Capítulo 128

Mis piernas están amarradas así como mis muñecas y la única luz del lugar está sobre mí. Sacudo la cabeza y el agua fría recorre mi piel proporcionándome temblores involuntarios y que mis dientes castañeen.

—¡Por fin!

Esa voz irritante cobra forma, un hombre alto de cabellos rubios y presencia imponente camina frente a mí complacido por tenerme despierta. Me analiza con la mirada y me sonríe.

—Samantha… Samantha… No sabes el dolor de cabeza que has sido —dice con una sonrisa y se inclina acercando su rostro al mío, pone su mano en mi mejilla y me da unas suaves bofetadas mientras aprieta sus dientes—. Escapaste de Viena, del gulag, del verdugo y de cada intento que he hecho por destruirte… Eres muy escurridiza.

Se endereza y me atina un golpe en el pómulo con tanta fuerza que termino cayendo a un costado con todo y

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