—Edward… ¿Por qué te pones así? ¿Qué no ves que no hemos matado a nadie de tu equipo? Tranquilo, viejo… No les haremos daño. —Óscar pone su mano sobre mi hombro y me sonríe de forma amistosa.
Me sacudo la mano de Óscar del hombro y le dedico la mirada más furiosa de mi repertorio.
—¡¿Qué carajos están haciendo aquí?! —grito desesperado, perdiendo los estribos—. ¡Malditos rusos!
—Tranquilo, amigo.
—¡No soy tu amigo!
—Ed, no tienes que preocuparte, dejaremos que se lleven todo lo que obtuvieron, incluso las píldoras, créeme… no las queremos. —Me dedica una sonrisa condescendiente.
—Si no quieren nada de lo que tenemos en esta bodega, entonces… ¿Qué hacen aquí? —pregunta Piero conteniendo su furia.
—Solo venimos por una sola cosa. —Sonríe Óscar. Odio que nos vea como si fuéramos un grupo de retrasados.
De pronto la puerta del fondo se abre y la imagen me da horror. Veo a Nikolai con uno de esos uniformes que lo hicieron pa
Los brazos que me sujetaban me levantan y entonces lo veo, es Nikolai, sin esa barba alrededor de su boca, con esos ojos miel, tan intensos y cargados de arrepentimiento que me ven con preocupación y lástima. —¿Por qué no duermes un poco? —Camina conmigo en brazos de regreso a la habitación. Abro la boca, pero no emito ningún sonido, es como si se me hubiera olvidado como hablar. Aprieto los dientes frustrada y en cuanto mi cuerpo toca la cama siento que el sopor quiere apoderarse de mi escasa conciencia. Me aferro a las sábanas y me jalo obligándome a volver a levantarme; Nikolai me toma de los hombros y sin imprimir mucha fuerza detiene mis intenciones. —Ed… —pronuncio arrastrando la voz y siento que imprimo todas mis fuerzas para poder sentarme, luchando contra la insistencia de Nikolai porque me recueste. —Está bien, no le hicimos daño, nadie salió herido, toda tu gente está ilesa. —Nikolai toma mi rostro entre sus manos y su mirada se vuelve más
Toma mis manos y las pone sobre la cama, presionando mis muñecas, sometiéndome ante su fuerza y disfrutando de tener el control sobre mí. Su boca muerde mi cuello haciéndome liberar un gemido más audible. El aire me falta, mi corazón se acelera y mis caderas se mueven más ansiosas, deseando que la velocidad de sus embestidas aumente y el placer se vuelva incontrolable. De pronto me gira en la cama, me pone boca abajo y pasa su brazo por enfrente de mis hombros mientras vuelve a penetrarme, sujetándome con su mano libre de las caderas, manteniéndome firme para él. Me aferro a las sábanas y escucho sus ronroneos en mi oído mientras la humedad recorre mis muslos, resbalando suavemente como una caricia hasta mis rodillas. Cierro mis ojos y mi cuerpo tiembla, sucumbe de placer y me retuerzo debajo del suyo. Siento la necesidad de apretar mis piernas mientras mis caderas siguen moviéndose ansiosas. De nuevo me siento viva, toda esa pasión y lujuria que perecieron y se cong
Samantha Sforza Por segunda vez en 24 horas, vuelvo a despertar en la cama vacía, solo queda el calor de Nikolai entre las sábanas. Me levanto sin poder ocultar mi sonrisa, mis piernas se sienten débiles y me muerdo los labios en cuanto recuerdo el motivo. Busco en el closet algo que ponerme y encuentro ese primer conjunto que tuve gracias a él, el suéter color vino, los leggins negros y esas botas largas. Una vez ya vestida le echo un vistazo rápido a la habitación, abro los cajones de la mesa de noche, están vacíos así como los del tocador. ¿Dónde está mi uniforme? No es que la minifalda sea completamente de mi gusto, pero ya me había encariñado con ese traje sastre sexy y dudo que Anette esté muy contenta de que haya perdido la ropa, sobre todo mi máscara. Abro la puerta de la habitación y veo todo con otros ojos, unos no tan drogados. Es el departamento de Nikolai, ese donde nos dimos nuestro primer beso mientras tomábamos café. Paso mi m
