y acaricio su rostro con ternura para después darle un abrazo y hacerle trompetillas en las mejillas, provocando sus risas escandalosas que son música para mi alma. —¡Sí! ¡Sí! ¡Mamá! ¡Basta! —grita Misha entre risas y se retuerce en mis brazos; cuando la suelto y la pongo a mi lado la seriedad regresa a su rostro—. Te extrañaré mucho. —Resopla con nostalgia—. Prométeme que regresarás. —Te lo prometo. —Acaricio sus cabellos y su tristeza migra a mi corazón—. No volveremos a estar separadas nunca, solas tú y yo, por siempre y para siempre mi amor. —Beso su frente y la abrazo con fuerza. De pronto la puerta repiquetea antes de abrirse, Anette se asoma con una sonrisa enorme, trae una bolsa negra de esas con las que proteges los trajes al transportarlos. —¡Anette! —grita emocionada Misha y de un brinco sale de la cama disparada hacia esa mafiosa peligrosa. —¿Cómo estás, Misha? ¡Que linda diadema! ¡La ame! —dice Anette
—¿Crees que podrás con cada mafioso, asesino y psicópata que quiera esa maldita droga? ¡Manos te van a faltar para poder pelear! ¡Es una locura! —dice Bartolomé caminando en círculos por la habitación.—¿Qué es lo que temes, padre? ¿Qué me capturen y obtengan la fórmula? Eso jamás pasará…—¿Cómo estás tan segura? —Entrecierra los ojos sin ocultar su temor.—Soy una rusalka… Me entrenaron para no hablar. —Le dedico una sonrisa insípida y nostálgica, llena de dolor por lo que aprendí a hacer cuando tan solo era una niña pequeña—. Podrán acabar conmigo, con mi cuerpo, pero jamás hacerme confesar.—¿No pensaste en Misha? ¿Qué será de ella si tu plan no funciona? —pregunta Catalina tomando
La mujer enmascarada ve directamente hacia el lente y pareciera que me está viendo a mí, como si supiera que esta grabación llegaría a mis manos. Ladea su cabeza suavemente hacia un lado y de un momento a otro lanza su bastón haciendo añicos la cámara y terminando con el vídeo. —¿Quién es? —pregunto en voz baja. —Smiley… —dice Óscar cruzado de brazos. Retrocede el vídeo y congela justo en el momento donde la mujer voltea hacia nosotros— …o por lo menos eso escribió con la sangre de nuestros hombres en el piso. —¿Smiley? —Ese apodo me suena, alguna vez escuché que una mercenaria con el mismo nombre trabajaba para los italianos, también trabajó para mi padre en contadas ocasiones. Mi madre hablaba mucho de ella y de sus hazañas—. Claramente no es la misma, la Smiley de ese entonces ahora tendría unos… ¿50 años casi 60? Si es que no la mataron en alguna misión. —Tal vez sea su hija o su pupila —dice Óscar tratando de darle lógica. —¿Qué se llevar
—¿Qué ocurre? —pregunta Oleg a modo de saludo.—Atacaron dos bodegas y se llevaron nuestras reservas de D-IX, pero dejaron el resto de la droga —digo agitando las fotos en el aire sin animarme a mostrarlas.—¿Cómo es eso posible? —dice Yakov con ambas manos en la frente.—Fue una tal «Smiley». —Pongo las fotos de la grabación sobre el escritorio.—¿Smiley? ¡Imposible! —grita mi padre mientras toma las fotos con tanta furia que pareciera que las va a romper.—Pues… ahí está, entró acompañada de música clásica y hombres enmascarados —digo cruzándome de brazos.Oleg toma las fotos y se las acerca al rostro como si no pudiera verlas bien de lejos. Me dedica una mueca de miedo y angustia.—¿No crees que le da un aire a cierta persona que cono