Capítulo 56

Doy un paso más y mis pies pisan algo pegajoso, bajo la mirada y una mancha roja se extiende por debajo de mí. El estómago se me retuerce al mismo tiempo que la puerta se cierra; alguien la azotó para remarcar que no hay escape. Me quedo quieta como si cualquier movimiento pudiera delatarme.

De pronto una música suena con fuerza en toda la casa, al principio no la reconozco, escucho instrumentos de cuerda y viento sonando relamidos, pausados y suaves como terciopelo. Es música clásica. Mi piel se eriza y mi cerebro encuentra el nombre de la melodía: «Habanera» de la ópera Carmen.

Las luces se prenden y por fin veo la sangre en el piso de forma nítida debajo de mis pies, sigo el camino hacia el cuerpo de la institutriz que Piero contrató para Misha; está tirada en el piso con el cuello abierto y los ojos desorbitados, sus lentes están a unos centímetros de ella con los cristales rotos.

Se siente un frío que cala los huesos, es como si el clima cálido de la zon

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