En mi recorrido hacia la recepción percibo la mirada de algunas personas que me ven con sorpresa y desconcierto, y pese a su vestimenta informal algo me dice que son hombres de La Bratvá; de seguro la primera vez que entré aquí también los había, pero nunca me percaté de ellos o simplemente los tomé como personas arrogantes que tal vez estaban juzgándome, ahora entiendo que solo estaban cuidando a su dueño. Salgo a la calle y le doy las llaves al encargado. Espero pacientemente en la acera y veo la maleta en mi mano, es pequeña, pero también la ropa que suelo usar, además de ligera y nada estorbosa, la Samantha de antes no estaría dispuesta a usarla. El tipo del valet parking me entrega un auto poderoso, negro, imponente, tan fiero y elegante como su dueño. Suspiro y entro en él, los asientos de piel son realmente cómodos y el interior huele a la loción de Nikolai. Pongo ambas manos en el volante y sonrío satisfecha. Es bueno saber que conservo su amor y que si todo
Mis piernas están amarradas así como mis muñecas y la única luz del lugar está sobre mí. Sacudo la cabeza y el agua fría recorre mi piel proporcionándome temblores involuntarios y que mis dientes castañeen.—¡Por fin!Esa voz irritante cobra forma, un hombre alto de cabellos rubios y presencia imponente camina frente a mí complacido por tenerme despierta. Me analiza con la mirada y me sonríe.—Samantha… Samantha… No sabes el dolor de cabeza que has sido —dice con una sonrisa y se inclina acercando su rostro al mío, pone su mano en mi mejilla y me da unas suaves bofetadas mientras aprieta sus dientes—. Escapaste de Viena, del gulag, del verdugo y de cada intento que he hecho por destruirte… Eres muy escurridiza.Se endereza y me atina un golpe en el pómulo con tanta fuerza que termino cayendo a un costado con todo y
—Bien, si me voy, te llevo conmigo, maldita. —Oleg toma de su saco un arma tipo escuadra y me apunta directo a la cabeza.Bastante inteligente, creí que podría sobrevivir a una descarga, pero no creo que sea tan fácil a un disparo a la cabeza, se puede, pero mi porcentaje de sobrevivencia se reduce mucho y ni hablamos de mi calidad de vida posterior a eso.—Una bala en la cabeza, ¿eh? Buena jugada. —Creo que no hay nada de malo admitir las buenas ideas de los demás.De pronto se escucha una detonación, cierro los ojos y aprieto los dientes, puedo sentir un calor que crece en mi cabeza, pero cuando abro los ojos, quien se está retorciendo en el piso es Oleg, gritando mientras sujeta su mano herida, aquella que portaba el arma que ahora está en el suelo y lo que sentía en mi cabeza solo era su sangre que salpicó en el momento que le dispararon.—Ah cara
—Yo opino que nos cambiemos el apellido los tres para estar parejos —dice Erika terminando de limpiar mi rostro—. El apellido de Sam suena lindo y con fuerza… —mi corazón da un vuelco y el tiempo se vuelve lento así como mis movimientos, apenas soy capaz de abrir la boca, pero es muy tarde— …Sforza. —Pronuncia como si estuviera en cámara lenta. No quiero ver a la cara a Nikolai, no quiero voltear, me refugio en los ojos de Ed que parece tan asustado como yo. Creo que necesito una bolsa de papel, el aire no es suficiente y comenzaré a hiperventilar en cualquier momento. —¿Sforza? —pregunta Nikolai y creo que me voy a desmayar—. ¿Sforza como Bartolomé Sforza? Pongo ambas manos en mi pecho y volteo lentamente; no sé cómo interpretar su mirada, parece molesto y a la vez sorprendido. —¿Qué ocurre? ¿No sabe Nikolai que Sforza es tu papá? —pregunta Erika siendo ella la única tranquila en todo este caos. De inmediato Ed le cubre la boca con ambas manos.
—¡¿Italia?! ¡¿Estás loco?! —dice Óscar sorprendido, me toma de los brazos y me obliga a girar hacia él—. ¿Quieres que Sforza te mate por seducir a su pequeña hija? —pregunta exaltado y al borde del colapso. —Tengo que hacer negocios con él. —Abro la caja ante sus ojos. Retrocede y cubre su boca con una mano, silenciando su sorpresa, como si fuera a él a quien le esto pidiendo matrimonio y no aguantara la emoción. —De todas las misiones suicidas a las que te he acompañado, esta es la más peligrosa… ¿Ir a pedir la mano de la hija de Sforza? ¿Hablas en serio? —No tienes que acompañarme… —No es opción… no te dejaré ir solo. ♠ Samantha Sforza —Me has hecho viajar tanto… Después de esto no me darán ganas de volver a hacerlo —dice Ed arrastrando los pies en la entrada hacia la hacienda de mis padres, como si lo más cansado no fuera pelear y disparar sino viajar. —Puedes tomar unas vacaciones en Italia